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8 mayo 2018 2 08 /05 /mayo /2018 23:00
Viñeta: Kalvellido

Viñeta: Kalvellido

Barramos el capitalismo, el patriarcado, la corrupción y la monarquía: autodeterminémonos, desobedezcamos leyes injustas para construir una república libre, solidaria, independiente y socialista

Fragmento del Manifiesto de las CUP para el Referéndum del 1 de Octubre de 2017

En la entrega anterior ya comenzamos a exponer los primeros cinco puntos del Decálogo de propuestas generales que Manolo Monereo proyectaba y explicaba en este artículo de referencia que estamos siguiendo. Continuaremos con el resto de los puntos:

 

6.- Un Estado Social y Democrático, fuerte y eficiente. Un Proceso Constituyente debe volver a fortalecer el Estado, sus roles y capacidades. La idea neoliberal de un Estado débil que lo único que busca es socializar las pérdidas y privatizar las ganancias, asumiendo los costes sociales, económicos y ecológicos de los monopolios privados, ha de ser abandonada. Lo hemos visto en los peligros de las sucesivas "crisis" que se generan, en quiénes las pagan, y en la utilización como excusa de las mismas para imponer las políticas de "austeridad" llevadas a cabo por los Gobiernos y las instituciones de la Unión Europea. Bajo el capitalismo actual globalizado, el enriquecimiento es siempre privado y oligárquico, con crisis económico-financieras que se desatan de forma cada vez más recurrente, y que son producto de las propias contradicciones del capitalismo, de la falta de control de las instituciones y organismos internacionales, y de la mercantilización creciente de los bienes y recursos públicos. ¿Cómo paramos toda esta debacle? Necesitamos recuperar un Estado Social y Democrático fuerte y eficiente, capaz de regular el mercado, de planificar y de intervenir en la economía, de asumir el rol de último garante del empleo, de redistribuir la riqueza desde los intereses de las mayorías sociales.

 

7.- Un Estado Federal, Laico, Solidario y Participativo. El Proceso Constituyente debe defender la idea de un Estado construido colectivamente por personas y pueblos, pero de forma solidaria y voluntaria. Un Estado Federal de corte participativo, donde los pueblos históricos que se remontan a muchos siglos antes de que existiera la idea de España puedan unirse si lo desean para seguir compartiendo una cultura y un destino comunes. Aquí y ahora, en la Unión Europea del capital, no existe más democracia ni más libertad ni derechos sociales que los que garantizan el Estado-nación. A las instituciones europeas no les interesa una subdivisión tendente hacia una Europea de los pueblos, ya que bajo el paradigma de la "defensa de la integridad territorial" de los Estados esconden en realidad un dominio territorial en pro del ideal del capitalismo globalizado. La oligarquía desea este modelo de Europa porque se ha convertido en la garantía última de su poder. Si los Estados se dividen, pueden perder su hegemonía política, social y cultural, algo no deseado ya que perderían su status quo. De ahí que tengan en el concepto supranacional de la Unión Europea su reserva estratégica, un poder real, efectivo, que protege sus intereses como clase y sus privilegios antidemocráticos.

 

Los pueblos de España, esa nación que los franquistas aseguraban que era la "reserva espiritual de Occidente" son una buena prueba de todo ello. La descentralización política, expresada en el llamado "Estado de las Autonomías" ha resultado a todas luces un modelo insuficiente y antidemocrático. Queremos construir mediante el Proceso Constituyente los moldes para un Estado Federal que democratice el poder económico, mediático y cultural, y que blinde todos los derechos sociales para alcanzar una democracia plena y madura, justo lo que no se consiguió tras el franquismo. Por esto, unimos la "cuestión social y de clase" con la llamada "cuestión nacional" (que no territorial) para construir un nuevo proyecto de país, una nueva sociedad, un nuevo Estado, una democracia participativa. En este sentido, el reconocimiento al ejercicio del derecho de autodeterminación de todos los pueblos que forman el Estado Español es un claro puntal de dicho modelo. Sólo desde un verdadero escenario democrático los pueblos se sentirán libres de unirse para participar de este proyecto común. 

 

8.- Una política económica al servicio de las personas. Así podríamos resumir el conjunto de transformaciones económicas que queremos emprender, la meta que queremos alcanzar, y el objetivo que el Proceso Constituyente debe proponerse. Tenemos el problema central de la profunda desigualdad existente, desigualdad que además ha llegado a asumirse por el pueblo de forma normalizada, cuando es una absoluta aberración. En la economía capitalista el trabajo es una derivada, una consecuencia, un objeto de mercantilización, y no un derecho, una forma de realización personal y una expresión fundamental de riqueza. Bajo el capitalismo un volumen razonable de desempleo sirve para disciplinar la fuerza de trabajo, abaratando los costos y contribuyendo a la expansión de la hegemonía empresarial. Los dogmas neoliberales fomentan la especulación y la búsqueda de dinero fácil, de ahí las ingentes privatizaciones que se suceden en todos los sectores y ámbitos laborales, así como en los propios servicios públicos, que dejan de sostener derechos humanos para convertirse también en objetos de mercancía. Se impulsan los bajos salarios, la precariedad, se deprime la demanda y se favorece la baja productividad del sistema. Los sistemas de protección social (desempleo, pensiones, etc.) caen, y se fomenta un sistema fiscal cada vez más injusto y con serias dificultades para poder financiar al Estado Social. 

 

Todo este perverso sistema provoca que el Estado tenga que emitir deuda pública para poder financiarse, y así, los mismos capitalistas anteriormente beneficiados por las rebajas fiscales emprendidas, compran deuda pública, es decir, siguen ganando dinero y a la vez chantajean al Estado, sometiendo la soberanía popular a sus intereses. Manolo Monereo concluye: "Así mandan los que deciden y no se presentan a las elecciones". El Proceso Constituyente debe abordar la salida de este círculo vicioso: una profunda transformación en nuestro modelo laboral y fiscal que ponga la economía al servicio de las personas, que favorezca el pleno empleo, la renta básica, los planes de trabajo garantizado, la contratación indefinida y los altos salarios, prohibiendo la precariedad, y haciendo factible un nuevo modelo de crecimiento sostenible social y ecológicamente, basado en el impulso de los salarios, la protección social y los derechos laborales, es decir, dando más poder a la fuerza de trabajo, a los recursos y necesidades colectivas y a los bienes comunes. Pero todo ello pasa también por deconstruir las falacias y falsedades de los dogmas neoliberales y capitalistas, es decir, pasa por una revolución intelectual, que debe afectar a los modos y maneras de pensar, de concebir un nuevo modelo de sociedad, de cambiar comportamientos, visiones y actitudes. Necesitamos, por tanto, y el Proceso Constituyente debe ayudar a ello, millones de revoluciones individuales en paralelo a la gran revolución social. 

 

9.- Una política de paz y seguridad colectiva que garantice la solidaridad y el derecho al desarrollo. En nuestra serie de artículos "Por la senda del Pacifismo", que sigue publicándose actualmente y cuyas entregas suelen aparecer los lunes de cada semana, los lectores y lectoras de este Blog podrán encontrar amplios análisis de los planteamientos pacifistas que necesitamos en nuestras sociedades actuales. El Pacifismo debe romper la inercia de violencia, devastación y horror que sufrimos, y a la cual contribuimos con nuestras políticas exteriores. Participando en misiones en el extranjero, sirviendo recursos militares desde nuestras bases norteamericanas en nuestro país, contribuyendo a las perversas decisiones de la OTAN, y haciendo política servil y seguidista del belicismo de los Estados Unidos no vamos en la dirección correcta. Hemos de parar y reflexionar. Hemos de romper con ciertos planteamientos militaristas instalados en nuestra sociedad, y ello pasa también por disminuir paulatinamente los presupuestos de Defensa, por dejar de contribuir al desarrollo del complejo militar-industrial, y por romper ciertos imaginarios colectivos que contribuyen a instalar conceptos y decisiones equivocadas. Básicamente, todo esto se consigue enfrentándonos a todo tipo de imperialismo, especialmente ahora que estamos pasando de un mundo unipolar a un mundo multipolar, mediante una gigantesca redistribución del poder mundial, lo cual no ha podido conseguirse anteriormente sin guerras. 

 

Pero precisamente por ello, el Proceso Constituyente debe debatir en este sentido, y acabar instalando una verdadera visión pacifista de los conflictos, entendiendo que se trata de un proceso largo, que no se conseguirá de un día para otro. Pero hay que estar convencidos de oponernos al predominio de una política basada en la fuerza de las armas, en la continuación de las guerras para reforzar al capitalismo, y en contribuir al crecimiento de los bloques militares y de la industria militar. Hay que entender la Paz, así con mayúsculas, como un verdadero derecho humano fundamental, y exigirlo y requerirlo en todo momento y lugar. En este sentido, nuestra posición como país debe ser fundamental en conflictos como el del Sáhara Occidental, el conflicto entre Palestina e Israel, y los diversos conflictos que el imperialismo estadounidense ha exportado a Oriente Medio, así como el cerco que la OTAN lleva practicando sobre la Federación Rusa desde hace ya varios años. Una política internacionalista, pacifista, de cooperación, de solidaridad y de ayuda al desarrollo, antiimperialista, antimilitarista, y basada en la no violencia, que respete y haga respetar los Derechos Humanos a nivel universal. La salida de la OTAN, la retirada de las bases militares estadounidenses de nuestro territorio, la retirada de todas nuestras tropas de zonas en guerra, y una activa negociación en pro de la solución pacífica de todos los conflictos son básicamente las líneas maestras que el Proceso Constituyente debería abordar en este ámbito. 

 

10.- Democratización de los medios de comunicación. Los grandes medios convencionales de comunicación de masas son hoy día propiedad de gigantescos conglomerados empresariales que se mueven, como todas las demás, por la obtención del máximo beneficio, y en este sentido, están igualmente interesadas en que todo el orden nacional e internacional no cambie. Todo lo que ataque al capitalismo globalizado es puesto en cuestión por estos medios, que son los grandes voceros de la derecha internacional. No existe democracia sin plena libertad de expresión. Pero la libertad de expresión está secuestrada por estos grandes medios y por los dueños de los mismos, al servicio del sistema y del pensamiento dominante. El Proceso Constituyente debe debatir y defender un espacio político y social donde quepa la libre deliberación plural, la exposición de todas las ideas por los mismos canales, en igualdad de oportunidades, el libre debate de ideas, propuestas y proyectos, y el derecho de la ciudadanía al acceso a una información plural, libre y transparente. En cambio, lo que hoy tenemos es una libertad de empresa que ahoga la verdadera libertad de expresión, secuestrando los planteamientos alternativos, y practicando un acoso y derribo a todas las opiniones disidentes. Debemos romper con todo este endiablado panorama, que sólo nos conduce a una dictadura del pensamiento dominante, y a la tiranía de los poderes fácticos que los defienden. Todo ello puede conseguirse democratizando los medios de comunicación, tanto públicos como privados. 

 

Finalizado este decálogo de objetivos fundamentales que el Proceso Constituyente debería abordar y poner sobre la mesa, continuaremos en siguientes entregas.

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