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2 octubre 2018 2 02 /10 /octubre /2018 23:00
Viñeta: Tasos Anastasiou

Viñeta: Tasos Anastasiou

En Sicilia me reuní con algunos sobrevivientes que llegaron desde Libia o desde Turquía y que me hablaron de sus viajes angustiantes en barcazas supercargadas y en mal estado, de cuerpos amontonados y olas gigantes, de cielos nocturnos tan oscuros que no permitían definir donde terminaba el cielo y comenzaba el mar y del incesante miedo de hundirse. Y siempre, en esos relatos, hubo niños que no saben nadar, que están hambrientos, exhaustos, que tienen la piel quemada por el sol, por el agua del mar o por el carburante tóxico que se acumula dentro de los gomones

Khaled Hosseini (médico y escritor afgano)

La realidad de la inmigración en nuestro país, en cuanto a integración se refiere, dista mucho de ser modélica. Los obreros inmigrantes representan la fuerza de trabajo más barata, y normalmente desempeñan tareas despreciadas por la población autóctona. Otro gran sector se mueve en la economía sumergida, desempeñando tareas como la venta ambulante. No vienen por tanto a quitarnos los puestos de trabajo, tal como se asegura desde las hordas neofascistas. Vienen engañados creyendo que llegan a una especie de paraíso, pero luego su realidad se concreta en desempeñar los puestos de trabajo más penosos, de mayor siniestralidad, peor pagados, precarios, inestables y menos cualificados, y se mueven sobre todo en los sectores de la construcción, la limpieza, el transporte, el servicio doméstico, el comercio, o la agricultura. Por regla general, sus condiciones son deplorables. Pero nuestro porcentaje de personas inmigrantes no es escandaloso, si lo comparamos con algunos otros países de nuestro entorno. En Europa, países como Alemania, Francia, Suiza, Chipre, Austria, Noruega, Estonia...disponen de un porcentaje mayor de inmigrantes que España. Mientras que en nuestro país representan alrededor del 10% de la población empadronada, Suecia nos dobla con el 20%. Como afirma Miguel Ángel Montes en el artículo de referencia que estamos siguiendo: "El capital encuentra en la inmigración inicialmente una fuerza de trabajo cuyas características (mayor sumisión, vulnerabilidad jurídica, carencia de derechos sociales y políticos), no puede encontrar en la autóctona más sindicalizada. Constituyen una masa de trabajo ideal para mantener la tasa media de ganancia del capitalismo y un freno a su caída". 

 

El capitalismo utiliza la inmigración a su favor, ya que ésta desempeña un papel clave a la hora de mantener un ejército de reserva y presionar a la baja los salarios, reducir al mínimo los costes laborales y las prestaciones sociales, y disponer de una masa de población dispuesta a trabajar en cualquier momento y bajo cualquier condición. El capital se aprovecha de la desesperación y la vulnerabilidad de estas personas, abusando de su desprotección en su nuevo entorno. Pero todo ello no quiere decir que la inmigración sea causa del paro de los obreros nativos, ya que éste obedece a causas estructurales. La inmigración sólo representa una demanda adicional de trabajo masivo y no cualificado. Es el capital quien llama a la inmigración, es el capital quien la necesita, y es el capital quien organiza y mantiene las mafias que estafan, abusan y explotan a los obreros extranjeros, los cuales, al saberse condenados a quedarse ilegalmente (al menos durante un tiempo), sin poder reivindicar los derechos sociales y laborales que poseen sus compañeros nativos, son obligados a aceptar cualquier trabajo, con cualquier salario y bajo cualesquiera condiciones. En este sentido, la inmigración representa la fuerza de trabajo ideal para el capital, ya que son trabajadores/as que no pueden protestar. El racismo y la xenofobia, mediante sus mensajes tóxicos, nos quieren hacer odiar a los inmigrantes, para que disculpemos a nuestros explotadores y opresores. Aquéllos que jalean "Los españoles primero" (o "América primero" en la versión de Donald Trump, que en el fondo es la misma) no se acordaban de sus "españoles" cuando desahuciaban a personas, cuando estafaban en las sucursales bancarias, cuando hacían reformas laborales precarizantes, cuando implantaban leyes mordaza para reprimir la protesta...parece que la única amenaza a "los españoles" es que vengan unos cuantos miles de extranjeros, más pobres aún que nosotros, para que sean aún más explotados que nosotros. 

 

El fascismo, desde este punto de vista, trabaja igualmente al servicio del capital. Porque exime, ignora o disculpa los terribles atropellos que el capital lleva a cabo sobre la clase obrera, sobre TODA la clase obrera, tanto nacional como extranjera. El racismo, la intolerancia, la xenofobia, etc., no salen en defensa de esos "españoles" cuando aumenta la pobreza, la exclusión social y la desigualdad. Este neofascismo racista también esconde que con todo el dinero público utilizado en rescatar al capital (bancos y grandes empresas) se podían haber subido las pensiones, las ayudas a la natalidad, haber creado más viviendas sociales, construido hospitales, creado escuelas y contratado cientos de miles de empleos públicos. Todo eso se oculta, se silencia, pero en cambio, se criminaliza al inmigrante, al extranjero, al diferente, y se le acusa de atacar a nuestro sistema, de ponerlo en peligro, de suponer un riesgo. Es el capital quien amenaza al sistema y lo pone en peligro, es el capital quien supone un riesgo para nuestras pensiones, para nuestros trabajos, para nuestra protección, para nuestros servicios públicos, para nuestro Estado del Bienestar. No son los inmigrantes. Ellos son tan víctimas como nosotros, aún más. El capital, en esta versión racista y xenófoba, los utiliza como factor de división ideológica y de enfrentamiento entre obreros extranjeros y nativos. Su misión es dividir a la clase obrera bajo la falsa bandera del nacionalismo, de la defensa de un "nosotros" frente a un "ellos", pero en realidad el único enemigo es el capital. Enemigo de nosotros, y también de ellos. El capital no entiende de fronteras, de nacionales ni extranjeros, de patrias ni de pueblos...sólo entiende de intereses y de beneficios. Y atiende a sus únicos intereses en todo momento y lugar. Por tanto, lejos de la actual política de fronteras que criminaliza y discrimina al extranjero, debemos entender que españoles somos todos los que vivimos y trabajamos en España, independientemente de nuestra procedencia o nacionalidad. 

 

Y lo mismo lo extrapolamos a andaluces, gallegos, franceses o italianos. El capital y su vertiente xenófoba y racista siempre intentará mover los hilos del rechazo al inmigrante, mientras se agarra a ellos/as como un clavo ardiendo cuando necesita fuerza de trabajo barata, a ser posible casi esclava. Ya lo hizo en el pasado, y continuará haciéndolo. Miguel Ángel Montes lo ha explicado brillantemente: "Al capital, a la patronal, le interesa que la división y competencia de la clase obrera persista, para mantener su dominación y conseguir mayores tasas de ganancia. No somos seres humanos para ellos, sólo somos fuerza de trabajo, tan sustituibles como las maquinarias o herramientas utilizadas en todos los procesos de producción, reproducción y de reparto de la plusvalía, independientemente del color o de donde vengamos, independientemente de que seamos jóvenes o mayores, independientemente de que seamos hombres o mujeres. Al capital le interesa que ésta sea una lucha entre negros y blancos, nativos y extranjeros, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de obreros contra obreros. No le interesa que esta lucha se enfoque contra nuestro enemigo real, que no es el extranjero o el negro, sino el capital, sus gobiernos y Estados, que nos oprimen, explotan y expropian diariamente". La conclusión está clara: hay que ser solidarios con la acogida de migrantes y refugiados, pero aún hay que ser más solidarios con la lucha de los países contra sus agresores imperialistas, capitalistas y mercenarios, a favor de su emancipación del capital. Precisamente, nuestra indiferencia hacia estos procesos de liberación, cuando no nuestra activa participación o connivencia con los procesos desestabilizadores en estos países, es justamente lo que nos está pasando factura. Estamos por tanto obligados a desmontar el mito de que la inmigración represente un problema para la clase obrera española (y mundial), y a denunciar los verdaderos agentes desestabilizadores, amenazantes y acosadores para nuestro bienestar. 

 

Los ataques del capital se llevan a cabo en todos los países, en todas las razas, en todas las generaciones, en todos los sexos, para todos los colores. Por eso la lucha anticapitalista es una lucha internacionalista. La culpa no es de los inmigrantes, porque los inmigrantes son también víctimas. La culpa es del capitalismo globalizado. La culpa es de un perverso sistema-mundo que expolia, discrimina, humilla, explota, precariza y mata a millones de personas en todo el mundo. La culpa es de un sistema que legitima las guerras, la explotación y la sumisión de todos los trabajadores al capital. Un cambio en las políticas de fronteras y una nueva mentalidad social en torno a estos asuntos plantearán un nuevo frente de batalla contra el capital y sus aberrantes políticas, plantearán un nivel de concienciación colectiva que nos hará comprender mejor cómo funciona nuestro sistema-mundo, dejarán la semilla de la solidaridad y se enfrentarán a las semillas del odio. Dejarán en evidencia la perversidad de un sistema que pretende enfrentarnos entre nosotros mientras el capital se enriquece de forma desmedida, mientras aumenta la desigualdad, mientras crecen las guerras y los focos de conflicto. Una nueva política de fronteras, que nos haga comprender que los extranjeros no son el problema, que se pueden y se deben integrar en nuestra sociedad, y que son tan víctimas del capital como nosotros mismos encenderá la luz en las mentes de muchos ciudadanos/as, de muchas personas que dejarán de ver al enemigo donde no lo hay, que comprenderán quién es el verdadero enemigo, y que establecerán las bases para luchar contra él. Una nueva política de fronteras, que coloque en el foco la atención plena a los seres humanos, vengan de donde vengan, y la lucha en dignificar sus países de origen, liberándonos del yugo del imperialismo guerrerista y del capitalismo feroz e insolidario. No dejemos que algunos árboles nos impidan ver el bosque. Continuaremos en siguientes entregas.

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