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1 septiembre 2019 7 01 /09 /septiembre /2019 23:00
Viñeta: Kike Estrada

Viñeta: Kike Estrada

La Amazonía está siendo aniquilada por saqueo capitalista: deforestada por multinacionales mineras y latifundio, codiciadas sus tierras para el agro industrial, la ganadería masiva, codiciados sus recursos para el aberrante modo de producción capitalista. Lleva tres semanas ardiendo. Miles de animalitos calcinados, decenas de especies ya en extinción desapareciendo, la mayor selva del planeta diezmada, pueblos indígenas desplazados y exterminados al extinguirse su hábitat... Y todo para que un puñado de multimillonarios capitalice sobre el saqueo del planeta

Cecilia Zamudio

Continuando con una nueva revisita al Decrecimiento, y tomando como referencia la entrevista a José Alberto Cuesta Martínez, en torno a su reciente texto, hemos de declarar que la necesidad del decrecimiento está absolutamente respaldada por el conocimiento científico existente. Las matemáticas demuestran de forma certera que el crecimiento continuo es inviable en un sistema limitado como la Biosfera, y nuestra extralimitación en la extracción de recursos y en la emisión de residuos la respaldan todos los estudios geológicos, biológicos y climáticos serios. Precisamente son argumentos falaces de tipo político los que desestiman los argumentos científicos comprobables, únicamente para continuar pretextando la imposibilidad de decrecer. Dichos argumentos también abrazan planteamientos, digamos, "tecnólatras", es decir, que piensan de forma inocente y esperanzada que la ciencia y los avances tecnológicos diseñarán nuevas tecnologías para hacer frente al problema que sufrimos de caos climático, así como de agotamiento de los combustibles fósiles. Cuesta Martínez explica al respecto: "Hay que ser conscientes, por una parte, de que el desarrollo tecnológico, además de conocimiento científico requiere de una cantidad creciente de materiales y energía. Por otra parte, debemos tener en cuenta que la tecnología, aunque puede formar parte de la solución, también ha sido parte del problema. Por último, debemos considerar con qué fines utiliza el poder ese desarrollo tecnológico. Teniendo en cuenta todos estos factores debemos incluir, además de los posibles avances técnicos, decisiones de índole moral y política". Es justo lo que hemos expuesto en nuestras entregas anteriores, es decir, incluir en nuestra respuesta y planes políticos una ética del medio ambiente, así como un desarrollo a escala humana. Lo que ahora aplicamos son únicamente criterios economicistas de corte capitalista, justamente los mismos que abogan por un crecimiento económico que nos está llevando al desastre. La economía actual carece de ética, y el desarrollo humano importa bien poco. Es exactamente esta tendencia la que hay que romper. Romper con ello implica también romper con sus indicadores de medición, que como venimos comentando, sin incorrectos e ineficaces para determinar los verdaderos niveles de progreso y bienestar. En ese sentido, volvemos a recuperar la importancia de la Huella Ecológica, un indicador profundo porque mezcla diversas mediciones a la vez.

 

Es interesante porque por primera vez en la Historia disponemos de un mecanismo para cuantificar nuestro impacto ambiental tanto a nivel local, como regional, nacional e internacional, con lo cual también se postula como un buen indicador para detectar las desigualdades en el consumo. Por explicarlo rápida, fácil y claramente, podemos afirmar que los límites del crecimiento económico corresponden a los límites del crecimiento de la huella ecológica, en el sentido de que no podemos ni debemos crecer más que lo que realmente el planeta puede resistir (entendemos "resistir" como su capacidad de producción, consumo y desecho, sin repercutir en su impacto ambiental). Por otra parte, la huella ecológica nos orienta hacia dónde tenemos que dirigirnos, porque como también hemos afirmado, el decrecimiento no puede ser igual en todas partes del planeta: hay que decrecer en las economías más opulentas, para que a su vez otros puedan crecer en otras partes del mundo, y así poder vivir todos dignamente. Insistimos en la vertiente del Decrecimiento que tenemos que aplicarnos: "decrecer (...) significa repartir la riqueza, el empleo y los cuidados, y requiere una vida más lenta y sosegada que satisfaga las necesidades básicas de toda la población mundial. Para ello es necesaria una relocalización de la producción y el consumo. Es algo que la mayoría de la población rechaza porque requiere la renuncia a muchas de las comodidades y lujos a los que nos ha acostumbrado la civilización capitalista industrial en las últimas décadas. Sin embargo también aportaría ventajas que compensarían la pérdida de esa abundancia material, como una vida social más rica y basada en el apoyo mutuo entre las personas. Recuerde que somos seres hipersociales que necesitamos afecto, entendimiento, compañía, participación social...todo esto podría verse enriquecido en una sociedad decrecentista" (José Alberto Cuesta Martínez). Todas estas apreciaciones nos conducen, de nuevo, a las que ya hemos revisado al hablar sobre los fundamentos del Ecosocialismo y del Ecofeminismo, así como del Desarrollo a Escala Humana. 

 

Sin embargo, y lejos de todo ello, los países ricos piensan en la necesidad del continuo crecimiento económico, aunque sea a costa de cualquier otro "inconveniente": el armamentismo, el deterioro medioambiental, unas condiciones laborales deplorables, el extractivismo agresivo, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de los combustibles fósiles, un mundo de continuos desechos, una sociedad del despojo...Cito a Javier Ferrero, quien en este artículo para su medio Contrainformacion, nos señala lo siguiente: "Cambiar el sistema actual y llevarlo a un esquema decrecentista se ubicaría en tres esferas:

 

1.- Individual: La simplicidad voluntaria, el decrecimiento y la reducción de la dependencia del mercado, que se opone frontalmente a la sociedad de consumo. 

 

2.- Colectivo: La autogestión y la autoorganización son fundamentales en iniciativas como cooperativas de producción, de consumo o sistemas de intercambio no mercantil. 

 

3.- Cambio político: Sin un giro en las políticas económicas, las dos esferas anteriores serán marginales. Las medidas políticas pueden lograr crear una banca pública, la redistribución de la riqueza, la sustitución del PIB como referente de progreso, la relocalización de la producción, fomentar la prevención frente a la reparación..."

 

Como vemos, Javier Ferrero nos insiste en la idea de que no únicamente al nivel del poder político pueden (y deben) llevarse a cabo medidas y transformaciones oportunas, sino que también deben acompañarse de comportamientos, actitudes y valores a escala individual y colectiva, esto es, a escala privada y comunitaria. Hasta tal punto todas estas disciplinas están estrechamente vinculadas entre sí (Ecosocialismo, Ecofeminismo, Desarrollo a Escala Humana, Decrecimiento, Buen Vivir...), que tomaremos como referencia a continuación un estupendo artículo de Cristina Alonso Saavedra (investigadora y activista ecofeminista, integrante de la Red de Mujeres por una Transición Energética Ecofeminista), para el medio El Topo, donde nos explica precisamente que la transición energética será feminista o no será. La autora comienza explicándonos que la concepción de la energía es algo cultural. No solamente se refiere a un recurso natural, sino que también abarca a la tecnología asociada para poder extraerlo, transformarlo, y proporcionarle un determinado uso. La energía, por tanto, va mucho más allá de un concepto físico que se mide en julios, ya que también puede ser analizada y descrita en sus facetas social, política, económica y cultural. En conclusión: la energía no puede ser entendida sin el contexto en que se extrae y se usa. El control de la energía ha sido a lo largo de la historia de la humanidad plasmado básicamente en el control de las fuentes (recursos y territorios) y de los vectores (trabajo humano y trabajo animal). Desde este punto de vista, el control sobre la soberanía energética de los pueblos (entendida ésta como su capacidad autóctona de obtener, extraer y usar la energía) es un objetivo fundamental donde se asienta la capacidad de dominio y dependencia de unos pueblos sobre otros. Cristina Alonso Saavedra explica: "La historia de la humanidad puede ser detallada, por tanto, a partir del funcionamiento de las sociedades y de sus ciclos energéticos. Éstos se basan en el agotamiento de unos recursos, y en una fe ciega en la tecnología para que invente una nueva forma de acceder a ellos. A través de esta visión se invisibiliza el límite de los recursos, tanto del planeta como de las personas y de las externalidades que estos procesos conllevan: crisis alimentarias, conflictos medioambientales, guerras, etc., allí donde la población cada vez es más vulnerable y necesita mayor asistencia. Se solapan de esta forma la crisis ecológica con la crisis de cuidados". 

 

La tecnolatría vuelve a darse en la actualidad, de tal manera que muchas personas están en la creencia de que, ante la superación de los límites físicos del planeta debido a los altos consumos energéticos, la solución estará una vez más en la tecnología. De hecho, una mayoría de personas no solo están convencidas de ello, sino que además piensan que siempre podremos echar mano y evolucionar hacia la implantación total de las energías renovables, capeando el temporal hasta que el asunto se pueda controlar de nuevo. Craso error. Por una parte, las energías renovables (eólica, solar, fotovoltaica...) no pueden usarse en todos los procesos actuales, y en segundo lugar, incluso en el caso de que migráramos totalmente a ellas, el crecimiento económico ha de volverse en decrecimiento si pretendemos salvar el planeta y a nosotros como humanidad. Además, los sistemas de captación de las energías renovables dependen de unos materiales finitos, y por tanto, tampoco puede asegurarse su permanencia en el tiempo. Todo ello nos lleva a la consideración de que, aunque las energías renovables serán útiles y habrá que implementar una migración ordenada hacia ellas, la solución definitiva que se torna urgente debe contemplar un decrecimiento energético, sobre todo en el Norte Global. Por tanto, y a tenor de todo ello, las tres dimensiones más relevantes a abordar para una transición ecológica justa y sostenible serían: 1) El cambio de la matriz productiva desde las energías fósiles actuales hacia energías renovables descentralizadas, contemplando la producción a pequeña escala, la minimización del transporte y la cercanía del punto de consumo. 2) Un proceso de decrecimiento en la producción y el consumo, sobre todo como decimos en el Norte Global, ya que las poblaciones del Sur aún deben crecer para alcanzar niveles de vida dignos. 3) La construcción de un modelo energético basado en la justicia, la participación democrática y la soberanía energética, entendiendo ésta última como la capacidad de una comunidad para gestionar la producción de la energía que consume. Evidentemente, esto se contrapone a cualquier modelo de producción centralizado y en manos de pocas personas o empresas, es decir, se opone a una concentración del poder energético en pocas manos. Continuaremos en siguientes entregas. 

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