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17 marzo 2023 5 17 /03 /marzo /2023 00:00

Hace pocos días, aparecía una noticia que ha saltado rápidamente a todo tipo de informativos[1], de todas las cadenas, tanto nacionales como territoriales, y que se ha debatido en todo tipo de programas de tertulia y actualidad: se trata básicamente de un canal de Telegram, de reciente creación, dedicado a publicar escenas de peleas callejeras entre niños/as y adolescentes, que organizan estas quedadas para pegarse, dejar las escenas grabadas y subirlas a la red social, que cuenta ya con más de 700 seguidores. Las escenas muestran agresiones y violencia explícita, mientras una multitud a su alrededor jalea el vergonzoso espectáculo. Más allá de los asuntos de carácter penal que pudieran derivarse, y de la onmipresencia de las redes sociales, con su labor de contribución al aumento del cretinismo digital, el hecho es que todos los periodistas y tertulianos que han opinado sobre el asunto se han rasgado las vestiduras, pero creo que realmente la pregunta que debiéramos hacernos es: ¿debe sorprendernos este terrible comportamiento?

 

Voy a sostener, en lo que sigue, que no sólo no es nada sorprendente, sino que es una consecuencia completamente lógica, derivada de la estructura social que hemos construido y desplegado, la cual es mostrada y legitimada directa o indirectamente a nuestros niños, niñas y adolescentes, de forma continua, que la absorben y la normalizan en su mente y su corazón, llegando a reproducir, a su manera, conductas del mundo que nos rodea. En efecto, nuestro mundo (nos referimos a los cauces donde se mueve el capitalismo neoliberal globalizado) es un mundo violento y sombrío, un mundo cruel y despótico, despiadado y macabro. Es un mundo individualista,  insolidario y egoísta, un mundo que gira en torno a la premisa del “sálvese quien pueda”, lo cual legitima cualquier comportamiento en defensa a las agresiones del propio sistema. Podríamos poner miles de ejemplos de esta situación, de este retrato de nuestro mundo actual, que nuestros niños/as y jóvenes asimilan diariamente, en su entorno familiar, en colegios e institutos, en grupos de amigos, y sobre todo, en redes sociales.

 

Y todo ello, además, va calando en las percepciones psicológicas de nuestra juventud, hasta tal punto que muchas situaciones llegan a estallar de forma alarmante: sin ir más lejos, en un instituto de la localidad valenciana de Mislata, ha dimitido recientemente todo el equipo directivo del centro[2], ante la imposibilidad de poder gestionar la avalancha masiva de actitudes suicidas de su alumnado. Sólo algunos ejemplos bastarán para dibujar un breve retrato de dichas características, y comprender que no es lógico sorprendernos ante estas violentas actitudes de nuestros adolescentes, sino concluir que es el propio sistema quien fomenta dichos comportamientos: por ejemplo, asistimos atónitos a la dialéctica belicista de nuestros políticos (tanto nacionales como internacionales) en la guerra de Ucrania, donde en vez de estar hablando de negociaciones de paz, hablan de envíos de armas, de adiestramiento de soldados, de sanciones económicas y de amenazas bajo una peligrosa escalada verbal. En una palabra: violencia.

 

Por ejemplo, también asistimos atónitos a la escalada de violencia de género, con varias decenas de feminicidios cada año, que se fundamentan en un culto al patriarcado, gran aliado histórico del capitalismo. Y lo más peligroso de ello es que múltiples estudios demuestran que existe un gran porcentaje de niños/as, jóvenes y adolescentes que banalizan la violencia de género, que no creen que exista, o que minimizan su impacto. Además, ante una falta de educación sexual de calidad, está comprobado que estos jóvenes acceden, vía Internet, y a edades cada vez más tempranas, a la pornografía más sexista, sin ningún control. En una palabra: violencia. Otro ejemplo lo tenemos en el inmenso mundo de la precariedad en todas sus facetas (exclusión social, escasez, pobreza, pobreza severa…) en el que viven gran parte de las familias, en situaciones de desempleo, o con prestaciones indignas, que no permiten hacer frente al pago de hipotecas, ni al sustento básico (alimentación, vestido, aseo, ocio…) que toda persona necesita. La vida precaria ya representa, en sí misma, una cierta forma de violencia, ya que está sometida a continuas situaciones de angustia vital, miedo e incertidumbre. Y por supuesto, las desigualdades sociales van acrecentándose a un ritmo absolutamente escandaloso. En una palabra: violencia.

 

La banalización de la violencia se vive también en otros muchos ámbitos de la vida cotidiana, que se manifiestan en multitud de aspectos: violencia de bandas juveniles, violencia parlamentaria verbal (en algunos países se han producido bochornosos episodios de violencia en sede parlamentaria, incluso con golpes entre los diputados), violencia entre los propios adultos (como en el fútbol, por ejemplo), maltrato animal (que además queda impune en la mayoría de las ocasiones), etc. En una palabra: violencia. Por su parte, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que ostentan el monopolio público de la violencia, la ejercen algunas veces contra colectivos indefensos o que no han cometido ningún delito, como por ejemplo ocurre con la violencia contra los migrantes. Y por supuesto, todo ello es extensivo a determinados colectivos que únicamente luchan por sus derechos (Derechos Humanos básicos), como la violencia que se ejerce contra los inquilinos de viviendas gestionadas por fondos buitre, o contra personas indigentes, o contra personas racializadas, etc. En una palabra: violencia.

 

Todo ello caldea a su vez el ambiente para que la violencia sea ejercida, en este caso, por la propia población, que se ve impotente e indefensa para poder reclamar sus derechos más elementales (y desata la violencia en determinadas manifestaciones o actos de protesta), o bien que dirige sus reproches hacia colectivos que no tienen la responsabilidad del entorno violento y agresivo, tales como la violencia ejercida contra sanitarios/as o profesores/as. En una palabra: violencia. Por último, podemos destacar también la violencia ejercida por los propios escolares hacia sus compañeros/as, en forma de bullying o acoso escolar, atacando determinadas características como el aspecto físico, la inteligencia, la personalidad, la forma de hablar, etc. En resumidas cuentas, la violencia se coloca a flor de piel bajo un modelo social como el que hemos contribuido a construir. La pregunta, a tenor de todo este desolador panorama, es evidente: si éste es el mundo que le estamos presentando a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, ¿cómo pretendemos que ellos/as no reproduzcan, a sus modos, toda esta violencia?

 

Creo que los ejemplos han sido lo suficientemente ilustrativos para alcanzar una clara conclusión: mientras continuemos sosteniendo esta diabólica espiral política, económica y social de culto al capitalismo más salvaje, mientras sigamos siendo esclavos de este perverso sistema, asistiremos, desgraciadamente y cada vez más, a una escalada en los grados y situaciones de violencia cotidiana, que alcanzarán cada vez escenarios más normalizados de la vida en común, tanto pública como privada. Es el propio sistema quien fomenta la violencia, es el propio sistema quien se nutre y se alimenta de ella, es el propio sistema quien la necesita, y por tanto no podemos sorprendernos, sino reflexionar calmada y profundamente sobre los cimientos donde descansan nuestros modelos sociales, para intentar cambiarlos hacia modelos que fomenten justamente los valores contrarios: la equidad, la diversidad, la inclusión, el reparto, los bienes comunes, la igualdad, la empatía, la redistribución de la riqueza, el interculturalismo, el feminismo, el pacifismo, el cooperativismo, la ayuda mutua…Sólo alcanzando estos valores, de forma colectiva, seremos capaces de erradicar este peligroso fenómeno, que irá al alza si seguimos, únicamente, sorprendiéndonos ante él, haciendo como que no va con nosotros, mirando para otro lado, o intentando darle absurdas explicaciones.

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31 mayo 2017 3 31 /05 /mayo /2017 23:00
Viñeta: Malagón

Viñeta: Malagón

La cacareada libertad de prensa es la libertad de sus dueños en los medios privados y de los partidos gobernantes en los medios públicos que los instrumentalizan. Son todos ellos instrumentos al servicio del poder, y todos ellos comparten su hostilidad hacia las fuerzas políticas que consideran amenazantes para el poder que sostienen

Vicenç Navarro

Finalizando ya en esta última entrega esta serie de artículos, que espero haya sido de utilidad práctica a mis lectores y lectoras para identificar las herramientas que el pensamiento dominante utiliza para su masiva difusión, hemos de hacerlo más o menos como lo hacíamos al comienzo de la misma: detallando pequeñas pistas que puedan pasar desapercibidas, pero que representan claros testigos de la alienación a la que el pensamiento dominante nos conduce. Porque cuando el Presidente del Gobierno declara que el único periódico que lee es el Marca, tenemos un problema. Cuando la formación política más corrupta de toda Europa continúa siendo según las encuestas la más votada en nuestro país, tenemos un problema. Cuando el fútbol (al que hemos dedicado de nuevo nuestra imagen de entradilla) llega a acaparar la atención de tantas masas de personas, tenemos un problema. Cuando los focos de conflicto repartidos por todo el mundo no representan una preocupación para nosotros según la encuesta del CIS, tenemos un problema. Cuando después de cuarenta años de la muerte de un dictador genocida no hemos removido aún todos los resquicios del régimen franquista, tenemos un problema. Cuando nos volvemos insensibles ante tanta guerra, tanto sufrimiento, tanta muerte, tanta frialdad social, tanta indiferencia de los poderes públicos, tenemos un problema. Cuando recibimos como buena noticia la creación de unos pocos miles de empleos precarios, así como el aumento de los beneficios de nuestros milmillonarios, tenemos un problema. Y podríamos continuar. Tenemos un problema cuando tenemos una sociedad movida por los intereses individualistas, privados, egoístas y materialistas que representa el capitalismo. Tenemos un problema cuando, en una palabra, el pensamiento dominante ha conseguido moldear y uniformizar el pensamiento de tantos millones de personas. 

 

Armando B. Ginés, uno de los mejores críticos a mi juicio de nuestra realidad social, lo ha expresado en los siguientes términos: "Ante ese mundo heterogéneo de pobreza permanente y sufrimiento sin solución, las clases trabajadoras occidentales, muy dañadas por el neoliberalismo de rapiña de los últimos años, no son capaces de inventarse una alternativa coherente que enfrente las causas que han creado la realidad que hoy padecemos. Lo que intentan las élites por todos los medios a su alcance es que nadie tome conciencia de la verdadera situación sociopolítica, desviando las miradas hacia culpables imaginarios: los otros, los que viven en harapos, los que huyen de las bombas, las mujeres feministas, los radicales izquierdistas, los sindicalistas reivindicativos, los de distinta sexualidad, los no blancos y los no cristianos. Este fundamentalismo de las élites permite a los banqueros, a los políticos profesionales y a los directivos de los principales emporios multinacionales que dominan el mercado continuar en sus poltronas y seguir amasando beneficios astronómicos sin que la culpabilidad manifiesta de sus nocivas conductas roce siquiera un ápice su moral personal o corporativa. Mantener activo el nacionalismo, la xenofobia, el racismo y el machismo dentro de unos conductos ideológicos controlables a discreción, permite que la feroz lucha social por sobrevivir no produzca estallidos de relevancia que pongan en cuestión el orden establecido". Y así, el pensamiento dominante controla sus recursos, que a su vez controlan nuestras mentes, lo que pensamos, lo que sentimos, cómo actuamos. Controla incluso nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestros hobbies, nuestras pasiones. Controla nuestras aspiraciones y nuestros deseos. Estamos fabricados a imagen y semejanza del pensamiento dominante. 

 

Y en este artículo del mismo autor, Ginés se refiere claramente a las válvulas de escape que el pensamiento dominante nos prepara como chivos expiatorios: "Y en este combate sordo de todos contra todos, las clases pudientes quedan fuera de las iras de la masa. Es más fácil y accesible directamente, sin intermediarios ni excesivas elucubraciones racionales, matar a una mujer, lanzar diatribas contra una musulmana por llevar burka o hiyab, escupir a un inmigrante, patear a un marginado, partirle la cara a un gay o una lesbiana o un transgénero o insultar a un árbitro de fútbol y liarse a puñetazos contra los hooligans del equipo adversario, que hacer frente a la realidad laboral y política in situ contra el enemigo común: el capitalismo y su egoísmo empresarial, la derecha recalcitrante y su corrupción inveterada o la izquierdita nominal que rinde vil vasallaje a los mercados bursátiles". En efecto, son los chivos expiatorios de turno, son las válvulas de escape de una sociedad decadente, son los recursos a los cuales nos dirige el pensamiento dominante para canalizar nuestras frustraciones. El pensamiento dominante nos desarma ante el enemigo común, incluso nos alía con él, nos hace que seamos comprensibles con él, para que no nos enfrentemos a las verdaderas causas que han diseñado un sistema político y económico tan cruel y despiadado. Y ello porque, como hemos podido ir comprobando a lo largo de toda esta ya extensa serie de artículos, desde que nacimos hemos sido manipulados, preparados y educados para aceptar los dogmas que rigen la sociedad. Esos dogmas pertenecen a múltiples variantes: ideologías políticas, religiones inútiles, historia oficial manipulada: todo ello con la participación de gobiernos aliados e implicados en el sistema, cómplices con él. 

 

La construcción de esquemas mentales alternativos, de pensamientos diferentes, que cuestionen ampliamente, desde la base, las propias reglas del mundo en que vivimos, es ciertamente complicado, y requiere dosis elevadas de toma de conciencia, de análisis y de aprendizaje. No obstante, si adoptamos una mente abierta, inquieta, crítica, que huya de sectarismos, que se libere de prejuicios, de dogmatismos, de simplismos, si juzgamos a las ideas por sí mismas, si somos insistentes en la difícil búsqueda de la verdad...poco a poco las puertas de la verdad se nos van abriendo, vamos comprendiendo realmente el mundo en el que vivimos, vamos asimilando sus peligrosas reglas y normas, vamos desvelando sus trampas, y por tanto vamos viendo de manera concreta cómo puede irse transformando. Es un reto gigantesto, quizá el mayor reto que tiene planteado la humanidad en estos momentos, pues el pensamiento dominante se ha globalizado de forma universal. Pero si perseveramos, en última instancia podremos conseguir que el pensamiento dominante nos haga el menor daño posible, ejerza en nosotros cada vez menos influencia, consiga cada vez alienarnos menos. Hemos de liberarnos de su dogal, hemos de salir de la enajenación a la que nos somete. Y hemos de hacerlo a nivel individual, pero también a nivel colectivo, esto es, como sociedad. Pero ese camino ha de ser recorrido con mucho cuidado, porque las fuerzas que mueven el pensamiento dominante nos pondrán todo tipo de obstáculos en el camino. Dichas fuerzas quieren impedir nuestra liberación sobre él, y son fuerzas muy poderosas. 

 

Hemos de estar alerta, porque los agentes que transmiten y apoyan la difusión del pensamiento dominante no se dejarán vencer fácilmente, y pondrán en marcha todas aquéllas medidas que intenten anular en lo posible la proliferación de pensamientos alternativos, de planteamientos críticos con el sistema. Las visiones diferentes realmente radicales serán acalladas, ignoradas, boicoteadas, chantajeadas, silenciadas. Las posibilidades van desde la condena al ostracismo profesional a ciertas personas consideradas non-gratas por el sistema (fundamentalmente periodistas, investigadores, politólogos, sociólogos, psicólogos...véase el caso concreto vivido por Ignacio Ramonet, que él mismo relata en este artículo a propósito de su amistad con Fidel Castro), hasta las más sibilinas técnicas de propaganda mediática para desvirtuar opciones, pensamientos y actitudes. Y esto, incluso y llegado el caso y el momento, de una manera feroz, trágica y violenta, porque de ejemplos de todo ello está plagada la Historia. En fin, aquí finalizamos esta serie de artículos, esperando haber cubierto el objetivo que nos habíamos marcado al principio de la misma, y que todas estas reflexiones hayan sido útiles para los lectores y lectoras. Si hemos contribuido humildemente a formar mentes más críticas y más abiertas, objetivo cumplido. Al menos, habremos contribuido con nuestro granito de arena a un mundo mejor, más libre y más humano. Continuaremos próximamente publicando artículos y series en esta sección de Psicología del Blog, lógicamente en lo que tenga que ver con los asuntos que nos atañen cotidianamente. Muchas gracias a mis lectores/as por su fidelidad. 

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24 mayo 2017 3 24 /05 /mayo /2017 23:00
Viñeta: Iñaki y Frenchy

Viñeta: Iñaki y Frenchy

No nos dominarán por la fuerza, sino por la ignorancia

Simón Bolívar

A estas alturas de la presente serie de artículos, que ya estamos finalizando, creo que tendrán claro todos mis lectores y lectoras la importancia del desarrollo y expansión del pensamiento crítico por todos los medios posibles. Como venimos demostrando, hoy día se han extendido un conjunto de banalidades propias de un pensamiento único, sumiso y aberrante, que supone la plena aceptación y apología de todo lo existente. El pensamiento dominante es la mejor arma, y así lo hemos expuesto en multitud de aspectos, para controlar la mente y la vida de miles de millones de personas, repartidas en un mundo cada vez más despiadado, salvaje y caótico. Bajo ese prisma, el pensamiento dominante nos presenta al sistema capitalista como el vencedor indiscutible de la historia. Se nos intenta convencer de que dicho sistema es el "menos malo" de los existentes, y se nos presenta una visión histórica manipulada donde las posibles alternativas han fracasado estrepitosamente. Tildan a dichas alternativas como "el pasado", y al capitalismo como "el presente". Hacen loas al libre mercado, al liberalismo económico, a la iniciativa privada y al desprecio de lo público. Se presenta al capitalismo como el mejor de los mundos posibles, una realidad insustituible, sin concebir otras formas de organización social. Para que todo ello quede perfectamente enmarcado, se manipula la historia de forma descarada, para que el presente no se aparezca como una pesadilla que tenemos que soportar, sino como la única organización posible y el único sistema que funciona. 

 

Desde ese punto de vista, se impone la amnesia y el olvido para que aceptemos que el capitalismo siempre ha existido y siempre existirá, porque no es posible concebir otro mundo que funcione bajo otras reglas. Pero el conocimiento histórico nos ayuda a entender que el presente actualmente existente no es más que el resultado de la interacción de determinadas fuerzas, que a partir de cierto momento histórico impusieron su forma de entender las relaciones sociales. Y ello se hizo, en muchas ocasiones, desde la violencia y la irracionalidad. Aún hoy se continúa practicando en muchos países que intentan explorar otras vías que puedan representar una amenaza para el pensamiento dominante. Y como hemos explicado en anteriores entregas, el pensamiento crítico ha de ser radical, ya que para denunciar la injusticia y la desigualdad imperantes hay que llegar al fondo mismo de los problemas, esto es, a su raíz. La radicalidad así entendida no es ningún defecto, sino todo lo contrario, la garantía no sólo de que hacemos un correcto diagnóstico, sino de que también podemos plantear las oportunas soluciones. Un pensamiento radical debe huir de las apariencias, hurgar hasta el fondo en las motivaciones y causas de los problemas, y denunciar los mecanismos que mantienen la dominación, la explotación y la opresión. El pensamiento crítico ha de denunciar las falacias lingüísticas utilizadas por la clase dominante, llamando a las cosas por su nombre, recuperando la utilización correcta e idónea de los conceptos y de las ideas, y expresando sus consecuencias y trasfondos. 

 

El pensamiento crítico debe partir también de la base del anticapitalismo, es decir, de un enfrentamiento de base con respecto a los postulados del sistema económico imperante, injusto y depredador por naturaleza. Deben denunciarse las falacias del sistema capitalista, sus continuas crisis, sus bases en la desigualdad y en la ausencia de redistribución de la riqueza, y su obsesión por el mercado y el consumismo. Hay que denunciar la lógica mercantilista sobre todas las necesidades y derechos humanos, y su voracidad basada en el lucro y en el crecimiento ilimitado, todo lo cual trastoca los límites reales de nuestro entorno físico, es decir, nuestro planeta. El pensamiento crítico es a su vez un pensamiento abierto, que huya de los dogmas, que se base en las diversas tradiciones revolucionarias, así como en el conjunto de las artes y de las ciencias. El pensamiento crítico es renovador, adaptador, no acepta sin más los postulados de un sistema concreto, por muy perfecto o evolucionado que pueda parecer, sino que se enriquece constantemente con las corrientes de pensamiento complementarias que vayan pudiendo aportar sus puntos de vista a las corrientes clásicas. Por ello, aunque pueda partir de la base del marxismo, no debe limitarse a él, sino que debe también sumergirse en el anarquismo, el ecologismo, el pacifismo, el feminismo, el indigenismo y todo lo que ayude al propósito de reconstruir los elementos para la lucha contra el capitalismo y el imperialismo. El pensamiento alternativo también debe cuestionar ciertos preceptos que se han aceptado como mantras indiscutibles por la sociedad capitalista, tales como "crecimiento", "progreso", "bienestar", "modernidad", etc. Debe aportar otras visiones distintas sobre la idea de producción, de consumo, de reparto, de redistribución, de reciclaje, de remoción, etc. 

 

Debe tomar como meta alcanzable, como utopía posible los preceptos del buen vivir, replanteando todo el conjunto de relaciones entre una sociedad local, y entre ella y el resto de sociedades, cultivando nuevas formas de relación con las personas, los pueblos, los países, los animales y la naturaleza. Debe poner como objetivo indispensable la lucha contra el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas, pues son ellos los que nos permiten la vida sobre este planeta. El pensamiento alternativo también debe ser, lo hemos dicho, ecologista y antipatriarcal. Debe cuestionarse las intrincadas relaciones que han mantenido modelos de relación entre hombres y mujeres, y sus roles ante la actividad humana. Hay que denunciar no sólo el conflicto capital-trabajo clásico del pensamiento de izquierdas, sino también el conflicto del patriarcado, y el conflicto capital-planeta, si queremos plantear soluciones globales a los tremendos problemas civilizatorios que padecemos. Hay que replantearse sistemas de gobernanza global más democráticos, para inclinar la balanza de la globalización hacia la verdadera globalización de los derechos humanos, de los animales y de la naturaleza. Hay que proceder a un profundo discurso ético sobre los límites y los efectos de la imparable robotización, para ponderar sus implicaciones sobre todas las actividades humanas, sin perder el horizonte de sociedades justas y avanzadas. Asímismo, el pensamiento crítico que se enfrente a los dogmas del pensamiento dominante debe ser nacionalista e internacionalista a un tiempo. Hay que denunciar el falso dilema planteado por la globalización neoliberal, que demoniza todo lo relacionado con lo nacional, y lo identifica como propio del atraso y de la barbarie. 

 

Y como nos argumenta Renán Vega Cantor en este breve documento: "Esto lo han hecho con la finalidad de justificar la entrega de la soberanía de los países y el regalo de los bienes comunes que se encuentran en sus territorios, todo a nombre de una pretendida modernización global". Por tanto, se debe denunciar esta falacia, y abogar no por el trasnochado patriotismo barato de bandera y pulsera, propio de la retrógrada mentalidad de los poderosos que han aplastado a los más vulnerables bajo la razón de la patria. Debemos apostar entonces por un nacionalismo abierto, cosmopolita y basado en las personas, tomando la famosa máxima de José Martí: "Patria es Humanidad". Esto se traduce en que aunque estemos asentados en un territorio, y nos identifiquemos como un pueblo, para comprender mejor el mundo hemos de relacionarnos de forma más adecuada con otros pueblos, países y territorios, y no creernos ni mejores ni peores que ellos. Ese enfoque está en plena sintonía para poder solidarizarnos y compartir las luchas de los oprimidos del mundo entero, y en ese sentido tenemos que entender el internacionalismo. Y abundando en ello, el pensamiento alternativo es por definición un pensamiento anticolonialista y antiimperialista. La siempre latente colonización, agenciada por las clases dominantes para mantener y extender sus privilegios, ha sido la responsable de la exclusión, la discriminación y la explotación de indígenas, afrodescendientes y mestizos pobres por todo el mundo, desde hace siglos. Aún hoy día se mantiene. Por último, el pensamiento crítico y alternativo debe conjugar los postulados teóricos con la actitud comprometida, valiente y decidida para cambiar el mundo. Un pensamiento que ha de devenir en praxis concreta y transformadora, para cambiar la realidad social de nuestro mundo. Continuaremos en siguientes entregas.

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17 mayo 2017 3 17 /05 /mayo /2017 23:00
La transmisión del pensamiento dominante (62)

El uso manipulador del lenguaje es tan antiguo como el dominio de unos seres humanos sobre otros. Todos los dominadores, magos, religiosos, políticos, económicos, intelectuales, etc., utilizaron las palabras para confundir, aterrorizar, ocultar y mantener la ignorancia sobre las verdaderas relaciones de dominio y explotación. De ahí la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico, independiente

Vicente Romano (“La intoxicación lingüística”)

En la última entrega de esta serie ya adelantamos la patética razón para la elección del 3% como el valor al cual las autoridades de la UE obligan a los Estados miembro a reducir su déficit público. Nos lo explicaba el economista Juan Torres en este artículo, que estamos tomando como referencia, donde aseguraba que dicho criterio fue una invención de un funcionario francés, Guy Abelle, cuando su jefe le pidió alguna norma para que el Presidente Mitterrand pudiera frenar las demandas de más presupuesto que le hacían sus Ministros. De esta forma, algo absolutamente ridículo y creado para la ocasión con tal de justificar dicha decisión, hoy día se establece como una norma de obligado cumplimiento para esta fanática organización supranacional, este selecto "club" en que se ha convertido la Unión Europea neoliberal. Tal y como reconoció Abelle años después, el 1% o el 2% le parecía demasiado poco, mientras que "...el tres es una figura sólida que tiene detrás de él precedentes ilustres (...), un amplio eco en la memoria común: las tres Gracias, la Trinidad, los tres días de la Resurrección, los tres órdenes de la Alquimia, la Tríada hegeliana, las tres edades de Augusto Compte, los tres colores fundamentales, el acuerdo perfecto...la lista es infinita". Completamente ridículo. Pues aunque pueda parecer mentira, esa y no otra es la teoría o la "ciencia" económica que se esconde detrás de dicha decisión. Todo un engaño, que hasta el que fuera Presidente del Instituto Monetario Europeo, Alexandre Lamfalussy, reconoció sin tapujos: "Los gobernadores son gente demasiado honesta y que saben que los criterios son arbitrarios. Yo jamás habría aceptado cifras de este género". 

 

De esta forma, podemos concluir que el criterio del 3% de reducción del déficit público para todas las economías de los países de la Eurozona es una arbitrariedad, una farsa, pero además, algo completamente inútil para lo que aseguraban que iba a servir, es decir, para reducir la deuda. De hecho, como nos aporta Juan Torres, cuando esta cifra comenzó a utilizarse como criterio de obligado cumplimiento para todos los países, la deuda era aproximadamente de un 55% del PIB como media de los países europeos, y ahora, después de años de estricta aplicación, dicha media supera el 90%. El fracaso por tanto es rotundo. La falacia es total. La manipulación es absoluta. Y mientras, millones de vidas de personas, de hombres y mujeres europeos y europeas, se han quedado por el camino. Porque dicha absurda cifra les ha servido para destrozar millones de vidas humanas, para condenarlas a la precariedad, a la miseria y a la pobreza, mientras los beneficios de los más poderosos crecían sin cesar. La explicación está bien clara: dicha cifra ha sido sólo un recurso de los dirigentes europeos para disciplinar y someter a los Gobiernos (que a su vez lo han hecho sobre el conjunto de la población) y para anular su capacidad de maniobra, dirigiendo la economía de todos los países hacia los fanáticos postulados del neoliberalismo. Tomemos este dato como referencia, porque es un estupendo botón de muestra para comprender cómo funciona el pensamiento dominante. Esta es una buena prueba de su auténtica naturaleza: maléfico, absurdo, manipulador, sesgado, interesado, alienante, perverso, inútil. Hemos de huir de él como de la peste. Rompamos pues lanzas en pro del pensamiento alternativo, útil, liberador. Nunca me cansaré de recomendar esto. 

 

Pero si nos asusta esta tarea de desbancar al pensamiento dominante, o si la creemos utópica, pensemos por ejemplo en magníficas obras literarias que han demostrado lo contrario. Se me viene a la memoria como ejemplo la fantástica obra "Doce hombres sin piedad", de Reginald Rose, que fue llevada al teatro, y luego al cine protagonizada por auténticos pesos pesados de la escena (el papel principal para Henry Fonda), e incluso tenemos una versión a la española dentro de la serie dramática "Estudio 1" de TVE, emitida durante los años 70. Pues bien, en esta estupenda obra, como recordarán los lectores y lectoras que la conozcan, se expone cómo un solo hombre de un jurado popular consiguió convencer al resto (los que representaban al pensamiento dominante para el caso de asesinato que se juzgaba), haciéndoles razonar, enfrentarse a los hechos sin prejuicios y sin complejos, e inoculando en ellos la semilla de la duda razonable sobre la supuesta culpabilidad del joven procesado. Esta obra, junto con otras muchas, nos demuestra que sí se puede, que es posible vencer al pensamiento dominante, que es posible eliminar de las mentes y de las actitudes humanas la lacra del pensamiento único, y sacar a relucir sus falacias y sus mentiras, poniéndolo en evidencia. Es posible por tanto desenmascararlo y liberarnos de su dogal. Y puede que nos desanime el hecho de pensar que nosotros solos (cada uno de nosotros) no vamos a conseguir nada, que esto es tarea de todos, y que aún estamos a años luz de conseguir ganar la batalla al pensamiento dominante. 

 

Pero quizá precisamente el mayor reto que el pensamiento crítico tiene para poder desbancar al pensamiento dominante es erradicar la propia actitud conservadora de nuestra mente, que tiende a infravalorar todo aquéllo que no se conoce, que se ignora, que nos parece distinto a lo usual, que se enfrenta a lo establecido. Pensemos por un momento, y nos daremos cuenta de que todo lo que no conviene a los intereses del pensamiento dominante, o no gusta o no se entiende se etiqueta como "extremista" o "radical", que ya se han establecido en el lenguaje dominante como típicos adjetivos fetiche que el pensamiento dominante asigna sin más a todas las ideas o conceptos alternativos que se le enfrentan, o que ponen en entredicho sus bases conceptuales. Y así, se consideran "radicales" otros enfoques del trabajo humano que no sean los convencionales, se considera radical el reparto equitativo de la riqueza, se considera radical el proporcionar una renta básica universal, se considera radical oponerse al pago de la deuda insostenible, se considera radical aspirar a una sociedad laica, se considera radical aspirar a la igualdad absoluta entre hombres y mujeres, o se considera "buenista" (ingenuo) aspirar a la paz mundial, entre otros muchos ejemplos que podemos exponer. Las élites poderosas y las clases dominantes son las responsables de adscribir estos adjetivos a dichas propuestas, porque en el fondo sienten un miedo atroz a que los buenos ejemplos del pensamiento alternativo culminen con éxito, e ilustren a la humanidad otras formas posibles de ver el mundo, de entender la política, de analizar la realidad que nos rodea.

 

El pensamiento dominante pretende impedir a toda costa que se instauren dichas medidas, y la mejor forma de hacerlo es abortando lo más rápido posible cualquier intento de transformar el mundo para liberarlo del dogal de las ideas dominantes, y demostrar así que otras formas de vivir, de consumir, de gobernar, de repartir, de participar, son posibles. Pero lo cierto es que no lo conseguirán jamás, aunque intenten por todos los medios impedir por la fuerza la expresión y la difusión del pensamiento alternativo. De hecho, durante siglos las clases dominantes han oprimido al resto con el fin de asegurar sus privilegios, y su arma más poderosa, el pensamiento dominante, ha sido también su más fiel aliado entre los oprimidos. El pensador francés Simone de Beauvoir ya lo expresó de esta forma: "El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos". ¿Y cómo conseguirlo? Inoculando en ellos la atávica fuerza de la creencia, el inmenso poder de un pensamiento, de un conjunto de ideas, que se implanten de forma subliminal pero inteligente, y que aseguren la dominación de una parte de la sociedad. Erich Fromm, un gran pensador al que ya hemos recurrido en entregas anteriores de esta serie, lo dejó expresado con gran claridad: "Un análisis de la sociedad histórica, con cinco o seis mil años de explotación de la mayoría por una minoría gobernante, revela con toda claridad que la psicología de dominancia y sumisión es una adaptación al orden social basado en el poder ejercido por una élite (...). Es, claro está, muy cómodo creer que la estructura social sea resultado de una necesidad innata del hombre y por ende natural e inevitable. La sociedad igualitaria de los primitivos demuestra que no es así". Continuaremos en siguientes entregas.

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10 mayo 2017 3 10 /05 /mayo /2017 23:00
La transmisión del pensamiento dominante (61)

Por tanto, no se trata de fomentar la expansión de la mente sino su constreñimiento; no se trata de que la persona ponga en cuestión las normas o lo que se le dice sino de que acepte que no hay alternativa, que no hay otra posibilidad a lo ya dicho. Se trata en definitiva de “cortarle las alas” al pensamiento ya desde la más temprana edad, se trata de construir piezas para el sistema. Así, la creatividad, la reflexión y la crítica son ahogadas desde bien pronto a cambio de tener ciudadanos dóciles y simples mentalmente, personas que siendo ya adultas serán incapaces de realizar ninguna crítica ni de plantearse ante cualquier cuestión o norma ni tan solo: ¿por qué?. El resultado pues son unos ciudadanos que no se hacen preguntas porque ni tan siquiera saben y que solo acatan lo que se les dice

Vicente Berenguer

En el artículo anterior de esta serie mostrábamos algunos ejemplos de cómo el pensamiento dominante coloniza las mentes en cuanto al pensamiento económico se refiere, pero no es la única manifestación ni faceta donde actúa. Porque igualmente, el pensamiento dominante también se atreve a desacreditar la ciencia cuando claramente entra y pone en grave conflicto de intereses cierta cuestión social o política. Un buen ejemplo de ello lo tenemos actualmente con el famoso asunto del cambio climático. Que el cambio climático como fenómeno causado por la acción del hombre es un hecho constatable, es algo que ya han demostrado multitud de científicos, de informes, de estudios, de experimentos y de foros internacionales. Sin embargo, para las clases dominantes, asumir este hecho y reaccionar en consecuencia para intentar frenar los perversos efectos del cambio climático supondría llevar a cabo una completa reorientación de sus políticas ambientales, y sobre todo energéticas. Y como esta reorientación iría lógicamente en contra de los intereses de los grandes grupos de poder (que son los que están detrás de las grandes empresas, de los grandes bancos y de los grandes medios de comunicación), lo que hacen es difundir campañas de información engañosas, intentando desacreditar los innumerables estudios científicos que avalan el cambio climático como un hecho, que instan a desarrollar un cambio profundo en las políticas actuales. 

 

Lo que hacen es situar el foco de atención en otras explicaciones, normalmente tan absurdas como ridículas. Como disponen de grandes ejércitos de medios, de periodistas y de profesionales de todo tipo a su servicio (patronatos, fundaciones, tanques de pensamiento, etc.), elaboran, publican y difunden contrainformes que desacreditan los datos emitidos por la comunidad científica, y así al menos, siembran en la ciudadanía la duda y el falso debate. Obsérvese como claro paradigma de lo que decimos las políticas que el nuevo Presidente de los Estados Unidos, el magnate Donald Trump, está implementando en este terreno: desmontaje de la Agencia de Medio Ambiente, retirada de los Acuerdos Climáticos de París, recuperación de las fuentes de energía procedentes del carbón, y retirada de subvenciones a las empresas que fomenten las energías renovables, y todo ello bajo el falso mantra de que "El cambio climático es un cuento chino". Otro ejemplo más, de los muchos que llevamos expuestos durante toda esta serie de artículos, de la vergonzante impunidad del pensamiento dominante, y de hasta qué punto pueden ser peligrosas para la humanidad las élites políticas, económicas y sociales que nos gobiernan. En el fondo de la cuestión, la misma explicación de siempre: poner los intereses económicos de estas élites por encima de cualquier otra consideración de índole social, política o cultural que pueda hacerles sombra, amenazando con disminuir sus enormes privilegios. 

 

Bien, prometí en su momento (cuando exponíamos la importancia de hacer la siempre sabia pregunta: ¿por qué?) dar respuesta a mis lectores/as sobre el motivo para la famosa y enigmática cifra del 3% del PIB como límite permitido para el déficit público de los países de la Eurozona, aunque ya advertimos entonces de que no existía respuesta para esa pregunta. Insté a mis lectores/as a preguntarse constantemente sobre el por qué de las decisiones que no se entiendan, a cuestionarse los intereses que hay detrás de ellas, de los auténticos motivos que las mueven. Pues bien, vamos a ello. El Catedrático de Economía Juan Torres (autor del libro cuya portada hemos reseñado en la imagen de entradilla) explica en este artículo la razón de la decisión del 3%. Vamos a seguir su explicación. Comienza su artículo con una buena pregunta: "¿Cómo se justifica que se pueda "perdonar" el déficit que genera el gasto militar y no el gasto necesario para salvar vidas humanas o el empleo y los ingresos de millones de personas y empresas? No hay respuesta para esta pregunta".  Aún hoy intentan convencernos de ello. El Ministro Montoro, dentro del contexto del debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado, se refería hace pocos días a la "borrachera de gasto público" que había practicado el Estado, lo cual, según él, había generado la crisis. Es tremendo que después de tanta corrupción destapada y después de tantas políticas económicas inútiles para su cometido (aunque muy útiles para su cometido encubierto), aún pretendan engañarnos de esta forma. 

 

Retomo de nuevo las palabras de Torres López: "Se dijo por activa y pasiva que los recortes sociales y las ayudas multimillonarias a la banca eran la condición necesaria para recobrar la actividad y el empleo, para reducir la deuda y para asegurar definitivamente el sistema financiero. Pero lo cierto es que desde que empezaron a aplicarse en la Unión Europea al estallar la crisis hay unos siete millones menos de empleos a tiempo completo, seis millones más de parados, otros casi seis millones más de empleos no voluntarios a tiempo parcial (en la UE28), cinco millones más de personas en riesgo de pobreza y 35 puntos más sobre el PIB de deuda pública (en la Eurozona). Y los bancos se siguen encontrando en insolvencia y muchos de ellos a punto de estallar de nuevo en cualquier momento. Pero eso no es sólo un fracaso o un error sino un engaño porque eran multitud los economistas que habían advertido que esto era justamente lo que iba a ocurrir cuando las autoridades decían a los ciudadanos que sus políticas frente a la crisis eran seguras, las adecuadas y plenamente infalibles". Disfraz, engaño, perversión económica. Debacle social y humanitaria. Más riqueza para los ya ricos. Estos han sido exactamente los efectos. Y aún siguen defendiéndolos. Y aún continúan imponiéndolos. Aún siguen intentando colarnos bulos, engaños y estafas. Aún continúan en su afán de enriquecer a los más ricos, y hundir en la miseria a los más pobres. 

 

Pues bien, Juan Torres (y muchos otros economistas que se escapan del pensamiento económico convencional) sostiene que el criterio del tres por ciento no tiene base científica alguna. Asegura que no hay nada, absolutamente nada que lo justifique. Se podría haber puesto en su lugar el 1, el 5 o el 30%, con el mismo fundamento económico, esto es, ninguno. Y aquí viene la explicación para tan absurda medida: El criterio del 3% del PIB como límite para el déficit público se lo inventó un funcionario francés, Guy Abeille, cuando su jefe le pidió alguna norma para que el recién elegido Presidente Mitterrand pudiera frenar las demandas de más presupuesto que le hacían sus ministros. En unos minutos tuvo que inventarse algo, siendo plenamente consciente de que no había ningún economista ni teoría económica alguna que proporcionara fundamento para algo así. Pero como tenía que ofrecer rápidamente una solución a sus superiores, se decidió por el 3%. Estos jerifaltes de la Unión Europea lo han adornado con todo tipo de absurdos razonamientos, lo han aliñado con otras cifras en cuanto a deuda pública, y otras cifras macroeconómicas, y lo han vendido como el sancta sanctorum de los planes de la Troika. Al principio, estos "objetivos de convergencia" fueron vendidos como una simple "recomendación", pero con el reforzamiento de ese pensamiento dominante, hoy día es una plena exigencia de la Unión, que controlan en cada país mediante sus "hombres de negro", que negocian para cada año, y que establecen sanciones a los países que lo incumplen. Como decimos, se trata de darle apariencia técnica, científica y rigurosa a lo que sólo es un absurdo económico. Continuaremos en siguientes entregas.

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3 mayo 2017 3 03 /05 /mayo /2017 23:00
La transmisión del pensamiento dominante (60)

Hay que preguntarse si la economía pura es una ciencia o si es “alguna otra cosa”, aunque trabaje con un método que, en cuanto método, tiene su rigor científico. La teología muestra que existen actividades de este género. También la teología parte de una serie de hipótesis y luego construye sobre ellas todo un macizo edificio doctrinal sólidamente coherente y rigurosamente deducido. Pero, ¿es con eso la teología una ciencia?

Antonio Gramsci

El pensamiento dominante también afecta a la ciencia, en el sentido de instrumentalizarla hacia la consecución de sus fines, que no son otros que difundir un cierto pensamiento económico y científico que beneficia a las élites en detrimento de las clases populares. Como tantas veces hemos afirmado, la economía es quizá el bastión donde se centralizan todas estas tendencias, intentando convencer de que la economía es una ciencia exacta, y desde ese punto de vista, difundir que las tesis económicas que se adhieren a las corrientes neoliberales son las únicas posibles, desacreditando al resto de corrientes de pensamiento. Vamos a rescatar en este sentido una reciente entrevista realizada al economista Eduardo Garzón, realizada por Andrés Villena para la Revista "Contexto y Acción", donde intenta explicar este fenómeno. De entrada, las Universidades, los tanques de pensamiento, y por supuesto los medios de comunicación como voceros de todos ellos, intentan difundir al máximo las tesis económicas dominantes. Todo un ejército de economistas a sueldo de grandes empresas y fundaciones se esmera en publicar trabajos para difundir los mitos económicos dominantes. Precisamente Eduardo Garzón acaba de publicar un ilustrativo ensayo titulado "Desmontando los mitos económicos de la derecha", que intenta rebatir todos estos mitos. 

 

Pero ¿qué son basicamente estas tesis? Pues un laberinto de razonamiento con apoyo matemático destinado a enmascarar una ideología al servicio de la conservación del status quo y de los privilegios de las clases dominantes. Eduardo Garzón lo ha expresado así: "Esta es una de las trampas de la ciencia económica convencional: tratar de presentar una ciencia social como una ciencia exacta a través de fórmulas matemáticas y de ecuaciones, disfrazando algo que en realidad es una ideología". ¿Cómo se forman nuestros actuales y futuros economistas? La Universidad ejerce un adoctrinamiento sutil como proceso de aprendizaje. No se acepta que la economía no es una ciencia exacta, sino una ciencia social, y desde este punto de vista, la ciencia económica es algo muy plural, con múltiples y posibles enfoques. El problema es que se enseña sólo uno de ellos, privando al alumnado del conocimiento de otros enfoques distintos al convencional. Lo que es meramente una teoría económica se transmite como LA (única) teoría económica posible, sin otras alternativas. Y bajo el sustrato de la exactitud de dicha ciencia, se intenta convencer de que otros enfoques no son posibles. Los economistas que terminan sus estudios acaban pensando que el enfoque aprendido es el único posible, y luego trasladan dichos enfoques en su actividad profesional, tratándolos como la verdad absoluta. Sin embargo, todo tiene mucho más que ver con la ética, con la moral, con la política y con el poder, que con la resolución de un problema matemático. 

 

Retomemos de nuevo las palabras de Eduardo Garzón: "Por ejemplo, si un Ayuntamiento tiene un presupuesto para construir o bien un colegio o bien una iglesia pero no las dos cosas, ese problema no tiene una única solución, no va a haber ninguna ciencia exacta que nos diga qué hacer. Eso dependerá más bien de las preferencias de cada una de las personas que se vayan a ver afectadas por esta decisión, lo que nos traslada a un ámbito subjetivo y de opinión. Por tanto, cuando uno intenta aplicar a esta realidad tan compleja y tan subjetiva herramientas matemáticas, no está utilizando instrumentos verdaderamente útiles para entenderla". Pero en vez de ello, la corriente económica convencional parte de una serie de premisas que son expuestas como verdades indemostrables, que se dan por ciertas y que constituyen las reglas del juego que condicionan los resultados de la aplicación de la lógica matemática. Pero estas premisas no tienen por qué asemejarse en absoluto a la realidad. Y cómo no, este enfoque dominante tiende a fortalecer el status quo y los intereses de las poderosas élites. Eduardo Garzón (a preguntas del entrevistador) pone el ejemplo del mercado. Mientras los economistas convencionales tienden a ver el mercado como un resultado del orden espontáneo, del libre intercambio entre las personas, y que cuanto más desregulado esté, mejor, Garzón lo entiende de otra forma. Porque en realidad, todas estas reglas han sido creadas por el ser humano, y por las autoridades competentes, y responden a decisiones políticas que pueden ser autoritarias o democráticas. De hecho, cada uno de los mercados que existen en el mundo es distinto porque responde a decisiones políticas y a contextos diferentes. 

 

Y así, cuando se afirma que se va a "desregular" el mercado, en realidad lo que se está queriendo decir es que se va a regular en función de otros intereses distintos a los existentes. Y lo que se vende como una "necesidad demostrable científicamente", no es que más que una opción y una decisión política. Los mercados siempre están regulados. Los neoliberales abogan por una regulación de los mercados que no proteja a ningún colectivo frente a otro y donde cada uno juegue con el poder que tiene. Y de esta forma, vende su concepto de la "igualdad" desde la implícita desigualdad. Este es el error del neoliberalismo: no tiene en cuenta que nacemos con unas reglas del juego trucadas y con agentes económicos que tienen muchísima más influencia y poder, por lo que se acaba imponiendo la ley del más fuerte. En torno a todo ello, el pensamiento dominante elabora toda una serie de proclamas falaces: "El dinero está mejor en el bolsillo de los contribuyentes", "Hay que apoyar a los emprendedores", etc. Pero no se paran a pensar que un autónomo, por muy buena voluntad que tenga, si comienza su negocio y tiene que competir con las grandes empresas transnacionales, que tienen muchos más medios, poder e influencia, va a acabar perdiendo siempre. La solución por tanto no es darle más libertad al autónomo, ni rebajarle cuotas impositivas (para pagar menos impuestos, que es otro de los mantras neoliberales). La solución está precisamente en el control de los abusos de poder de esas grandes empresas, lo que requiere rediseñar las reglas del juego, es decir, "regular"  los mercados justamente en el sentido en que a las élites dominantes no les interesa. 

 

La actividad y el poder monetario (de fabricar dinero) también es otro mito del pensamiento económico dominante. Se nos vende la idea de que poco menos está mal visto que el Estado crea y ponga dinero en circulación, mientras que ello se ve bien para las empresas. Por ejemplo, los bancos crean dinero diariamente al conceder créditos, incrementando la cantidad de dinero en circulación. No se dice entonces nada con respecto a la posible inflación, y sin embargo, cuando lo hace el Estado, sí se entiende como un peligro. Se trata por tanto de una postura puramente ideológica: nos han ocultado que los bancos crean dinero, pero sin embargo nos han dicho que sería perjudicial que lo hiciera el Estado. Hay que darle la vuelta al argumento dominante: un Estado puede y debe crear dinero sin que las cosas empeoren, y es bueno disponer de esta herramienta y hacer uso de ella cuando haga falta para garantizar la satisfacción de las necesidades sociales de su población. En el fondo de la cuestión, detrás del pensamiento económico dominante se oculta un profundo desprecio al Estado como entidad pública, mientras se venera la actividad económica de las empresas privadas. Eduardo Garzón concluye que "hoy día el dinero es una herramienta secuestrada". Actualmente, la creación de dinero y su puesta en circulación sólo responde a decisiones del sector privado, mientras que la vía para generar dinero desde lo público está constreñida y limitada por disposiciones y reglas sobre el déficit público, sobre la deuda pública, sobre su financiación, etc. Porque el hecho es que la creación de dinero fue privatizada hace tiempo, y cada vez se intenta privatizar más, y esto responde, una vez más, a decisiones ideológicas más que a necesidades técnicas. La diferencia es fundamental: cuando los bancos crean dinero, hacen negocio con él. Cuando es el Estado el que lo crea, nadie se lucra (en un entorno sin corrupción, claro está, es decir, controlado democráticamente). Esta es la diferencia. Continuaremos en siguientes entregas.

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19 abril 2017 3 19 /04 /abril /2017 23:00
La transmisión del pensamiento dominante (59)

El poder sabe que las religiones distorsionan la realidad a su favor y pueden ser vehículos fundamentales para socializar la historia y la actualidad de un modo falso, controlando las conciencias de los individuos a través de edictos o proclamas morales ancladas en creencias basadas en la fe

Armando B. Ginés

El poder de la Iglesia Católica en nuestro país llega a ser realmente impresionante, pues poseen cientos de edificios de su propiedad (por los que no pagan impuestos), reciben de los Presupuestos Generales del Estado grandes cantidades para su financiación, y están presentes, directamente o mediante sus instituciones allegadas, en gran parte de las actividades públicas y privadas que se organizan diariamente. No es momento ni lugar, ni por otra parte podemos hacerlo, para debatir a fondo, analizar y presentar una postura crítica ante el fenómeno de la religión. Para los lectores y lectoras interesadas, les recomiendo nuestra breve serie de dos artículos titulada "Dios, la Moral y la Religión desde una óptica marxista". Allí dimos un enfoque de la religión más profundo, pero aquí no se trata de esto, sino de exponer la presencia de la Iglesia como elemento fundamental y modulador del pensamiento dominante. Nuestra tarea en esta serie de artículos ha pretendido únicamente denunciar aquéllos esquemas difundidos por el pensamiento dominante, sus métodos de transmisión y de control, y cómo podemos actuar contra ellos, para combatir la alienación que nos provocan. Luego por tanto, y volviendo al tema que nos ocupa, no podemos ni debemos cuestionar las creencias religiosas por sí mismas (aunque como marxistas tengamos lógicamente nuestro propio planteamiento). 

 

Sólo debemos poner de manifiesto el aberrante poder de la Iglesia Católica como institución en nuestro país, e intentar hacer ver a nuestros lectores/as la necesidad de que dicha institución y todo lo que ella representa, desaparezca de la vida pública, de todas sus manifestaciones, y queden relegadas a su presencia únicamente en el ámbito privado. Los fines sociales han de responder a principios de justicia y solidaridad, no a la caridad individual. Y a una política de Gobierno, que no puede depender de la discrecionalidad de la casilla que se marque en un impreso. Además, el 40% de lo que se obtiene por "fines sociales" también va a organizaciones que dependen de la Iglesia Católica. Simplemente, no deberían existir estas casillas en el impreso de declaración del IRPF. De hecho, la organización Europa Laica insta a la ciudadanía a no marcar ninguna de estas casillas. La política fiscal no tiene por qué depender de las decisiones particulares de cada ciudadano. La tiene que establecer el Estado. Denunciamos por tanto no a la Religión, en mayúsculas, por sí misma, como fenómeno social y humano, como manifestación antropológica, histórica y cultural de masas, sino a la influencia de la religión en la vida pública, porque entendemos que la vida pública debe funcionar bajo el imperio de la política, y no bajo el imperio de la fe. La fe de cada persona es algo íntimo, privado, propio de cada cual (o la ausencia de dicha fe), pero la vida pública es la vida colectiva, es la vida de todos, y se tiene que regir por otros parámetros. 

 

Se tiene que regir por parámetros sociales consensuados por todos, democráticamente, se tiene que regir por la Ley, por la razón, por procesos y métodos racionales, fiables, contrastables, medibles y cuantificables, se tiene que regir por la política, que es la ciencia que nos dibuja el mundo al que queremos dirigirnos. La política no puede ser guiada por la religión, porque simplemente tendríamos un conflicto de intereses, porque política y religión se mueven en dimensiones distintas. Por ello debemos defender, propugnar y luchar por un Estado Laico, que es aquélla configuración del Estado, que, siendo profundamente respetuosa con todas las religiones, prohíbe expresamente vincular cualquier actividad, símbolo o manifestación religiosa con la vida pública e institucional. Pero debemos cambiar nuestros esquemas mentales también en otros muchos ámbitos. Por ejemplo, debemos abrirnos al ámbito científico. Es un hecho contrastable y demostrado que el cambio climático es una realidad, o que las energías renovables deben tomar el control y el protagonismo sobre las anteriores energías contaminantes, sucias y peligrosas. Si no estamos abiertos al hecho científico, a la evolución de la ciencia que nos muestra cada vez más y mejor determinados aspectos de nuestra realidad, la vida pública, la política y la sociedad continuarán anclados en el pasado, sin posibilidad de renovación. Es la ciencia la que a lo largo de toda la Historia de la Humanidad ha mostrado al hombre la realidad en la que vive, y le ha ayudado a entender los fenómenos que no comprendía. Sólo la fe intolerante y ciega ha cortado el camino a la ciencia en muchas ocasiones, y esto es algo que no puede volver a ocurrir. 

 

Pero además de todo ello, también habíamos hablado de esa revolución individual, de ese cambio de actitud personal, de esos cambios en nuestras escalas de valores. Ejemplos como someterse lo menos posible en el trabajo, recuperar la conciencia colectiva de los bienes públicos, reivindicar nuestras ideas en la intimidad y en público, ayudar a concienciar a los demás, con el mismo espíritu crítico que empleamos con nosotros mismos, trabajar para vivir y no al revés, deshacernos de los dogmas capitalistas, desprendernos del culto al dinero, a las posesiones materiales, tener siempre presente la lucha de clases, tener muy claro que la empresa y los empresarios son enemigos de la clase trabajadora, por mucho que disfracen esta lucha de clases bajo una aparente "amistad". Aprovechar nuestro tiempo libre intentando someternos lo menos posible a los paradigmas alienantes del sistema, a los dogmas cerrados, que también son difundidos por el pensamiento dominante. Recordar la famosa pregunta: "¿Por qué?". Consumir menos, lo realmente necesario para una vida digna, para un consumo responsable, endeudarnos lo menos posible. Renunciar a la posesión de bienes, productos o servicios que no necesitemos, renunciar a todo culto al lujo, al lucro personal, a los ingresos innecesarios, al trabajo obsesivo. La emancipación o liberación intelectual ha de ser completa, teórica y práctica, no debemos conformarnos con una huida interior, con un "yo no me lo creo", o un "todos son iguales", o un "a mi no me engañan". Con ello estaremos practicando una rebeldía de andar por casa, una rebeldía inofensiva para el sistema. 

 

Debemos también usar el derecho al voto de forma inteligente, coherente, sin perder de vista que otro sistema, otro mundo y otro pensamiento son necesarios y posibles. No son utopías. Es nuestro deber y nuestra responsabilidad luchar por ellos, pues, entre otras cosas, es el legado que vamos a dejarle a las generaciones venideras. Debemos votar a los partidos que apuesten por cambios profundos, radicales, del sistema, que defiendan el desarrollo pleno e integral de la democracia y de los derechos humanos, de los animales y del planeta. Que concedan derechos a las personas, pero también a los pueblos y a la naturaleza. Y si no los encontramos, o éstos también nos traicionan, debemos seguir siendo críticos, practicando la abstención o el voto en blanco, como forma de boicot, de sabotaje al sistema. Huir de los lacayos del sistema, de los serviles a los poderosos, de los bufones de los mismos, de sus vasallos, vengan de donde vengan, y estén donde estén. Practicar en todo momento, lugar y actividad la rebeldía, el inconformismo, la inteligencia, la crítica, la independencia, la razón, la conciencia, el activismo, la reflexión, el análisis profundo, la ética personal y profesional, los principios y convicciones, la coherencia, la valentía, la mente abierta, el pensamiento libre, la determinación, la fuerza de voluntad, la dignidad, la libertad. Sólo así nos convertiremos en piezas peligrosas para el sistema, en firmes cuestionadores del pensamiento dominante, y en embajadores del pensamiento alternativo, que podrá expandirse por toda la sociedad. Continuaremos en siguientes entregas.

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12 abril 2017 3 12 /04 /abril /2017 23:00
Fuente Viñeta: https://laicismo.org/

Fuente Viñeta: https://laicismo.org/

El meollo del asunto estriba en liberarse del miedo, una emoción muy arraigada en el corazón humano. El miedo ha estado en el origen de la mayoría de las religiones, el miedo ha sido la fuente de la mayoría de los códigos morales, el miedo conforma nuestros instintos, en nuestra juventud nos inculcan el miedo y, en definitiva, el miedo está en el fondo de todo lo que es malo en el mundo. Una vez nos hemos liberado del miedo, tenemos toda la libertad del universo

Bertrand Russell

El dogma religioso, opuesto a los principios y valores democráticos, lleva a desarrollar una oposición radical a determinadas leyes cuya finalidad es reconocer derechos a personas, a animales, incluso a la propia naturaleza, como han sido históricamente las leyes del divorcio, el aborto, la liberación de la mujer, el matrimonio entre homosexuales, etc., que han encontrado siempre la activa y feroz oposición de la Iglesia Católica y de sus más encarnizados fieles. Por supuesto, estas leyes no obligan a nadie a divorciarse, a abortar, ni a casarse con una persona del mismo sexo, simplemente reconocen el derecho a poder hacerlo a las personas que lo deseen y cumplan los pertinentes requisitos legales. Por tanto, estas leyes no afectan a los fieles católicos que no deseen ejercer este tipo de derechos, y en todo caso, si desean ejercerlos, lo harán bajo el pleno uso de su libertad. Se trata por tanto de leyes que respetan el cumplimiento de las normas morales católicas para sus fieles. Sin embargo, la jerarquía católica pretende siempre que todos los ciudadanos, quieran o no, se sometan a sus normas morales, y que las leyes civiles, independientemente de lo que opine la mayoría del pueblo, se ajusten a sus creencias, que para ellos representan la verdad absoluta. Podemos encontrar un fantástico ejemplo de ello en la reciente polémica creada por el ya famoso autobús transfóbico de la organización ultracatólica Hazte Oir, que presenta sus intolerantes y aberrantes mensajes como una defensa "frente al totalitarismo de la ideología de género". 

 

Es decir, para ellos, las leyes aprobadas democráticamente representan la imposición de una ideología, y en cambio no dicen nada de la auténtica imposición a sangre y fuego del adoctrinamiento católico durante siglos en los cuerpos y las mentes de las personas. Absolutamente ridículo e indignante. Con esta idea fundamentalista, la jerarquía eclesiástica se opone férreamente a dichas leyes, convocando y participando, conjuntamente con la derecha católica, a la difusión de este aberrante pensamiento dominante, apoyándose precisamente en la falacia de que la mayoría de la población se declara católica en nuestro país. Y así, en sus manifestaciones no defienden únicamente una opinión contraria a la mayoritaria, sino que defienden la verdad única y absoluta, lo que conduce a la crispación cívica y política, cuyas consecuencias son difíciles de prever. En el ejemplo del autobús de Hazte Oír, se han levantado auténticos revuelos populares cada vez que el dichoso mensaje entraba en alguna ciudad, pues la inmensa mayoría no entendía cómo es posible que en pleno siglo XXI puedan defenderse dichos mensajes de odio e intolerancia hacia el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales. Pero el fanatismo de la Iglesia Católica no entiende de derechos humanos, sino de su dogma de fe. Para ellos, el ser humano es creación de Dios, y evitan todo cuestionamiento social o científico sobre su naturaleza que se separe del dogma religioso. Por ejemplo, en el caso del aborto tenemos un ejemplo muy ilustrativo: para ellos, en el mismo momento de la fecundación Dios pone un alma humana en dichas células, y por ello se convierte en algo absolutamente sagrado. Por eso entienden que el aborto es un asesinato. 

 

Incluso su oposición fanática, radical y enfermiza a muchas leyes les lleva a veces a promover abiertamente la desobediencia civil (algo que está lógicamente justificado en los casos de opresión de los pueblos o de las ideas, lo cual no es el caso), exigiendo, por ejemplo, a los abogados y jueces católicos que no tomen parte en las prácticas y decisiones derivadas de dichas leyes. La Iglesia Católica ha sido y es institucionalmente una asociación antidemocrática y fundamentalista, fuente de guerras y de violencia, y su fuerte expansión ha sido una de las causas principales que ha impedido el progreso social de los pueblos, oponiéndose en muchos casos al desarrollo de la ciencia y del conocimiento, y defendiendo sus privilegios por encima de las leyes. Esta postura sigue manteniéndose en la actualidad, por lo cual podemos concluir que la separación entre la Iglesia y el Estado es un objetivo fundamental para el desarrollo de una sociedad verdaderamente democrática. No obstante, un sistema democrático debe respetar escrupulosamente la ideología de los creyentes y la existencia de la institución católica, entendiendo que, aunque su estructura no es democrática, es aceptada libre y voluntariamente por sus fieles y adeptos. Pero no se puede tolerar bajo ningún concepto, que cualquier creencia religiosa dispute preceptos a la ciencia o al progreso social de los pueblos, que es tanto como decir a la democracia. Y en este sentido, el Concordato de 1979 y muchos Convenios con la Santa Sede son contrarios a las normas de la democracia, que implican la existencia de un Estado aconfesional. Tampoco es admisible que el Estado y su administración pública, que nos representan a todos, admitan la injerencia de la Iglesia Católica en su seno y sus actos civiles. 

 

Y abundando en ello, el Estado tampoco debe financiar centros privados o concertados de enseñanza, ni homologar automáticamente sus sistemas docentes. Ello no va en contra de la "libertad de enseñanza" (una libertad falaz que no existe), sólo propugna que la enseñanza privada se financie con recursos privados y que cumpla los cánones exigidos por el poder civil para que pueda ser homologada como enseñanza oficial. Por otro lado, el aparato del Estado, y en particular el Gobierno, tienen el deber ético de informar al conjunto de la ciudadanía de las características de cualquier religión en lo que se refiere a sus vulneraciones de derechos humanos y de las normas democráticas, con el fin de que el ciudadano o ciudadana que decida libremente formar parte de la institución católica (u otra cualquiera), lo haga con pleno conocimiento de causa. La falta tradicional de respeto y acatamiento de la Iglesia Católica al poder civil y su negativa real a una separación de los poderes eclesiástico y civil, constituyen un peligro real para el desarrollo democrático de nuestro país, y una pieza fundamental en la difusión del pensamiento dominante. Y ello porque la religión (todas ellas) nos impone un dogal, un límite para nuestro pensamiento racional, prohibiendo todo aquéllo que se sale del dogma religioso, es decir, de su verdad única y absoluta. Cualquier cuestionamiento del dogma provoca el rechazo del sujeto por parte de la orden religiosa. Se impide por tanto el pensamiento reflexivo y crítico, el pensamiento alternativo. Se cultiva el pensamiento obediente y receptor, único, que deriva en el colonialismo de las mentes, del cual es muy difícil salir. Por todo lo cual, la Iglesia Católica (todas en general) deben ser excluidas del ámbito democrático, es decir, del ámbito público. 

 

Y el pensamiento dominante (que no es precisamente el que propugna un Estado Laico) defiende, legitima y justifica que la religión ocupe tan preponderante lugar en la vida pública e institucional del país. Y todo ello, a lo largo del tiempo, se va traduciendo en que no sólo el propio modelo educativo, sino la moral, la escala de valores, los símbolos religiosos, las costumbres, el folklore en una palabra (concepto que resume todo el patrimonio cultural de un pueblo) se va impregnando de la cultura religiosa, y va asumiendo su comportamiento y su representatividad bajo los parámetros de influencia y presencia de la religión. Llega un momento en que la religión, que debería ocupar un lugar sólo en nuestros rincones y espacios más íntimos, ocupa casi todas las manifestaciones del Estado: la Pascua (incluso militar), la Semana Santa, las fiestas oficiales, las tomas de posesión, los homenajes a las víctimas de accidentes o catástrofes, los colegios públicos, los actos de nombramientos y celebraciones oficiales, unidos a la presencia de los representantes de la vida religiosa: monjas, curas, diáconos, capellanes, obispos, catequistas, curas castrenses, cardenales, y un largo etcétera, que se mezclan con los representantes oficiales del pueblo: alcaldes, concejales, diputados, senadores, presidentes de comunidades, ministros, mandos militares, el Rey...formando una mezcla finisecular entre el aparato del Estado y la jerarquía eclesiástica. Un peligroso tándem que hay que romper firme y decididamente. Mientras ese tándem no se rompa, continuará en las mentes de las personas la idea de la plena asociación de la "verdad" religiosa con la "verdad" pública, civil y democrática. Y como estamos demostrando, dichas "verdades" van por caminos antagónicos. Continuaremos en siguientes entregas.

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16 marzo 2017 4 16 /03 /marzo /2017 00:00
Fuente Viñeta: http://manodestacionescap.blogspot.com.es/

Fuente Viñeta: http://manodestacionescap.blogspot.com.es/

Tener fe y confianza son hábitos peligrosos. Todas las instituciones dedicadas a nuestro adiestramiento presentan la fe y la confianza como virtudes. Quien cree y se fía es buena persona, dicen los de arriba. Para el adiestramiento en la fe y en la confianza se introdujo también la enseñanza de la religión

Vicente Romano (“La formación de la mentalidad sumisa”)

Nos encontramos en la recta final de ya extensa serie de artículos. Sólo nos queda tocar unos pocos asuntos para intentar (siempre se nos quedarán muchas más cosas en el tintero, aunque intentamos recoger una radiografía fundamental) redondear la imagen que queremos ofrecer sobre la fortaleza y las herramientas aliadas del pensamiento dominante. Y otro tema que domina buena parte de nuestra vida pública y privada, instaurado también bajo el dominio del pensamiento único, es el relativo a la religión. En la actualidad, existen alrededor de 10.000 religiones en nuestro planeta. Y cuatro de cada cinco personas en el mundo se definen a sí mismas como religiosas. Por tanto, es fácil concluir que el pensamiento dominante, a nivel internacional, está muy ligado al culto a estas religiones. Evidentemente, unas tienen más peso que otras, y no todos los países se enfrentan a este fenómeno de la misma manera. De hecho, las principales religiones (cristianismo, islamismo e hinduismo) aglutinan aproximadamente a dos tercios de la población mundial actual. Precisamente, comentamos ya hace unos cuantos artículos que una característica del dogma neoliberal es convertir casi en fe sus preceptos. Es lógico que se apoye y se refuerce por tanto en la mentalidad de individuos que ya son proclives a cualquier religión, pues la fe, como sabemos, es el campo de la religión por excelencia, aquél donde ésta puede brillar con luz propia. 

 

En efecto, desde la base del propio modelo educativo, el sistema nos prepara para la fe. La religión (todas, no sólo la Católica) nos introduce en el mundo de lo inmaterial, de lo oscuro, de lo imperceptible, de lo milagroso, de lo sobrenatural, de lo divino. Todo lo contrario de lo que propugnamos desde una mentalidad racional. Y de esta forma, más allá de los preceptos fundamentales que cada religión nos brinde, se nos va imponiendo también, poco a poco, cierta moral, cierta escala de valores, cierta visión del mundo. Y todo ello no sería un problema tan grave si quedara únicamente en el ámbito familiar, íntimo y privado, lo peor de todo es que, a lo largo de la Historia, la religión ha llegado a tener tanto poder, que su influencia ha sobrepasado el ámbito del culto íntimo, privado y familiar, para pasar al ámbito de lo público, de lo oficial, de lo gubernamental. Voy a seguir a continuación algunos pasajes del fantástico texto "La democracia en España: engaño y utopía", de Francisco Badarán, en las páginas que se refieren a la Iglesia Católica y su nociva y tóxica influencia en nuestra sociedad. Ya durante la dictadura franquista, la identificación del poder civil y eclesiástico fue tal que, por ejemplo, el régimen, en connivencia con la Iglesia, impedía estudiar una carrera técnica o universitaria a las personas que no habían sido bautizadas. Es sólo un ejemplo de hasta dónde llegaban los tentáculos del nacionalcatolicismo, durante aquélla etapa negra de nuestra historia reciente. Pero vengámonos al presente, ya que en muchos otros artículos ya hemos analizado (y continuamos haciéndolo) el perverso papel de la Iglesia durante la historia de la humanidad. 

 

La Constitución de 1978, esa con la que tanto se llenan la boca nuestros gobernantes, en su artículo 16, garantiza la libertad religiosa y en su párrafo 3 afirma que "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Sin ir más lejos, y ateniéndonos a esta lectura, el Concordato renovado en 1979 ya sería de dudosa constitucionalidad. La realidad actual es que la Iglesia continúa disfrutando de unos privilegios absolutamente impropios en un régimen que se reconoce como democrático. La situación la hemos relatado en profundidad en nuestra serie de artículos "El inmenso poder de la Iglesia Católica", al que remito a mis lectores/as. Por tanto, no insistiremos más aquí sobre estos asuntos. El talante y la ideología fascista de la Iglesia española aflora de vez en cuando a la luz pública, cuando algún jerarca de la misma decide expresar en alto lo que piensa. Algunas de ellas ya fueron analizadas en este artículo de nuestro Blog, al que también remito a los lectores y lectoras interesados/as. Evidentemente, la Iglesia Católica no es una institución democrática. En primer lugar, tal como afirman Blaschke y otros (1992, La caída del Imperio Vaticano, Robin Book): "Nadie está capacitado, por muy creyente que sea, a decir a los demás lo que deben hacer, lo que deben pensar, y más aún, cómo se deben comportar". El hacerlo contraviene la noción de religión como una opción personal ajena a jerarquías y acerca la Iglesia a la categoría de secta. 

 

Como hemos apuntado, su doble condición de poder religioso y poder civil le permite realizar, además de una acción pastoral, una actividad diplomática mediante la cual ha podido establecer convenios (Concordatos) con diversos Estados, mediante los cuales ha conseguido privilegios que insultan a la inteligencia y a la democracia. Esta dualidad diplomática-pastoral le permite a la Iglesia realizar actividades sorprendentes. Así, por ejemplo, un Papa puede visitar oficialmente un país en calidad de Jefe de Estado, y una vez dentro puede, en muchos casos, hablar públicamente a una muchedumbre de fieles en términos de carácter político, llegando incluso a cuestionar determinadas leyes del país que visita. Y no pasa nada. El pensamiento dominante blinda la acción de las religiones, las consagra como algo divino, las protege de los ataques, y les concede todos estos privilegios. Por su parte, la estructura del "Estado" del Vaticano es profundamente antidemocrática, siendo la cúpula del alto clero quien elige al Papa, el cual detenta todos los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Esta estructura se mantiene dentro de la Iglesia, en la que los fieles no participan en absoluto en el gobierno de la institución. Por otro lado, la Iglesia incumple derechos humanos fundamentales, ya que a sus ojos, no todos los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos, existiendo aún hoy día una radical discriminación de la mujer, que no puede acceder al sacerdocio, y por tanto, al gobierno de la Iglesia. También han condenado siempre al mundo de los colectivos LGTBI, contra los cuales han protagonizado auténticos y furibundos ataques. 

 

Y en cuanto a la libertad de expresión, de lectura y de manifestación, resaltemos el hecho de que hasta 1966, en el mundo católico existía un "Índice de libros prohibidos", creado por la Inquisición en 1559, en el que se prohibía a los católicos la lectura de obras de autores tales como Spinoza, Diderot, Voltaire, Zola, Balzac, Flaubert, Dumas, Sastre, o Descartes, entre otros muchos. Por supuesto, estos libros fueron difíciles de conseguir en España durante la época franquista. Y en la actualidad, la Iglesia Católica posee y dicta aún normas para regular las posibles lecturas de libros por parte de sus fieles. Y por supuesto, estos mismos "monseñores" que dictan que "la vida humana es sagrada", son los mismos que apoyaron el "glorioso alzamiento nacional" franquista, que ahora apoyan sin fisuras la globalización neoliberal que tantas muertes provoca, y son también los mismos que condenan la eutanasia, el aborto y el uso del preservativo para controlar la natalidad o evitar el sida, condenando a la miseria y a la muerte a millones de personas. Hasta esos límites llega su indecencia. Ante vulneraciones tan graves a los derechos humanos tales como las que acabamos de describir, es difícil pensar que un dirigente eclesiástico católico pueda ser respetuoso con la democracia. La jerarquía católica cree y defiende que tiene la Verdad, con mayúsculas, y no respeta que otras personas puedan creer en su propia verdad, y estar sujetas a principios éticos diferentes a los suyos. En el fondo, lo que existe es un profundo miedo a perder sus privilegios y su status quo, en definitiva, a que acaben con su escandaloso chiringuito de poder y de influencias. Continuaremos en siguientes entregas.

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2 marzo 2017 4 02 /03 /marzo /2017 00:00
La transmisión del pensamiento dominante (56)

La prensa sostiene la creación de la mentira y es el respaldo de quien controla los designios de la sociedad. Su objetivo no es informar, sino convencer a sus lectores de su propia fatalidad (de la desigualdad y del consentimiento y la resignación ante su propia explotación). Y no importa que no salgan las cuentas, y que todas las empresas mediáticas estén en crisis, porque hay quien se hace cargo de su supervivencia, a cambio de falsear la realidad

José Luis Vázquez Domènech

La Psicología Social nos da amplias referencias sobre los estudios realizados en torno a la expansión de las diferentes ideologías de pensamiento a lo largo del tiempo, y de su uso y difusión desde los poderes dominantes. Y en este sentido, el éxito cultural del neoliberalismo ha sido categórico, general, abrumador. No es una exageración afirmar que el neoliberalismo constituye nuestro sentido común (por eso, cuando nuestros gobernantes actuales nos lo invocan, ya debemos ponernos en alerta). Las mismas ideas, los mismos planteamientos, los mismos argumentarios, las mismas convicciones, aparecen reiterada y cansinamente en trabajos académicos, en informes de consultoría, en artículos de opinión, en editoriales de prensa, en las tertulias televisivas, etc.: racionalidad, mercado, competencia, incentivos, maximización...En ese lenguaje nos entendemos, en ese lenguaje explicamos la experiencia humana en todos los campos, y así la educación se ha convertido en "formación de capital humano", la conversación pública es el "mercado de las ideas", etc. Ya dimos cuenta durante los primeros artículos de esta serie de los principales eufemismos lingüísticos que se utilizan hoy día para disfrazar la realidad de los conceptos. A ellos remito a mis lectores y lectoras. De modo que es muy difícil argumentar contra una política económica cuando se basa en las propias ideas de nuestro "sentido común", las cuales nos parecen, cómo no, absolutamente obvias. 

 

Pero no son tan obvias. Están fuertemente manipuladas. El orden neoliberal favorece desproporcionadamente a unos pocos, eso es indudable (la idea de que a fin de cuentas favorece a todos, aunque unos ganen más que otros, es mucho más discutible con los números en la mano). Pero no son las ideas de unos pocos, sino de la mayoría. Hasta el más castigado por la fuerza del sistema reproduce los esquemas mentales del pensamiento dominante. Este es el verdadero problema político para poder imaginar, diseñar y proyectar una alternativa. Las afirmaciones básicas del programa neoliberal parecen indiscutibles: que una empresa privada es siempre más eficiente que una empresa pública, que la competencia produce siempre los mejores resultados, que los seres humanos somos egoístas, calculadores, que buscan siempre la máxima ventaja personal...Estamos completamente imbuidos de este perverso ideario, que anula siquiera nuestra posibilidad de entender la idea del bien común. La escuela de Margaret Thatcher ("No existe la sociedad, sólo existen los individuos") nos ha hecho muchísimo daño. Eso nos convierte en la rampa de salida para aceptar que a pesar de que el capitalismo ha de vencerse de forma global, colectiva, sin embargo cada individuo, cada uno/a de nosotros/as, debe contribuir a la lucha anticapitalista, que es lo mismo que decir a la lucha contra el pensamiento dominante. En el fondo se trata, básicamente, de construir sociedad, la sociedad avanzada, la sociedad justa. 

 

Me remito a todas las consideraciones que hemos venido plasmando, para que cada cual pueda interiorizar su lucha contra el capitalismo, pueda minimizar la influencia que el pensamiento único ejerce sobre sí mismo. Es un ejercicio que exige coherencia, claridad de mente, y sobre todo, valentía, porque no es una toma de conciencia cómoda. La acción de resistencia anticapitalista, a nivel individual, de cada persona aislada, es la semilla que cada cual debe ir sembrando para llegar a sentirse libre, en un mundo donde el pensamiento alternativo vaya ganando terreno. ¿Cómo podemos hacer esto? Pues contrastando las ideas todo lo posible, practicando continuamente el pensamiento libre y crítico, preguntándonos el por qué de las cosas, cuestionando los intereses que pueden esconderse detrás de cada acción, de cada opinión, de cada decisión, de cada estudio, incluso de cada dato objetivo. Sí, porque los datos objetivos también pueden camuflarse, también pueden esconderse, también pueden resaltarse. La misma botella, con la misma cantidad de líquido, puede verse como medio llena o medio vacía. Por otra parte, aquéllo de lo que estemos convencidos en la teoría, debemos llevarlo a la práctica. Y aquí es quizá donde viene la parte más valiente, más arriesgada, pero la más importante, porque si no somos coherentes entre nuestro pensamiento y nuestras acciones, jamás podremos contribuir a un cambio de nuestro mundo. 

 

Un aspecto donde tenemos que cambiar el chip, a nivel general y a nivel particular, es el relativo a la preponderancia de la filosofía que recoge el culto a la propiedad privada, algo sagrado para el pensamiento dominante. Básicamente, hemos de replantearnos y reivindicar la función social de la propiedad, conseguir la hegemonía de la propiedad social (colectiva) sobre la propiedad individual, y replantearnos todos los bienes, productos y servicios sobre los que no tendríamos por qué ser "propietarios", sino que podríamos disfrutar de ellos en régimen de usufructo (temporal o indefinido) o alquiler: la vivienda, el automóvil, etc. En este sentido, las tendencias de la llamada "economía colaborativa" están avanzando mucho últimamente. La propiedad privada debe dejar de ser un derecho absoluto para pasar a ser un derecho relativo, es decir, supeditado al cumplimiento de otros derechos fundamentales, tales como la alimentación, la vivienda, el trabajo, la sanidad, la educación, etc. En realidad, si nos damos cuenta, y extrapolamos este razonamiento al ámbito empresarial, podremos concluir sin ningún tipo de complejos que para que dichos derechos estén garantizados para toda la ciudadanía, sus bienes, productos y servicios deben ser nacionalizados, esto es, deben pertenecer a lo público, ser patrimonio de todos, y por supuesto, estar gestionados democráticamente. Si hubiéramos ido implementando esto poco a poco durante los últimos años (en vez de haber hecho justo lo contrario), ahora no nos encontraríamos con los terribles problemas que nos están creando los bancos, las empresas eléctricas, de telecomunicaciones, etc. 

 

Creer en la sociedad (al contrario de lo que pregonaba Margaret Thatcher) es creer en los derechos humanos, y tejer una intrincada red social donde ninguna persona se encuentre desatendida en relación a los mismos. No queremos abolir la propiedad privada. ¡Por favor, que no se nos malinterprete! Lo que estamos queriendo decir es que el foco que hoy día se centra sobre la propiedad privada está...pues eso, desenfocado. Está magnificado, puesto en un lugar que no le corresponde, y hay que volverlo a colocar en su sitio. Es absolutamente inhumano que si todas las personas tenemos el derecho humano a la vivienda, por ejemplo, alguien pueda mercantilizar con las viviendas hasta el extremo que su propiedad (privada) sobre las mismas, esté por encima del derecho (humano) a disfrutar de una. Lo mismo podemos afirmar sobre las empresas eléctricas y energéticas: si es un derecho humano poder acceder a la electricidad, una sociedad que se precie no debería situar el derecho a la propiedad (privada) de este bien o servicio en torno a unos pocos agentes capitalistas, mientras existe gente que no puede acceder a este derecho. El pensamiento dominante trastoca los derechos, los relativiza, los ignora, y coloca por delante de todos ellos el sagrado derecho a la propiedad privada, magnificándolo y abarcando cada vez más facetas y aspectos de negocio (privado), donde se ponen en juego los derechos humanos fundamentales, y cuando esta situación se produce, hemos atravesado ya el límite que separa una sociedad justa y avanzada, democrática, transformándola en una sociedad salvaje, cruel e inhumana. Continuaremos en siguientes entregas.

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