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24 marzo 2015 2 24 /03 /marzo /2015 00:00

La burguesía comprende que no se puede someter a la clase obrera con la sola fuerza bruta. Sabe que es necesario nublar también el cerebro

Nikolai Bujarin

Y de esta forma, la inmensa mayoría de personas, consideradas socialmente como "normales", dejan de ser ellos/as mismos/as para adoptar una personalidad más acorde a las pautas culturales, transformándose de acuerdo a lo que se supone que los demás esperan de ellos, y pocos disponen de la capacidad reflexiva y de la valentía suficientes no sólo para darse cuenta de ello, sino para rebelarse ante la manipulación del sistema. Esta es la trayectoria normal de una inmensa mayoría social bajo el efecto de la clase dominante, que prefiere convertirse en una especie de autómata, aunque como contraprestación, dejarán de sentirse solos y angustiados, aunque sea al precio de perder su propia personalidad. 

 

Mathilde Niel explicaba que no resulta fácil apartarse del rebaño y seguir el camino que nos dicta nuestra conciencia, ya que la sensación de aislamiento provoca un profundo dolor y se necesita de un gran coraje para vivir en permanente conflicto con la sociedad, esto explica porqué muchos, para sentirse seguros, aceptan vivir como los demás y concluyen resignándose. Estados Unidos, después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, fue un caso extremo de lo que estamos mencionando, ya que se estableció desde los poderes fácticos un  pensamiento dominante que impidió la libre reflexión, y cualquier idea que se saliera de los moldes impuestos desde el poder, corría el riesgo serio de ser calificada de terrorista, o hacerse acreedora a la acusación de incurrir en traición a la patria.

 

Por su parte, en la República Argentina, durante el conflicto del campo en 2008 y la Ley de Servicios Audiovisuales, los medios de comunicación más poderosos mostraron una posición única, en el primer caso a favor de los empresarios del campo, y en el segundo en defensa de sus propios intereses económicos concentrados, no permitiendo expresarse a otras vertientes que sostenían ideas distintas. Ciertos sectores de clase alta y media no dejaron de repetir acríticamente lo que señalaban los voceros de esos grupos económicos. Con respecto a los medios de comunicación decía Erich Fromm lo siguiente: "El hombre moderno está expuesto a un alboroto, casi incesante, el alboroto de la radio, la televisión, los titulares, los anuncios, el cine, los que en su mayoría nos embrutecen en lugar de aclararnos las ideas". Estrictamente cierto. 

 

Tenemos un ejemplo muy ilustrativo de lo que afirmamos, ocurrido recientemente. A propósito de cómo interpreta el cerebro humano los estímulos (formas, colores, distancias, efectos, etc.) a alguien (no sabemos a quien, ni si la intención inicial era ésta) se le ocurrió enviar en twitter un mensaje preguntando de qué colores percibía la gente un determinado vestido. Pues bien, algo tan simple como esto, invadió la red de mensajes durante varios días, registrándose varios millones de twits a lo largo de todo el mundo. Y es cierto que el efecto tiene una base científica que no se discute, y es interesante, pero de lo que es ilustrativo es de que, de repente, millones de personas en el mundo se encuentren expresando su opinión de algo completamente intrascendente. Si hubiéramos preguntado sobre la posibilidad de una tercera conflagración mundial, igual no hubiéramos obtenido tantas y tan masivas respuestas. 

 

Las ideas que son producto de un pensamiento crítico activo son generalmente nuevas y originales, no porque no hayan sido pensadas por nadie anteriormente, sino porque las personas que las generan han utilizado el pensamiento como un instrumento para descubrir algo nuevo en el mundo. Por  el contrario, las racionalizaciones se utilizan normalmente para confirmar prejuicios que tenemos incorporados en nuestro imaginario popular, y que fueron impuestos por la sociedad o por nuestra propia clase social, no sirviendo como instrumento para penetrar en la realidad, pero sí para armonizar con los deseos de la realidad exterior. Con los sentimientos ocurre algo similiar, debiendo distinguir entre aquéllos sentimientos genuinos, que surgen de nosotros mismos, de nuestro interior de manera no contaminada, y aquéllos que no son nuestros, sino que son impuestos por la propia acción e intereses de la clase dominante. Continuaremos en siguientes entregas.

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