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28 abril 2015 2 28 /04 /abril /2015 23:00
¿Qué República queremos? (XXIX)

Bien, un último apartado al que le queremos prestar atención dentro de las bases democráticas necesarias para la Tercera República, es el relativo a las denominadas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, donde vamos a incluir también a las Fuerzas Armadas, esto es, al Ejército. Tema peliagudo donde los haya, ya que estamos hablando de uno de los pilares donde se basa el propio Estado, el relativo a su defensa y a su seguridad, incluyendo la de sus propios ciudadanos, y merece por tanto una especial atención. Quizá deberíamos comenzar por establecer un nuevo concepto sobre la seguridad ciudadana, y también sobre lo que se consideran "amenazas", pues en estos conceptos es donde se basan fundamentalmente las políticas de seguridad de cualquier país. Para nosotros, desde la izquierda transformadora, una sociedad segura deriva de la propia tranquilidad de sus miembros, pues entendemos que, más allá de los debates filosóficos sobre la propia naturaleza humana, es evidente que cuanto más seguros, protegidos y tranquilos se sientan los ciudadanos, esto es, arropados por su propio sistema, será mucho menor el número de delitos cometidos.

Los delitos que se comenten en cualquier sociedad, y esto está bastante estudiado, obedecen fundamentalmente al grado de desestructuración de la propia sociedad, a sus niveles de desigualdad, a sus niveles de desprotección social. Como muestra, un botón: la práctica totalidad de las manifestaciones que ocurren en nuestro país se deben al grado de creciente descontento popular provocado por los enormes recortes sociales que el Gobierno practica contra su ciudadanía. Y esto va provocando, a la larga y poco a poco, un caldo de cultivo para que ocurran los suicidios, los ataques violentos, las algaradas callejeras, o el terrorismo ciudadano. Es evidente que siempre hay grupos violentos que se dedican sistemáticamente a intentar reventar las manifestaciones populares, pero también lo es que el sistema, si maltrata a su propia ciudadanía, va generando un sentimiento de malestar hacia las propias instituciones del Estado, que son las últimas responsables de su situación. Luego, de entrada, un país, o una comunidad, o una ciudad, serán más o menos seguras en función del grado de seguridad y tranquilidad que sus instituciones transmitan a su ciudadanía. Y en segundo lugar, el concepto de las supuestas "amenazas" que se puedan sufrir también ha cambiado, no sólo desde la óptica del pacifismo que propugnamos, sino derivado de la propia evolución de la sociedad, del resto de países, de los bloques militares y de la evolución geoestratégica internacional.

¿Qué República queremos? (XXIX)

En este sentido, recomiendo a los lectores el artículo "Por un nuevo Modelo de Seguridad y de Defensa", publicado hace algún tiempo en este mismo Blog, donde exponemos con detalle nuestra visión al respecto. En primer lugar, la nueva Constitución Republicana que deseamos debería declarar, como ya lo hacía la Constitución de la Segunda República, la expresa renuncia a la guerra como instrumento de solución de cualquier conflicto internacional. En segundo lugar, tenemos que desterrar también de la próxima Constitución Republicana la solemne declaración que asigna a las Fuerzas Armadas la protección y garantía de la "unidad de España", y que además define al Rey como Jefe Supremo de las mismas. Evidentemente, la Constitución Republicana no se referirá a ningún Rey, porque dejará de existir, pero también debe dejar de referirse a la "unidad de España, patria común e indivisible de todos los españoles", como actualmente lo hace. Si creemos de verdad en la diversidad y en la plurinacionalidad del Estado Español, dentro del contexto de un Estado Federal, no tiene ningún sentido referirse a la unidad de España, pues ésta deberá ser entendida únicamente en la dimensión del conjunto de los Estados, Pueblos o Comunidades Federadas.

Y por otra parte, como decimos, el concepto de seguridad debe entenderse en un escenario moderno, amplio, complejo y multidimensional, pero siempre bajo la premisa del pacifismo en toda su extensión, y de la protección social de la ciudadanía, tal y como más arriba hemos dejado sentado. Actualmente, la clásica defensa de los valores de soberanía, independencia, integridad territorial, etc., choca con la presencia y el alcance de las estructuras políticas y económicas supranacionales a las que pertenecemos, y en las que delegamos algunas funciones comunes. Pero sobre todo, tenemos que poner el énfasis en que, frente a los modelos clásicos de seguridad y de defensa, donde priman los territorios, tenemos que acercar dicho concepto de la seguridad a los ciudadanos, a las personas, a la población en general, es decir, tenemos que pensar en una dimensión más humana de la seguridad. Si apostamos por el pacifismo con todas sus consecuencias, debemos dejar de lado los planteamientos clásicos de unos países con sus respectivos Ejércitos nacionales, dispuestos a defender la integridad de sus territorios frente a cualquier amenaza externa. Esta visión anacrónica de las Fuerzas Armadas y de sus funciones ha de evolucionar hacia una visión más moderna, donde los Ejércitos se profesionalizan, y se integran con el resto de Cuerpos Civiles de Seguridad, colaborando con ellos, y velando por la seguridad de la población.

Y ello porque los tipos de amenazas que sufrimos hoy día son de índole muy distinta a las del pasado, por regla general, pasando a tener mayor relevancia las amenazas de orden social, de tipo económico o medioambiental. Ello debe generar una diferente conciencia sobre las funciones de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, creados para defender a la población sobre cualquier ataque a sus Derechos Humanos, vengan de donde vengan. Y bajo el capitalismo, ya sabemos de dónde vienen: de los poderes económicos, nacionales y supranacionales, que en su obsesión por el beneficio ilimitado, no dudan en atacar los derechos fundamentales de los pueblos y de las personas, y en dejar de garantizar sus libertades básicas. Queremos una Tercera República en nuestro país que sea fiel a estos principios, y que se alinee con la defensa de la población frente a estas "nuevas" y distintas amenazas. En última instancia, la seguridad debe poseer un componente humano fundamental, donde la defensa de los valores y de los derechos humanos quede inextricablemente unida al bienestar social de las personas, implicando que toda la población pueda ejercer sus derechos básicos y satisfacer sus necesidades en un entorno humano, económico, social y medioambiental seguro. La seguridad extiende sus facetas, pues, a la seguridad alimentaria, económica, sanitaria, medioambiental, personal, política y comunitaria. Continuaremos en siguientes entregas.

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