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30 agosto 2015 7 30 /08 /agosto /2015 23:00

Si no compras pan, leche, fruta, carne o pescado, o no tienes el dinero para comprar estas cosas, te mueres de hambre. No es una opción, es una necesidad. Si no te compras un abrigo, o no tienes dinero para la calefacción, ni puedes pagar el alquiler de una vivienda, te mueres de frío o vives en la indigencia. Tampoco es una opción, sino una necesidad. Si no puedes pagar la gasolina, no puedes utilizar el coche para ir a trabajar. Sin teléfono, radio ni televisión, te empujan fuera de la sociedad. Sin un trabajo, privado o público, no tienes acceso a los medios de vida, y te empujan a las condiciones de un paria. No puedes elegir no trabajar para “los de arriba”

Documento "PODEMOS por el Socialismo"

Incluso el gran pensador Erich Fromm, del cual hemos hablado bastante en nuestras series de artículos "Capitalismo y sociedad de consumo", "Retrato de una sociedad alienante", y en la actual "La transmisión del pensamiento dominante" (a las que invito a los lectores que no las hayan seguido), también se declaró partidario de la RB, señalando, como nos recuerda José Antonio Pérez, que "Todas las personas, trabajen o no, deben tener el derecho incondicional de no morir de hambre ni carecer de techo. Recibirán sólo lo que necesitan básicamente para mantenerse, pero no recibirán menos. Este derecho expresa un nuevo concepto en la actualidad, aunque es una norma muy antigua, proclamada por el cristianismo y practicada por muchas tribus primitivas: los seres humanos tienen el derecho incondicional de vivir, sin importar si cumplen su deber para con la sociedad". Éstas fueron las palabras del gran sabio alemán, que entendía que el campo de la libertad personal se ampliaría enormemente con una garantía social que acabara con la dependencia económica de las personas (de un padre, de un esposo, de un jefe) que ya no se verían obligadas a someterse a la extorsión del hambre. 

 

Por otra parte, añadía Fromm, la existencia de un ingreso garantizado terminaría con el dominio de la burocracia que administra y humilla a la gente. Al no requerir ninguna "prueba de necesidad" por parte de alguna persona para obtener un techo sencillo y un mínimo de alimentos, eliminaría la burocracia con su inherente desperdicio y sus violaciones a la dignidad humana. Obsérvese cómo Erich Fromm detectaba perfectamente las trampas de la pobreza y las relativas a la necesidad de tener que demostrar ante la Administración la existencia de una situación de pobreza, de las que hemos hablado aquí con profundidad en anteriores artículos. Y con las recientes experiencias de Brasil y del Estado de Alaska, entre otras muchas, cada una con sus propias características y acomodos, la RB ha dejado de ser una especulación mantenida por algunos filósofos, escritores (tildados de extravagantes por la derecha) y partidarios de las utopías (o "cantos de sirena de predicadores", como al PP gusta llamarlos en la actualidad), tal como solían ser calificados los detractores de la idea, para pasar a convertirse en una propuesta realista, factible, justa y viable de reforma social que ha sido, por fin, incluida en la agenda del debate político en varios países. No obstante, parece que aún estamos lejos de que se adopte una propuesta de RB tal como aquí la defendemos, a tenor de las propuestas descafeinadas de los partidos de "izquierda" del arco político español. 

 

La RB (y esto enlaza con el polémico debate actual sobre la "sostenibilidad" de las pensiones, acerca del cual pueden los lectores consultar nuestra serie de artículos "Hablemos de pensiones") entronca así con los falaces mensajes enviados desde la clase dominante, para que nos vayamos haciendo el cuerpo en el sentido de que las cosas "no volverán a ser como antes". Intentan convencernos de que un puesto de trabajo indefinido, con buenas condiciones laborales y amplia protección social, es una quimera que ya pasó a la historia. Sin embargo, sabemos que esto también forma parte de su campaña de desprestigio de lo público, encaminada al abordaje, privatización y mercantilización de todos los derechos humanos. Pero en el fondo, "lo que está en crisis es el propio mito del crecimiento económico permanente y de la generación de empleo de calidad como únicas formas de garantizar la integración económica y social de toda la ciudadanía" (Rubén Lo Vuolo, Daniel Raventós y Pablo Yanes). Estos autores, en su documento "El Ingreso Ciudadano-Renta Básica ante la crisis económica y los ataques a los derechos sociales y laborales" lo argumentan de esta forma: "La presente situación coloca un fuerte interrogante sobre la capacidad del actual régimen de acumulación capitalista de ofrecer razonablemente un horizonte en el que sea material y políticamente posible el desarrollo basado en un esquema de pleno empleo para mujeres y hombres. Y, en consecuencia, de que sea el empleo, el trabajo asalariado propiamente dicho, la llave maestra o el camino único para el acceso a los derechos sociales, a la movilidad social y al bienestar de las personas".

 

Porque en efecto, esa es la gran barrera argumental que tenemos que enfrentar. El cambio del chip mental que asocia desde tiempos inmemoriales la idea de que las personas han de trabajar para ganarse el sustento, que deja de ser justificable en una bárbara sociedad capitalista como la que padecemos, que únicamente patrocina enormes transferencias de renta desde las clases más desfavorecidas hacia las clases con mayores recursos y posibilidades. Y bajo esa premisa, deja en la cuneta permanentemente a millones de personas, abandonándolas a su suerte, o dependientes del paro, de la precariedad, de la pobreza, de la exclusión o del exilio. Una sociedad que continúa justificando esta permanente barbarie no puede llamarse humana. Son precisamente estos y otros elementos los que deberían motivar la necesidad de pensar nuevos principios de organización para nuestras sociedades contemporáneas, de repensar diferentes relaciones de producción, y de optar por un enfoque donde los derechos humanos estén completamente garantizados desde un punto de vista social, no desde un punto de vista capitalista. Debemos entender de una vez por todas que es la sociedad la que posee el imperativo humano de garantizar a las personas su dignidad, independientemente del "momento económico" de los mercados. 

 

Pero bajo los mimbres de la extrema acumulación capitalista, y del poder de los grandes agentes económicos que gobiernan la economía, ésta deja de entenderse en función social de la satisfacción de las necesidades humanas, para ponerse al servicio de los intereses del gran capital. Por eso hemos sostenido, desde artículos anteriores, que la RB, al romper con este enfoque, es una medida anticapitalista en sí misma. Y es por ello que ofrece tantas resistencias intelectuales. Para apostar por la RB con las características que aquí exponemos debemos abandonar nuestros esquemas mentales, para comenzar a pensar y actuar de otra forma, según otros intereses, bajo una óptica distinta. Y en este ineludible rediseño (siguiendo de nuevo a los autores citados) de nuestras sociedades, cada vez es más imprescindible que el acceso a los derechos sociales deje de operar por status diferenciados, para transformarse en derechos de ciudadanía, en derechos de las personas por el mero hecho de existir. Y esto implica que dejen de ser derechos intermediados, segmentados, condicionados o recortados, por ejemplo por la volátil, transitoria y desigual posición de cada persona en el cada vez más precario mercado laboral. Hemos de entender los derechos humanos en el amplio sentido universalista e internacionalista, con plenas garantías, sin trabas, inconvenientes, requisitos ni limitaciones. Continuaremos en siguientes entregas.

 

 

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