Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.
No se trata de la ingenua y vulgar pretensión de que todos tengamos idénticos ingresos, vestidos, niveles culturales y creencias, estilos de diversión, e idénticas viviendas y alimentos, sino de que nada le impida a nadie la oportunidad efectiva de tener lo necesario para una vida digna
Bien, habíamos comenzado a exponer, en el artículo anterior de esta serie, las dos propuestas fundamentales para garantizar unos ingresos mínimos a la ciudadanía, y así asegurar, de alguna manera, esa vida digna, basada en esa mínima igualdad que la cita de Luis Ulloa nos definía perfectamente. La primera de las propuestas, a la que volveremos, era la denominada de Trabajo Garantizado (TG), y la segunda, que vamos a comenzar a exponer, es la Renta Básica (RB). Como esta medida está siendo fuertemente debatida, y existen muchos flancos y puntos de vista sobre ella, diremos que una primera aproximación, sin entrar en grandes profundidades, apuntaría a un ingreso periódico y permanente pagado por el Estado a cada persona, de manera universal, individual e incondicional. Precisamente, son estas tres condiciones y las variantes que muchos autores proponen para las mismas, las que generan la mayoría del debate existente sobre esta medida. Vayamos por partes, e intentemos exponer todos (o al menos la mayoría) de los puntos de vista.
Las tres condiciones aludidas suponen lo siguiente. En primer lugar, la RB es una prestación universal. Esto significa que se concede a todo el mundo, por el hecho de ser ciudadano o ciudadana. Al igual que la Sanidad o la Educación, como servicios públicos universales, la Renta Básica está pensada para que todo el mundo pueda recurrir a ella. Y esta primera condición genera ya un intenso debate. Por ejemplo, porque comparándola con la Sanidad, algunos autores aseguran que al igual que la Sanidad la utilizamos sólo cuando estamos enfermos, y no el resto del tiempo, la RB sólo debería concederse cuando el ciudadano/a en cuestión lo necesite. O en segundo lugar, y este debate es aún más interesante, algunos otros opinan que la RB no puede ser universal, porque entonces se la estaríamos concediendo también a los ricos, lo cual tiene poco sentido. En efecto, a primera vista parece tener poco sentido que concedamos una prestación básica a una persona rica y poderosa, pero a poco que pensemos que precisamente esta persona, por ser rica y poderosa, contribuirá (debido a la existencia de una fiscalidad justa y progresiva) mucho más al sistema que una persona no tan rica, pensamos que el debate es un debate falso y demagógico.
La segunda condición de la RB (bajo esta primera aproximación, insistimos en ello) es la individualidad. Es decir, es una prestación para una persona, sin tener en cuenta (como se hace ahora para la mayoría de las prestaciones públicas que se conceden) su pertenencia a cualquier tipo de lo que se ha denominado "unidad familiar". Nosotros pensamos que las "unidades familiares" son diversas y cambiantes, y que el Estado debe garantizar las posibilidades para una vida digna a cualquier persona, de manera aislada e individual, sin tener en cuenta si vive o no en pareja, si tiene hijos o no, si convive con sus mayores, si está divorciado pero con hijos a cargo, el resto de ingresos que entran en la "unidad familiar", y un largo etcétera, que convierten hoy día las prestaciones en un rosario de requisitos completamente absurdo. Por último, la tercera característica de este enfoque más "purista" de la RB es, precisamente, la incondicionalidad. Tiene que ver con la anterior, en el sentido de que la RB se concede sin condiciones, que no tiene que ver con el nivel de ingresos de la persona en cuestión, ni con su edad, ni con su modelo de familia, ni con sus cotizaciones previas, ni con sus posibles cargas familiares, etc.
Por tanto, estas tres características definirían esta primera idea o aproximación hacia lo que puede ser la Renta Básica. Por supuesto, en cuanto esta propuesta comenzó a formularse bajo estos mimbres, salieron en panda todos los fanáticos neoliberales a afirmar que medidas como ésta fomentaban el parasitismo, lo cual tiene mucha gracia. Lo que no fomenta es el abuso empresarial, y por eso a los empresarios les gusta tan poco esta medida, porque dará más independencia a las personas, a la hora de no tener que someterse a los abusos y la explotación que muchas empresas llevan a cabo con sus trabajadores/as. Pero pensamos firmemente, que ninguna persona que posea una profesión, y desee trabajar en ella, se "conformará" con la RB. Pero en fin, como no queremos abundar mucho en la réplica a este indecente argumento, insto a mis lectores a consultar el artículo "¿Debe existir el Derecho a No Trabajar?" publicado en este mismo Blog. Allí explicamos con calma la falacia de este argumento, y todos nuestros argumentos en contra. Pero como decimos, aún siendo éste el sentido original de la RB, muchas veces se utiliza la medida, o se propone, con algunas variantes, o bien de una manera más o menos alejada de su sentido primigenio. Esto se hace o bien porque algunos autores no compartan la totalidad del sentido de la medida, aún considerándola positiva, o bien porque entiendan que aunque la medida es positiva a largo plazo, a corto plazo debería implementarse de otra forma.
Quizá el caso paradigmático de las alternativas o cambios a esta medida de la RB sean las denominadas "Rentas Mínimas de Inserción", de larga tradición en Europa y existentes en nuestras Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. De entrada, la adición de adjetivos introduce siempre una mayor complejidad al concepto, pero todos suelen converger en añadir alguna condicionalidad expresa a la idea original de la RB. Y aquí, como hemos dicho, las variantes se disparan, con propuestas que modelan o ajustan más o menos el concepto a lo que entienden los diversos autores que puede ser nuestra realidad social, y lo que pueda aportar una medida de emergencia humanitaria como ésta. Y así, tenemos el Salario Social, la Renta Básica de Ciudadanía, la Renta de Participación, o los Planes de Empleo que procuran una prestación a cambio de la participación de los interesados en planes activos de inserción laboral y cualificación profesional. Las variantes por tanto son muchas, habiéndose desarrollado toda una "cultura de las rentas básicas" que intentan proponer las opciones que se entienden como las más adecuadas. Todas ellas tienen en común, evidentemente, el hecho de contribuir a paliar una situación de emergencia social de nuestro país, que contempla con horror cómo aumenta progresivamente el número de personas y familias que ya no poseen ninguna prestación, lo cual supone un drama humanitario al que toda sociedad debe hacer frente. Continuaremos en siguientes entregas.