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9 mayo 2013 4 09 /05 /mayo /2013 23:00

Continuamos desde el artículo primero de esta serie, y vamos a discutir aquí la función del fenómeno del desempleo dentro del sistema capitalista, por estar muy relacionada con la situación que estamos viviendo actualmente en nuestro país. Digamos ya, de entrada, y a fuerza de parecer muy difícil y duro de comprender, que al capitalismo le interesa que exista cierto grado de desempleo en la sociedad. Lo quiero dejar claro para que nos olvidemos de las opiniones "buenistas" que sostienen no comprender que al PP le pueda gustar que haya gente parada. Pues la verdad es que sí, por muy fuerte que pueda parecer en un principio.   

El año 2012 cerró con una tasa de paro de casi seis millones de personas, un 26% de la población activa. Durante 2013 hemos sobrepasado ya el 27% de paro. La tasa en jóvenes menores de 25 años es del 55%, es decir, uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo en el Estado Español. La durísima reforma laboral, que fue vendida como forma de creación de empleo, no sólo no ha detenido la destrucción de éste, sino que, en el último año, la caída del empleo ha sido aún mayor que durante la Gran Recesión.



Así las cosas, tenemos que preguntarnos a qué obedece la obsesión por continuar (perseverar, en expresión de Rajoy) en dichas políticas. Pero avancemos un poco más, a ver si así lo entendemos mejor. A medida que el desempleo va aumentando, las políticas económicas y sociales van encaminadas (bajo la sacrosanta justificación de la reducción del déficit) a que el gasto social disminuya, y sabemos que una gran parte de dicho gasto social se emplea en las prestaciones por desempleo. Pues bien, un paso en paralelo a la implantación de la reforma laboral consiste en controlar, dificultar e incluso disminuir o endurecer el acceso a las prestaciones por desempleo. El escenario, si lo vemos en perspectiva, consiste en permitir una gran masa de población desempleada, que a su vez pueda ser (llegado un momento) abandonada a su suerte, para que a su vez se convierta en un grupo de población muy vulnerable. Al mismo tiempo, se facilitan a las empresas las condiciones para el despido, lo cual provoca cierres masivos, e innumerables ERES en empresas que poseen incluso beneficios en los últimos años.

 

Cuando todo ello se contempla en conjunto, se comprende mejor la estrategia que subyace a todas estas políticas. En realidad, el fenómeno del desempleo actúa en última instancia como una forma de enriquecimiento más para el mundo capitalista. Existe ciertamente una explicación sistémica a las causas del desempleo. El paro masivo es tan antiguo como el propio capitalismo. Antes de la revolución industrial, éste era casi inexistente, por lo general producto del hambre o de la guerra; pero una vez los campesinos comenzaron a ser expulsados de la tierra, en las fábricas, el desempleo comenzó a convertirse en una característica endémica del sistema. De esta forma, el desempleo se convierte en parte fundamental del proceso histórico de acumulación capitalista. Al capitalismo le interesa la gente parada. Simplemente porque con un sistema en pleno empleo, las condiciones para encontrar nuevo trabajo serían enormes, y el empresariado tendría bastante más difícil contratar bajo condiciones precarias.

 

La lógica del sistema exige que los capitalistas compitan entre ellos, ya que una mayor competitividad les concede mayor estabilidad y supervivencia dentro del sistema. El fin de cada capitalista individual es por tanto aumentar su tasa de beneficios para así mejorar su competitividad. La introducción de tecnología que permita producir más con menos personas es una de las formas de llegar a este fin; pero también el aumento de las horas laborales, la reducción de salarios o el aumento de la intensidad del trabajo. Esta realidad explica cómo el objetivo del capitalista no es conseguir la distribución del trabajo y el aumento de la calidad de vida de las personas que trabajan, sino conseguir el máximo beneficio con el menor gasto laboral posible, bien sea reduciendo el número de personas empleadas o empeorando sus condiciones laborales. Todo ello es explicado magistralmente en un artículo de Marta Mouzo, que puede consultarse en el enlace http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163714.

 

De esta forma, épocas de crisis como la actual, donde las empresas con menos beneficios entran en quiebra y los despidos masivos aumentan, profundizando así aún más la crisis, son y han sido históricamente aprovechados para empeorar la situación laboral y eliminar derechos conseguidos. Como Marx afirmó, "la condena de una parte de la clase obrera a la inactividad impuesta por el exceso de trabajo de la otra parte se convierte en un medio de enriquecimiento de los capitalistas individuales." El desempleo es pues una forma de enriquecimiento capitalista, no un problema individual. Otro papel fundamental que juega el desempleo dentro del sistema es la inactivación de la clase trabajadora a través del miedo y la división. El garantizar la existencia de un grupo con peores condiciones de vida debido a la falta de trabajo beneficia a los capitalistas. Las personas trabajadoras se ven forzadas, bajo el miedo al desempleo y sus consecuencias, a aceptar peores condiciones laborales y las personas paradas son estigmatizadas como vagas, perezosas o inútiles.



Ante todo ello, en la clase trabajadora hemos de reaccionar, en primer lugar, no dejándonos engañar, ni entrando al trapo sobre la concepción capitalista del desempleo, manteniendo en todo  momento nuestra dignidad como trabajadores válidos a los que el sistema relega a una inactividad forzosa, que en ningún momento nos tiene que llevar al desánimo. Y además de todo ello, debemos luchar por la implantación de medidas que vayan en contra del efecto que el paro provoca en el capitalismo. Es decir, debemos reclamar inversiones en planes de empleo público, gratuidad de una serie de servicios básicos (alimentación, transporte, etc.) para la población desempleada, la implantación de ayudas directas e indirectas para los parados/as, dignificación del desempleo, aprobación de una renta básica universal, implantación de medidas para el reparto del trabajo existente, e incluso reivindicar el derecho a no trabajar (o si se quiere, a poder decidir sobre nuestro trabajo). De esta forma, conseguiremos golpear al capitalismo donde más les duele, concienciando en la lucha de clases y paliando los desastrosos efectos y abusos que el feroz capitalismo ejerce sobre los ejércitos masivos de desempleados. Continuaremos en siguientes entregas. 

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