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15 agosto 2017 2 15 /08 /agosto /2017 23:00
Hacia la superación del franquismo (36)

Incluso en el ámbito académico al régimen franquista se le define como autoritario, no como totalitario, queriendo, de esta manera, atenuar el grado de crudeza de la dictadura española. Fueron 40 años de franquismo que marcaron profundamente la idiosincrasia, la actitud y los comportamientos políticos que calaron en una generación, que se trasladó a las siguientes y que perviven en la actualidad. Es lo que se ha denominado franquismo sociológico, un hecho de tolerancia social por el que se aceptan los comportamientos fascistas como algo no especialmente malo, que, unido a una élite proveniente del régimen que protagonizó el cambio de régimen sin perder el poder económico, político y mediático, lideraron una transición gatopardista que sirviera para asegurar su posición privilegiada, es lo que nos ha conducido hasta la situación de nuestros días

Fran Delgado

En la entrega anterior, nos habíamos quedado exponiendo la deriva de los partidos de izquierda provenientes de la lucha antifranquista, excepto los republicanos (que no fueron legalizados), en especial la decepcionante y traidora evolución del PSOE. Porque en efecto, y desde 1977 en adelante, el PSOE ha ido ignorando y ninguneando a la República y todo lo que tenga que ver con ella, así como a la Memoria Histórica, salvo en el caso de la insuficiente Ley de 2007 del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Bajo objetivos únicamente partidistas y electoralistas, el PSOE jamás se decantó claramente hacia un escenario republicano, y únicamente hacía alusiones a su "espíritu republicano" durante las campañas electorales. Pero cuando llegaba al poder, su pompa, devoción, boato y esplendor hacia la Monarquía resultaba más que evidente. Como partido monárquico, los socialdemócratas se convirtieron en expertos en proponer reformas, que cuando gobernaban eran incapaces de hacer, o quedaban simplemente postergadas o ignoradas. Igual ocurría con el asunto de los privilegios, el poderío y la enorme influencia de la Iglesia Católica. En el año 2014 la traición del PSOE a la República volvió a repetirse por segunda vez después de casi 40 años. Y así, el partido "socialista y obrero" apoyó en el Congreso la proclamación del nuevo Rey Felipe VI, hijo del monarca impuesto por el propio dictador, consumando una nueva restauración (o continuación) borbónica. El PSOE volvió a negar al pueblo español la consulta en referéndum para que éste pudiera elegir libremente el modelo de Jefatura de Estado que deseaba. Todo en aras del tan manido "consenso constitucional" de 1978, que las nuevas generaciones de españoles y españolas no pudieron votar porque ni siquiera habían nacido.

 

Las excusas han sido siempre las mismas: "la República no toca", "no es el momento", "no vamos a poner el país patas arriba", "el régimen actual ya respeta las libertades y la democracia", y un largo etcétera de absurdos pretextos para no abordar a fondo un cambio de modelo. Superar el franquismo supone superar también al PSOE, que al igual que el PP, la otra pata del bipartidismo, han consagrado el régimen de democracia vigilada, tutelada, recortada y de baja intensidad que venimos sufriendo desde entonces. Pero no queda ahí la cosa, porque en diciembre de 2016, en el Congreso de los Diputados, el PSOE votó en contra de derogar la Ley de Amnistía de 1977 para así poder juzgar los delitos de torturas, desapariciones forzadas, crímenes de genocidio y de lesa humanidad, cometidos durante la Guerra Civil y la posterior dictadura. Por tanto, está claro que esta fuerza política sigue a favor de mantener la impunidad franquista. Y como ya adelantábamos en la entrega anterior, la raíz de todos estos comportamientos, de la degradación, la desnaturalización y el declive del PSOE, hay que buscarlos en el año 1972, cuando se consuma la traición del PSOE a la República y a Rodolfo Llopis. Vamos a basarnos en este artículo del medio Eco Republicano para explicar tal proceso. Debido al franquismo imperante en la España de los años 70, el PSOE se veía obligado a celebrar sus congresos en el exilio. En agosto de 1970 la localidad francesa de Toulouse albergó el XI Congreso del partido. En este cónclave se mantuvo una pugna abierta entre los socialistas españoles en el exilio (encabezados por Rodolfo Llopis), y los socialistas del interior, entre los que se encontraba un joven Felipe González. En dicho Congreso se planteó la no reelección de Llopis como Secretario General, sin embargo Llopis salió reelegido ya que contaba con el apoyo mayoritario de las agrupaciones socialistas en el exilio y su correspondiente militancia. 

 

El histórico líder socialista en el exilio Rodolfo Llopis, un gran pedagogo republicano, había representado hasta entonces la legitimidad del PSOE, representando el cargo de Secretario General desde 1944, y como Presidente de la UGT desde 1956 hasta 1971. Durante la II República, fue Director General de Primera Enseñanza en el ministerio dirigido por Marcelino Domingo. Llopis fue ante todo un hombre íntegro, fiel a sus principios socialistas, colaborador y amigo fiel de Francisco Largo Caballero, y dedicó gran parte de su vida a la enseñanza. Ostentó cargos de Diputado a Cortes por la República desde 1931 hasta 1939, y fue elegido Presidente del Consejo de Ministros de la República Española en el exilio en 1947, como ya detallamos en la anterior entrega. Llopis fue un icono de la lucha antifranquista y de la defensa de la legalidad republicana, pero después de toda una vida de lucha y dedicación a sus ideales, fue objeto de una traición para desbancarle de la Secretaría General de su partido. A raíz de aquél Congreso de 1970, los socialistas ya estaban claramente divididos en dos sectores: el "histórico" que apoyaba desde las agrupaciones del exilio a Rodolfo Llopis, y el "renovador", que representaba a las agrupaciones del interior de España, que pretendían acaparar el poder. En agosto  de 1972, dirigentes del sector renovador, encabezado entre otros por Felipe González, Nicolás Redondo, Ramón Rubial, Pablo Castellanos, Alfonso Guerra, etc., convocó el XII Congreso en el exilio, en la localidad francesa de Toulouse, con la oposición de Rodolfo Llopis. Diversas fuentes indican que el número de delegados del PSOE del interior estaba "inflado", ya que no existían tantas agrupaciones socialistas en el interior, lo que limitaría el número de representantes con derecho a voto. Esta artimaña sirvió para que el Congreso nombrase una Ejecutiva colegiada, que sirviera para desbancar a Llopis de la Secretaría General. 

 

Con el fin de que no fuera tan evidente, Ramón Rubial incluso ofreció a Llopis la Presidencia del partido, algo que Llopis rechazó por principios. Los líderes del sector renovador ocuparon el despacho de Llopis y cambiaron la cerradura. Rodolfo Llopis no asistió a este Congreso y nunca reconocería la validez del mismo, y en octubre de 1972, Llopis se reunió con sus correligionarios y convocó el XII Congreso para diciembre de ese mismo año. A este congreso asistieron 83 grupos departamentales y agrupaciones del exterior con un total de 212 delegados, frente a 19 Federaciones del interior con 47 delegados. Estas cifras sí eran ya más lógicas. Pero después de esta duplicidad de congresos, el partido quedó total y absolutamente dividido en los dos sectores señalados. Durante el año siguiente, 1973, ambas corrientes tratarían de buscar ser reconocidas por la Internacional Socialista. El PSOE del interior, encabezado por Enrique Tierno Galván, apoyó al PSOE histórico de Rodolfo Llopis, pero el sector renovador contaría con el apoyo fundamental de Estados Unidos y los partidos socialdemócratas europeos, tal como relata el libro de Alfredo Grimaldos "La CIA en España". A partir de 1972, la Internacional Socialista crearía una comisión especial para estudiar el caso español, y decidir si se reconocía al sector renovador o  al sector histórico como válido representante de las siglas del PSOE. Finalmente, en enero de 1974 (el año del Congreso de Suresnes, donde el PSOE se alejaría definitivamente del marxismo), la Internacional Socialista validaría el congreso celebrado en agosto de 1972 como "legítimo y legal", en detrimento del congreso celebrado en diciembre por Rodolfo Llopis. La traición quedaba de esta forma consumada y legitimada. Y ya con todo a su favor, en octubre de 1974 los renovadores convocaron el XIII Congreso en el Exilio, en la ciudad de Suresnes, donde Felipe González alcanzó la Secretaría General. 

 

Como ya hemos indicado, el "nuevo" PSOE de Felipe González renunciaría al marxismo, abandonando el socialismo (aunque sigan con mucho orgullo autodenominándose "socialistas" y publiciten falaces eslóganes como "Somos la izquierda") y convirtiendo al partido hacia una ideología socialdemócrata. Además de eso, el PSOE renunció a la restitución de la República, dando validez a la Monarquía y a la bandera rojigualda. Estas renuncias evidentemente sirvieron para legalizar al partido y contentar a los sectores postfranquistas que apoyaban al régimen monárquico, según el legado de Franco. Los servicios prestados por Estados Unidos, la CIA y los líderes de la socialdemocracia alemana serían más tarde recompensados con la entrada de nuestro país en la OTAN (la organización más belicista del mundo) y la presencia de bases militares en nuestro territorio, durante los posteriores Gobiernos de Felipe González (1982-1996). La culminación de todo ello la supuso nuestra integración en la Unión Europea, el club neoliberal por excelencia, del que formamos parte desde 1986, tanto de su estructura política como de su unión monetaria. La adopción del euro como moneda desde comienzos del siglo XXI nos integró completamente en su estructura económica y monetaria (la llamada EuroZona), que ha servido sobre todo para estar vigilados por la Comisión Europea en cuanto a los fanáticos criterios de convergencia, memorandos de entendimiento y mecanismos de estabilidad y control. Todo ello (entre otras muchas cosas) se lo debemos al PSOE, a este engendro traidor a las conquistas de la clase obrera, enemigo de las aspiraciones de las clases populares, y amigo de los grandes agentes económicos que nos gobiernan en la sombra desde la tan cacareada y magnificada Transición. Superar el franquismo supone también, desde todos estos puntos de vista, recuperar la soberanía perdida con nuestra integración en todos estos bloques belicistas y neoliberales. Continuaremos en siguientes entregas.

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