Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.
Mientras haya guerras, guerras que en muchas ocasiones son iniciadas o en las que participan los países de la UE, o alimentadas por las armas que se fabrican en el continente, habrá refugiados. Además, aunque la UE no lo quiera, muchas personas persistirán en su empeño por migrar en busca de una vida mejor. Los esfuerzos de nuestros gobiernos para frenar estas olas migratorias podrían generar o empeorar los mismos problemas que intentan evitar
El refugiado, además de un concepto y de un estatus político, obedece también a una dimensión humana. Una dimensión que se forja ligada a la resistencia a la barbarie, a la posibilidad de huir, de escapar, de volver a comenzar en otro sitio del planeta, en otro país, bajo otra cultura, con otro idioma. El refugiado es el rebelde, el que se resiste a contemplar tanta destrucción, el que se resiste a tanta impotencia como genera la devastación de su pueblo. Y cuando los derechos humanos no lo amparan, "el refugiado se convierte entonces en el forajido, en aquélla persona que tiene que infringir las leyes para sobrevivir y puede ser condenada a penas de cárcel sin haber cometido ningún delito. Ser un refugiado significa ser alguien que no hace lo que se le dice. Porque si lo hubiera hecho, probablemente se habría quedado en casa esperando ser asesinado. Para rebelarse ante esa situación, el refugiado tiene que seguir rompiendo reglas, mintiendo, escondiéndose, incluso después de haber dejado el peligro inmediato, porque esa es la forma de defenderse en un sistema hostil", tomando las palabras de Daniel Trilling. El refugiado experimenta en carne propia y en primera persona esta ley de la selva en que hemos convertido nuestras modernas sociedades neoliberales. Cualquiera que criminalice a este tipo de personas es que no ha pasado nunca por ahí, pero además de eso, es que carece de toda mínima empatía humana para comprender el sufrimiento de estas gentes. Por todo ello, el recurso a situaciones políticas coyunturales, la referencia a la Ley o el uso de discursos xenófobos, racistas, mentirosos o demagogos es lo peor que podemos hacer. Más allá de lo legal, lo que es lícito, decente y humanitario es acoger e integrar a estas personas, y mientras lo hacemos, investigar, concluir las causas que han motivado a estas personas a huir de sus países de origen, y poner en marcha todas las medidas necesarias para evitar situaciones de esa naturaleza en el futuro.
El problema es que hacer todo esto requiere de una gran valentía política, pues requiere enfrentarse no sólo con la horda neofascista que nos invade, sino también romper con los grandes principios que han inspirado nuestra política exterior desde hace décadas, muy ligados al imperialismo norteamericano y europeo, y a la OTAN como su instrumento armado. Otra falacia que se estila en este asunto de la inmigración en general es aquélla que defiende "la inmigración ordenada", que según los que la defienden, es aquélla que se basa únicamente en la existencia de contratos de trabajo. De nuevo, peligroso discurso que ignora la existencia de vidas destrozadas por la guerra, las hambrunas o la falta de expectativas vitales en los países de origen. Permisos de residencia y de trabajo son papeles necesarios para poder desarrollar una vida "legal" en los países de llegada, pero si no se consigue el estatus de refugiado, o no existe algún contrato de trabajo por medio, estas personas se quedan en un limbo legal donde se ven abocados a sobrevivir por cualquier medio. Y así, los entornos legales injustos convierten sin motivo en delincuentes a gran parte de la población inmigrante, que se convierten en "ilegales" condenados a buscarse la vida como pueden (la venta ambulante es la salida más común), o en carne de CIE o de deportación. Bien, la siguiente falacia a desmontar es aquélla que se enuncia más o menos del siguiente modo: "Los españoles (o franceses, o italianos...) primero". El modo Trump es parecido: "America First", que pronunciara en su discurso de investidura. Es aquélla proclama que insta a dotar de instalaciones, servicios básicos, prestaciones, etc., primero a los nativos del lugar, y luego a los extranjeros. Pero como asegura Daniel Trilling en el artículo de referencia: "Cualquier cargo público que diga "tendríamos que cuidar a los nuestros antes que a los refugiados" probablemente no esté interesado en hacer ninguna de las dos cosas".
Multitud de proclamas políticas, de campañas, de lemas de diversas asociaciones, etc., han enunciado variantes de la misma idea, y suelen obedecer en el fondo a ideologías de ultraderecha, es decir, idearios neofascistas que rezuman odio y desprecio al diferente. Son los clásicos (y falaces) argumentos que nos dicen que los extranjeros "vienen a quitarnos el trabajo", que "abusan de nuestros servicios públicos", que "nuestros Gobiernos les atienden mejor a ellos que a los de aquí", y un largo etcétera. En un reciente artículo, Agustín Moreno se refiere expresamente a dichas mentiras y demagogias, que vamos a reproducir a continuación. No es verdad que los inmigrantes reciban un trato privilegiado ni que ocupen el empleo de los españoles. Acudiendo a datos de la EPA de 2018 en su primer trimestre, resulta que la tasa de paro de los inmigrantes es de un 24,3%, frente al 16,7% de tasa media. Es decir, el paro les trata peor a ellos que a los nacionales, aunque sean ellos precisamente los que se acojan a los trabajos peores y menos cualificados, justo aquéllos que no quieren nuestros nacionales. Tampoco es verdad que los inmigrantes "se coman" el Estado del Bienestar español. Los diversos informes publicados concluyen que su aportación en términos de generación de riqueza y de pago de impuestos es superior al gasto social que consumen, teniendo en cuenta además que suelen ser jóvenes y necesitan un menor uso de los servicios públicos, tales como la sanidad o las pensiones. Se podría hablar, incluso, de los efectos positivos en lo que concierne a la demografía y al índice de natalidad. Por ejemplo, Canadá es un país que lleva recibiendo migrantes desde hace mucho más tiempo que nosotros, y ha elaborado diferentes estudios al respecto evaluando la aportación al PIB nacional por parte de los extranjeros, así como su contribución positiva a diversos índices económicos. El saldo siempre es positivo, y dichos informes concluyen que la recepción e integración de migrantes ha resultado un proceso a valorar muy positivamente de cara al equilibrio social y a la sostenibilidad de ciertos servicios públicos.
Y a todo esto...¿Dónde está la Unión Europea, con su integración y su mantra del "Más Europa" en lo que a refugiados e inmigrantes en general se refiere? Pues ni está ni se la espera. Pretenden que a las personas refugiadas que lleguen a nuestras fronteras se les reubique (aún están decidiendo dónde) para después repatriarlos a sus respectivos países de origen. Quieren que el sistema de cuotas por países (que vergonzosamente no ha cumplido nadie, como nos recuerda Luis Ángel Aguilar Montero en este artículo) desaparezca definitivamente, pues la tendencia es a la baja, y el regateo es ridículo e indecente. Y lo último que están proyectando es la creación de bases exteriores a la Unión Europea (quieren llamarlas "Plataformas de desembarco"), que recuerdan a los CIE's, como una especie de guetos apartados de los territorios nacionales de la UE, al más puro estilo de los campos de concentración. Los dirigentes de los órganos de gobierno de la Unión Europea (Comisión, Consejo y Parlamento) no pueden ya caer más bajos, ni verter propuestas más indignas. Y claro, todo ello está en plena consonancia con el auge (que ya hemos comentado en anteriores entregas) de los partidos xenófobos, racistas y neofascistas que despliegan sus alas en casi todos los países miembro de la UE. Estas formaciones políticas de nuevo cuño prometen con total descaro medidas criminalizadoras con las personas extranjeras, y desgraciadamente, están escalando cada día mayores intenciones de voto. Bien, es hora ya por tanto, una vez hemos dibujado este perverso escenario que nos rodea, de recopilar y proponer algunas medidas en positivo que haría falta implementar para revertir, aunque sea un poco, esta terrible situación (tomamos el siguiente decálogo del artículo de referencia de Luis Ángel Aguilar Montero):
1.- Desmantelamiento de todos los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros), así como el abandono de toda tentativa de crear cárceles para migrantes, en cualquiera de sus formas.
2.- Eliminación de todo tipo de vallas, muros y concertinas en todo el territorio de la Unión Europea, y en sus fronteras exteriores.
3.- Ir avanzando hacia la eliminación de fronteras, que sólo existen para separar a los pobres mientras que no existen para los capitales y la minoría cada día más escandalosamente rica del planeta.
4.- NO a la criminalización del migrante y del refugiado ¡Ningún ser humano es ilegal!
5.- Desistir en la criminalización de las ONG's y cooperantes que ponen su esfuerzo en salvar vidas humanas, así como penalizar a aquéllos países que entorpezcan su labor (como es el caso de los continuos sabotajes a los barcos humanitarios).
6.- Que todas las políticas agresivas hacia los migrantes y refugiados sean consideradas como crímenes de lesa humanidad.
7.- Diseñar e implantar una política de reparación para aquéllos países a los que Europa lleva expoliando desde hace centurias. A modo de ejemplo, una contribución económica parecida a la que Estados Unidos diseñó con su famoso Plan Marshall después de la II Guerra Mundial supondría hoy día la inversión por parte de la Unión Europea de más de 900.000 millones de euros en el continente negro.
8.- Implementar un control exhaustivo de las ventas de armas a todos los países en conflicto, directa o indirectamente, desde terceros países, para intentar revertir (o contribuir lo menos posible) sus conflictos armados.
9.- Abandonar el indecente seguidismo hacia los Estados Unidos, a través de la OTAN. En este sentido, dejar de ocupar territorios, de amenazar y de bombardear a las poblaciones, que se ven obligadas a huir buscando salvar sus vidas y las de los suyos.
10.- Promover sin fisuras ni excepciones el escrupuloso cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de la legislación internacional en materia de asilo y migración.
Continuaremos en siguientes entregas.