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15 julio 2018 7 15 /07 /julio /2018 23:00
Fuente Viñeta: http://poder-mundial.net

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Las Naciones Unidas, organización surgida de una guerra que costó 50 millones de vidas, entre ellas las de cientos de miles de jóvenes norteamericanos, tiene que importarle mucho a todos los pueblos y gobiernos del mundo. Padece grandes defectos, es anacrónica en muchos aspectos; su Asamblea General, donde están presentes todos los Estados del mundo es una simple asamblea deliberativa sin ningún poder, donde solo se emiten opiniones; el Consejo de Seguridad, un supuesto órgano ejecutivo, donde sólo cuenta el voto de cinco Estados privilegiados, uno solo de los cuales puede echar por tierra la voluntad del resto de las naciones del mundo, y uno de ellos, el más poderoso, lo ha usado a su antojo infinidad de veces. Pero aun así, no se dispone de otra cosa

Fidel Castro

Una ONU refundada bajo los principios que estamos exponiendo en este último bloque temático será un organismo mucho más eficaz para que la comunidad internacional pueda enfrentarse a los actuales retos y problemas, ya que éstos se encuentran interconectados. Su superación exige cada vez más acciones políticas conjuntas y supranacionales, mediante medidas que trasciendan las decisiones internas de los Estados y las fronteras nacionales. Los actuales desafíos del multilateralismo no se pueden afrontar sin la refundación de la ONU, de todos sus organismos dependientes, de sus instituciones anexas, de sus métodos de trabajo y de su propia eficiencia interna. La ONU será entonces fuerte para enfrentarse a las verdaderas amenazas de nuestro tiempo: las corrientes migratorias, los conflictos armados, las hambrunas, las catástrofes naturales, el cambio climático, la pobreza mundial, etc. Éstos y no otros son los auténticos desafíos de la Humanidad en nuestro siglo XXI. Recientes acontecimientos han demostrado que el multilateralismo se encuentra amenazado como nunca antes, debido a las poderosas acciones unilaterales de las grandes potencias que dominan el mundo. La ONU refundada debe ser la mejor herramienta para enfrentar la desigualdad entre el poder cada vez mayor de actores no estatales (como las grandes corporaciones transnacionales, cuyo desmedido poder es destructivo e insaciable), frente al propio debilitamiento de los Estados-nación. Se debe avanzar, como tantas veces hemos afirmado, hacia un sistema de gobernanza global más eficiente y democrático, como única garantía para lograr un orden mundial más justo e igualitario. Ello a su vez será la mejor credencial para enfrentar los nuevos desafíos del planeta. 

 

La ONU debe volver a fundarse atendiendo a las primeras palabras de su primigenia Carta fundacional, que rezaba "Nosotros los pueblos...", y no "Nosotros los gobiernos". Hoy día, la confianza de los pueblos en que sus respectivos gobiernos trabajan a favor del progreso social y económico y para prevenir las guerras y conflictos armados se ha debilitado enormemente. En algunos países incluso ha desaparecido. La desafección política, la corrupción y las malas prácticas han llevado a un escenario sombrío que ha de ser recuperado, y la ONU es pieza clave dentro de esta recuperación. Gran parte de la responsabilidad la tiene la propia ONU, seguida de los líderes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos), que practican una prepotencia y una falta de respeto absoluto por el derecho internacional y por la propia ONU. Lo único que les importa son sus propias agendas nacionales, y sus intereses en los múltiples puntos del planeta donde los poseen. Son, ya lo hemos explicado en anteriores entregas, las mismas potencias principales en el consumo y exportación de material armamentístico, y quienes favorecen el militarismo a mayor escala mundial. De entre todos ellos, es Estados Unidos el más peligroso, y el que más reafirma el unilateralismo y el excepcionismo como ejes principales de su política exterior (por no hablar de su cruel política hacia los migrantes que llegan a su territorio, o el incremento en los niveles de pobreza y de violencia estructural interna en su sociedad). De hecho, hace pocos meses Donald Trump justificaba el anunciado aumento del presupuesto de defensa estadounidense en 54.000 millones de dólares con el argumento de que "debemos volver a ganar guerras". Pero...¿qué podemos esperar de un aparato de Estado violento, cruel e inhumano, tanto para su propia población como hacia el exterior? El actual Presidente norteamericano es la quintaesencia de la ignorancia, de la estupidez y de la beligerancia, todo en uno. No da más de sí.

 

El Consejo de Seguridad de la ONU es el escenario más importante donde debemos ser capaces como comunidad internacional de detener estas actitudes agresivas, prepotentes, violentas y reaccionarias. En otro caso, la ONU, simplemente, no sirve para nada. Porque la ONU es el mejor marco para inducir, para buscar la diplomacia multilateral, y relajar la tensión en el escenario global. Hasta ahora, no obstante, ha sido ciertamente inútil en la consecución de estos objetivos, y se ha situado como un claro actor secundario, al albur de las decisiones agresivas de las grandes potencias. Derrocamientos de gobernantes democráticos, destrozos medioambientales de grandes empresas, asesinatos de activistas, de periodistas, narcotráfico mundial, incumplimiento de los acuerdos climáticos, aumento de las mafias que controlan los flujos migratorios, escalada nuclear, y un largo etcétera, han sido ignorados por la ONU, que no ha resultado capaz de controlar y redirigir estos problemas por cauces correctos. La ONU, por otra parte, ha cedido a chantajes y presiones de todo tipo, y sus acuerdos y resoluciones se han ninguneado a placer. Es completamente inadmisible que tengamos, en pleno siglo XXI, un organismo mundial por excelencia que desoye su carta fundacional, y es un claro instrumento al servicio y al interés de las grandes potencias internacionales, así como de las corporaciones transnacionales. Todo ello debe cambiar. La refundación de la ONU es la única vía posible. En caso contrario, creemos que el propio organismo caminará hacia su desintegración o total irrelevancia. De hecho ya está en ese camino. Sobre todo, la ONU debe dejar de ser un instrumento al servicio de la política militarista y arrogante de los Estados Unidos. El control de la ONU por parte de USA debe cesar. La refundación que proponemos debe trazar los mecanismos para conseguirlo. 

 

En este artículo para el medio Newstatesman, traducido por Loles Oliván para el digital Rebelion.org, tres veteranos de la ONU, como son Hans Von Sponek, Denis Halliday y Richard Falk, han expresado esta situación de dependencia de la ONU respecto a USA en los siguientes términos: "Las relaciones entre Estados Unidos y la ONU nunca han sido fluidas. Durante los más de 70 años de su recorrido ha habido muchos baches en el camino. Estados Unidos ha ejercido a menudo mano dura para influir en la agenda de la ONU. Con frecuencia ha utilizado su influencia política para debilitar su independencia. Durante años ha manipulado los procesos de selección utilizados para conseguir una posición de liderazgo en el organismo internacional. Washington ha mostrado frecuentemente su músculo retrasando el pago anual de sus contribuciones obligatorias al presupuesto de la ONU. El gobierno estadounidense ha dado terribles y reiterados ejemplos de violación de las disposiciones más fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas que rigen el uso de la fuerza. Ha desafiado continuamente el derecho internacional en todas partes del mundo, incluyendo las guerras de Vietnam (1963), la ex Yugoslavia (1999), Afganistán (2001), Iraq (2003) y Libia (2011). Ha utilizado su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a sus aliados de una justificada censura, al tiempo que hace todo lo posible para castigar a sus enemigos con la amenaza del uso de la fuerza". Si no fuera por USA, seguramente la ONU ya habría dictado Resoluciones que hubieran significado, entre otros ejemplos, el levantamiento del bloqueo económico a Cuba, los acuerdos de paz entre Israel y Palestina, la pacificación entre las dos Coreas, o el cese de las cruentas guerras en Oriente Medio. En todos estos conflictos, es Estados Unidos el actor más interesado en continuar con las amenazas y la escalada bélica. 

 

Y es que la ONU se ha ido convirtiendo en una especie de proyecto de dominación global liderado por Estados Unidos, con la Unión Europea como socio menor. Ya prácticamente no queda nada de aquéllas funciones de mantenimiento de la paz y de la seguridad globales, que fueron consideradas como su misión principal cuando se creó el organismo en 1945. Como concluyen los citados autores del artículo de referencia: "...la paz sólo podrá lograrse cuando el unilateralismo de paso a un multilateralismo genuino, cuando los monólogos se reemplacen por diálogos, cuando prevalezca la convergencia, la cooperación y el compromiso, cuando se respete a la sociedad civil y se le permita participar dentro de la organización, cuando se reconozcan y se comprendan la raíz de las causas y no sólo los síntomas, y lo que es más importante, cuando quienes toman las decisiones gubernamentales, sea en países grandes o pequeños, muestren respeto al derecho internacional y respondan por sus actos". En efecto, la refundación de la ONU debe conducir a un contexto garantista de todas estas conductas, de todas estas acciones. De nada servirá una ONU maquillada en algunos aspectos, si no responde a la capacidad e influencia que de ella se espera como actor internacional de primer orden, como foro mundial por excelencia, como sede de todos los pueblos del planeta. Estos pueblos del mundo necesitan a la ONU. Sólo una ONU refundada, fortalecida, radicalmente democrática, potenciada, respetada y suficientemente financiada podrá proporcionar las garantías que de ella demanda la comunidad internacional. La ONU no puede volver a ser nunca más un instrumento para alcanzar intereses nacionales, ni constituirse en un vehículo de poder desplegado por los gigantes de la escena internacional. Los múltiples retos asociados con el cambio climático, las armas nucleares, el mantenimiento de la biodiversidad, la lucha contra las grandes corporaciones, y la disminución del hambre, la pobreza y la desigualdad mundial ponen en peligro el futuro de nuestra civilización y la propia supervivencia de la especie humana como tal. Sólo una nueva ONU podrá controlar estas amenazas a nivel global. Continuaremos en siguientes entregas.

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