Ya hemos indicado en otros artículos de este Blog cómo las vertientes más duras, execrables y despiadadas del capitalismo se manifiestan hoy en día, llevando a la ruina y a la bancarrota a muchos países, y contribuyendo a que las desigualdades entre el mundo desarrollado y el mundo pobre se acrecienten cada vez más. La línea ascendente nos viene de muy lejos, pero en Europa sobre todo, se comenzaron a manifestar hace más de 30 años, con las políticas de Margaret Thatcher en el Reino Unido, subsidiarias de las que ya se practicaban en los Estados Unidos con los gobiernos del Presidente Reagan. Ellas fueron pioneras en la concepción del neoliberalismo tal y como lo entendemos hoy, manifestado básicamente en total desregulación de los mercados, cada vez menor intervención pública en la economía, y adelgazamiento del Estado y de la iniciativa pública. De hecho, los sectores más conservadores del Partido Republicano en USA siguen manteniendo y apoyando estas premisas, incluso aumentándolas en sus exigencias y planteamientos.
Así que de aquéllos polvos estos lodos, y en definitiva, la última y gran recesión es algo más que el resultado de una crisis financiera derivada de la difusión de productos tóxicos. Puede que ello fuera la punta de lanza, pero no era más que la última consecuencia, la última manifestación del capitalismo no sólo más bestial y corrupto, llevado a su última expresión, sino también surgido de una prostitución de la economía, de los valores que permiten que la economía tenga sentido en las relaciones humanas.
Efectivamente, y tal como dicen los autores del libro "Hay Alternativas" (Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón), "la crisis actual es también la consecuencia del divorcio entre medios y fines, porque se han desnaturalizado la economía, el dinero, las finanzas y la actividad bancaria. De tal forma que el dinero ha dejado de ser un instrumento destinado a la producción de bienes y servicios, es decir, al servicio de la economía real (productiva), que puedan satisfacer las necesidades humanas, para convertirse en un fin en sí mismo y en una fuente de poder. La financiación ha dejado de ser una actividad al servicio de la creación de empleo y riqueza, y los bancos se han convertido en los principales actores de todo ello, pasando a ser una maquinaria de generación de deuda".
Pero como también nos indican dichos autores, toda esta transformación se ha podido producir porque se han ido introduciendo otros cambios, además de los registrados en las esferas económica y financiera. Otros cambios que han apoyado a éstos, que han estado en sintonía con ellos. Se ha modificado el equilibrio y las relaciones de poder de clase y de género en las sociedades actuales, como resultado de la polarización de las rentas, que han puesto cada vez más recursos en manos de los financieros y grandes empresarios, a costa de la reducción de los ingresos de las clases populares, y de su consecuente endeudamiento y de la protección social que reciben. Y también porque se ha acelerado la concentración de los mayores medios de información y persuasión y su vinculación con esos grandes grupos económicos, todo lo cual ha disminuido la capacidad de respuesta de las clases sociales que soportan los efectos negativos de estas políticas, consiguiendo incluso presentar tales cambios como inevitables y los únicos posibles, para que la gente que los sufre en mayor medida, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, los pensionistas, los parados, no se den cuenta de lo que pasa y se conviertan, por el contrario, en los propios soportes de las políticas que les reducen continuamente sus ingresos y su bienestar.
Para los lectores que no la hayan visto, les recomiendo la película "El Crack (II)", de José Luis Garci, donde el genial director nos presenta las vicisitudes de un detective privado, interpretado magistralmente por un circunspecto Alfredo Landa, que tiene que enfrentarse en uno de sus casos con una red de poder e influencias de una empresa multinacional del sector farmacéutico. Una de las escenas finales de la película es muy ilustrativa, pues el Presidente de la Compañía (Arturo Fernández) le espeta al detective: "La política la han de hacer los políticos, pero alguien más fuerte y poderoso que ellos debe indicarles la política que hay que hacer". Sobran las palabras y los comentarios. Como en muchos otros casos, la realidad supera incluso a la ficción.
En resumidas cuentas, el capitalismo se ha convertido en una especie de casino financiero en la actualidad, donde como en los casinos reales, los grandes especuladores invierten sumas cada vez mayores, arriesgando no ya su propio capital, sino las posibilidades de recuperación de sociedades completas. Un afán de lucro insaciable y despiadado mueve a dichos protagonistas, con el agravante de que cada vez que son más ricos también poseen más poder y más influencias en la toma de decisiones al más alto nivel.
Cada día hay más cantidad de recursos circulando en torno a operaciones financieras ficticias (actualmente, 4 billones de dólares diarios sólo en los mercados de divisas, según el Banco Internacional de Pagos), cantidades que no aportan riqueza material alguna, sino sólo cifras más abultadas en las cuentas bancarias de los grandes financieros. De hecho y durante todo el tiempo previo al estallido de la crisis, los bancos colocaron a sus clientes finales títulos que escondían riesgos que ni siquiera ellos mismos controlaban.
Y mientras tanto, la actividad productiva, los empresarios y los emprendedores, los trabajadores autónomos, los consumidores y los Organismos Internacionales que luchan contra la pobreza y el hambre, tienen restricciones de crédito para poder generar bienes y servicios que satisfagan las necesidades humanas, que quedan no sólo en un segundo plano, sino completamente ignoradas. De hecho, en una encuesta realizada durante 2010, el 80% de las PYMES declaraba tener problemas para la obtención de un crédito.
Tomemos como ejemplo la tendencia de la actual reforma del sistema finenciero: ¿De qué sirve, por ejemplo, que haya cada vez menos bancos locales, y cada vez más grandes bancos globales, que operan en decenas de países, y que usan sus beneficios multimillonarios para comprar nuevos bancos, si a la hora de poner en marcha los pequeños y medianos negocios, que son los que crean la mayoría del empleo, es cada vez más difícil y más caro disponer de la financiación necesaria? Reflexionemos sobre estos puntos, porque es urgentísimo invertir las tendencias del sistema, de lo contrario habremos creado monstruos económicos que serán imposibles de controlar.