Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.
“El Hombre difiere del animal,
Porque es el único primate que mata y tortura a miembros de otras especies,
Incluso de la suya propia, sin razón alguna,
Y que además puede sentir satisfacción al hacerlo” (Eric Fromm)
Necesitamos urgentemente en nuestro país una Ley de Protección del Mundo Animal, que además ha de ser una Ley orgánica, integral, completa y restrictiva. Y esto porque, en pleno siglo XXI, nuestro país, situado en el más “avanzado” mundo occidental, sigue haciendo gala de un salvajismo espectacular a la hora de mostrar, como parte de la llamada “Marca España”, su gama de festejos populares, donde, para divertir al personal, utiliza la macabra tradición de torturar a algunos animales, sobre todo al toro bravo, que por aquello de que es bravo, parece que su único destino ha de ser morir lanceado, tirado al mar, con los cuernos encendidos, o mediante estocada en una plaza, todo ello jaleado por una plebe popular que disfruta enfebrecida de sus ricas tradiciones. Los encierros de San Fermín, los Correbouos, el Toro de la Vega, las becerradas de Argamesí, y otras muchas manifestaciones, así lo atestiguan.
Desde la llegada al poder del Partido Popular, esta situación se ha vuelto más insoportable que nunca, pues hemos vuelto a rescatar las corridas de toros televisadas en TVE, o las iniciativas legislativas para declarar a la mal llamada “Fiesta Nacional” como “Bien de Interés Turístico y Cultural”. Pero no es sólo el PP. No hace mucho, el diputado de UPyD Toni Cantó afirmaba en sede parlamentaria que “los animales no tienen derechos”. Claro, su afirmación debía estar fundada en que él personalmente no ha hablado todavía con ningún animal que se los cuente. Pero sí, señor Cantó, los animales, aunque no puedan contárselos de viva voz, tienen derechos, y nosotros los humanos, deberíamos ser capaces de garantizarlos, si es que pretendemos presumir de eso, es decir, de humanos. Menos mal que desde la creación del Partido Animalista, secundado por las iniciativas de Verdes, Ecologistas y otras organizaciones, con el apoyo de la izquierda política, tenemos ya hoy en día un buen punto de partida que se opone a estas posturas conservadoras y salvajes.
No voy a entrar en la discusión de si el toro bravo es un animal creado para ese fin, o si sufre o no sufre mientras está siendo torturado, porque creo que son razonamientos que se caen por su propio peso, y además ya existen muchos profesionales científicos, médicos y veterinarios, que han aportado datos en contra de estas aberrantes opiniones. Pero sí voy a entrar en el argumento que me parece que sí podría tener algo de interés, que es el que se refiere a la cultura y las tradiciones populares. En efecto, la Tauromaquia es un festejo, una tradición (por tanto, cultura) muy arraigado en nuestro país, incluso en el mundo hispanoamericano, desde hace mucho tiempo. Algunos incluso lo elevan a la categoría de Arte. Y en efecto, el origen de la Tauromaquia se centra en Andalucía, como una manifestación popular de reivindicación del carácter andaluz.
Voy a explicarlo tomando las palabras de Concha Távora: “Son tan numerosos los denominadores comunes del arte del toreo con el arte flamenco, que se hace difícil establecer fronteras para determinar dónde termina lo uno y empieza lo otro. Hay una madre común e histórica para los dos: Andalucía, y un viejo padre anarquista, misterioso y sabio: el arte. Los hijos naturales de este pagano matrimonio, el toro y el cante, tienen sus partidas de nacimiento perdidas en el transcurso de los siglos. Sin embargo, el entorno cultural donde vieron la luz y el grupo social donde se desarrollaron están muy claros: entre los dolores de un sector de la sociedad andaluza en el cual por circunstancias de marginalidad la vida no vale mucho y se puede jugar con ella, a modo de juego social anestesiante de la cruda realidad, y la amargura que ayuda para que las voces salgan roncas y profundas".
Y más adelante continúa: "Sería imposible explicar la historia y la vida cotidiana del pueblo andaluz, sin el toro y sin el cante. No como expresiones artísticas caprichosas, sino como el resultado de un debate social estético y sonoro, en el que el medio popular andaluz, impone sus formas y sus modos. Ante el imperio de los señores a caballo, el triunfo de los toreros de a pie; los que hacen de su oficio un arte, y que el pueblo eleva a la categoría social de héroes; y ante las extranjerizantes tonalidades de la música llamada culta, los cantes desgarrados de los cantaores, las falsetas de las guitarras, en manos de artistas sin más formación musical que su propia sensibilidad e intuición. El cante y el toro, por tanto, son un todo de unidad dramática, donde el escalofrío de la cornada y el imprevisible giro de la seguiriya, son una misma cosa.”.
Y efectivamente, no dudamos en establecer conexiones, históricas y estéticas, entre una y otra manifestación. Y por tanto, en situar a la Tauromaquia como una tradición cultural de un pueblo. Las tradiciones, a su vez, forman parte de un todo más general, que es el Folklore, que incluye todo el conjunto de manifestaciones populares, y por tanto, recoge todo su patrimonio cultural: leyendas, creencias, tradiciones populares, música popular, fiestas populares, adivinanzas, trabalenguas, cuentos, etc., etc., etc. Todo ello fue estudiado por primera vez con cierto rigor y profundidad por uno de nuestros personajes más ilustres, como fue Don Antonio Machado y Álvarez, padre de los Machado, y que escribía bajo el pseudónimo de “Demófilo”. Bien, pero dicho esto, plantearemos la siguiente pregunta: ¿Todas las tradiciones son intocables? Pues parece que no, parece que, al igual que las Artes, y las Ciencias, y en general la Cultura, no son una foto fija, sino que van evolucionando con el tiempo. Y que, por tanto, pensamientos, creencias y actitudes que pudieran valorarse en el pasado bajo un cierto criterio, pasan a valorarse desde otro criterio muy distinto, según avanza el grado de conocimiento y de sensibilidad de la Humanidad.
Por ejemplo, si retrocedemos un par de siglos, el Hombre no tenía la conciencia de la importancia de la Ecología, disciplina de estudio que no existía como tal, pero que hoy en día existe, y a la cual se le concede cada vez mayor importancia, formando parte fundamental y eje transversal de todas las políticas públicas que se vayan a proyectar. Y ello, simplemente porque el Hombre ha comprendido, con el paso del tiempo, que el cuidado del planeta es un aspecto fundamental a tener en cuenta sobre todas las actividades humanas, porque de lo contrario, el mundo se volverá cada vez más insostenible desde todos los puntos de vista. En tiempos de los Reyes Católicos, todas las leyes se caracterizaban por una crueldad tremenda, por ejemplo a los ladrones se les cortaban las manos en castigo de sus acciones. Pero sin embargo hoy en día, nadie plantearía semejante salvajada en el Congreso de los Diputados. Todas estas reflexiones, y muchas otras que podríamos poner como ejemplos, deben ayudarnos a comprender que las tradiciones culturales de un pueblo, pueden y deben ajustarse, de cara a su respeto y mantenimiento, bajo puntos de vista actualizados, teniendo en cuenta todo el corpus científico, moral y social vigente de forma mayoritaria en cada momento de nuestra historia. Continuaremos en siguientes entregas.