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Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.

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Por una Reforma Educativa para todos (XIII)

Entiendo por enseñanza pública aquella que se dirige a toda la población sin segregación de ningún tipo, que integra todas las diferencias; que pretende unos principios éticos generales basados en los derechos humanos y tiene como objetivos pedagógicos la formación de unos ciudadanos y ciudadanas con conocimientos científicos, alejado de creencias y supersticiones, y con capacidad crítica para interpretar el mundo que les rodea y elaborar propuestas para mejorarlo. Procurar a toda la ciudadanía esta enseñanza es una obligación del Estado

José A. Naz Valverde

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Durante las entregas anteriores de esta serie dedicada a la Reforma Educativa que necesitamos, nos hemos dedicado a exponer profundamente la esencia de la enseñanza en la que creemos, es decir, la esencia de lo que para nosotros debe fundamentar el sistema educativo, básicamente responder a las preguntas ¿Por qué enseñar? y ¿Para qué enseñar? Después nos hemos detenido a fondo, durante varios artículos, para insistir profundamente en nuestra visión laica de la enseñanza, bajo su modelo público. Hemos expuesto profundamente las razones y motivaciones que nos impulsan a apostar por una educación pública laica, que destierre todas las religiones de los currículos, las asignaturas y las simbologías presentes en las escuelas. Bien, pues llegados a este punto, vamos a comenzar a responder a otra gran pregunta: ¿Qué enseñar?, es decir, nos vamos a preocupar de los contenidos. Vamos a analizar, a partir de la presente entrega, las deficiencias que encontramos en los contenidos escolares actuales, en las asignaturas que se imparten en nuestras escuelas, y sobre todo, en el tipo de mundo que se les explica a nuestros escolares. Veremos que hay mucha tela que cortar en todo ello. Nos detendremos aquí en aspectos tan importantes como el tremendo currículum antiecológico que se enseña a nuestro alumnado, pero también hablaremos sobre carencias educativas actuales que se debieran paliar: hablaremos sobre enseñanza en derechos humanos, sobre la necesidad de una educación para la democracia en nuestra escuela, la necesidad de explicar valores como la desobediencia civil, sobre la lógica perversa de la educación financiera (y nuestra apuesta por excluirla del sistema educativo), o sobre la necesidad de impartir a nuestro alumnado clases de educación sexual o de educación vial, por poner algunos ejemplos. También abordaremos aquí cuestiones como el Informe PISA, el sentido auténtico de las evaluaciones, la perversidad de las actuales reválidas de la LOMCE, los mitos sobre las Nuevas Tecnologías y la mercantilización en el aula, algunas críticas a la FP Dual, así como algunos cambios que proponemos para el sistema universitario. 

 

Bien, comenzaremos exponiendo la gravedad del enfoque antiecológico del que hacen gala infinidad (la inmensa mayoría de ellos) de los libros de texto que enseñan a nuestros escolares las diversas materias de estudio. De entrada, pensamos que nuestros alumnos no deben percibir un mundo idealizado, sino el mundo real, con todas sus bondades, pero también con toda su crudeza. Los aspectos ecológicos están gravemente ausentes de los libros de texto, y evidentemente, ayudan en gran manera a entender el mundo en que vivimos, así como a poner en debate muchos de los conceptos que en el mundo adulto convencional se asumen como dogmas (bienestar, progreso, desarrollo, etc.). Para explicar este asunto a fondo, nos vamos a basar en una magnífica obra desarrollada por la organización Ecologistas en Acción, a cuya lectura completa remito a todos los seguidores y seguidoras de este Blog. Se trata de un estudio llevado a cabo sobre un total de 60 libros de texto, donde mayoritariamente se esconde la creciente insostenibilidad del modelo económico y social actual, y se oculta expresamente al alumnado el deterioro acelerado de todo lo necesario para vivir: el agua y el aire limpio, el territorio fértil y los alimentos sanos, la necesidad de tiempo libre y del disfrute de nuestros medios de vida. Los actuales libros de texto no relacionan la destrucción ambiental con el actual modelo de desarrollo, que prioriza la economía monetaria y especulativa sobre todo lo demás. Tanto de forma expresa como de forma subliminal, los libros de texto de multitud de asignaturas alaban sin cesar las posibilidades de la tecnología, sin analizar ni cuestionar los grandes desastres ambientales derivados del escaso debate y control social que existe sobre los usos y orientaciones de la misma. Pero no solo eso: los libros de texto también ignoran de forma sistemática los trabajos gratuitos que históricamente vienen realizando las mujeres y que son claves para la sostenibilidad de la vida, de la misma forma que también se desprecia con el calificativo de "atrasadas" a todas las culturas que han sido capaces de vivir en armonía con su entorno, o simplemente que no comulguen con los valores de nuestra sociedad occidental. Los libros de texto educan de forma clara para que las chicas y chicos, nuestros escolares, se incorporen felizmente y participen de un mundo de sobreconsumo, hipermovilidad y megaurbanización que esquilma los recursos del planeta. 

 

Los libros de texto de nuestros hijos e hijas apenas mencionan la existencia de las grandes empresas multinacionales, del gran daño que proyectan en multitud de aspectos de la vida, de su enorme responsabilidad en el deterioro de nuestro mundo, y del papel que éstas juegan en el saqueo y destrucción de los ecosistemas y culturas. De todo ello vamos a ir dando cuenta a continuación, para que se entienda la enorme transformación que nuestros libros de texto tienen que experimentar, para enseñar bien todo lo que tienen que enseñar, siempre bajo el prisma que desde el primer momento hemos enunciado: el debate libre de ideas, la actitud crítica, el análisis, el razonamiento y el cuestionamiento, para poder entender el mundo actual y mejorarlo, si somos capaces, en el futuro, a través de sus nuevas generaciones. La semilla de la duda y de la crítica debe ser vertida a nuestros escolares, pero flaco favor le haremos a todo ello si no contamos la realidad del mundo en que vivimos tal cual es, sin paños calientes ni eslóganes subliminales que dulcifiquen el mundo que nos rodea, o que directamente se alinee con sus perversas tendencias. No podemos seguir difundiendo en nuestro sistema educativo un conjunto de libros de texto, de prácticamente todas las asignaturas, que se limiten a legitimar el actual sistema en que vivimos. Desde esa perspectiva, los libros de texto actuales, y los que llevan estudiando varias generaciones, ayudan bien poco a fomentar actitudes críticas, y a alcanzar un nivel de comprensión elevado. Urge por tanto una revisión de todas las categorías y conceptos que se vierten en el sistema educativo por parte de todas estas editoriales y sus libros de texto, para construir un nuevo conjunto de libros para nuestros escolares que sea fiel a la máxima que pretendemos enseñar: comprender nuestro mundo para criticarlo, y si es posible, mejorarlo. Los libros de texto enfocan los asuntos que abordan en categorías y esquemas mentales inapropiados para las futuras generaciones, grave asunto si tenemos en cuenta que para la mayoría de las personas lo que se cuenta en ellos son verdades incuestionables. 

 

La mayoría de los libros de texto huyen de problematizar la realidad, y abordan el futuro de una forma ilusa, anecdótica y en ocasiones hasta irresponsable. Existe una exaltación incondicional de la tecnología, se predican sistemáticamente los aspectos positivos de la misma y se obvian los negativos. Permanecen invisibles las mujeres de forma general, no solo porque no se mencionan sus nombres ni se incluyen sus fotos, sino porque no son consideradas las actividades a las que más tiempo se han dedicado. De forma general, permanecen invisibles en los libros de texto aquellas tareas que construyen la sostenibilidad (crear la vida, desarrollarla, cuidarla, mantener la biodiversidad...), mientras que están sobrerrepresentadas las actividades que provocan la insostenibilidad (producción, construcción de grandes infraestructuras, guerras, velocidad...). Así mismo, se ignoran y se desprecian las culturas, las actividades, las prácticas y las economías ecológicamente sostenibles. Las culturas que no son fuertemente depredadoras son consideradas como "profundamente atrasadas". Además se mantiene una perspectiva marcadamente etnocéntrica en la que no solo se habla de "nuevos" territorios o de "descubrimiento" de América, sino que se ignoran los medios de vida de las culturas sostenibles y sus saberes ancestrales. La naturaleza, la tierra y la vida se muestran en la mayoría de los libros de texto subordinadas a la economía y al mercado, como si ello fuese algo natural. Consúltense en el estudio citado las referencias a libros de texto concretos, y citas concretas que aparecen en ellos, para una información más exhaustiva. El transporte de larga distancia y alta velocidad es celebrado indiscutiblemente como signo de progreso, riqueza y bienestar. No se incluyen comentarios ni relatos que hagan ver al alumnado los aspectos críticos y negativos de estos medios de transporte. Se oculta, de este modo, que una buena parte de la insostenibilidad actual se deriva de la construcción de la sociedad basada en la distancia y en el transporte más rápido posible. 

 

En cuanto al estudio de la Historia, suele ser una historia vista desde la perspectiva de los Estados y del poder, por eso los libros de texto suelen estar llenos de mapas de fronteras que cambian, y de nombres de personas poderosas (Reyes, Papas, militares...). Puede decirse que nuestros libros de texto no muestran de forma general un concepto de la historia visto desde una perspectiva ecológica, ni tampoco es una historia que muestre cómo las diversas culturas se han organizado para hacer que sus sociedades sobrevivan, ni es una historia del territorio, y de las diversas culturas y civilizaciones que los ocuparon. Así, la historia, la ciencia, la técnica, incluso los valores morales son contemplados desde una perspectiva evolutiva en la que de forma incuestionable se va de peor a mejor, se recorre un camino de menos a más, del atraso al desarrollo. La palabra "modernidad" legitima todo aquello a lo que está asociada. En el pasado se sitúan la barbarie, el esclavismo, la superstición y el atraso, y en el presente se sitúan el progreso, el conocimiento, el desarrollo y el bienestar. Apenas se mencionan los límites que como civilización industrial hemos traspasado, ni todo aquello que va a peor con respecto al pasado: el agua, el aire, el suelo, la biodiversidad, la ideodiversidad, la diversidad cultural, la extensión del manto vegetal, el desorden radiactivo, el desorden genético, el extractivismo, el pico de obtención de recursos, etc. Como soluciones a los problemas, los libros de texto plantean casi siempre propuestas individuales e insignificantes, nunca en contra del sistema ni de la lógica productivista. No hemos encontrado críticas profundas a las actividades consumistas ni denuncias sobre el tremendo efecto negativo del poder de las multinacionales, así como su grave responsabilidad en el funcionamiento de nuestro mundo. También es significativo todo aquello de lo que no hablan los libros de texto: no hablan del daño de las grandes empresas, del desigual reparto de poder, de las culturas arrasadas, de las aportaciones de las mujeres, de los sindicatos, de los movimientos altermundistas, de la autosuficiencia, de la perversidad de los bancos, de la pérdida de soberanía alimentaria, del modo en que se impone la comida basura, de las personas homosexuales, del maltrato animal, de la vida que desaparece debajo de las autopistas, de la otra cara de la Unión Europea, de los campesinos que viven en el bosque y lo cuidan, de las patentes de semillas, de los placeres del sexo, de los inmigrantes que huyen del horror, de los bienes comunes de la humanidad, de los dueños de los medios de comunicación, del daño de la televisión basura, del final del combustible fósil, de las cargas de la policía, de la desobeciencia civil, y sobre todo de las propias mentiras de los libros de texto. Continuaremos en siguientes entregas.

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