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Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.

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Filosofía y Política del Buen Vivir (90)

Viñeta: Guido Kuehn

Viñeta: Guido Kuehn

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La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias (…) Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos, y de ahí saltar de nuevo a los humanos; o directamente de un animal salvaje a los humanos… Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos

Alex Richter-Boix (Doctor en Biología y especialista en cambio climático)

Hoy nos encontramos en un momento singularísimo en la historia de los seres humanos. Lo que está colapsando es la humanidad en su conjunto. No quedan muchos alrededores que seguir explotando o a los que huir. Para “colapsar mejor” es importante comprender que esta guerra contra la vida tiene su origen en la dificultad, sobre todo de algunos seres humanos, de reconocerse como una especie inserta en una naturaleza de la que forma parte

Yayo Herrero (prólogo a “En la espiral de la energía”)

Estamos insistiendo de forma profunda en lo concerniente a la concesión de derechos a la Naturaleza, el contemplarla como un sujeto de derechos, desde la perspectiva de varios autores y sus respectivos trabajos. Un ambientalista y conservacionista pionero, ya citado en anteriores entregas, como fue Aldo Leopold, logró esa profunda identificación con la Naturaleza, y lo plasmó en su hoy ya clásico "Almanaque del desierto" ("A sand county almanac"), publicado póstumamente en 1949 (un año después del fallecimiento del autor), y dedicado a explorar las bellezas y dilemas de los que no pueden vivir sin estar rodeados de un entorno silvestre. En su muy conocido pasaje "pensando como una montaña", comienza con una fuerte vivencia: el eco del profundo bramido del lobo, que va por las laderas rocosas, rodando hacia abajo en la montaña, y desvaneciéndose en la lejana oscuridad de la noche: "Es el estallido de una tristeza salvaje desafiante y de la rebeldía por todas las adversidades del mundo. Cada cosa viviente (y tal vez también muchas de las muertas) pone atención a este llamado". El venado, el pino, el coyote, el cazador le ponen atención, y para cada uno tiene un significado, pero solo la montaña lo comprende. Una crítica rápida apuntaría a que las montañas no piensan. Pero Leopold enseguida advierte que sí "existe un significado más profundo, conocido únicamente por la propia montaña. Sólo la montaña ha vivido el tiempo suficiente como para escuchar objetivamente el aullido del lobo". En esa otra objetividad se encierra un cuestionamiento a la omnipresencia humana que obliga a reconocer los límites a nuestro conocimiento, y respetar aquello que no se conoce, y que tal vez nunca logremos llegar a conocer. En el mismo sentido, George Sessions (en comunicación personal) advierte de que la misión del ambientalismo se encuentra en un conocer lo que dicen las rocas, plantas y animales; por cierto que ellos no hablan, pero nosotros tenemos la capacidad de aprender a escucharlos. ¿Cuál es la sabiduría que podemos llegar a encontrar en nuestros paisajes? ¿Qué mensajes nos transmiten estos seres, que solo unas pocas personas logran comprender? Para ello, simplemente hay que observar. Observemos cualquier planta o cualquier animal; observemos un ave, un gato, un león, una serpiente, un perro...miremos su comportamiento, observemos sus reacciones, veamos cómo reacciona ante determinados estímulos, intentemos comprender cómo se expresa, qué es lo que nos comunica...Intentemos comprender su universo, podemos hacerlo, porque nosotros, los humanos, también provenimos de él, solamente que nos hemos ido alejando de su mundo desde hace mucho tiempo. 

 

Veamos un pasaje de la obra de referencia de Aldo Leopold, en cuanto a la perspectiva sobre una ética de la Tierra: "Me parece inconcebible que pueda existir una relación ética con la tierra sin amor, respeto y admiración por ella, y sin un alto aprecio de su valor. Por supuesto, por valor quiero decir algo más amplio que la simple utilidad económica; me refiero al valor en sentido filosófico. El obstáculo más grave que impide la evolución de la ética de la tierra es quizá el hecho de que nuestro sistema educacional y económico se ha alejado de la conciencia de la tierra, en lugar de acercarse a ella. El ser moderno está separado de la tierra por muchos intermediarios y por una infinidad de dispositivos físicos. No tiene una relación vital con ella; la ve únicamente como el espacio que está entre las ciudades, allí donde crecen las cosechas. Déjelo solo todo un día en la campiña, y si no se trata de un campo de golf o un paisaje "escénico", se aburrirá terriblemente. Si fuera posible obtener cosechas por hidroponia en lugar de la labranza, a él le sentaría muy bien. Los sustitutos sintéticos de la madera, el cuero, la lana y otros productos naturales de la tierra le gustan más que los materiales genuinos. En suma, la tierra es algo que él "ya ha dejado atrás". Otro obstáculo casi igualmente grave para la ética de la tierra es la actitud del granjero para quien ésta sigue siendo un adversario o un capataz que lo esclaviza. En teoría, la mecanización de la agricultura libera de sus cadenas al agricultor, pero es discutible que lo haya hecho en realidad. Uno de los requisitos para la comprensión ecológica de la tierra es el conocimiento de la ecología, pero esto no está incluido de ningún modo en la "educación", de hecho gran parte de la educación superior parece eludir deliberadamente los conceptos ecológicos. El conocimiento de la ecología no siempre se obtiene en los cursos que ostentan un título ecológico, pues es igualmente probable que lleve las etiquetas de geografía, botánica, agronomía, historia o economía. Esto no nos debe extrañar, pero cualquiera que sea la etiqueta, la educación ecológica es escasa. La causa de la ética de la tierra parecería perdida si no fuera por la minoría que se ha levantado en obvia oposición a esas tendencias "modernas". El "obstáculo clave" que es necesario suprimir para liberar el proceso evolutivo capaz de darnos una ética es simplemente éste: dejar de pensar en el uso apropiado de la tierra como un problema exclusivamente económico. Examinar cada cuestión en términos de lo que es correcto en los aspectos ético y estético, además de que sea económicamente productivo. Una cosa es correcta cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica. Es incorrecta cuando no tiende a esos fines". 

 

Y concluye Leopold: "Por supuesto, no hace falta decir que la factibilidad económica limita el alcance de lo que se puede o no se puede hacer por la tierra. Siempre ha sido así y siempre lo será. La falacia que los deterministas de la economía nos han atado al cuello de todos nosotros, y que ahora debemos desechar, es la creencia de que la economía determina todos los usos de la tierra. Eso simplemente no es verdad. Un cúmulo infinito de acciones y actitudes, que forman quizá la mayor parte de las relaciones con la tierra, no está determinado por los recursos económicos, sino por los gustos y predilecciones de los usuarios finales. La mayor parte de las relaciones con la tierra se basan en la dedicación de tiempo, previsión, habilidad y fe, más que en la inversión de dinero. Son como el usuario de la tierra las concibe (...) La evolución de la ética de la tierra es un proceso intelectual y también emocional. El camino de la conservación está empedrado de buenas intenciones que a la postre resultaron inútiles o incluso peligrosas, porque estaban desprovistas del conocimiento crítico acerca de la tierra o su uso económico. Considero una verdad de perogrullo decir que a medida que la frontera ética avanza del individuo a la comunidad, su contenido intelectual se enriquece. El mecanismo de operación es el mismo en cualquier ética: la aprobación social para las acciones correctas y la desaprobación social para las incorrectas". En esta misma línea se sitúa la corriente de la Ecología Profunda, a la que también hemos hecho referencia en anteriores entregas. La Ecología Profunda es una propuesta originada desde el pensamiento de Arne Naess. El adjetivo "profundo" se opone aquí a una visión previa superficial, ligera, basada precisamente en las visiones neutralistas de las ciencias, e incluso aquellas que sirven para sostener los actuales estilos de desarrollo. Es presentada como una plataforma de principios, fuertemente ligada a la práctica, y a la que puede arribarse desde diferentes posiciones filosóficas (de hecho, Naess llama a la suya propia "Ecosofía T"). Se la considera entonces profunda, y opuesta a una "ecología superficial", en tanto busca romper con la visión instrumental y antropocéntrica, a la vez que promueve prácticas para cambiar el estado de las cosas. Y así, los ecólogos profundos parten de reconocer que el florecimiento de la vida, tanto humana como no humana, posee un valor en sí mismo, que es independiente de la (posible) utilidad para el ser humano.

 

La diversidad de las formas de vida es también un valor en sí mismo, y su mantenimiento contribuye a realizar esos valores. Estos autores consideran que la interferencia de los seres humanos con la biodiversidad es elevada, incluyendo entre esos aspectos a la población, y que por lo tanto se debe reducir la población y se deben modificar las políticas de desarrollo. Dichas modificaciones deben estar orientadas a mejorar la calidad de vida antes que a incrementar el nivel de vida (medido típicamente en la renta per cápita). Se acepta que las personas pueden interferir con el ambiente, pero únicamente para satisfacer sus necesidades vitales. A partir del sí-mismo expandido, Arne Naess da varios pasos más promoviendo una nueva versión de la auto-realización, también en forma expandida. Es importante advertir que los postulados de la ecología profunda han suscitado un fuerte debate; pero lo mismo ocurre con la visión norteamericana de la ecología social, así como con la llamada "Ética de la Tierra". En general, el grueso de la población, ante la falta de una educación ecológica, está aún lejos de asumir estas posturas éticas, que califican de extravagantes. Se han indicado las limitaciones de la Ecología Profunda, tanto por lo que se considera un uso excesivo del concepto de Auto-realización, como su falta de apoyo en la ecología biológica. John Callicot (1998) advierte sobre el fuerte holismo de los ecólogos profundos, fundiendo a la personas en el resto de las comunidades de plantas y animales, cuando en realidad éstas son agrupamientos heterogéneos. Sin embargo, Naess postula su idea de la Auto-realización como parte de su propia "ecosofía T", aceptando que otros defiendan presupuestos diferentes. Callicot y otros también han cuestionado algunas posiciones extremas dentro del movimiento de los derechos de los animales cuyos miembros rechazan la carne basados en que no existen diferencias esenciales con implicaciones morales entre las personas y cualquier animal. A su juicio, esa posición olvida que en la dinámica natural de los ecosistemas ocurren fenómenos como la depredación, de donde advierte que comer carne no necesariamente implica la violación de un derecho de vida (Callicot, 1998). También critican posiciones como la de Paul Taylor (1986, 1998), donde todos los seres vivos tienen el mismo valor inherente, generando una igualdad extrema que podría desembocar en impedir, por ejemplo, la agricultura o la ganadería. Bienvenidas sean todas las críticas, que siempre que sean constructivas y aporten visiones inteligentes, van a contribuir a delimitar el marco de referencia de todas estas corrientes de pensamiento. 

 

Y si algo tienen en común todas las corrientes de pensamiento expuestas, todas ellas sin excepción (asunto que también comparten con los lineamientos del Buen Vivir), es que se oponen al desarrollo, entendido éste desde la visión occidental capitalista, la misma que se ha apropiado falazmente de términos como "riqueza", "bienestar", "progreso", etc. El Buen Vivir no es, por tanto, una forma de "desarrollo alternativo", sino una verdadera alternativa al desarrollo. Hay que romper con la dinámica suicida de producción-explotación-consumo, que nos está conduciendo al abismo civilizatorio. La Naturaleza, esa Madre Tierra o Pachamama, ya rebasó con creces su capacidad autoregenerativa, y desde el respeto al que nos conminan todas estas corrientes de pensamiento, hemos de cambiar nuestras mentalidades política, económica y social. Nuestro progreso, confort o felicidad no debe residir en poseer cosas, sino en contemplarlas y cuidarlas. El desarrollo (incluido esa falacia de "desarrollo sostenible", todo un oxímoron en sí mismo) es antropocéntrico, el Buen Vivir es biocéntrico (o ecocéntrico). Para el desarrollo, sólo los humanos son sujetos de derecho. Para el Buen Vivir, la Naturaleza en su conjunto, los ríos, los árboles, los animales, las piedras, los humedales, los pájaros, los arroyos, las montañas...todos somos sujetos de derecho. Para ello el Buen Vivir nos insta a la convivencia equilibrada y armónica, cooperante y solidaria en la comunidad biótica, en la biocomunidad cósmica. Mientras que el desarrollo aniquila todas las formas de vida, las desprecia y las explota, saquea pueblos y recursos, y elimina la biodiversidad, el Buen Vivir respeta todas las formas de vida, las comprende en sí mismas, las valora como tales, respeta sus derechos, y es la verdadera forma sostenible de vivir. La visión occidental capitalista (sobre todo su modelo agro-urbano-industrial) nos ha traído hasta aquí. Peligrosas soflamas y discursos al más puro estilo neoliberal nos han sido inculcados, somos hijos de esa cultura, una cultura que hay que superar. El abismo civilizatorio al que nos enfrentamos requiere de otras visiones, de otros valores y de otras actitudes, de poner patas arriba todos los fundamentos políticos, sociales y económicos que nos han conducido al colapso venidero. Solo si somos capaces de reaccionar a tiempo seremos capaces de "colapsar mejor". El Buen Vivir contribuirá a ello. Continuaremos en siguientes entregas.

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