Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.
El conflicto [entre Israel y Palestina] se ha presentado como una historia multifacética y compleja, difícil de entender y más aún de resolver, cuando en realidad se trata de una simple historia de colonialismo y usurpación
La radiografía de Gaza en la actualidad es realmente desoladora. Como se plantea en este artículo (autoría de David Hearst con traducción de María Landi) del Blog "Palestina en el corazón": "Imaginen cómo reaccionaría la comunidad internacional si en Hong Kong o en Nueva York, otros dos territorios igualmente superpoblados, el desempleo fuera del 47%, la tasa de pobreza del 53%, el tamaño medio de las clases fuera de 39 estudiantes y la tasa de mortalidad infantil fuera de 10,5 por cada 1.000 nacidos vivos". Pues ésta es la lamentable situación de los habitantes de la Franja de Gaza. Y es que la comunidad internacional, como venimos denunciando, se ha acostumbrado a absolver a Israel de toda responsabilidad por los castigos colectivos y los graves abusos a los derechos humanos practicados en esta zona del mundo. Gaza viene siendo una mancha humana en la conciencia del mundo. Por negligencia y por oscuros intereses, todos nuestros indecentes gobiernos occidentales han contribuido activamente a su miseria y a su profunda injusticia. Todos ellos son profundamente cómplices de la perversa situación que allí se vive, que podríamos catalogar como un experimento inhumano, consistente en mantener a más de dos millones de personas en un nivel de subsistencia considerado absolutamente intolerable e inhabitable por la propia ONU, sin arrojarlas a una muerte masiva. ¿Qué más tiene que ocurrir para que esto cambie? ¿Qué situación ha de alcanzarse para que las conciencias de nuestros dirigentes occidentales se remueva? ¿Durante cuánto tiempo más continuaremos borrando a Gaza, a sus refugiados/as, a su sufrimiento cotidiano, de la conciencia colectiva del mundo? Israel ha creado un régimen institucionalizado y estructural de dominación y opresión racial sistemáticas del pueblo palestino en su conjunto, lo que equivale a un crimen de apartheid. Hoy día, todo un conjunto de leyes, políticas y prácticas discriminatorias constituyen la base de este régimen. Nada detiene a Israel en su obsesión por fragmentar política, legal y geográficamente al pueblo palestino. Son continuos los discursos de odio racista y la incitación al odio racial hacia Palestina y el resto de comunidades árabes vecinas, por parte de Israel.
Todos esos discursos de odio son vertidos en las intervenciones públicas, sobre todo por parte de funcionarios públicos, pero también por parte de dirigentes políticos y religiosos israelíes, en determinados medios de comunicación, y en currículos y libros de texto escolares (en entregas anteriores ya han sido comentados las prácticas israelíes en este sentido). La proliferación de actos racistas y xenófobos va en aumento, destacando la violencia practicada por las poblaciones de colonos israelíes contra la población palestina. Como se recoge en este informe de varias organizaciones de derechos humanos, Israel ha impuesto unas restricciones draconianas a la libertad de circulación y de residencia dentro del territorio palestino ocupado y por toda la Línea Verde que afectan gravemente a los derechos del pueblo palestino a la vida familiar, a la elección de residencia y de cónyuge, y a poder disponer de una vivienda adecuada. Estas políticas y prácticas han desempeñado un papel fundamental en la enorme fragmentación que sufre el pueblo palestino y su territorio, y garantizan que las personas palestinas de diferentes zonas geográficas no se puedan reunir, agrupar, vivir juntas, compartir la práctica de su cultura ni ejercer ningún derecho colectivo, incluido su derecho a la autodeterminación y a una soberanía permanente sobre sus recursos naturales, de modo que todo ello consolida el régimen de apartheid de Israel. Se violan continuamente los derechos de los palestinos a la tierra, a la propiedad y a la soberanía sobre los recursos naturales de la región. Se practican a diario demoliciones de viviendas que desplazan a las poblaciones palestinas de sus lugares. Por su parte, el largo cierre y bloqueo de la Franja de Gaza desde hace 12 años por parte de Israel sigue violando el derecho a la libertad de circulación, el acceso a los servicios básicos, especialmente a la atención sanitaria, e impide acceder al agua potable. En lugar de esa democracia de la que presume ser, Israel se ha convertido en un Estado criminal, un limpiador étnico institucional que utiliza las bárbaras tácticas que encierran a millones de personas en las prisiones al aire libre más grandes conocidas jamás por el ser humano.
En el fondo de todo, el sionismo y su conducta cínica y criminal, y los poderosos lobbies israelíes que están acostumbrados a salirse con la suya. Israel es un país acostumbrado a mentir de forma descarada, a comportarse de forma hipócrita, y a actuar de forma chulesca y desafiante ante los organismos internacionales. Como siempre de forma tan acertada, Pablo Jofré Leal lo explica en este artículo en los siguientes términos: "Un comportamiento consciente, defendido a ultranza por la casta política y militar, y una sociedad mayoritariamente dotada de una visión del mundo mesiánica, racista y donde la segregación y el concepto de superioridad son partes componentes y que salvaguarda y practica una política que representa la impudicia de llevar a cabo un proceso de exterminio del pueblo palestino, sometido a la violación de sus derechos humanos integrales, por 71 a cuestas del más cruel de los procesos de ocupación y colonización que haya sufrido pueblo alguno". Y añade: "Una entidad así se considera libre de hacer y deshacer lo que le venga en gana, en función de no rendir cuentas, que para eso el mesianismo le da el aval para violar derechos humanos de otros pueblos, pasar por encima del derecho internacional, agredir, desestabilizar gobiernos considerados enemigos, formar una alianza criminal junto al imperialismo y el wahabismo. No someterse a dictado alguno y menos reconocer la jurisdicción de instituciones como la Corte Penal Internacional. Y es aquí en esta última organización donde el cinismo sionista se expresa en toda su magnitud". El 19 de diciembre de 2019 la Corte Penal Internacional anunció públicamente que dispone de todas las pruebas necesarias, ajustadas a derecho, para lanzar una investigación contra Israel por crímenes de guerra en los territorios palestinos. La potencia sionista no es miembro de este organismo internacional, con sede en La Haya, pero ésta es una cuestión que no debería ofrecer problemas, pues la propia ONU y sus resoluciones respecto a Palestina señalan que éstos son territorios ocupados, donde se ha exigido, entre otros puntos, el retiro de las tropas ocupantes, el desmantelamiento de los asentamientos ilegales, la demolición del muro y el retorno de los refugiados.
Resulta por tanto evidente que la CPI posee jurisdicción sobre los territorios palestinos ocupados y bloqueados, y además (lo cual aterra al sionismo), Israel puede ser investigado por la construcción de asentamientos ilegales de colonos, que en número de 650.000 violan flagrantemente la IV Convención de Ginebra en el marco de la prohibición de trasladar población ocupante (colonos) a territorio ocupado. ¿Cuál ha sido la reacción de Israel? Pues la de siempre: exabruptos, amenazas veladas, acusaciones sin fundamento, y ultimátum a las autoridades palestinas para que retiren la demanda ante la CPI. Israel alega igualmente que la jurisdicción de la CPI no puede existir porque Palestina no es un Estado (y ellos se han ocupado de que no lo sea durante las últimas siete décadas). Pero se les escapa que Palestina es Estado observador no miembro de la ONU desde finales del año 2012. Lo cierto es que no hay excusas que valgan: la CPI puede investigar todo crimen de guerra y de lesa humanidad, en este caso contra Israel, y para ello no existen límites a su jurisdicción. Por supuesto y como siempre hace, la Administración estadounidense se opuso ferozmente a que investigaran a su amigo israelí. Jofré Leal añade: "El cinismo sionista no se queda solo en sostener que las acusaciones son infundadas, aunque las pruebas se multipliquen por miles. No le basta con seguir presentándose ante los ojos del mundo como el victimario devenido en víctima. En el agresor que se considera agredido, la entidad dotada de síndromes peligrosos, como el de disparar y llorar, con que justifica los crímenes más atroces que se puedan cometer contra el pueblo palestino. El paroxismo del descaro llega de los propios labios del primer ministro Benjamín Netanyahu, dirigente sionista, acusado además de corrupción, quien señaló ante el Informe de Bensouda [Fatou Bensouda es la Fiscal en Jefe de la CPI]: "Este es un día oscuro para la verdad y la justicia. Esta es una decisión escandalosa e infundada". Lo escandaloso es que el sionismo siga cometiendo crímenes sin recibir el castigo que merece. Lo abusivo es que Netanyahu y todos aquellos que masacran día a día a la población palestina, gocen de libertad. Eso es inconcebible además de vergonzoso". Los crímenes del sionismo no pueden seguir en la impunidad.
¿Están solos los palestinos? Absolutamente, únicamente disponen del apoyo de las organizaciones de derechos humanos y de la sociedad civil internacionales, que movidas por la causa de la justicia intentan que Israel cese en su política de ocupación y masacre, y pague por sus crímenes de lesa humanidad. ¿Está solo Israel? No, está muy bien acompañado. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, y así van siete escandalosas décadas, Israel está apoyado por la potencia imperialista estadounidense, pero también por el silencio vergonzoso de países aliados occidentales (ya hemos expuesto las veladas razones para este apoyo en entregas anteriores) como Francia y el Reino Unido, así como la traición de monarquías y gobiernos árabes como Arabia Saudí y Egipto, por ejemplo, que permiten que el sionismo cometa los más execrables crímenes contra el pueblo palestino, bajo la más absoluta impunidad. Y la verdad es que cuando alguien lleva siete décadas haciendo lo que le da la gana, practicando las más crueles humillaciones, sin que se vea castigado, pues ese alguien se cree el Rey del Mambo. Es exactamente lo que le ocurre a Israel. Su ego y sus falsos argumentos están tan hinchados, se encuentran tan bien arropados y protegidos, que se burlan continuamente de todo tipo de resoluciones y de decisiones de los organismos internacionales. Israel es un producto de la propia desvergüenza que gobierna el mundo. Israel es una inmundicia del orden internacional proyectado. Israel es el sumum de la arbitrariedad, el colmo de la desfachatez, la cima del cinismo y de la arrogancia, la expresión de la más brutal crueldad. Israel es la más alta expresión del desprecio hacia la gobernanza mundial. Israel es un Estado medieval apartado de la legalidad internacional, una isla de corrupción y de impunidad, un Estado criminal elevado a su máxima potencia. No hay sanciones contra Israel, no hay embargos comerciales, no hay declaración de zonas de exclusión aérea, para impedir que pueda seguir bombardeando a la Franja de Gaza, a Siria, El Líbano o cualquier otro país que sea considerado enemigo del régimen sionista. Por su parte, la manipulación y la desinformación van de la mano de todo este aberrante fenómeno, que están manejadas evidentemente por los grandes poderes económicos y políticos, cuyas élites son las primeras interesadas en que continúe la excepcionalidad mundial que supone la existencia de Israel y sus prácticas perversas. Continuaremos en siguientes entregas.