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6 enero 2021 3 06 /01 /enero /2021 00:00

La explotación desgarradora del cuerpo y de la psiquis que constituye la prostitución, busca ser presentada por el poderoso lobby proxeneta (que tiene capital en empresas varias) como un «empoderamiento» y un «ejercicio de libertad». Además de destruir a las personas prostituidas, la banalización de la prostitución vulnera al conjunto de los seres humanos, al hacer que el ejercicio del abuso de poder y de la crueldad sean banalizados; nos vulnera a todas las mujeres porque establece que las mujeres «pueden ser consumibles», «allanables», «saqueables». Entre las promociones más lesivas de la violencia contra las mujeres, encontramos al porno y la prostitución, que es la cosificación absoluta del ser humano

Cecilia Zamudio

Tomando de nuevo como referencia este estupendo artículo de Cecilia Zamudio, de donde procede la cita de entradilla que hemos destacado, recogemos a continuación el testimonio de un ginecólogo alemán que trabaja con mujeres prostituidas: "Las condiciones de salud de estas mujeres son catastróficas: con 30 años muchas han envejecido de manera prematura, todas tienen dolores abdominales permanentes, gastritis e infecciones frecuentes (...) y todo tipo de enfermedades de transmisión sexual. El trauma psicológico lo alivian con alcohol y fármacos. Hay un incremento en la demanda de mujeres embarazadas para ejercer la prostitución. Estas mujeres tienen que dar servicio a entre 15 y 40 hombres diariamente de manera continuada hasta dar a luz. Muy frecuentemente acaban abandonando al bebé, volviendo al trabajo tan pronto como les es posible, lo que en ocasiones es 3 días después de dar a luz. Estas prácticas son irresponsables para la salud de la madre y del bebé, pudiendo provocar daños irreparables". Todo un dantesco panorama, como puede apreciarse. Y en cuanto al hecho de la regulación en el país germano, ya habíamos afirmado en anteriores entregas que la situación no había aportado nada nuevo. De hecho, el Ministerio de la Familia alemán reconoce en un informe que "ni las condiciones laborales ni la posibilidad de salir de la "profesión" han mejorado. La operadora de un burdel afirmó que valoraba la ley de la prostitución porque reducía la probabilidad de redadas. De hecho, afirmó que la ley era más ventajosa para quienes operan burdeles que para las prostitutas". Por su parte, el fenómeno del turismo sexual se ha globalizado como efecto de la misma globalización del capitalismo, y es un fenómeno que crece de la mano de un sistema que por un lado empobrece, y por otro promueve la barbarie, la tortura y la misoginia a través de todo su aparato cultural. Y son los mismos gobiernos de determinados países los que promocionan su país para el turismo sexual, legitimando toda esta salvaje economía sumergida, y haciéndola aflorar como parte del PIB. ¿Es que acaso pueden medir estas aberraciones el índice de riqueza de un país?

 

Como también hemos señalado en anteriores entregas, la medida de modificación legal en el sentido abolicionista, que es por el que aquí apostamos, debería ir acompañada de varias medidas estructurales y globales, que en el capitalismo no se van a tomar porque contravienen los propios intereses del sistema. Pero si no se adoptan, es evidente que estamos abandonando a su suerte a las mujeres prostituidas, sin medios y sin recursos para poder llevar una vida digna. Estas mujeres deberían tener salidas laborales reales, dignas, que les permitan un sustento para ellas y sus familias. A toda esta problemática se suma que más del 90% de las mujeres prostituidas son migrantes, es decir, mujeres captadas por estas redes, atenazadas entre el empobrecimiento que las empuja al éxodo y leyes de inmigración lesivas y despiadadas que provocan el sometimiento de estas mujeres a todo tipo de organizaciones opresoras. Son mujeres absolutamente dependientes, y anuladas por su propia situación. No podemos ni siquiera imaginar hasta qué punto llega la maldad y la aberración capitalista por conseguir sus objetivos. Estas mujeres viven cosificadas, ignoradas en sus necesidades y maltratadas, sometidas a un tremendo estrés y dependientes de los fármacos y estimulantes para poder funcionar a tiempo completo. Algunas mujeres han contado que después de sus primeras experiencias en la prostitución, tenían la sensación de haber muerto. Ya no son capaces de sonreír, ni de pensar, sus vidas han sido completamente cooptadas. Todas ellas viven traumatizadas, y es típico que desarrollen todo tipo de depresiones, pesadillas, problemas físicos, problemas psicosomáticos, etc. Pero aún hay más: es muy significativa la población de mujeres en riesgo de ser abocadas a la prostitución por causa del maltrato que han padecido durante su infancia. Zamudio recalca: "Una vez más, topamos con los límites que impone el mismo sistema: la existencia de maltrato infantil, de abandono, de familias desestructuradas, de violación intrafamiliar, responde a un sistema que genera barbarie y desestructuración social, al que muy poco le importa la infancia maltratada, con hambre, violada y explotada. Responde a condiciones de vida alienantes y bestializantes". 

 

Y por supuesto, no podemos olvidar las medidas para erradicar la demanda, es decir, a los puteros o prostituidores. Educados en la alienación del sistema dominante, haría falta implementar una educación que restituya los valores, que contemple una correcta educación sexual, y unos productos culturales destinados a fomentar la igualdad, el respeto, la empatía, la dignidad, el pensamiento crítico, la ternura, la solidaridad, etc. Son valores diametralmente opuestos a los que imperan bajo el capitalismo, por lo cual el sistema no los ve con buenos ojos, ya que contraviene su estrategia de perpetuación. Todo el conjunto del aparato cultural también es interesante complementarlo. Hoy día, productos como medios de comunicación, industria cinematográfica, productos musicales, videojuegos, contenidos educativos, instituciones religiosas, etc., promueven incesantemente el machismo, el racismo, el individualismo, el hedonismo, la competitividad, el consumismo, la cosificación, la banalización de los malos tratos y de la tortura, el patriarcado más brutal...Valores que acompañan a la prostitución, pues este fenómeno es hijo de civilizaciones alienantes como la capitalista. Hay que comprender que el capitalismo se sostiene gracias a la violencia descarnada y a la alienación mental de las personas, sus medios (educativos, culturales, de comunicación...) difunden paradigmas de discriminación, de sumisión y de explotación, y legitiman estas cosmovisiones como tolerables. Por tanto, el abolicionismo debe atacar en varios planos a la vez: el plano legal (dictando leyes que imposibiliten de facto la existencia del fenómeno), el plano de trabajar por una cultura emancipadora (para prevenir que nuevas generaciones continúen consumiendo prostitución o turismo sexual), el plano de protección social amplia para las mujeres prostituidas, y por supuesto, y el más difícil de todos, el plano de la lucha sin cuartel contra las mafias que a nivel internacional trafican con el cuerpo de estas mujeres, y se lucran con su captación y venta a redes subsidiarias o a "clientes" finales. 

 

Pero como venimos advirtiendo, el abolicionismo mundial e integral es complicado, aunque no imposible. Y ello porque un abolicionismo integral solo sería posible cuestionando el propio capitalismo, sus relaciones de producción y de consumo, de desecho y de interdependencia, sus redes de explotación, porque todo ello es lo que genera la dramática cantera de mujeres esclavizables, esa cantera de seres humanos indefensas y desprotegidas que son explotadas por empresarios déspotas y salvajes, proxenetas que disfrazan su negocio de múltiples formas bajo el paraguas capitalista, y que tienen el cinismo de banalizar la barbarie. Como venimos afirmando, la prostitución es un complejo fenómeno mundial sostenido por fracciones enteras del imperialismo y de la gran burguesía internacional. Por tanto, dejemos esa consabida frase de que "la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo", para concebir y difundir que es una de las explotaciones más criminales, salvajes, antiguas y aberrantes, multiplicada durante siglos de existencia de un sistema de clases sustentado en la explotación, la alienación y la violencia. Si no lo detenemos, si nos hacemos cómplices de él, aunque solo sea bajo un halo de tolerancia, continuará y crecerá aún más la vulnerabilidad social y las peores formas de explotación, como la prostitución o los "vientres de alquiler". Hay que dejar de ser tolerantes con estas manifestaciones. Hay que dejar de mirar para otro lado. Hay que dejar de reír las gracias a los proxenetas y prostituidores, hay que hacer sonar todas las alarmas ante una juventud que no solo no se escandaliza ante este fenómeno, sino que además lo consume cada vez a más tempranas edades. Hay que ser tajantes ante este fenómeno: la legalización, despenalización o regulación de la prostitución es, simplemente, un regalo para los proxenetas y prostituidores, para los traficantes de mujeres y para la industria capitalista del sexo en todas sus vertientes. Sólo el abolicionismo garantiza una clara oposición a los intereses de estos actores. Intentar "dignificar" la prostitución como un trabajo no supone dignificar a la mujer, sino a la toda la industria que la explota y consume. 

 

Pero dejemos claro un asunto: la postura abolicionista jamás puede cargar las tintas contra las mujeres prostituidas. Ellas siempre serán las víctimas. Es decir, no estamos a favor de las acciones de los Cuerpos de Seguridad del Estado (Policía, Guardia Civil...) en contra de estas mujeres, atosigándolas, persiguiéndolas, para impedir su visibilidad en determinadas zonas, hechos que después derivan en detenciones y expulsiones en aplicación de las poco compasivas leyes de extranjería. Lo que defendemos que hay que atacar es la demanda, es decir, los puteros o prostituidores. Si estas mujeres se quedan sin demanda porque el sistema las intercepta, no podrán trabajar y deberán ser rescatadas, para ser objeto a continuación de todo el plan de protección social que hemos indicado más arriba. Es exactamente esto lo que hay que hacer. Se debe acabar con el concepto de sexo como mercancía, que es básicamente lo que hace el capitalismo moderno: mercantilizarlo todo. No solo productos, bienes y servicios, sino además los que están relacionados con los derechos y libertades fundamentales, e incluso, como en el caso de la prostitución, los que están ligados con los propios cuerpos de las personas, de las mujeres en este caso. Y al someterlo todo a los mercados, el capitalismo consigue la enajenación. Por tanto, y desde el punto de vista anticapitalista, la prostitución, al igual que todo el conjunto de la llamada "industria del sexo", es inseparable del capitalismo. Es el capitalismo quien crea estos monstruos. Por tanto, solo acabando con el capitalismo, con sus valores y sus relaciones de producción, se podrá acabar con las condiciones sociales que permiten la existencia de este execrable fenómeno, así como la alienación asociada al mismo. Si conseguimos eliminar (o al menos reducir en gran medida) la pobreza, las mujeres dejarán de tener esa presión encima. Las propias políticas de inmigración también tienen que cambiar, pues de forma indirecta también favorecen la existencia de mafias de todo tipo. Por su parte, la precariedad laboral, la falta de acceso a viviendas, las luchas a favor de la igualdad por los colectivos LGTBI...también son factores de lucha contra la prostitución. Y por supuesto, las guerras y conflictos armados, los Estados fallidos, son otra causa importante de desastres humanos, y de forma indirecta, también aumentan enormemente los índices de prostitución. Continuaremos en siguientes entregas.

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