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4 enero 2021 1 04 /01 /enero /2021 00:00
Viñeta: Tjeerd Royaards

Viñeta: Tjeerd Royaards

En un mundo lleno y progresivamente devastado, la estrategia a adoptar es la de “cartilla de racionamiento”. No se trata de que la oferta responda a los deseos de las personas, sino de saber cuánto es razonable consumir y gestionar la demanda para que se corresponda con lo que es físicamente posible

Yayo Herrero

El decrecimiento no es una alternativa, sino una matriz de alternativas que abren un nuevo espacio de creación, liberadora del yugo impuesto por el totalitarismo económico. Esto quiere decir, que no debemos pensar una sociedad de decrecimiento de la misma manera en Texas que en Chiapas, en Senegal o Portugal. El decrecimiento re- abre la nueva trayectoria humana hacia múltiples destinos. No podemos ofrecer un modelo “llave en mano” de sociedad de decrecimiento, sino un bosquejo de los fundamentos de cualquier sociedad no productivista sostenible y ejemplos concretos de los programas de transición hacia ella

Serge Latouche

Sí, el Decrecimiento. No como paquete cerrado de medidas a implementar, sino como un concepto sobre filosofía política que ha de adaptarse a cada lugar concreto del planeta, orientándolo siempre a los mismos objetivos generales. Algunos autores críticos o detractores del Decrecimiento han presentado una imagen frívola o infantil del mismo, o han argumentado que no es en realidad una alternativa anticapitalista. Quizá no lo sea en sí misma, como por ejemplo tampoco lo es la Renta Básica Universal, pero lo que tenemos muy claro es que si pretendemos alcanzar modelos sostenibles de economías y de sociedades, hemos de hacer caso urgente a la filosofía del decrecimiento. Nosotros estimamos el decrecimiento como la semilla para orientarnos hacia otros modelos de sociedad, hacia otros objetivos económicos, hacia otros valores sostenibles. Tampoco la frugalidad en sí misma es una medida anticapitalista, pero es evidente que nuestras sociedades han de tender hacia ella si pretendemos estar mejor preparados ante el abismo civilizatorio que se avecina. El Decrecimiento es un puntal fundamental, pero cuando hablamos de decrecimiento, no hablamos de un crecimiento negativo o de un crecimiento cero o estacionario: el decrecimiento no es una adaptación a las fluctuaciones económicas en disminución. No es una recesión. El Decrecimiento es una elección política que conduce a una reducción voluntaria y anticipada de la utilización de la energía y de los materiales; a una redefinición de las necesidades y a la elección de una "abundancia frugal". Jorge Riechmann lo ha dejado muy claro con sus ejemplos: "El concepto clave no es "electromovilidad": es menos movilidad. No es "turismo consciente": es menos turismo. No son "finanzas solidarias": es expropiar la banca privada. No es "economía verde": es contracción económica de emergencia. No es "desarrollo sostenible": es construir resiliencia ante el colapso ecosocial, decrecer de forma justa y ordenada". Pues eso. El Decrecimiento cuestiona la noción occidental del progreso (también lo hace la visión indigenista) y la imposición universal de esa visión. Por eso no hablamos de un "Universo", sino de un "Pluriverso", en plena, total y armónica convivencia de culturas y cosmovisiones.

 

El Decrecimiento busca la relocalización de las actividades, la desglobalización, la redistribución de las riquezas, la recuperación del sentido del trabajo, las tecnologías democráticas y amigables, el desaceleramiento y el poder de las comunidades libres de base. El Decrecimiento es la expresión de varias corrientes de pensamiento crítico: crítica del fundamentalismo de mercado y de la globalización neoliberal, crítica de la tecnolatría (creencia irracional en que la ciencia y la técnica podrán solucionar cualquier problema que ocurra en el futuro), crítica del antropocentrismo (hemos expuesto a fondo este concepto en nuestro bloque sobre el Animalismo) y de la racionalidad instrumental, crítica del "homo economicus" y del utilitarismo, y crítica del exceso, del derroche y del despilfarro, es decir, crítica de la filosofía del más lejos y más rápido. Y por supuesto, el decrecimiento lleva implícitas las críticas a las visiones del "progreso" y del "desarrollo" de la filosofía capitalista, así como su acepción sobre el "bienestar". Hay que abandonar las falacias que, durante estas últimas décadas, el capitalismo ha intentado vendernos para crear de sí mismo una cara más amable: "desarrollo sostenible", "capitalismo verde", "capitalismo de rostro humano", etc., pues todas ellas se han demostrado absolutamente contradictorias, y por tanto como claros oxímoron, para ser implementadas en la práctica. No obstante, y como también hemos advertido, el decrecimiento es discutible para las sociedades del Sur global, sociedades que no han alcanzado un alto nivel de crecimiento y en las cuales su huella ecológica es baja y además las necesidades y derechos básicos de la población aún no han sido satisfechos. En el contexto de estas sociedades, el decrecimiento ha de ser entendido como un llamamiento a no entrar en la sociedad del crecimiento (al menos a no hacerlo más allá de garantizar la satisfacción de las necesidades básicas), a romper con la dominación económica y cultural de los países del Norte global (podríamos llamar a este proceso de descolonización), a encontrar el sentido de la autolimitación y de la moderación, muy presente en las culturas tradicionales. En una palabra, el decrecimiento para los países del Sur debe ser entendido como una llamada para que no recorran el equivocado camino de los países del Norte, y se centren en sociedades justas, garantistas e igualitarias. 

 

Por su parte, las transformaciones que proponen el Ecofeminismo y el Ecosocialismo, dos de los paradigmas que también complementan los postulados donde se asienta el Buen Vivir, se apoyan básicamente en poner en evidencia la importancia de las bases materiales del cuidado y sostenibilidad de la vida, así como en denunciar los anclajes del sistema de dominación capitalista, que son principalmente la invisibilización, la desvalorización, el menosprecio, la explotación, el despojo y la apropiación del saber, del conocimiento, del trabajo y de todas aquellas actividades (realizadas en su mayoría por mujeres) sin las cuales la supervivencia humana, la producción y la reproducción de la cultura y de la sociedad serían imposibles. Estas disciplinas nos traen sobre todo los conceptos de Ecodependencia y de Interdependencia, mostrándonos la importancia de concebir al ser humano inserto en una dependencia con los demás seres del planeta, y entre los demás humanos entre sí. La vida es el centro, y no puede ser entendida en base a modelos de competitividad, sino a modelos de cooperación y de apoyo mutuo. En definitiva, el Buen Vivir se sustenta en el posdesarrollo, en el posextractivismo, en los derechos de la Naturaleza, en el Animalismo, en éticas biocéntricas y del cuidado, en el cuidado de los bienes comunes, en la transición socioecológica justa, cuyas claves son tanto la defensa de lo común como la recreación de otros vínculos con la Naturaleza y el resto de seres vivos, así como la transformación de las relaciones sociales. Todo ello en clave de justicia social y ambiental. Todo ello regado con los aportes del Ecosocialismo y del Ecofeminismo, con la teoría del Desarrollo a Escala Humana, con el Biocentrismo y el Animalismo, como puentes o pegamentos entre todas las disciplinas a implementar. Desde los aportes del mundo indígena, pero adaptados a la idiosincrasia y características de cada territorio, el Buen Vivir deberá concretarse y adaptarse a cada comunidad. No es un camino ya hecho. No es una receta cerrada. No es una solución enlatada, sino una orientación que hay que recorrer. Y cómo no, hay que completar todo ello interiorizando nuevos conceptos, valores y comportamientos. Primera idea a tener muy clara: cuando hablamos de la "humanidad" como responsable del colapso social, no nos estamos refiriendo a todos los seres humanos en concreto que habitamos el planeta, sino al perverso sistema socioeconómico, llamado capitalismo, que hoy día lo impregna todo (sistema político, valores hegemónicos, legislaciones, modelos científicos y técnicos, valores culturales, relaciones entre naciones, valoración hacia el resto de seres vivos, ética imperante, sistema económico...). Lo aclaramos para los críticos muy susceptibles, que los hay. 

 

Bien, una vez aclarado que el responsable es el sistema, es evidente reconocer que nosotros (TODOS NOSOTROS, PRÁCTICAMENTE EN TODO EL MUNDO) somos hijos de ese sistema. Nos han educado en ese sistema. Hemos crecido comprendiendo, asimilando y adorando ese sistema. Y cultivamos el sistema. Nuestras mentes están palmo a palmo modeladas en el sistema capitalista. Por eso precisamente votamos, en mayoría de países, a formaciones políticas que perpetúan el capitalismo. Es precisamente en ese sentido cuando hablamos de que "la humanidad" es la responsable. Es la humanidad la que perpetúa el capitalismo porque los adalides del capitalismo han sabido hacerlo evolucionar muy inteligentemente, para que sea normalizado en la mente de miles de millones de personas en todo el mundo. Pero los verdaderos responsables son esos adalides del capitalismo, los grandes capitalistas, los terratenientes, los dueños de las grandes fortunas, los propietarios de las grandes compañías transnacionales, los gestores de los medios de producción, etc., los que de verdad son responsables de la deriva que nos está conduciendo al colapso. Los políticos y el conjunto de la ciudadanía actúan únicamente como correa de transmisión de los valores y del propio funcionamiento del capitalismo. Es precisamente esto lo que hay que atacar, y ello porque no podremos cambiar la vida si no cambiamos nuestra propia vida. Desde este punto de vista, nos parece necesarios abordar una revisión profunda de nuestros viejos patrones de conducta, lo que supone cuestionar esquemas mentales, criterios de valoración de la vida y afirmaciones y creencias que hasta ahora hemos dado por supuestas. Es éste un paso indispensable para comenzar siquiera a imaginar un futuro viable para la humanidad dentro de este planeta. Ojo, no del planeta, que seguirá su curso, sino de la humanidad (y de gran parte del resto de seres vivos). Todo un conjunto de ideas preconcebidas, de falsos clichés, de ataduras mentales, de prejuicios y de complejos, de mecanismos de defensa, de argumentarios consabidos, de valores irracionales y alienantes, de conductas y comportamientos desbocados, etc., han de ser desterrados de nuestros imaginarios, de nuestro día a día, de nuestros objetivos, de nuestros mal vivires, para poder alcanzar el Buen Vivir. 

 

Y así, no solo nuestros modelos de producción y consumo, sino también los modelos de éxito individuales y colectivos han de ser revisados y sometidos a profunda crítica. Los modelos educativos pueden ayudar en esta tarea, pero nos encontramos con la famosa pescadilla que se muerde la cola: el sistema capitalista va a intentar impedir por todos los medios que se instalen modelos educativos que formen a personas libres y críticas, en vez de a personas obedientes y adocenadas, que es lo que le interesa. Por su parte, los peligrosos valores del neoliberalismo imperante han de ser desechados, y sustituidos, entre otros, por el sentido de comunidad, por el valor de lo local, apreciar los valores de nuestro entorno ecológico, descubrir y valorar la belleza del territorio que nos acoge, consumir productos de proximidad, valorar los bienes comunes (que son y deben ser de todos), etc. Y hay que atender también a otros objetivos, que Jorge Riechmann resume con las siguientes palabras: "Ligero, lento, cercano, silencioso, solar. Cinco adjetivos que bastan para definir esa otra manera de estar en el mundo que necesitamos desesperadamente". También necesitamos desprendernos de prejuicios, reconectar con la Naturaleza, reapropiarnos del tiempo, dotarnos de conciencia sobre los límites biogeofísicos, adoptar sobriedad en nuestras formas de vida, etc., actitudes todas ellas que ya fueron comentadas con profundidad en anteriores entregas. Todo ello con el fin de ir modelando y asumiendo mentalmente formas de vida más humanas, más amables, respetuosas e integradas con la Naturaleza, y más igualitarias en el plano social. Formas de vida nuevas, en fin, basadas en otra concepción de las necesidades y de lo que significa vivir bien. Una nueva reorientación ética y simbiótica que nos conduzca a rechazar los modelos de vida que nos han traído hasta este punto de nuestra civilización. Bien, una vez finalizadas las conclusiones finales sobre todo lo que hemos contado durante esta serie de artículos, no queríamos finalizar sin abordar la problemática actual de la pandemia de Coronavirus (SARS-COV-2), por supuesto desde el prisma y el enfoque que se relaciona con el Buen Vivir, es decir, como hecho mundial actual derivado de nuestra peligrosa deriva civilizatoria. Lo haremos a partir de la próxima entrega.

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