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18 diciembre 2019 3 18 /12 /diciembre /2019 00:00
El Genocidio Palestino (XIII)

Durante décadas, los planes de paz han hecho demandas imposibles a los palestinos, obligándoles a rechazar las condiciones que se les ofrecían y creando así un pretexto para que Israel se apodere más de su patria

Jonathan Cook

Seguiremos a continuación este artículo publicado por Pablo Jofré Leal para el medio HispanTV, donde detalla algunos aspectos significativos. En primer lugar, destaca la ausencia de verdaderas alternativas al conflicto palestino-israelí por parte de los posibles candidatos a elecciones en Israel. Todos los candidatos, cuando se trata de este asunto, no difieren en sus propuestas: más guerra, más poder al Ejército, más construcción de asentamientos, y más búsqueda de apoyos del lobby sionista en Estados Unidos. Ningún candidato o candidata ofrece plantear el conflicto de otra forma. En este sentido, existe total unanimidad, como si el asunto fuese una cuestión de Estado, y no pudiese ser abordado desde otras posiciones. Ningún aspirante a la presidencia israelí significa nada positivo para el objetivo de autodeterminación del pueblo palestino. En general, son un cuadro de candidatos deseosos de presentarse ante el electorado israelí con el discurso más racista, con mayor virulencia y agresividad contra Palestina, el Movimiento de Resistencia Islámica del Líbano (Hezbolá) e Irán (el otro gran enemigo), en aras de conseguir los votos de los sectores más extremistas de la población, y con mayor poder dentro de esta entidad enclavada en el Oriente Medio. Como explica Jofré Leal: "No es extraño tal panorama, donde los discursos y propuestas más antipalestinas, que hablan de guerra y no de colaboración, que levantan la siempre vendible imagen de un pueblo judío perseguido y que se debe defender del mundo entero; son planteamientos que calan muy hondo en Israel. Una entidad donde el racismo campea a sus anchas, sobre todo en aquellos sectores que bajo una política de subsidios, apoyo estatal en educación, salud, remuneraciones entre otras prebendas, son la daga clavada en territorio palestino de Cisjordania, con creciente poder político". Hablamos de un poder que se sustenta, básicamente, en la construcción de asentamientos, conformados por unos 650.000 colonos extremistas, un 10% de ellos de origen estadounidense, considerados los más violentos de una sociedad aún en pañales que ha consolidado un régimen de terror para la Palestina ocupada y vecinos como El Líbano y Siria, principalmente. 

 

Y hablamos de una comunidad de judíos sionistas en pañales porque a pesar de que traten de vender una imagen de nación milenaria, se suele omitir interesadamente que se trata de una entidad internacional reciente, creada hace solo siete décadas. Con período de colonización de tierras palestinas, a través de un proceso que se origina en Europa (ver entregas anteriores, donde explicamos la Declaración Balfour y todo el itinerario que vino después) a través de una organización de europeos adscrita a una ideología política que buscó su anclaje con el judaísmo a partir del último cuarto del siglo XIX. Jofré Leal lo resume en los siguientes términos: "Una colonización que bajo el marco mitológico de un supuesto retorno a tierras ancestrales --entregadas dadivosamente por una divinidad para un pueblo signado por el judaísmo como "elegido"-- comienza a ser alentado por el sionismo liderado por Theodor Herzl y sus congresos, en específico el celebrado en la ciudad de Basilea, Suiza, en agosto del año 1897, donde se aprueba el denominado Programa de Basilea. Allí se entregaron las bases de actuación del sionismo y se crea la Organización Mundial Sionista "con el objetivo de crear un hogar en Palestina para el pueblo judío. Para alcanzar este objetivo deben adoptarse las siguientes medidas: Fomentar el desarrollo práctico de Palestina mediante su asentamiento por judíos campesinos, artesanos y profesionales. Segundo, organizar la judería mediante eficientes entidades, locales y generales, conforme a las leyes de cada país. Fortalecer el sentimiento nacional y la conciencia nacionalista judía, y finalmente adoptar las acciones preparatorias para obtener de los gobiernos los consentimientos necesarios para alcanzar la meta del sionismo". Apoyo político que se obtiene a través de la Declaración Balfour y posteriormente con el Mandato otorgado por la Sociedad de Naciones al Reino Unido".

 

En poco tiempo, miles y miles de judíos sionistas, al amparo de una ideología excluyente, llegaban de diversas partes del mundo (principalmente de Europa Central y Oriental, además de Rusia) a tierras palestinas, demandando un "derecho" definido por los sionistas como natural e histórico, generando de este modo una limpieza étnica y las bases de lo que sería la conformación de la entidad israelí, centrándose en un objetivo político fundamental: "asegurar una mayoría judía numérica y cualitativa, para así controlar la tierra y los recursos económicos, predominio que se refleja también en el plano político-militar, con hegemonía de la comunidad de judíos provenientes de Europa". Todo su ideario está apoyado en una lógica criminal sionista, que ha sido estudiada por los autores Israel Shahak y Norton Mezvinsky en su obra "Fundamentalismo judío en Israel", donde exponen el ideario criminal que subyace en el régimen israelí: "Los sionistas argumentan que aquello que parece ser una confiscación de tierras de propiedad árabe, no es un acto de robo, sino un acto de santificación. Desde su perspectiva, la tierra está siendo redimida al ser transferida de la esfera satánica a la divina...Para promover este proceso, se permite el uso de la fuerza todas las veces que sea necesaria...El Halaka permite a los judíos que roben a los no judíos, en las situaciones en las que los judíos son más fuertes que los no judíos". Se trata, como vemos, de toda una racionalidad fundamentalista judía, en toda regla. Para completar este cuadro del ala fundamentalista judía, los rabinos de Gush Emunim (organización fundamentalista militante israelí que busca extender la autoridad de la ley judaica y establecer un Estado basado en ella) reiteran continuamente en sus prédicas que los judíos que maten árabes no deberían ser castigados. Citamos de nuevo a dichos autores: "Basándose en el Código de Maimónides y en el Halaka, el rabino Ariel declaró que un judío que mata a un no judío está exento de ser juzgado por humanos y no ha violado la prohibición (religiosa) del asesinato...la trascendencia de esto es de un impacto máximo si se considera el amplio apoyo, tanto directo como indirecto, del que goza Gush Emunim. Aproximadamente la mitad de la población judía de Israel apoya a este movimiento". Ello nos da una idea bastante aproximada del grado de radicalización que ostenta dicha población. Incluso justifican los asesinatos de niños y bebés. Remito a los lectores y lectoras a unas cuantas entregas más atrás, donde nos detuvimos en algunos mandatos aberrantes del Talmud. 

 

No resulta extraño entonces que judíos sionistas, influenciados por este tipo de prédica terrorista, enarbolen sus propios argumentos criminales con toda naturalidad. Tal es el caso, por ejemplo, de la Ministra de Justicia del régimen de Benjamín Netanhayu, Ayelet Shaked, perteneciente al partido ultranacionalista Hogar Judío. Esta señora afirma que "Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos (...) Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes". No obstante, y afortunadamente, no toda la población israelí piensa de esta forma. De hecho, esta perversión ha generado que miles de judíos que no piensan ni sienten de esta forma hayan huido horrorizados de ese Israel creado al amparo de esa ideología racista, colonialista y criminal. Tal es el caso del músico y escritor israelí Gilad Atzmon, quien tomando al pie de la letra las palabras del que fuera superviviente de los campos de concentración nazis, el profesor alemán de religión judía Israel Shahak, en el prólogo de su libro "La Identidad Errante: la identidad judía a examen", consigna lo siguiente: "Los nazis me hicieron tener miedo de ser judío y los israelíes me hacen tener vergüenza de ser judío". Gilad Atzmon tiene muy presente, y así lo señala, que el extremismo nacionalista israelí tiene buena parte de responsabilidad en la falta de paz en todo el Oriente Medio. Y además, recurren continuamente a los diversos mitos en su imaginario colectivo. Alfonso Bolado, miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, desmonta en este artículo los mitos de Israel. Sobre el primer mito, relativo al origen bíblico del pueblo de Israel, concluye: "Toda historia nacionalista es en buena parte una historia mítica: narra un esfuerzo colectivo para crear, engrandecer o retrasar el proceso nacionalizador de un pueblo determinado. Para ello reinterpreta o selecciona los datos de la realidad histórica. Los problemas de convertir la Biblia en historia nacional son mucho más grandes: por un lado, pensar que un Estado moderno es el sucesor de otro desaparecido hace 2.000 años (la destrucción de Jerusalén tuvo lugar en el año 70 después de nuestra era) es un verdadero despropósito que solo resulta concebible desde una fe muy arraigada o un cálculo perverso; por otro, la Biblia no es una reelaboración nacionalista de los datos del pasado: es directamente, y en buena parte, una obra de ficción, con muy débil sustrato real, que por mucho que pudiera confortar a espíritus religiosos, proyecta unos valores (presencia de Dios en la Tierra, idea del Pueblo Elegido, odio feroz al enemigo) que tienen poco que ver con la racionalidad". 

 

El segundo mito sería el relativo a la superioridad moral del judío (que aún hoy acepta el 68% de la población israelí), relacionada con la conciencia de haber sido perseguidos sistemáticamente, de ser los verdaderos justos de la Tierra, o los no contaminados por el afán de dominio, etc. Es precisamente esa conciencia de superioridad moral la que ha producido en el establishment israelí una actitud arrogante que se manifiesta en las sistemáticas acusaciones de antisemitismo dirigidas a todos los críticos con su política. Y además les conduce a no poner en cuestión los criterios de legitimación de su Estado. Y a partir de ahí, legitiman todas las prácticas criminales que llevan a cabo: ocupación de tierras, levantamiento de muros, segregación de la población palestina, ataques contra población civil, muerte masiva de no combatientes, expolio de propiedades, saqueos, detenciones ilegales, humillaciones, torturas...cuya frecuencia y gravedad van más allá de lo que pudieran considerarse casos puntuales o abusos esporádicos, y sugieren una táctica implícita, consciente, programada y continuada. Pero la superioridad moral, como decimos, les eleva sobre todas estas barbaridades, creyéndose que son "una isla de humanismo, democracia y bienestar en un océano de tiranía" (en palabras de Alfonso Bolado). Y concluye: "Hoy día Israel es un Estado férreamente conservador, violento y despectivo hacia la opinión internacional; un Estado, como denuncian muchos israelíes de buena voluntad, contaminado por su carácter colonial". Definitivamente, el Estado de Israel fue y es fruto de un expolio. Un expolio humano, material, nacional, aberrante. Pero eso no es óbice para una situación de excepcionalidad, ya que una buena parte de los Estados que forman actualmente el mundo que conocemos tuvieron el mismo origen. Lo verdaderamente excepcional es que todos esos mitos lleguen hasta nuestros días, que aún se sigan cultivando y creyendo en la mente de la inmensa mayoría de los israelíes. Como afirma Alfonso Bolado, "lo excepcional del Estado de Israel es la reclamación de su excepcionalidad". Y concluye: "Hoy en día, cuando el antisemitismo es residual y en Occidente es más peligroso ser rumano, magrebí, turco o subsahariano, ha llegado para Israel el momento de salir del infernal círculo vicioso de resentimiento y victimismo para impedir que la repugnancia que inspiran sus prácticas hacia los palestinos se transformen en un odio renovado e injusto hacia todos los judíos. Es el momento de saber que israelíes y palestinos comparten el mismo territorio, con demasiada historia, real o sagrada, a sus espaldas". Continuaremos en siguientes entregas.

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