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8 noviembre 2012 4 08 /11 /noviembre /2012 00:00

Habíamos avanzado en los anteriores artículos de esta serie que, una vez enunciados los grandes principios rectores de la política educativa que proponemos desde la izquierda, nos íbamos a detener en las medidas propuestas para cada uno de los sectores de la comunidad educativa. Esto que llamamos la Comunidad Educativa está formada, a grandes rasgos, por los enseñantes y los enseñados, esto es, el Profesorado y el Alumnado, las dos partes fundamentales. A ellos debemos unir, ya en segundo término, a la comunidad de padres/madres de alumnos (con sus órganos representativos), y a la propia Administración Educativa, representada por los propios Centros, su personal, y los órganos de gobierno de los mismos, a todos los niveles (Consejos Escolares). Por último, las instancias educativas de la propia Administración Pública a los tres niveles (local, autonómico y central) también forman parte de ella.

 

alumnado1.jpgPor consiguiente, vamos a dedicar este artículo al alumnado, como la materia prima fundamental, la parte si se quiere más troncal de toda la comunidad educativa, pues el alumnado representa a las personas que han de ser formadas, a las personas que han de finalizar su formación con unos niveles aceptables no sólo de conocimientos (en las materias correspondientes a su especialidad), sino también de capacidad de análisis, de crítica y de reflexión. En el alumnado debemos fomentar no sólo unos conocimientos y habilidades, no sólo unas capacidades y unas competencias, sino también unos valores, una crítica y una ética, unos principios bajo los cuales entender el mundo, distinguir los límites, enfocar los problemas y plantear las soluciones. Debemos ser capaces (toda la comunidad educativa) de volcar en el alumnado con todas nuestras fuerzas lo mejor de nosotros mismos, pues ellos representan las futuras generaciones, a las que les dejaremos no sólo el mundo al que nosotros estamos contribuyendo, sino la capacidad para que ellos/as puedan cambiarlo.

 

Luego por tanto, el Alumnado representa el epicentro del sistema educativo, y debemos garantizar que el sistema sea capaz de impartir la mejor formación posible al mismo, como la garantía de que el sistema en su conjunto logre los mejores resultados. Los Informes Pisa sobre éxito escolar no nos dejan en buen lugar cada vez que se publican, pues parece ser no sólo que nuestro porcentaje de fracaso escolar es de los más altos en relación a los países de nuestro entorno, sino que incluso las capacidades de nuestro alumnado no son tampoco las mejores, aún en las materias básicas. Las medidas fundamentales que nosotros proponemos para romper con esta tendencia y alcanzar los objetivos son las siguientes:

 

1.- Proporcionar una respuesta adecuada a la diversidad como garantía para el éxito académico y escolar: apoyo y seguimiento en la etapa obligatoria del alumnado con dificultades, y con altas capacidades intelectuales. Fortalecer la prevención y detección precoz de situaciones de riesgo desde la etapa temprana (de 0 a 6 años). Renunciar completamente a las prácticas de elitismo, así como de segregación por capacidad, por sexo o por recursos económicos de sus familias.

 

2.- Realizar un seguimiento específico en los dos primeros ciclos de la Educación Primaria de aquél alumnado con mayores dificultades en las áreas de compresión lectora y competencia matemática.

 

3.- Fortalecer las estrategias de aprendizaje hacia la personalización del proceso educativo en la Educación Secundaria Obligatoria.

 

4.- Establecer tutorías especiales con mayor grado de seguimiento y personalización con los alumnos con mayores dificultades en su aprendizaje y permanencia en el sistema. Extender también la tutoría lectiva al Bachillerato dentro del horario semanal del alumnado.

 

alumnado2.jpg5.- Reducción de los ratios en todos los grupos y niveles, pues nosotros sí pensamos que es un factor que incide en la calidad educativa. El ratio es el número de alumnos por grupo/aula, es decir, el grado de concentración de alumnado dentro de una misma clase, atendido por un único profesor/a. Para una mejor atención del mismo, en las diferentes etapas educativas, de manera progresiva y con preferencia a los centros con mayores dificultades, y de acuerdo con indicadores objetivos de menor rendimiento académico y desfase sociocultural, proponemos un horizonte que encamine de modo generalizado a las ratios máximas siguientes: 4 alumnos para menores de 12 meses, 6 para 12-24 meses, 8 para 24-36 meses, 15 para 3-6 años, 20 para alumnos de Primaria, 25 para la ESO y 30 para el Bachillerato.

 

6.- Garantizar las zonas de escolarización que favorezcan la mezcla y la convivencia en un mismo centro de distintos perfiles de alumnado, a fin de convertir todos los centros educativos en espacios de encuentro y cohesión social.

 

7.- Aumentar las convocatorias de programas para alumnado en el aprendizaje de idiomas, a través de estancias en el extranjero y cursos de inmersión lingüística.

 

Para finalizar, y como opinión personal, quiero dedicar una atención especial a uno de los fenómenos colaterales de la crisis económica, derivado del boom constructor e inmobiliario: se trata de los miles de chicos y chicas (sobre todo ellos) que abandonaron tempranamente los estudios para obtener un puesto de trabajo rápido y muy buen remunerado. Como sabemos, esto fue flor de un día, ya que al poco tiempo, cuando la burbuja inmobiliaria pinchó y se reveló (en el caso español) como otro detonante de la actual crisis económica, todos estos jóvenes se quedaron sin empleo, y con una formación que no habían finalizado, lo cual les debaja un poco en el aire tanto en su carrera educativa como laboral.

 

Un frente desde el que se puede actuar es desde las propias familias (como otro agente de la Comunidad Educativa), reforzando la transmisión de la idea, de cara al alumnado, de que lo único que se puede hacer a ciertas edades es estudiar. Dicho en otras palabras, un chico o una chica en edad adolescente (e incluso en su primera juventud) no debe manejar todavía las dos clásicas opciones: estudiar o trabajar. Planteamiento equivocado, a mi entender. El mensaje de toda la comunidad educativa, y especialmente de las familias, de cara a estos jóvenes ha de ser tajante: sólo se puede estudiar. No hay opción a otra cosa. Es el tiempo del estudio. El o la joven debe prepararse para tener claro a lo que quiere dedicarse en el futuro, y el estudio es la preparación para ello. Esto excluye evidentemente los casos donde los jóvenes estudiantes universitarios apoyan sus estudios con algún trabajo temporal y eventual, para disponer de ingresos propios.

 

Pero como decimos, a ciertas edades, no deben existir otras opciones. Es además la etapa donde el mensaje en cuanto a su futuro laboral ha de partir de un convencimiento en base a la elección de una profesión adecuada a sus gustos, preferencias y capacidades, y no teniendo en cuenta otros baremos, como el económico. La razón está clara: van a pasarse más de un tercio del resto de su vida ejerciendo ese trabajo/profesión, y por tanto, si no se disfruta con ello, mala inversión humana y flaco favor social estamos haciendo. Precisamente, la época de la etapa educativa es la más propia para recalar estos pensamientos y valores en los alumnos, ya que después podría ser tarde. Lo dejamos aquí de momento, y en la siguiente entrega de esta serie, nos dedicaremos al profesorado.

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