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31 julio 2013 3 31 /07 /julio /2013 23:00

No cabe duda de que vivimos tiempos convulsos y de contradicción permanente. Pongamos un simple ejemplo: mientras el Papa Francisco se pregunta que quién es él para criticar a un gay (siempre que ese gay sea creyente, claro), en Rusia se cuentan por cientos las recientes agresiones a la comunidad homosexual. Dichos acontecimientos deben animarnos todavía más a continuar en la lucha por la liberación y el reconocimiento del mundo LGTB. Hagamos en esta entrega un somero repaso a la creciente homofobia que se está experimentando en Europa y en otros sitios del mundo. Parece que ya queda atrás la movilización sin precedentes de la derecha católica francesa y sus movimientos sociales adláteres contra la Ley de Matrimonio Homosexual de François Hollande, pero ha representado un punto de inflexión de incalculables dimensiones.

 

Los datos publicados recientemente por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA) confirman que las tendencias sociales de rechazo a la homosexualidad y el ataque a los derechos de estos colectivos están sufriendo un espeluznante aumento en nuestro viejo continente. Según publica Carlos Elordi en eldiario.es: "La FRA ha entrevistado a más de 93.000 homosexuales, bisexuales y transexuales (LBGT) de los 27 países de la UE, más Croacia. Casi la mitad de ellos (el 47%) ha asegurado que en los últimos doce meses ha sufrido alguna forma de discriminación por culpa de su orientación sexual. Cerca de uno de cada cuatro ha denunciado haber sido víctima de asaltos o amenazas violentas en los últimos cinco años y el 6% ha afirmado que ha sido atacado físicamente en los últimos 12 meses, en no pocos casos en el seno de sus propias familias".

 

Por porcentajes de respuestas positivas (es decir, las que reconocen y denuncian los hechos), el mayor acoso al mundo LGTB viene de los países de Europa del Este (Lituania, Croacia, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Eslovenia, etc.). Y en el otro extremo, es decir, los países más tolerantes, serían respecto a estos datos, Luxemburgo, Dinamarca y Holanda. Y fuera de la Unión Europea, el panorama, como decíamos más arriba, es aún más desolador. Diez regiones de la Federación Rusa han aprobado leyes que prohíben lo que se denomina “propaganda prohomosexual”, seis de ellas podrían hacerlo en breve, al igual que el propio Parlamento ruso, la Duma, que tramita una ley que viola abiertamente la normativa internacional sobre derechos humanos, y según la cual una persona que exprese en público lo que se consideran opiniones favorables a la homosexualidad –como el apoyo al uso de preservativos para su práctica– será multada con 145 euros, y si es una ONG con más 15.000. En Moldavia, varias de las mayores ciudades del país se han declarado “zonas libres de gays”. Y en Uganda, hace poco se aprobó una ley que hasta prevé la pena de muerte para los casos de “homosexualidad agravada”. Actualmente, la homosexualidad se sigue considerando delito en 76 países del mundo.

 

Se nos está cayendo incluso el mito británico, considerado hasta hoy como un buen referente de las políticas públicas de apoyo y reconocimiento al mundo LGTB. Alli, un sector de los tories, junto a un grupo de diputados laboristas, está dando la batalla para tumbar la ley de matrimonio gay presentada por el Gobierno Cameron. Son los mismos que exigen la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y los que más alboroto popular han levantado ante el nacimiento del hijo de los Príncipes Guillermo y Catalina. Es decir, los sectores que abogan por el conservadurismo puro y duro, aplicado en todos los frentes. La derecha mediática y política, que se resiste (siempre lo ha hecho, y en todas partes del mundo) a que la sociedad evolucione hacia más justicia social.

 

Y es que en el universo de las ideas conservadoras, trasnochadas, reaccionarias, intolerantes e insolidarias, acrecentadas además en tiempos de crisis, los asideros ideológicos más radicales se tornan en referentes casi absolutos. Y temas como la diversidad sexo-genérica se vuelven caballos de batalla fundamentales. Podríamos extrapolarlo al mundo de los migrantes, que representan también, aunque en otro plano, otra cara de la misma moneda. Esa moneda que nos lleva a un mundo más injusto, más inhumano, más irracional y más enfrentado. Ese mundo donde los distintos no son aceptados. Ese peligroso mundo del cual tenemos precedentes históricos que queremos olvidar. Continuaremos en siguientes entregas.

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