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19 marzo 2018 1 19 /03 /marzo /2018 00:00
Viñeta: Mary Zins

Viñeta: Mary Zins

Los EE.UU. y la U.E. practican la “guerra total” desde los cielos, sin perdonar ningún ámbito de la vida civil cotidiana. Bombardean barrios, mercados, infraestructuras vitales, fábricas, escuelas y centros sanitarios. La consecuencia de sus bombardeos diarios y “normales” es la eliminación total de las propias estructuras necesarias para la existencia civil, provocando la desposesión masiva y la migración forzosa de millones de personas que buscan su seguridad

James Petras

En efecto, nada de eso les importa si consiguen alimentar al negocio de la guerra, si consiguen explotar los recursos naturales de los países devastados, si consiguen que crezca el complejo militar-industrial. Y no les importa, por supuesto, la enorme deuda militar generada por los desorbitados gastos en Defensa, una deuda a todas luces ilegítima y odiosa. Y la opinión pública tan contenta, bajo el difundido mantra de que son gastos necesarios para nuestra defensa. Ajena al conjunto de opacidades, ocultaciones, mentiras y subterfugios que contienen los presupuestos, muchos de los cuales ya hemos contado en anteriores entregas, la opinión pública sigue asumiendo que los gastos en defensa son absolutamente necesarios, mientras continúa sufriendo en sus propias carnes los indecentes recortes de gasto en muchas otras partidas sociales. Y mientras en las ruedas de prensa los portavoces minimizan estos gastos aparentando austeridad, se acaba gastando anualmente, desde hace más de una década, en torno a un 16% más de lo oficialmente presupuestado, lo que genera un constante sobreendeudamiento al Estado. En resumidas cuentas, mientras nos aleccionan para que comprendamos que la crisis la hemos generado nosotros, y que por tanto debe reinar la "austeridad" en las diversas partidas de gasto social, recortando en educación, sanidad, servicios sociales, desempleo, pensiones, dependencia, etc., siempre hay más dinero para armas. Pero lo hacen por la puerta de atrás, es decir, aprueban cada año un presupuesto militar insuficiente, para después durante el ejercicio aprobar créditos y otras artimañas contables (traspasos e ingresos suplementarios) para incrementar el gasto del Ministerio de Defensa. 

 

Y en el centro mismo de todas estas inversiones, en el corazón de todas ellas, nos encontramos con el gran actor económico por excelencia: la banca. Ya hemos adelantado algo sobre esta cuestión en anteriores entregas, pero lo contaremos a partir de aquí con más profundidad. Parece ser que banca y armas son un matrimonio muy bien avenido. De hecho, al complejo militar-industrial se le podría añadir un tercer elemento: bancario. Durante los últimos años las inversiones en armas de la banca española (y de la extranjera con sucursales en el Estado Español) ha experimentado un extraordinario aumento, según los sucesivos informes publicados por diversas asociaciones antimilitaristas y especializadas en el tema, como el Centre Délas, el Colectivo Utopía Contagiosa, el CADTM, Ecologistas en Acción o el Colectivo Tortuga. Se da además una circunstancia muy curiosa, como es el hecho de que precisamente los bancos que más aumentan sus inversiones en armas son aquéllos que afirman tener las mejores normativas y políticas al respecto. Parece ser que la mentira y el cinismo van de suyo. No cabría esperar otra cosa. Entre dichos bancos, nombres como el BBVA, Santander, Bankia, Banca March, Liberbank, Caixabank, Banco Sabadell o Banco Popular, sólo por citar los más conocidos. En cuanto a los bancos extranjeros, destacan los nombres de BNP Paribas, Citibank, Deutsche Bank, Barclays Bank, HSBC, Allianz, ING Bank, AXA, AIG y Bankinter, entre otros muchos. Bien, pero vayamos por partes. Hemos de comenzar por hablar del ciclo armamentista, tal como nos expone el investigador Jordi Calvo en este artículo, que seguiremos a continuación. 

 

El ciclo armamentista explica el proceso de militarización y armamentismo de las sociedades desde la propia identificación y asunción de la necesidad de las armas (por parte de la propia ciudadanía) hasta su utilización final como cualquier otra mercancía, sujeta a un determinado mercado, por muy execrable que sea éste. La necesidad surge de las supuestas amenazas a la seguridad (ya hemos discutido las falacias que se esconden detrás de ellas en numerosas entregas anteriores). Éstas a su vez sirven para justificar el gasto público militar, la producción de la industria armamentística, el comercio de armamento y la financiación de todos ellos. En primer lugar, es importante destacar que el gasto militar es financiado por los presupuestos estatales (los famosos PGE, una herramienta engañosa donde las haya), mediante los cuales ya estamos financiando toda una estructura militar humana y material capaz de utilizar la fuerza armada cuando se precise. Es decir, en primer lugar somos los propios contribuyentes los que dedicamos un porcentaje de nuestros ingresos a su mantenimiento, y esto lo hacemos sin oponernos a las directrices políticas que lo llevan a cabo (de ahí el concepto de "objeción fiscal militar", del que hablaremos en su momento). En el caso español, y siguiendo las cifras que ofrece Jordi Calvo en su artículo de referencia, hemos dedicado más de 16.500 millones de euros sólo durante el pasado año 2014, concretamente el 4% de los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone 45 millones de euros diarios. Una parte del presupuesto militar va dedicado a ayudar a las empresas que fabrican armamento y municiones, mediante créditos públicos blandos se financia la I+D militar que sirve para fabricar las armas que acaba comprando nuestro Ejército. Sólo en España se han concedido más de 23.000 millones de euros en créditos a la I+D militar, la mayor parte de ellos provenientes del Ministerio de Industria. 

 

Pero la industria militar necesita más dinero y lo consigue, como cualquier otra empresa que se dedique a cualquier otra actividad, del mercado. ¿Y qué ofrece el mercado financiero a las empresas de armas? Pues todos los productos y servicios que ofrecerían a cualquier otra empresa, que eminentemente son: créditos, préstamos, pólizas de crédito, emisión de bonos y pagarés, ampliaciones de capital emitiendo acciones, la gestión necesaria para la compraventa de acciones en el mercado secundario, fondos de inversión que incluyen acciones de empresas de armas, e incluso asegurar y financiar las exportaciones de las mismas a otros países u organizaciones. Pues bien; quienes ofrecen tales servicios a las empresas que fabrican armas son los bancos privados. Pero todo esto lo hacen suponiendo una ayuda formidable para el mantenimiento y expansión de tales empresas. Cabe decir que las empresas que fabrican y comercializan armamento no podrían mantener el mismo nivel de negocio de no ser por la inestimable ayuda de los bancos. Solo teniendo en cuenta las empresas de armas españolas, tras analizar más de 200 industrias militares, el ratio de endeudamiento medio de las mismas llegaba ya en el año 2010 al 73%. Es decir, sin financiación bancaria las empresas de armas a lo sumo alcanzarían una cuarta parte de su producción. Si este dato fuera extrapolable a nivel mundial, podríamos concluir que habría cuatro veces menos armamento en el mundo del que realmente existe. La ecuación es lógica y sencilla: cuantas menos armas, menor posibilidad de recurrir a la violencia armada, menos víctimas y muy probablemente menos conflictos armados a nivel mundial. Pero claro, expliquémosle esto a los gobernantes y políticos estadounidenses (por poner el ejemplo más paradigmático) para comprender hasta qué punto llega su imbecilidad y su ignorancia. 

 

Banca Armada es la denominación utilizada popularmente para definir, identificar e incluir a los bancos y demás entidades financieras o de seguros que colaboran activamente con el complejo militar-industrial, que por tanto ayudan a que los niveles de armamentismo sean tan elevados, y que, en consecuencia, existan un mayor número y más destructivos conflictos armados en el mundo. La Banca Armada invierte en el negocio de las armas como en el negocio de las pipas (suponiendo que éste último fuera un buen negocio para ellos). No poseen por tanto la mínima ética necesaria para distinguir cuando un determinado nicho de inversión es de todo punto execrable como el de las armas, ni hemos diseñado un modelo social que controle hacia qué tipo de inversiones mueven los bancos su dinero. El resultado es una sociedad salvaje, incontrolada, militarizada, violenta, devastadora, agresiva y cruel, donde el dinero de la comunidad no se utiliza para que los bienes sociales se extiendan por toda la población, sino para invertirlos en los más detestables negocios, con tal de que generen grandes beneficios a sus balances contables. La Banca Armada es ciertamente muy peligrosa. Constituye un elemento clave en el entramado militar industrial. Nos demuestran que en los negocios no existe la moral. Jordi Calvo finaliza su artículo con las siguientes palabras: "Las empresas de armas hacen caja, los bancos cobran intereses por financiarlas y las víctimas las ponen, como siempre, quienes menos culpa tienen. El complejo militar-industrial es un monstruo, por tamaño y horripilante, al que es difícil enfrentarse. Si además sus tentáculos llegan al gobierno, es cuando llegamos a comprender que puede que haya guerras porque hay siempre quien se beneficia de ellas". Continuaremos en siguientes entregas.

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