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23 mayo 2019 4 23 /05 /mayo /2019 23:00
Arquitectura de la Desigualdad (143)

La pobreza es obra del hombre y puede ser superada y erradicada por la acción de los seres humanos. Superar la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho fundamental del ser humano, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras haya pobreza no habrá verdadera libertad

Nelson Mandela

BLOQUE VII. POBREZA ENERGÉTICA.

 

Bajo este hipócrita eufemismo de "pobreza energética" (en realidad, simplemente pobreza, y por tanto desigualdad) se esconde otra vileza típica de las élites económicas y sociales de nuestro país, para maltratar a las clases más necesitadas, que consiste simplemente en retirar los suministros básicos de electricidad, agua y gas a las personas que no pueden hacer frente al pago de su factura. Suministros básicos que corresponden a derechos humanos básicos, sin los cuales, hoy día, no se puede vivir dignamente. Y nuestra sociedad lo permite. Simplemente mira para otro lado. ¿Cómo puede permitir en pleno siglo XXI estas prácticas una sociedad que se considera madura, democrática y avanzada? Y debido a ello, los "usuarios", "clientes" o "consumidores" (terribles eufemismos modernos para llamar a la gente que se encuentra en sus malévolas "listas negras" de necesitados) se ven obligados, muy a su pesar, a recurrir, sobre todo en invierno, al uso de mantas, a adaptar los horarios, a dejar de usar algunos recursos, a desenchufar los electrodomésticos, a vivir en la oscuridad, en el frío y en el silencio, incluso a morir como consecuencia de ello. Ya ni tan siquiera hablamos de desigualdad, sino de un problema de reconocimiento de la mínima dignidad humana. Algunas personas llevan negando durante mucho tiempo que exista pobreza energética en nuestro país. La realidad, de nuevo, se enfrenta tozudamente a sus espurios intereses. La pobreza energética es la responsable de la muerte de 7.000 personas al año. Esto significa que mueren muchas más personas por pobreza energética en España que por accidentes de tráfico, por poner un ejemplo bien conocido. Un 18% de los hogares, según los últimos estudios, tiene dificultades para poder mantener su casa acondicionada en invierno, y un 22% de la población (1 de cada 5 personas) sufre sus consecuencias.

 

Además, la pobreza energética es una pobreza muy especial: podemos decir que es el tipo de pobreza más íntima, más privada, porque ocurre en el interior de los hogares, de las casas, y denigra profundamente la dignidad de las personas. Provoca que muchos ancianos/as y muchos niños/as se vayan a la cama muy temprano, porque allí están más calentitos. Los datos indican que desde el comienzo de la crisis la factura eléctrica ha subido en cómputo total del orden del 70%. Según el medio Infolibre, durante el período 2009-2015, se produjeron en España 7,5 millones de cortes de luz. Y como todos hemos experimentado, sin luz no podemos ver nuestra casa, ni a las demás personas, no podemos encender ningún electrodoméstico, no podemos calentarnos, no podemos refrescarnos, no podemos usar ningún dispositivo móvil a menos que tengamos las baterías recargadas (teléfono móvil, laptop, ordenador portátil o de sobremesa, consola...), no podemos ver la televisión, ni escuchar la radio, ni oír música, ni leer. Tampoco podemos cocinar, ni usar el microondas. La situación de impotencia es muy grande. Los investigadores Pedro Ramiro y Erika González, de OMAL (Observatorio de Multinacionales de América Latina), han explicado lo siguiente: "Los debates en torno a los impactos económicos, sociales y ambientales de las empresas multinacionales de la energía, así como en torno a la democracia y soberanía energética, deben comenzar con la pregunta de ¿energía para qué y para quién? Y ahondando en la cuestión: ¿quién se beneficia de los proyectos de energía y quién sale perdiendo? ¿A qué intereses sirven? ¿Qué conocimientos se valoran? La historia reciente de los proyectos de energía en muchas partes del mundo está estrechamente relacionada con la imposición colonial de un modelo de desarrollo capitalista y de políticas neoliberales de ajuste estructural promovidos e impuestos por instituciones tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio o la propia Unión Europea".

 

Y prosiguen estos autores: "Y los beneficiarios han sido, por supuesto, el gran capital, las grandes empresas transnacionales y las instituciones financieras, en detrimento de innumerables vidas y medios de sustento. El desarrollo del capitalismo industrial ha estado y está basado en los combustibles fósiles, y por lo tanto, siempre ha servido a los intereses de ciertas élites. Cuando trabajamos sobre políticas de energía tenemos que hablar de relaciones de poder y cambiarlas". En este sentido, la pobreza energética es el claro síntoma final de toda esta indecente cadena. Véase nuestro caso español: antes de mediados de los años 90, cuando Endesa era Sevillana de Electricidad, S.A., y antes de que comenzaran los terribles ajustes derivados de la ola neoliberal y las privatizaciones subsiguientes, los casos de pobreza energética eran mínimos. La factura de la electricidad era mucho más barata y comprensible, las instalaciones de las empresas de cara a la atención al público eran amplias y nunca estaban colapsadas, y la luz, simplemente, no era un problema para casi nadie. Hoy, en cambio, cuando la pública Sevillana ya es la privada Endesa, la pobreza energética es una triste y degradante realidad, el precio de la factura de la luz es mucho más caro, y las instalaciones dedicadas a la atención al público son ínfimas, cada vez más reducidas. La factura de la luz se ha convertido en un grave problema para cientos de miles de familias en nuestro país. Y nosotros nos preguntamos: ¿para esto ha servido la privatización de estas empresas, que antes proporcionaban un servicio público y universal, y ahora es privado e inaccesible para mucha gente, desde la época del PSOE de Felipe González, completada después por el PP de José María Aznar? ¿Era esto lo que pretendían conseguir? ¿No se les cae el alma al suelo (probablemente no la tengan) cuando contemplan los efectos de sus desastrosas políticas? 

 

Pero vayamos por partes: el proceso de liberalización del sector eléctrico, emprendido a partir de 1997 (en varias fases y por sucesivos gobiernos), ha sido un completo fracaso. Hoy día tenemos una de las facturas eléctricas más elevadas de toda la Unión Europea, viviendo en el país que posee una dosis natural solar mayor de los países de nuestro entorno. ¿Cómo es posible esto? Las grandes eléctricas se quedaron con la mejor parte del pastel, las centrales nucleares y las hidráulicas. El mercado eléctrico actual es un mercado marginalista, como en otros países de Europa, pero aquí su repercusión en el precio de la electricidad es absolutamente desproporcionado. El poder de las grandes compañías eléctricas es descomunal, y además se han valido de varios argumentos (como el famoso déficit tarifario, explicado en este artículo), para ampliar aún más su margen de beneficio. Pero también sufrimos en nuestro sistema otras muchas deficiencias e injusticias, como el elevado tipo de IVA aplicado a la electricidad (21%, algo insólito referido a un suministro fundamental), en teoría un bien de primera necesidad (los cuales tributan al reducido 4%), y los perniciosos efectos de una tarificación por horas de todo punto absurda. Es inconcebible que un bien de primera necesidad como la energía haya de estar sujeta a los cambios de mercado de última hora, como si fueran acciones en bolsa. El elevado número de impuestos y tasas completan el resto de las piezas del puzzle, todo lo cual es utilizado por los gobiernos de turno como justificación para no poder intervenir. En realidad, simplemente, les resulta más cómodo no intervenir, dada la estrecha relación, como veremos más adelante, entre el poder político y el poder de estas grandes corporaciones, expresado en el fenómeno conocido como las "puertas giratorias". 

 

Y así, con todo ello, nuestro sistema de precios de la electricidad es tan injusto y disparatado, como el fantástico símil que leí de estos autores: "es como si entráramos en una cafetería a tomarnos un café, y la dependienta nos cobrara según la hora que fuese, según el mayor precio del mercado mayorista de ese día, y además nos cobrara un peaje por gasto de barra, un plus por reposición de tazas, un plus por lectura de prensa, y también por (posible) conversación con la camarera. Y después de todo eso, nos aconsejara tomarnos el café a las cuatro de la madrugada, que es cuando el precio es menor. Pues si entendemos que todo esto es un absurdo, igual de absurdo es el precio que pagamos por nuestra electricidad". En efecto, el símil no tiene desperdicio. Por si todo ello fuera poco, las empresas energéticas se han opuesto rigurosamente en nuestro país a la revolución (positiva en todos los sentidos) que suponen las fuentes de energía renovables, y han interpuesto todo tipo de inconvenientes para que estas tecnologías no pudieran desarrollarse en igualdad de condiciones, y fueran inaccesibles para el conjunto de la ciudadanía. Aspectos como las subvenciones a estas empresas renovables, el llamado "impuesto al sol", y otros impedimentos han retrasado la implantación masiva de estas fuentes renovables, lo cual no tiene otra explicación que la de intentar retrasar todo lo posible la explotación de este nicho de mercado, hasta que ellas mismas puedan seguir controlando los nuevos mercados surgidos de las mismas. La pobreza energética en España, resumiendo, podemos indicar que se debe a dos factores fundamentales: la codicia de algunos grandes y desalmados empresarios, y la cobardía y connivencia de nuestros indecentes gobernantes, aliados del gran capital, para no poder remedio a tanto despropósito y a tanta injusticia social. El acceso a la energía es un derecho humano fundamental, y como tal ha de ser garantizado por nuestros representantes públicos. Pero desgraciadamente, importa mucho más el botín que se reparten las grandes empresas que el hecho de que existan pobres energéticos en nuestro país. Desolador. Continuaremos en siguientes entregas.

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