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16 marzo 2020 1 16 /03 /marzo /2020 00:00
Viñeta: Carmelo Kalashnikov

Viñeta: Carmelo Kalashnikov

El concepto del Sumak Kawsay permite precisamente esto: una nueva visión de la naturaleza, sin desconocer los avances tecnológicos ni los avances en productividad, sino más bien proyectándolos al interior de un nuevo contrato con la naturaleza, en la que la sociedad no se separe de ésta, ni la considere como algo externo, o como una amenaza, o como el Otro radical, sino como parte de su propia dinámica, como fundamento y condición de posibilidad de su existencia a futuro

Pablo Dávalos

La revolución no es un tren que se escapa. Es tirar del freno de emergencia

Walter Benjamin

Pero volvamos a recuperar la visión profunda del Buen Vivir anclada a la filosofía de los pueblos ancestrales amerindios (visión que nosotros estamos complementando mediante los enfoques del Decrecimiento, del Ecosocialismo, del Ecofeminismo, de la Ecología Profunda, del Desarrollo a Escala Humana...), para darnos cuenta hasta qué punto sus postulados, sus formas de vida, ya preconizan muchos aspectos de los que aquí estamos comentando. En su Trabajo Fin de Máster titulado "El Buen Vivir: del Sumak Kawsay y Suma Qamaña a las Constituciones del Buen Vivir", su autor, Juan Manuel Crespo Barrera, explica: "Desde esta concepción holística de la vida, se entiende que el ser humano, siendo nada más que humano, está incompleto y no puede vivir aislado del resto de elementos del cosmos. Entonces, podemos decir que el ser humano es parte del cosmos, y como tal, debe interrelacionarse con este entorno. Es decir, que debe aprender a vivir con él para mantener y reproducir la vida. Estamos hablando de una relacionalidad a través de la reciprocidad, la complementariedad y con sus respectivas correspondencias en aspectos afectivos, ecológicos, éticos, estéticos y productivos (Llasag, 2009). Sin esta conexión y relación con el "todo" el ser humano está incompleto y por ende condenado a morir, más aún si se considera dueño y/o superior a todo lo que le rodea. Este es el error más grave que se podría cometer, y justamente podría decir que es el error que se ha venido cometiendo desde la modernidad". Esta visión contribuye, como estamos viendo, a nuestra apuesta en el sentido de reforzar las relaciones del ser humano con la naturaleza, y en reconocer a ésta como sujeto de derechos. Y al igual que la propia naturaleza, la comunidad, la vida comunitaria, con el resto de sus miembros, obtiene una vital importancia para la filosofía del Buen Vivir. Nos dice Crespo Barrera: "El conjunto de estos conceptos son principios, normas y reglas, que constituyen una forma de organización social tanto política como de relaciones comunitarias. La comunidad viene a ser indispensable en esta lógica, es la forma nuclear de organización que han venido manteniendo a lo largo de los siglos los pueblos andinos. De aquí provienen los denominados Ayllus, que se refieren a "centros", y mediante ellos se entiende a la comunidad en su totalidad como una "familia ampliada", como el "centro" de la organización social (Llasag, 2009)".

 

Y continúa: "En este sentido, la concepción del "individuo" en el mundo andino es muy distinta y difiere profundamente de la del mundo occidental. En la cosmovisión andina, un individuo sin su comunidad está "incompleto", está "desequilibrado". Para que un individuo realmente esté integrado en el camino del Sumak Kawsay o del Suma Qamaña, entonces debe estar integrado con quienes le rodean, con su comunidad en sus diversas formas". Como podemos ver, se trata de la visión justamente contraria a la del individualismo de la sociedad neoliberal globalizada, por desgracia imperante en nuestros días. Es una visión que se aleja de los planteamientos egoístas e individualistas de la civilización capitalista, centrados en la competencia de unos contra otros, lo cual genera tantos problemas de todo tipo a nuestras sociedades. Y también debemos comentar lo relativo a la organización y visión económica, porque otra característica dimensión que compone la definición del Sumak Kawsay y Suma Qamaña como "sistema de vida", es la dimensión económica. Estamos hablando de un modelo de economía propia alrededor de las ideas básicas de reciprocidad y complementariedad. Se trata de dos conceptos fundamentales para la filosofía del Buen Vivir. Es esencial la concepción de "economía" que tienen los pueblos andinos, ya que es diametralmente distinta a la economía capitalista. En el mundo andino la "economía" tiene mucho que ver con la propia etimología de la palabra. Como explica Vandana Shiva (2010): "La economía ya no es más eco-nomía; la palabra economía tiene la misma raíz lingüística que la palabra ecología. Ambas comparten su raíz en la palabra Oikos, que significa hogar. El hogar al que nos referimos es este planeta. Ecología es la ciencia de esta casa; la economía supuestamente debería ser la administración del manejo de este hogar". Sigo de nuevo a Crespo Barrera: es decir, que si queremos entender la profundidad propia de la palabra, y no la pervertida economía capitalista, entonces podemos entender a la economía como la administración del manejo del hogar. Y así, la economía para el mundo andino está intrínsecamente relacionada con la complementariedad entre el ser humano, la tierra, el bosque, el agua, el aire, los animales, las piedras, las montañas, los minerales...y esto complementado con el principio de relacionalidad de todos estos elementos entre sí. 

 

Relacionalidad a nivel físico, psíquico, afectivo, ecológico, ético, estético, productivo, espiritual y político. Por tanto, todo lo "vivo" jamás debería ser utilizado con fines mercantilistas, sino únicamente para satisfacer las necesidades vitales del resto de elementos vivos (Llasag, 2009). Es por esto que es completamente incompatible la concepción económica capitalista con la visión andina, ya que el enfoque capitalista se posiciona por encima del resto de seres vivos, y llega a verlos como "recursos", "bienes" y "servicios" que están disponibles para ser mercantilizados, explotados y aprovechados en beneficio de los seres humanos (especialmente por un grupo selecto de seres humanos, los que forman las élites políticas, económicas y sociales del planeta). En cambio, la economía andina entiende como su razón de ser la perpetuación de la vida en su conjunto, por lo cual debe saber "administrar" adecuadamente los bienes naturales con el fin de producir y reproducir la vida infinitamente. La única forma de hacerlo es comprendiendo al conjunto de elementos vivos como un "todo" relacionado y complementario. En síntesis, el Buen Vivir es un concepto de comunidad donde nadie puede ganar si su vecino no gana. La concepción capitalista es exactamente lo contrario: para que yo gane, el resto del mundo tiene que perder (Boaventura de Sousa Santos, 2010). De aquí su contraposición frontal a un paradigma individualizador y la clara búsqueda de un verdadero socialismo comunitario en principios fundamentales de convivencia y armonía. Así mismo, el Buen Vivir enfrenta el paradigma monocultural globalizador y colonizador de la cultura capitalista, con una visión pluricultural, con un "mundo de mundos", o con un "pluriverso". La globalización desconoce la diversidad cultural y la ideodiversidad, desconoce la diversidad ecológica y política de los pueblos del mundo, y de esta forma, tiende a uniformizar el sistema-mundo bajo una misma lógica y un único prisma de funcionamiento, mientras que el Buen Vivir puede expresarse en cada realidad cultural de forma distinta, sin renunciar a sus principios fundamentales. De ahí que desde el comienzo de esta serie de artículos hayamos insistido en que el concepto del Buen Vivir no es una idea cerrada, un planteamiento acabado, sino que está abierto a las diferentes plasmaciones e implementaciones en los diferentes países, pueblos y culturas. 

 

Pero además de descolonizador, el proyecto del Buen Vivir exige la construcción y el respeto hacia un mundo plural. Un mundo de diversidades, donde todas ellas conviven, se respetan y se aceptan. Para el Buen Vivir es esencial la convivencia (los Buenos Convivires), el diálogo y la reciprocidad entre culturas. Es además fundamental el respeto hacia las diferencias, porque éstas se entienden siempre enriquecedoras. Y frente a una economía de acumulación (el modelo vigente bajo la globalización capitalista y el fallido enfoque desarrollista), el Buen Vivir plantea una economía de la subsistencia. Para la construcción de una economía digna del Buen Vivir tendría que incluir principios básicos tales como la reciprocidad, la solidaridad, y la justicia. También debería predominar el valor de uso antes que el valor de cambio (o valor monetario). Esta nueva economía supone profundos cambios en la matriz productiva, en las visiones y políticas acerca de quiénes y cómo interactúan en la economía, de qué y cómo producir, qué y cómo consumir, de cómo, en última instancia, reproducir la vida. Se entiende entonces la vida como eje y categoría central de la economía. Estamos hablando de una economía que busca la subsistencia de la vida. En este sentido, las aproximaciones de la economía feminista tienen mucho que aportar (volveremos al Ecofeminismo en ulteriores entregas), y sin duda la economía de los cuidados es fundamental desde esta nueva percepción de la economía. En el Buen Vivir se rechaza la idea de progreso, y en particular que el recorrido histórico de los países industrializados sea una guía que deban repetir las naciones y países del Sur global (en entregas anteriores ya nos hemos referido con profundidad a la deuda del crecimiento, en todas sus dimensiones, que el Norte global posee con respecto al Sur). El Buen Vivir no acepta que la historia sea un proceso lineal único, y en cambio, entiende que existen múltiples historias con distintas direccionalidades. La visión desarrollista occidental no tiene cabida en el Buen Vivir, ya que ésta mantiene su ligazón al crecimiento económico continuo como único paradigma para consolidar sus falaces visiones de "bienestar" o "riqueza". De hecho, "riqueza" y "pobreza" son conceptos políticos y no económicos, ligados fundamentalmente a la concepción desarrollista de Occidente. 

 

Un aspecto importante del Buen Vivir es aceptar una diversidad de saberes y sensibilidades, a saber: no se rechazan los conocimientos occidentales (la ciencia, en sentido general), pero tampoco se piensa que sean los únicos válidos y la única fuente de legitimidad del conocimiento humano. Por ejemplo, la visión capitalista del "progreso" está muy ligada a la concepción utilitarista de la ciencia, y mide el avance de las sociedades de forma lineal, de manera que se entiende que nuestras sociedades progresan si son capaces de producir cada vez más elementos para el consumo humano, sin preocuparse de otros indicadores que puedan darnos pistas sobre nuestro grado de felicidad, de cohesión social, de igualdad o de redistribución de la riqueza generada. Por ello es rechazado por el Buen Vivir. El Buen Vivir apunta a alternativas que disuelvan o anulen la postura "dualista" bajo la cual la sociedad y la Naturaleza están separadas (ésta es una de las ideas básicas de la Modernidad, preconizada desde René Descartes, Francis Bacon y otros pensadores). Por el contrario, el Buen Vivir postula comunidades expandidas, donde los campos social y ecológico se superponen y están íntimamente asociados el uno con el otro. Y en un paso aún más radical, el Buen Vivir reconoce de distintas maneras que la Naturaleza posee valores propios, valores intrínsecos, es decir, posee un valor por sí misma. Ésta es una posición en contradicción con todas las tradiciones occidentales, que se han basado en considerar que únicamente los humanos son sujetos, que solo ellos tienen derechos y que son los únicos que pueden otorgar valores. Son posiciones éticas que corresponden a visiones antropocéntricas bajo las cuales la Naturaleza es entendida solo como un mero agregado de objetos, "recursos naturales" que deben ser aprovechados, convertibles en mercancías, y que por lo tanto, son externos a cualquier noción de comunidad. El Buen Vivir, en cambio, defiende una postura biocéntrica, donde distintos elementos del ambiente puedan tener valores en sí mismos, independientemente de la (posible) utilidad o no para el ser humano. Son, por lo tanto, sujetos de derechos, lo mismo que lo somos nosotros, y el resto de animales y seres vivos que pueblan la Naturaleza, conformándola, equilibrándola, posibilitando la vida. Continuaremos en siguientes entregas.

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