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1 diciembre 2014 1 01 /12 /diciembre /2014 00:00

"Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo"

(Karl Marx)

 

 

 

 

 

Una vez ha quedado claro la importancia de la nacionalización de los grandes sectores estratégicos de nuestra economía, así como de poseer una economía planificada y controlada democráticamente, concluimos que sólo podremos revertir la situación de paro crónico y de paulatino empobrecimiento de los trabajadores/as y la mayoría de la sociedad, si tomamos el control sobre la riqueza, esto es, cambiamos la relación de propiedad sobre los medios de producción. Sin ese control, cualquier medida de incremento progresivo de los impuestos, aumento del gasto público o de los derechos de los trabajadores/as, chocará frontalmente con los chantajes de la oligarquía, esto es, la retirada de fondos, los cierres de empresas y la evasión de capitales. En última instancia, los movimientos de capitales son libres, y si no obtienen la rentabilidad que desean, desmontarán el chiringuito y se instalarán en otra parte donde puedan obtener mayores beneficios. Hoy día, es tal el desarrollo del capitalismo, y tal la fuerza y el poderío de las empresas, que el desmontaje de una sede, sucursal o franquicia se resuelve en 24 horas. Y esa es una de sus mejores armas contra el movimiento obrero. Y no hablamos de posibilidades, sino de realidades, ya se han ido cientos de miles de millones de euros a lo largo de los últimos años, conforme la crisis iba arreciando y llegando a más sectores.

 

socialismo501.jpgPor eso, la aplicación de una reforma fiscal realmente progresiva, la recuperación de los derechos de los trabajadores, la garantía de facto de los derechos fundamentales de las personas, la universalización de los servicios públicos, deben ir unidos y en función de medidas que pongan la riqueza colectiva y los medios de producción bajo control social y democrático, y eso sólo es posible mediante su nacionalización. Seamos tajantes en este punto. No seamos ingenuos. No existe ningún capitalismo "bueno" o "menos malo" que otro. Todos los intentos de la socialdemocracia por suavizar los efectos del capitalismo no han hecho más que agravarlo, recrudecerlo, y provocar que la clase dominante ponga en marcha medidas que salvaguarden de forma más segura y efectiva sus intereses. Incluso las leyes, los reglamentos y las Constituciones no sirven de nada para proteger los derechos de los más débiles de la sociedad. La actual Constitución de 1978 consagra que la riqueza económica tiene que tener como prioridad la atención de las necesidades sociales, pero sin embargo, en vez de desarrollar leyes y decretos que la garanticen y la doten de un contexto normativo, lo que han hecho es blindar, mediante una reforma del artículo 135, el pago prioritario de la deuda, antes de poder dedicar dichos fondos a la satisfacción de los derechos y servicios públicos.

 

Y podemos poner más ejemplos. También dice la Constitución que todos tenemos derecho a un trabajo digno, con un sueldo que permita mantener dignamente a una familia, y también dice que tenemos derecho a una vivienda digna y adecuada, y tampoco se cumplen. En cambio la propiedad privada se defiende a capa y espada, como un pilar básico de nuestro ordenamiento jurídico. Cualquier intento de atentar de forma directa o indirecta sobre el derecho sagrado a la propiedad, ha sido brutalmente contestado por la clase dominante, mediante querellas criminales y actos jurídicos llevados a las más altas instancias judiciales. Pero tampoco cualquier propiedad privada se defiende, pues la de cientos de miles de familias deshauciadas es abolida todos los días, constantemente. La de miles de trabajadores arrojados al desempleo, y sus familias, es abolida una y otra vez, devorada por las deudas financieras y la necesidad de sobrevivir. La de miles de pequeños empresarios arruinados es destruida cotidianamente. Por tanto, concluimos que la única propiedad privada que se defiende con uñas y dientes es la de los más ricos, la de las grandes empresas y los grandes terratenientes. Un banco nos puede expropiar y quedarse con algunos terrenitos que tengamos en el campo, pero si intentamos expropiar mediante un comité obrero cualquier finca del Ducado de Alba tendremos a la policía encima en menos que canta un gallo.

 

socialismo502.jpgSi queremos entonces defender el derecho a una vivienda digna, a un empleo decente, a unas condiciones de vida adecuadas, si queremos defender el futuro de los funcionarios, de los pensionistas, de los autónomos, de las pequeñas empresas, si queremos proteger y salvaguardar el futuro de los servicios públicos, si todo ello nos importa, no nos queda otra alternativa que abolir el derecho a la propiedad privada de los más ricos, y su dominio sobre los grandes medios de producción. No queda otra salida. No existe otra alternativa. Pero claro, al afirmar esto, en seguida salen a patadas los liberales de tres al cuarto, la socialdemocracia, los "centristas", la derecha pura y dura, los neoliberales, los conservadores, y toda la pléyade de medios que les apoyan, a decir que eso es una solemne barbaridad. Que los que afirmamos esto no tenemos sentido común. Que queremos volver a la Rusia comunista. Que somos unos malvados y unos descerebrados. En fin, nos llegan palos por todos los lados. Pero desde la izquierda transformadora continuaremos reafirmándonos en dicha idea. No existen atajos. No existen terceras vías. Sólo una auténtica sociedad socialista podrá ser garante de los derechos fundamentales, y ello mediante el cambio en la relación de propiedad sobre los medios de producción. En caso contrario, el capitalismo nos devorará (nos remitimos a los artículos anteriores de esta serie, donde hemos dado amplia cuenta de todas las manifestaciones del capitalismo actual, para comprender su auténtica dimensión).

 

Los ejemplos que podemos poner se cuentan a porrillo. El "socialista" francés Francois Hollande no necesitó ni los primeros 100 días de gobierno para acabar completamente alineado con las políticas de Angela Merkel. Si volviera a gobernar el "renovado" PSOE de Pedro Sánchez, volveríamos a tener una reedición del tándem Zapatero-Rubalcaba. Pero en Francia no votaron a Hollande para seguir practicando las mismas políticas que Sarkozy, más o menos maquilladas. Lo podemos decir más alto, pero no más claro. QUIEN POSEE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN, DECIDE LA POLÍTICA. La burguesía francesa, al igual que la española, la alemana, la inglesa o la portuguesa, tienen más en común entre todos ellos que con sus respectivas clases trabajadoras. Si no estamos dispuestos a enfrentarnos a ella, a transformar de raíz el sistema, tarde o temprano se acaba haciendo la misma política, con más o menos parches. Véase la coalición PSOE-IU en Andalucía, que ha desprestigiado por completo (muchos ya lo avanzamos en su día) a la formación de izquierdas. No se puede soplar y sorber al mismo tiempo. No se puede estar en el plato y en las tajadas.

 

socialismo503.jpgPor tanto, o atendemos de verdad a un cambio en las relaciones de producción, o nos enfrentamos de verdad a los ricos y poderosos, o sólo conseguiremos maquillajes de cara a la galería. Por eso, los auténticos programas socialistas, para poder llevarse a cabo, han de contar con el apoyo de una amplia mayoría social, porque sólo la fuerza de la ciudadanía, sólo la presencia de ese contrapoder ciudadano, que represente los intereses de la inmensa mayoría social, será capaz de enfrentarse y vencer la fuerza de resistencia y el control de los poderes fácticos. Nunca la clase dominante aceptará mansamente y por las buenas un auténtico programa socialista, nunca lo consentirá de buen grado, ya que un auténtico programa de izquierdas, transformador de la sociedad hacia esquemas más justos e igualitarios, supone la abolición de todos los privilegios de la casta dominante. Y ésta se revolverá como gato panza arriba en la defensa de sus intereses, a capa y espada, llegando sin complejos a usar la fuerza si es necesario, como ha ocurrido en otras épocas de la Historia. Por eso hemos de contar con el apoyo, con el convencimiento y con el respaldo de la inmensa mayoría social, ya que esto será sin duda la garantía de éxito. Y para ello no sólo hay que ser sincero, sino también disponer de la voluntad política y de la valentía para llevarlo a cabo. Continuaremos en siguientes entregas.

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