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6 marzo 2017 1 06 /03 /marzo /2017 00:00
Viñeta: Josetxo Ezcurra

Viñeta: Josetxo Ezcurra

Se llama terrorismo a la guerra de los débiles y guerra, y hasta limpia, al terrorismo de los fuertes

Alfonso Sastre

Continuando con la descripción de las siete medidas urgentes que proponemos desde la izquierda (documentadas y recogidas en la página de la Agenda para el Consejo de la Paz de Podemos) para atajar el foco más virulento que hoy día tenemos, como es la guerra de Siria y el terrorismo del Estado Islámico (la primera medida ya fue comentada en la entrega anterior):

 

2.- Neutralizar las redes de captación y adoctrinamiento del Estado Islámico. Como hemos asegurado en entregas anteriores de esta serie, la mayoría de los terroristas que atentan en Europa son europeos, en muchos casos de tercera o cuarta generación. Sus padres, hermanos y amigos residen en los países de nuestro entorno. Su educación y cultura es la nuestra, aunque sus raíces puedan estar en otros países. Pueden haber casos donde no se cumpla esta regla, pero normalmente, el adoctrinamiento de las corrientes más fundamentalistas del Islam tiene vía libre porque ofrece salidas a estos jóvenes que nuestras sociedades no son capaces de ofrecerles. En este sentido, las propias redes de captación y adoctrinamiento del Estado Islámico son la principal causa de que los mensajes fundamentalistas lleguen a estas personas. Por tanto, frente a este fenómeno de expansión del mensaje fundamentalista, debemos mejorar la coordinación de los Servicios de Inteligencia, y desactivar las redes de captación de Internet. 

 

Pero como también hemos expuesto en infinidad de ocasiones, estas medidas preventivas, de tipo legal o policial, por sí solas, no bastan para resolver el problema. Cuando alguien está dispuesto a inmolarse, en pro de un mensaje fundamentalista que sacrifica vidas humanas por ideales religiosos, las medidas judiciales o coercitivas no poseen ningún efecto. Por ello, son absolutamente imprescindibles proyectar toda una estrategia integral de desradicalización, para luchar contra el extremismo violento en todas sus manifestaciones. Y la mejor manera de combatir el extremismo violento, es justamente lograr que la gente, las personas, se sientan parte de una colectividad cohesionada, y cultivar las oportunidades económicas y sociales en todas aquéllas comunidades más vulnerables, tanto en Europa como en los países donde sufren este fenómeno y se exportan estas creencias. Pero como esta integración social es un proceso en varias direcciones, y que ha de ser planificado, pues lógicamente no se logra de un día para otro, es necesario, mientras todo este gran pilar integrador se va desarrollando e implementando, investigar y desmontar la financiación de todos los grupos de tendencia violenta o extremista, neutralizando sus redes de captación, tanto nacionales como internacionales, interceptando sus posibilidades de continuar adoctrinando a posibles y futuros candidatos y candidatas para sus violentas acciones. 

 

Hay que reforzar las estrategias que favorecen la cohesión y la inclusión social de las personas de orígenes multiculturales, fomentando una educación inclusiva y no discriminadora, erradicando todas las aptitudes y pensamientos racistas, o bien basados en ciertos criterios étnicos o nacionales determinados. En especial como decimos, hay que reforzar el papel de la educación pública como única vía que puede ofrecer alternativas de futuro a la juventud, para dotarla del espíritu crítico suficiente, del bienestar y la seguridad mínima necesarios, y para alejarla de este modo del radicalismo violento que estas corrientes practican. La lucha contra la desigualdad y la puesta en marcha de medidas económicas y de protección social que no dejen a nadie fuera, constituyen el camino más corto para evitar fenómenos de violenta radicalización en Europa, y construir lazos multiculturales estables, pacíficos y duraderos, desde la comprensión, la empatía, la inclusión, la justicia y la igualdad.

 

3.- Apoyar a las fuerzas políticas y sociales democráticas en el mundo árabe. También es un asunto que hemos venido explicando desde entregas anteriores. No podemos lamentarnos de la actitud de estos países, y del continuo caos donde se encuentran, cuando cada vez que tienen la oportunidad de emprender una senda pacífica y democrática, desde nuestro Occidente, les cortamos el paso. Sin ir más lejos, el conflicto palestino-israelí se podría haber solucionado hace décadas, si la comunidad internacional (sobre todo Estados Unidos) se tomara este asunto en serio, y demostrara su permanente voluntad política de pacificar el conflicto. Por tanto, cada vez que el mundo árabe ha tenido la posibilidad importante de caminar hacia sociedades laicas y democráticas, las grandes potencias occidentales han tomado cartas en el asunto, precisamente para hacer abortar el proyecto. En resumidas cuentas, la única manera de acabar con el Estado Islámico es defendiendo la democracia en el mundo árabe. No podemos combatirlo con bombas, destrucción, odio y violencia, porque todo esto engendrará más de lo mismo.

 

La experiencia lo demuestra ampliamente. Ya tuvimos una magnífica oportunidad en el año 2011, con las llamadas "Primaveras Árabes" que se forjaron en varios países (Túnez, Egipto, Libia, etc.), y acabamos, como en ocasiones anteriores de la historia, defendiendo dictaduras, apoyando a las tendencias más fundamentalistas o recurriendo a los bombardeos, que sólo han alimentado la espiral de violencia, el caos, y en última instancia, la radicalización violenta de la que se nutre el yihadismo islámico. Hoy día, la mayoría de estos países son pasto del saqueo, la rapiña y el pillaje, producto de que las bandas tribales campan a sus anchas ante la ausencia de un Gobierno reconocido y apoyado oficialmente, tanto dentro como fuera. Por tanto, o cambiamos nuestra política exterior, o el Estado Islámico continuará haciendo de las suyas, saqueando, expoliando, secuestrando, matando musulmanes y europeos, además de seguir extendiendo sus tentáculos en nuestras desestabilizadas y precarias sociedades. Por tanto, debemos cambiar el enfoque y apoyar decididamente a las fuerzas democráticas en el mundo árabe. Continuaremos en siguientes entregas.

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