Blog de Rafael Silva. Presenta artículos de opinión basados en la actualidad política, cultural y social.
La justicia ambiental trata sobre el derecho a permanecer en el lugar y el entorno natural que uno siente como propios y a estar protegido del crecimiento y la inversión incontrolados, la contaminación, el acaparamiento de tierras, la especulación, la desinversión, la decadencia y el abandono
Frente al "más deprisa, más lejos, más a menudo y menos caro" hay que contraponer el "más despacio, menos lejos, menos a menudo y más caro"
En la última entrega estuvimos analizando las posibilidades (y las formas de evitarlas) de que el abismo civilizatorio que nos amenaza desemboque en una suerte de ecofascismo social. A este respecto, Craig Collins explica en este artículo lo siguiente: "No obstante, a menos que sea abolido, el capitalismo no desaparecerá cuando la prosperidad se convierta en descalabro. En vez de eso, el capitalismo sediento de energía y sin poder crecer se volverá catabólico. El catabolismo es un conjunto de procesos metabólicos de degradación mediante el cual un ser vivo se devora a sí mismo. A medida que se agoten las fuentes de producción rentables, el capitalismo se verá obligado a obtener beneficios consumiendo los bienes sociales que en otro tiempo creó. Al canibalizarse a sí mismo, la búsqueda de ganancias agudizará la espectacular caída de la sociedad industrial. El capitalismo catabólico sacará provecho de la escasez, de la crisis, del desastre y del conflicto. Las guerras, el acaparamiento de los recursos, el desastre ecológico y las enfermedades pandémicas se convertirán en las nuevas minas de oro. El capital se desplazará hacia empresas lucrativas como la ciberdelincuencia, los préstamos abusivos y el fraude financiero; sobornos, corrupción y mafias; armas, drogas y tráfico de personas. Cuando la desintegración y la destrucción se conviertan en la principal fuente de beneficios, el capitalismo catabólico arrasará todo a su paso hasta convertirlo en ruinas, atracándose con un desastre autoinfligido tras otro". Esperemos que esta visión, ciertamente catastrofista y apocalíptica que nos presenta Craig Collins no llegue nunca a producirse, y precisamente por ello hemos de actuar en el buen sentido. Pero ni qué decir tiene que todos estos escenarios hemos de contemplarlos como posibles, dada la situación actual, las tendencias observadas, y la escasa concienciación popular sobre estos temas. Lo cierto es que si no lo evitamos, la situación de colapso irá poco a poco desmoronando todos los mimbres donde se asienta nuestra sociedad, y con ello, dislocando todas las estructuras, instituciones, flujos, costumbres, modos de vida, conciencias, valores, actitudes y comportamientos. Es lógico pensar que un sistema que ya no puede autoabastecerse ha de explotar por algún sitio, y las clases más desfavorecidas, como siempre, estarán en el ojo del huracán.
¿Cuál es la solución para no llegar a este momento? Estar preparados, haber recorrido ya, al menos, una parte del camino alternativo, haber migrado a otras formas de vida más sostenibles. El Buen Vivir se nos ofrece como una senda posible y atractiva en este sentido. El Buen Vivir se nos presenta como un compendio, como un pensar para imaginar otro mundo a partir de otros principios civilizatorios, diferentes al dogma capitalista y neoliberal imperante y hegemónico. Una visión nueva que se aleja de los valores de la explotación, del saqueo y del desprecio a las formas de vida, y que sitúa al hombre en armonía con sus semejantes, con la Naturaleza y con el resto de seres vivos. Sus principios de reciprocidad, apoyo mutuo, cooperativismo e igualdad favorecen la reproducción de la vida, en vez de la reproducción del capital, cáncer responsable de la situación actual. El Buen Vivir nos obliga a valorar y a respetar los bienes comunes, esto es, el conjunto de bienes, productos, servicios y procesos que hemos de considerar pertenecientes al conjunto de la comunidad humana y animal a las que sirven. El Buen Vivir será comunitario o no será. Pero ello exige todo un proceso de descolonización mental del pensamiento dominante, es decir, ir "desaprendiendo" cuantos valores y esquemas mentales nos han imbuido en nuestras sociedades "desarrolladas". El Buen Vivir implica que un montón de cosas decrezcan (autopistas, fábricas, urbanizaciones, parkings, excavadoras, vuelos en avión, antenas, grúas, monocultivos, vertederos, centrales nucleares, residuos plásticos...) para que otras cosas crezcan (ríos y mares limpios, bosques sanos, aire no contaminado, ausencia de tráfico rodado, relaciones comunitarias, variedades de semillas, relaciones cara a cara, contemplación, tiempo libre, biodiversidad, moverse en bicicleta...). Actualmente, nuestras sociedades suman donde en realidad tienen que restar, y viceversa. Hay que irse olvidando de valorar solo las realidades que puedan ser mercantilizadas, para comenzar a valorar las que no pueden serlo. Debemos prestar más atención a la simplicidad, a la austeridad, a la huella ecológica, a la riqueza ecosistémica, a la evolución de la tierra fértil, a la resolución de las auténticas necesidades humanas, antes que al PIB, a la deuda pública, al déficit público, a la prima de riesgo y, en fin, al crecimiento económico.
Las propuestas del Decrecimiento están en plena sintonía con el Buen Vivir, como estamos intentando demostrar en esta serie de artículos. El Decrecimiento se dirige más bien a la producción de supervivencia, de justicia y de bienestar, con una reducción planificada de energía, materiales y residuos. Hay por tanto que olvidarse de las prácticas extractivistas, de la degradación de materiales de la corteza terrestre, de la apropiación privada de los bienes comunes, del saqueo de la Naturaleza, del desprecio hacia la vida de los animales, de la desigualdad, del exceso de trabajo no deseado, de la explotación de recursos naturales, de la pérdida de soberanía, de la emisión de residuos, y de tantos aspectos que inciden en la provocación del colapso. El mundo de las necesidades humanas es un aspecto principal, como ya estudiamos en los artículos donde presentamos la teoría del Desarrollo a Escala Humana, de los pioneros Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn. En este artículo, Fernando Cembranos también nos lo explica breve y brillantemente: "El ser humano, aunque puede tener deseos ilimitados, tiene en realidad un conjunto más o menos finito de necesidades. Como el resto de los animales, podría saciarse y conformarse con una cantidad limitada de recursos materiales. La desigualdad introduce la comparación y con ella la idea de necesidades ilimitadas. Tener lo que tienen los que tienen más se convierte en una necesidad. Pobre es quien no tiene un televisor, pero si el país se desarrolla, entonces pobre es quien no tiene tres televisores. Se crea así una imparable espiral de necesidades. De hecho, los indicadores de pobreza se miden en magnitudes comparativas. Algunos economistas llegan a afirmar que la desigualdad funciona como un motor económico que hace que finalmente todos tengan más, pues parten de la idea de un mundo infinito. La realidad es que las "necesidades" ilimitadas creadas desde la desigualdad hacen crecer el sistema económico en un planeta que tiene límites".
El asunto de la proximidad también es fundamental para el Buen Vivir. Nuestra civilización ha entendido el "desarrollo" como la conquista de las distancias, pero esto también es un error. Los medios de transporte ágiles y veloces, así como las infraestructuras de la ciudad moderna estimulan la realización de todo tipo de actividades regulares cada vez más lejanas. Desde mediados del siglo XX hacia acá han aumentado inusitadamente las distancias que recorren los materiales, las mercancías y las personas para resolver las necesidades que podrían resolverse desde la proximidad, sin los costes ecológicos y sociales añadidos. El Buen Vivir nos conmina a la vida cercana, a la producción y consumo locales, a las distancias cortas, a la lentitud. Lo mismo ocurre con el trabajo humano: los mercados y su fundamentalismo político nos obligan a trabajar más de lo que necesitamos para llevar una vida satisfactoria y digna. Al mismo tiempo, mantiene en desempleo a millones de personas. Esta desigualdad evidente no hace sino reforzar los mecanismos de mercado. El Buen Vivir nos insta a repartir el trabajo existente, y a trabajar lo justo para vivir, valorando un conjunto de actividades que nuestra civilización ha ido olvidando, como disfrutar del tiempo libre para cultivar la reunión, la conversación, la contemplación, el paseo, el recreo, la lectura, el apasionamiento en general por cuantas actividades supongan un placer para los seres humanos. Como concluye Fernando Cembranos en su artículo: "Una sociedad preocupada por la justicia y la sostenibilidad dispondrá de nuevos indicadores de medición tales como el grado de equidad, el grado de suficiencia, la resolución no violenta de conflictos, el mantenimiento de la biodiversidad, el consumo energético por habitante, la huella ecológica o la relación entre felicidad y recursos". Todos estos, a muy grandes rasgos, son los elementos que exige cambiar nuestra actual civilización, si pretendemos evitar el colapso, o si éste es inevitable, al menos colapsar mejor, sobre todo esquivando y atajando la reproducción de un muy posible ecofascismo social, que ahondaría aún más la herida provocada. Si somos capaces de ir construyendo los moldes de una nueva sociedad fundada sobre estos pilares, es también muy posible que el colapso nos pille mejor preparados, más fuertes y con parte del trabajo hecho. El Buen Vivir es una solución de largo recorrido.
El epicentro del pensamiento renovador para el cual hemos de prepararnos consiste básicamente en disolver la idea del progreso que la civilización capitalista nos ha traído. Lo explican muy bien Alberto Acosta y Eduardo Gudynas, dos de los mayores expertos mundiales (aquí venimos analizando muchos de sus trabajos), en este documento. Estos autores explican: "El ethos del progreso está íntimamente relacionado con las posturas culturales propias de la modernidad de origen europeo. Aparece bajo la atribución de un nuevo protagonismo otorgado al ser humano, por fuera de la naturaleza, la que debía ser dominada y manipulada. Sir Francis Bacon (1561-1626), célebre filósofo renacentista, plasmó esta ansiedad en un mandato al reclamar que "la ciencia torture a la naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos..." (...) Poco a poco la idea de progreso se convirtió en uno de los conceptos dominantes y más influyentes (...), propagándose hacia América Latina, en un largo proceso que empezó con la conquista y que luego transitó durante la fase colonial y se proyectó en las jóvenes repúblicas. En ese largo devenir las concepciones alternativas propias de las culturas originarias fueron minimizadas, subordinadas y relegadas. En el siglo XIX la idea del progreso ya está consolidada en las élites de las repúblicas latinoamericanas y explica muchos aspectos de la estructuración económica y productiva de esos tiempos (...) La idea de progreso fue reformulada bajo el concepto de desarrollo a inicios del siglo XX, y en especial desde la década de 1940 (...) Repetidamente se ha llamado la atención sobre el discurso del presidente de Estados Unidos Harry Truman, cuando en 1949 presenta la idea del desarrollo directamente vinculada a la de subdesarrollo, donde unos países han avanzado en la ruta del progreso, y otros han quedado rezagados". Desde ese momento se da el pistoletazo de salida para que las escuelas económicas de pensamiento neoliberal, que se fueron desarrollando a partir de entonces, alcancen a los principales gobiernos del mundo, y proyecten sus paradigmas y peligrosos valores a sus sociedades. El resultado es el mundo que tenemos hoy día. La idea de progreso está profundamente arraigada en la cultura económica dominante, y lo está asociada a la idea de "desarrollo". Sus expresiones académicas y políticas son comunes, asumiendo como la meta del desarrollo el crecimiento económico perpetuo. Los conceptos del Buen Vivir ponen en jaque todas estas ideas. Continuaremos en siguientes entregas.