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26 enero 2018 5 26 /01 /enero /2018 00:00
Viñeta: Enrico Bertuccioli

Viñeta: Enrico Bertuccioli

Existen datos fehacientes de cómo debido a la evasión fiscal, los Gobiernos no logran recaudar un tributo óptimo de las multinacionales y los multimillonarios, por lo que suelen optar por recortar en inversión pública, destinada a políticas sociales, o por subir los impuestos a los sectores más desfavorecidos, agravando las desigualdades

Lidia Fagale

Bien, parece que vamos teniendo ya una idea bastante clara de la perversa dimensión de los paraísos fiscales, y de hasta qué punto intervienen como piezas imprescindibles para el despliegue de la arquitectura de la desigualdad social que padecemos. Por si aún no lo tenemos claro, valgan las siguientes palabras de Emir Sader, uno de los mejores científicos sociales del mundo, que nos deja en este artículo para el medio Alainet: "Los llamados paraísos fiscales son verdaderos prostíbulos del capitalismo. En esos territorios se practica todo tipo de actividades económicas que serían ilegales en otros países, captando y limpiando sumas millonarias de recursos, como los provenientes del comercio de armas, del narcotráfico y de otras actividades ilegales de otros países. Sirven asímismo para hacer circular capitales sin pagar los impuestos que deberían pagar en sus países de origen". Está fuera de toda duda que estos territorios offshore poseen un rol central en el universo de las finanzas sucias, es decir, en los activos generados en todo tipo de negocios oscuros, ilícitos, execrables, criminales, ilegales y perversos. Mafias y políticos corruptos, además de por supuesto las grandes fortunas, los bancos y las grandes empresas transnacionales, son clientes asiduos de estos territorios. Tráfico de armamentos, empresas de mercenarios, tráfico de drogas, prostitución internacional, corrupción, asaltos, secuestros, contrabando, evasión de impuestos, etc., son las fuentes que alimentan a estos micro-Estados offshore, todas ellas basadas en el blanqueo de dinero y en la ocultación de sus verdaderos titulares. 

 

Y como señala Susana Ruiz al medio Contextos: "Economistas tan prestigiosos como Thomas Piketty, el Premio Nobel Angus Deaton o el antiguo economista jefe del FMI Olivier Blanchard coincidían hace unos meses en que no existe una justificación económica para su existencia. Los paraísos fiscales son tóxicos, corrosivos y aceleran la crisis de desigualdad extrema. Entonces, ¿qué nos impide ponerles coto? Por absurdo que parezca, el problema fundamental de los paraísos fiscales es la falta de una definición universal común. Y así conviven casi tantas listas como países y organismos internacionales. Desde la de Brasil, con más de 50 jurisdicciones, hasta la de la OCDE, ahora mismo completamente vacía". Susana Ruiz (responsable de Justicia Fiscal de Oxfam Intermón) hacía estas declaraciones en diciembre de 2016, por lo cual sospechamos que el panorama habrá cambiado, pero muy ligera y vergonzosamente. En cualquier caso, la falta de un acuerdo universal sobre la lista de territorios offshore es el primer paso a la hora de mostrar la falta de voluntad política de acabar con ellos. Pero volviendo a relacionar esta historia con la arquitectura de la desigualdad (que es lo que nos ocupa en esta serie de artículos), hay que dejar claro que en el fondo se trata de un inmenso robo organizado a gran escala de una riqueza que pertenece al conjunto de la población que la ha creado con su trabajo y con su aportación, y que debería servir al bien común, financiando los servicios públicos que a todos pertenecen. El fraude organizado a través de los paraísos fiscales obstaculiza el desarrollo económico, frena las capacidades del país, reduce el montante de las arcas públicas, socava la implantación y sostenibilidad de los servicios públicos, y fomenta la desigualdad (básicamente, el empobrecimiento colectivo de la mayoría social a mayor gloria de las élites más poderosas).

 

Queda claro por tanto que dichos flujos ilícitos de capitales privan a los Estados de los recursos necesarios que podrían (y deberían) financiar actividades indispensables para la eliminación de la pobreza y para la consecución de derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles. Los paraísos fiscales contribuyen de esta forma a la socialización de la pobreza, y a la privatización de la riqueza. Las cifras las tenemos por doquier. Ya hemos dado algunas en entregas anteriores. Existen muchas más: en este artículo de Enric Llopis para el medio Rebelion.org se cita un informe de Intermon Oxfam de abril de 2017 donde se señala a empresas como Pfizer, AT&T, Exxon Mobil, Goldman Sachs, Dell, Ford, Tesla, General Electric, Chevron, Walmart y Apple como los más significativos de un total de 50 gigantes empresariales de Estados Unidos, responsables de ocultar 1,6 billones de dólares en paraísos fiscales. Y ante ese escandaloso dato, la Casa Blanca lo que anuncia es una masiva rebaja fiscal y una mayor desregulación de los mercados. Hasta un grupo de ricos medianamente responsables salió hace algunas semanas en banda a oponerse a dichas medidas, porque entendían que dichas medidas sólo contribuirían a aumentar las desigualdades, pero el desalmado gobierno de Donald Trump hizo caso omiso. De hecho, los impuestos a las corporaciones han pasado de un 35% a entre el 15% y el 20%. Miguel Alba, responsable de Fiscalidad y Sector Privado de Oxfam Intermon lo señalaba con total claridad: "Cada año los individuos y empresas que eluden el pago de impuestos roban a Estados Unidos cerca de 135.000 millones de dólares en ingresos fiscales". Se puede decir más alto, pero no más claro. 

 

Y citando a Higinio Polo desde su artículo sobre los Panamá Papers: "Un ejército de abogados, de expertos en tributos e impuestos, de empresas fiduciarias y bufetes mercantiles, de firmas de auditoría y consultoría, trabaja en el corazón del sistema al servicio de las grandes fortunas. La función de esos despachos es siempre la misma: lavar dinero sucio, evadir impuestos, evitar sanciones de las agencias tributarias de cada país. No es ninguna novedad, pero el conjunto de las filtraciones pone ante los ojos del mundo que, además de la explotación legal que los grandes patrones del capitalismo imponen a la población de cada país, éstos ni siquiera respetan las normas legales del propio sistema capitalista, generando un entramado delincuente y criminal del que los Papeles de Panamá son apenas la punta del iceberg". Y como decimos, no existen impedimentos técnicos ni económicos para acabar con los paraísos fiscales. Habría que alcanzar un consenso sobre la lista universal de territorios offshore, habría que acabar con los secretos bancarios y demás variantes, habría que prohibir y limitar las actividades de las empresas que operaran con filiales o a través de paraísos fiscales, habría que crear registros públicos de tenedores, beneficiarios y dueños reales de empresas, además de intercambiar sin límites información financiera y fiscal sin excusas entre todos los países, inclusive pudiendo contrastar la información de las bases de datos de las distintas agencias tributarias. Para todo ello, sólo hace falta voluntad política. 

 

Pero aún se pueden tomar más medidas. Se debería multar o ilegalizar a corporaciones, empresas, accionistas, directores o responsables de filiales en paraísos fiscales y de empresas pantalla. E investigar a entidades bancarias, asesorías fiscales, despachos de abogados, empresas de auditoría, gabinetes jurídicos intermediarios o asesores habituales de evasión y elusión de impuestos. A nivel internacional, nuestros Gobiernos deberían imponer aranceles elevados a las exportaciones de países que mantengan el secreto bancario, pero todo ello es muy complicado porque ya está acotado bajo los Tratados de Libre Comercio multilaterales, que para nada son herramientas a las que les interese luchar contra los paraísos fiscales. El panorama por tanto es posible pero difícil de implementar. Deberíamos comenzar por dar ejemplo y convertirnos en esa "aldea gala" (tomando el símil del famoso cómic de Astérix y Obélix) que resiste al invasor, y el invasor en este caso es el fraude fiscal, la evasión de impuestos y los secretos que les rodean. A continuación, sería muy interesante poder formar una coalición de varios países que luchen activamente contra los paraísos fiscales, una especie de alianza supranacional que ejerciera una mayor presión en la escena internacional. Con todo ello habría más posibilidades de obligar a terceros países a facilitar la información fiscal, así como a establecer políticas fiscales e impuestos justos y sostenibles. Sin presiones, prohibiciones ni sanciones todo lo que se hable sobre paraísos fiscales quedará en la inoperancia del discurso, en la falacia de la idea que no posee la valentía de llevarse a cabo. Continuaremos en siguientes entregas.

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