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24 marzo 2016 4 24 /03 /marzo /2016 00:00

Nunca la idea de excepcionalidad ha venido de opiniones externas, sino de autoalabanzas propias de mentes religiosas extremistas y fanáticas, que solo sirven para justificar la invasión, la destrucción y el exterminio de países y pueblos en todo el mundo

Sergio Rodríguez Gelfenstein

En fin, en esta serie de artículos, que ya finalizamos en esta 44 y última entrega (aunque volveremos próximamente con más asuntos de USA), hemos pretendido dar una semblanza histórica, ampliamente documentada en todos los aspectos que hemos abordado, sobre el peligro que representan los Estados Unidos de América para nuestro mundo, con su estado de guerra permanente. Cuando, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush dijo, parafraseando a Hitler: "Quien no está con nosotros está contra nosotros", declaró la guerra a los pueblos del mundo. Y dicha arrogancia se mantiene. Y por si hubiera cabido alguna duda, añadió posteriormente: "El mundo es el campo de batalla". Estas dos frases dan la medida de la guerra global que el imperialismo estadounidense y sus cómplices (entre los que ocupa un lugar destacado el Estado Español) viene librando sin cuartel y sin límites bajo el pretexto de combatir el supuesto "terrorismo internacional", que ellos identifican con todo aquéllo que se opone a los planes de expolio y exterminio del verdadero terrorismo, que no es otro que el que representa la barbarie capitalista. 

 

Hemos ido desgranando, a lo largo de esta extensa serie, todos los aspectos que nos han parecido destacables sobre la faceta de guerra permanente que mantiene viva EE.UU., tales como su historial de guerras imperialistas, su chantaje permanente a los pueblos y naciones que se enfrentan a sus designios, su obsesión por el uso de las armas de fuego, su maltrato constante a las clases más vulnerables y a las minorías étnicas, su ataque contra todos aquéllos que filtran la auténtica verdad de la élite poderosa norteamericana, su política carcelaria, de tortura y de falta de respeto a los derechos humanos, y un largo etcétera. Hemos documentado hasta la saciedad los motivos por los que creemos que ningún país debiera ser aliado de los Estados Unidos ni de la OTAN (su brazo armado), y hemos relatado el extenso historial de chantajes y sanciones económicas que USA ha practicado contra los pueblos y naciones del mundo. La globalización misma de la guerra, así como sus actuales dimensiones militar y social, son los primeros aspectos a considerar si queremos tener una visión clara de la magnitud del conflicto, que es el primer paso hacia su comprensión y resolución. Una resolución que pasa necesariamente por aislar a los Estados Unidos, por reducir su tremendo poder de veto en los organismos internacionales, por la organización de nuevas formas de lucha antiimperialista, y por las movilizaciones sociales de colectivos sindicales, indígenas, altermundistas, pacifistas, feministas, y de cualquier otro tipo que tengan en común la idea de que otro mundo es posible. Un mundo sin la constante dominación de EE.UU.

 

Al momento de finalizar esta serie, como sabemos, están planteadas las Elecciones Primarias para elegir a los candidatos definitivos, por cada partido, para las Elecciones Presidenciales de noviembre próximo. Y salvo Bernie Sanders, el único candidato que representa un claro giro hacia la izquierda en mucho tiempo, el resto siguen la misma línea que sus antecesores. Tanto Hillary Clinton, como Ted Cruz y Donald Trump, cada uno a su modo, conciben como un hecho que Estados Unidos es la nación ejemplar para el mundo. Así, Cruz afirma: "América es una nación excepcional, la nación que otros aspiran a imitar". Trump promete "Hacer a América Grande de nuevo", y Hillary sostiene que "América es una nación indispensable". Esto seguramente tendrá incidencia en sus ideas y prácticas de política exterior en general, y hacia América Latina en particular. Cualquiera que resulte el elegido, los planteamientos generales de USA hacia su interior y hacia su exterior no van a cambiar. USA, pues, continuará en su estado de guerra permanente. Parece que va en su naturaleza.

 

En su magnífica obra "La decadencia de EE.UU.", Pablo A. Pozzi y Fabio G. Nigra afirman lo siguiente: "Estamos a los inicios de una etapa de mayor y más profunda inestabilidad mundial, cuyos conflictos serán cada vez más cruentos y al final de la cual lo más probable es que emerjamos en un mundo multipolar en cuanto a poderío internacional y de caos permanente en el Tercer Mundo, con la tendencia hacia la modificación en el carácter de los Estados nacionales. No estamos al borde del colapso del capitalismo, sino más bien en los albores de nuevas formas de acumulación y de organización que implican la integración mundial por las que un conflicto, por remoto que sea, tendrá efectos sobre el conjunto". La conclusión está bien clara: hemos de parar los pies a Estados Unidos si no queremos seguir comprometiendo la seguridad y la estabilidad internacionales, pagando además un alto precio por ello.

 

Y sobre el estado de psicosis creciente creado por las continuas guerras, Chris Edges, en su artículo "Estados de terror", reflexiona en los siguientes términos, que suscribimos en su totalidad, y que hemos elegido como palabras finales para la serie: "Otro ataque terrorista yihadista en Estados Unidos extinguirá lo que queda de nuestra anémica y en gran medida disfuncional democracia. El Estado manipulará y atizará aún con más entusiasmo el miedo. Se suprimirá lo que reste de nuestras libertades civiles. Los grupos que desafían al Estado corporativo --como Black Lives Matter ("Las vidas de los negros importan"), los activistas del cambio climático y los anticapitalistas-- se convertirán en blancos objeto de eliminación, a medida que el país se deslice hacia el mundo maniqueo de "nosotros o ellos", de traidores contra patriotas. La cultura se reducirá a un batiburrillo sentimental y un kitsch patriótico. La violencia será santificada, en Hollywood y en los medios, como un agente purificador. Cualquier crítica de la cruzada o de los que han conducido a ella será herejía. La policía y los militares serán deificados. El nacionalismo, cuya esencia es la autoexaltación y el racismo, distorsionará nuestra percepción de la realidad. Nos reuniremos como niños asustados alrededor de la bandera. Cantaremos el himno nacional al unísono. Nos arrodillaremos ante el Estado y los órganos de seguridad interna. Pediremos a nuestros dueños que nos salven. Estaremos paralizados por la psicosis de la guerra permanente".

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