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1 septiembre 2016 4 01 /09 /septiembre /2016 23:00
Viñeta: Daniel Mermet

Viñeta: Daniel Mermet

El capitalismo neoliberal, con su proclamación del mercado y no del ser humano como eje absoluto del funcionamiento de la sociedad, ha multiplicado la miseria y ampliado las desigualdades a escala universal. Generador constante de crisis, el orden capitalista pretende ignorar que son las asimetrías las que las provocan y se las arregla siempre para descargar sus efectos en las personas humildes del planeta

Manuel E. Yepe

Tras la reciente finalización de nuestra extensa serie de artículos sobre "Marxismo, Socialismo y Capitalismo en el Siglo XXI" (a la cual remito a todos los lectores que aún no la hayan seguido), vamos a comenzar aquí una nueva serie, en cierto sentido complementaria de aquélla, porque como su título indica, vamos a intentar hacer un estudio lo más profundo y pormenorizado posible sobre las causas del mayor problema global de nuestro mundo: la desigualdad. Queremos estudiar la sociedad que genera estas desigualdades sociales, su arquitectura, sus reglas, sus permisos, su anatomía. Queremos diseccionarla, queremos analizarla y pretendemos desvelar todos los factores que inciden, en mayor o menor medida, en que existan todas estas gravísimas desigualdades sociales, que son el auténtico cáncer que nos corroe a escala mundial. Queremos por tanto diseccionar completamente el mundo de hoy, tanto en nuestro país como en terceros países, y exponer con todo lujo de detalles las verdaderas causas, los auténticos motivos que generan, propician y fomentan estas desigualdades. Y por supuesto, también iremos desgranando las soluciones que nosotros proponemos, desde la izquierda transformadora, para acabar con dichas desigualdades, para desmontar los mimbres de nuestras injustas sociedades, y para evolucionar hacia modelos de sociedad más justas, equilibradas, avanzadas y humanas. 

 

Por supuesto, y como siempre hacemos, iremos enlazando a todas las fuentes de información y a todos los diversos autores en los que nos vamos a basar para ir introduciendo todo nuestro relato, relato durante el cual tendremos que ir deteniéndonos en los principales factores que provocan las terribles desigualdades actuales. Hablaremos así, entre otros muchos aspectos, de los ricos y su poder, de la estructura social básica que alberga las desigualdades, de la deuda de los países (sobre todo de los del Sur), de los paraísos fiscales, de la estructura del mercado laboral, de la pobreza energética, de la pobreza infantil, de los fundamentos que propician la corrupción política y económica, de la necesidad de redistribución de la riqueza, de la urgencia en la implantación de unos mecanismos para una fiscalidad internacional más justa, de la necesidad de globalizar el trabajo decente y los derechos humanos, y de la posible reorganización que podemos proponer en cuanto a las normas del comercio internacional. Todos ellos y muchos otros son factores y posibles soluciones que intervienen en esta arquitectura social de la desigualdad, y es preciso, como decimos, pasar a estudiarlos con detalle. Revisaremos también lo principal de diversos informes publicados por algunas organizaciones no gubernamentales especializadas en el tema, para que al final tengamos no solamente asimilada la esencia de dicha arquitectura de la desigualdad, sino las necesarias transformaciones que harían falta para revertirla. Dicho todo lo cual, podemos ir entrando en materia. 

 

Vivimos en una sociedad consagrada a la desigualdad. Esto es un terrible hecho, pero desgraciadamente, real. Así como se dice que en el origen del Movimiento 15-M español está la pequeña pero valiosa obra "Indignaos!", un opúsculo del veteranísimo francés recientemente fallecido Stéphane Hessel, el movimiento galo denominado "Nuit Debout" (Noche en pie) nació de los colectivos que asistieron a las proyecciones de una película que tuvo un tremendo éxito en Francia. Su título es "Merci, patron!" (Gracias, patrón), una suerte de documental-comedia del novel cineasta François Ruffin, director del fanzine Fakir, que cuenta cómo uno de los símbolos del capitalismo francés contemporáneo, Bernard Arnault, CEO de Lvmh, un conglomerado de empresas de lujo que agrupa a marcas como Louis Vuitton, Kenzo, Dior, Fendi y Gyvenchi, suprime miles de puestos de trabajo de un plumazo y convierte a una pequeña localidad francesa en un pueblo fantasma, al cerrar la única fábrica que allí existía, "deslocalizándola" hacia un país con costes laborales muchísimo más bajos, algo completamente usual hoy día en gran cantidad de empresas. La película-documental fue rodada por el equipo de Fakir y sus actores son los propios habitantes de la localidad afectada, y ex trabajadores de la fábrica cerrada, fundamentalmente dos sindicalistas. La bronca que causó ver a Bernard Arnault, una de las mayores fortunas de Europa y la mayor de Francia, justificar los despidos de cientos de obreros en aras de maximizar los beneficios de una transnacional fue tal, que "Merci, patron!" se convirtió rápidamente en un auténtico fenómeno sociológico. Es sólo un ejemplo, aunque desgraciadamente, no un ejemplo aislado. 

 

Mukhesh Ambani, miembro de la Junta Directiva del Foro Económico Mundial de Davos, es Presidente de la compañía Reliance Industries, y es conocido por ser el hombre más rico de la India. Posee una casa (mejor diríamos una mansión) valorada en mil millones de dólares, con 27 pisos, para una familia de seis personas, en un país en el que el 40% de los niños y niñas padecen desnutrición severa. Y existen evidencias científicas más que suficientes (algunas de ellas las expondremos durante esta serie de artículos) que demuestran cómo el incremento en las desigualdades tiene significativas repercusiones negativas sobre otros aspectos de la vida de las personas que afectan directamente al bienestar y a la felicidad. Tal sería el caso de la educación, la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la incidencia de posibles enfermedades mentales, el consumo de drogas, las tasas de obesidad y sobrepeso, o el número de suicidios u homicidios. Se trata indefectiblemente de variables, todas ellas, que presentan peores valores en aquéllos lugares en donde mayor es la desigualdad. Durante el año 2015, el Presidente de la compañia energética Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, percibió entre sus diferentes conceptos retributivos una cantidad diaria de más de 26.000 euros, mientras que la compañía, durante ese mismo año, realizó más de 265.000 cortes de electricidad a hogares españoles por impago de su factura eléctrica. Es sólo un dato ejemplar y significativo de la salvaje desigualdad imperante en nuestra alienante y decadente sociedad capitalista. 

 

O bien, y por poner otro sugestivo ejemplo, mientras en oscuras e indecentes fábricas de la India trabajan en régimen esclavo miles de personas, elaborando la ropa de las marcas del famoso grupo textil Inditex, Amancio Ortega se embolsará este año la cantidad de 3 millones de euros ¡diarios! sólo por la rentabilidad de sus dividendos en la compañía que dirige Pablo Isla. Según el medio Infolibre, el empresario, que posee casi el 60% de las empresas del grupo, ingresó más de 500 millones de euros de una tacada, un 15% más que en el anterior ejercicio. Habría que preguntarle si los trabajadores de sus fábricas también han percibido una subida de un 15% en sus salarios. La hija de Amancio Ortega, Sandra Ortega, posee también un 5,053% del capital del grupo, y percibirá por ello casi 100 millones de euros como retribución por sus acciones. ¿Es lícito vivir en una sociedad así, que permite estas aberraciones? Y mientras, la mayoría social y trabajadora nos preguntamos por qué, y cómo es posible que nuestra sociedad permita que ciertos individuos tengan el poder, mediante sus decisiones, de transformar no sólo la vida íntima y particular de cientos de miles de terceras personas, sino también la de transformar la actividad económica de ciertos lugares, fuente de su riqueza material y social. La sociedad consagrada a la desigualdad en la que vivimos ha llegado a tal grado de perversidad que unos cuantos individuos, más o menos el 1% de la población, posee no sólo las riquezas, sino el poder y la capacidad para controlar y dirigir la vida del resto. Estamos cansados, hartos de ver y oír casos en este sentido, y ya lo hemos asumido como algo normal. Pero no es normal. O mejor dicho, no debería serlo. Continuaremos en siguientes entregas.

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