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11 noviembre 2013 1 11 /11 /noviembre /2013 00:00

Como ya hemos indicado en anteriores artículos, parte de la izquierda actual argumenta que la tradición revolucionaria y el marxismo quedaron superados porque respondían a situaciones y a realidades sociales ya caducas. Se postula que la clase trabajadora se ha aburguesado, ha perdido su conciencia, o directamente, ha desaparecido. Pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que el marxismo ha sufrido y sufre sus crisis (también nos ocuparemos de ello en subsiguientes artículos), pero de ahí no se puede colegir que sus postulados fundamentales no estén completamente vigentes. Eso así, hay que adaptarlos, completarlos y reorientarlos, según el corpus científico, activista y social actual.  

 

capitalismo221.jpgEsta idea se ha propagado con relativa facilidad entre alguna parte de la izquierda, debido, entre otras razones, a la confusión reinante, incluso entre mucha gente de izquierdas, acerca del concepto de clase. Los conceptos de clase fundamentados en el sentido común que a menudo sirven para sustentar teorías sociológicas aparentemente sofisticadas, son un obstáculo para entender cuales son las divisiones reales en la sociedad. Que sean éstos los conceptos que prevalecen es reflejo de la influencia ideológica que ejerce la clase dominante sobre alguna parte de la izquierda. De hecho, se pone el cuestión el papel de los sindicatos, que se van debilitando, entrando también en crisis, porque son actores que van abandonando paulatinamente su función principal como defensores de los intereses de la clase trabajadora. Pasan a ser actores "institucionales", se acomodan, se amoldan al sistema, se "domestican" (en expresión de Marcelino Camacho), aprenden a vivir de él, a funcionar bajo los recursos públicos, y todo ello hace entrar en declive la representatividad sindical, y altera la función y el papel primordial de los sindicatos de clase.

 

capitalismo222.jpgNo podemos caer en sus trampas. No podemos seguir haciéndole el juego a este sistema neoliberal, que a fuerza de zanahoria y palo acaba metiéndonos en su redil. Tenemos que volver a la senda revolucionaria, a la senda de la reivindicación del papel de la clase trabajadora, y a la necesidad, expresada por Marx, de que ésta tome el control de los medios de producción. El telón de fondo de estos debates son las derrotas sufridas por el movimiento obrero desde finales de los años 70, sobre todo en Gran Bretaña y en Estados Unidos, pero también en el resto del mundo capitalista avanzado. La cuestión se planteó por primera vez durante el primer gobierno de Margaret Thatcher, cuando el menor número de huelgas, el aumento del paro y de los cierres de fábricas, junto con los avances electorales de los partidos conservadores, otorgaban credibilidad a la idea de que la clase trabajadora ya no representaba una fuerza social y política. En lo que sigue, vamos a tomar como referencia el artículo de Alex Callinicos titulado "¿Qué es la clase trabajadora?", al cual remito a mis lectores.

 

capitalismo223.jpgMuy acertadamente, nos cuenta que influyen terceros criterios, más bien impresiones, hábitos, costumbres y apariencias sociales, que también ayudan a esbozar conceptos equivocados entre las clases sociales. Estos conceptos de sentido común se asemejan entre sí porque identifican las apariencias superficiales existentes en la sociedad con la clase social. Las apariencias más importantes son, probablemente, el estatus, la ocupación y los ingresos. El estatus refleja, sobre todo, de qué manera las personas perciben su propia posición social y como la perciben los demás. Estudiar el estatus requiere dilucidar las sutiles diferencias en los niveles del prestigio social (entender su jerarquía y el esnobismo que éste conlleva). Cuando se dice, por ejemplo, que Gran Bretaña es una sociedad “de clases”, en general, se piensa en el estatus (en la monarquía, en la aristocracia, en las relaciones forjadas en los colegios exclusivos, etcétera).

 

capitalismo224.jpgHacer hincapié en el estatus significa centrarse en los estilos de vida de las personas y en sus pautas de consumo. En términos generales, desde 1945, los ingresos reales de los obreros manuales han aumentado significativamente. En ciertas cosas, las pautas de consumo de muchos obreros manuales y las de aquellos que tradicionalmente han sido considerados profesionales de clase media, han llegado a parecerse: miembros de ambos grupos tienen coche, compran en los mismos supermercados, viajan más, tienen hipotecas. Pero las semejanzas han sido, a menudo, exageradas. Una definición de clase que exagere la importancia de las pautas de consumo probablemente conduzca a creer que los antagonismos de clase han desaparecido y que ha habido una fusión entre la clase trabajadora y la clase media. Después de la tercera derrota electoral consecutiva sufrida por el Partido Laborista británico en los años 50, quienes sostenían que la clase trabajadora estaba “aburguesándose” (tornándose clase media) se basaban en la mayor opulencia y en los cambios en el estilo de vida de los obreros manuales.

 

capitalismo225.jpgLas similitudes en las pautas de consumo, sin embargo, pueden esconder posiciones muy diferentes en la estructura general de las relaciones de poder y privilegio en la sociedad. En general, el estatus es, por definición, subjetivo y refleja las actitudes de los individuos hacía la sociedad y hacia los otros individuos. Por consiguiente, es poco útil para explicar los cambios sociales, sobre todo cuando éstos afectan a diversos grupos de personas que adoptan actitudes diferentes. De esta forma, el estatus es un concepto totalmente difuso e idealista, que no ayuda a comprender ni a analizar la estructura social. La ocupación es otro factor que el sentido común identifica como útil para la definición de clase. En este caso, la clave para determinar la posición de clase del individuo es el tipo específico de trabajo que realiza. Este enfoque merece nuestra atención, entre otras razones, porque los estudios que lo adoptan tienden a identificar a la clase trabajadora con quienes realizan ocupaciones manuales. Debido a que, en las sociedades capitalistas avanzadas, el número de personas en ocupaciones manuales constituye una proporción cada vez menor de la mano de obra, puede fácilmente pensarse que la clase trabajadora está desapareciendo.

 

Como se ve, criterio de nuevo equivocado, pues la propia evolución de la actividad humana, forzada por los cambios tecnológicos, organizativos y productivos, además de la propia reorganización interna de las empresas, conduce a que el indicador de ocupación deje de ser relevante para lo que nos ocupa. Según su ocupación, podríamos situar en una misma categoría a grupos de personas cuyos intereses son diferentes, incluso antagónicos, a los intereses de aquéllos trabajadores que dependen de la venta de su fuerza de trabajo para subsistir. Por ejemplo, ¿qué tienen en común un Consejero Delegado y un Auxiliar Administrativo de una gran empresa? Seguramente nada. Por tanto, toda clasificación de la mano de obra por tipos de ocupación esconde los conflictos fundamentales que existen en la sociedad capitalista.

 

capitalismo226.jpgPor último, el tercer concepto de sentido común identifica la clase por los niveles de ingresos. A menudo, esto conduce a esgrimir argumentos sorprendentemente ingenuos y torpes, tales como que el aumento del nivel de vida socava la militancia de clase. En su obra "Trabajo asalariado y capital", Marx argumenta que el análisis de clase no contempla los niveles absolutos de ingresos sino los ingresos relativos que son los que reflejan cual es la distribución de la riqueza en la sociedad. Sin embargo, incluso la distribución de los ingresos no es una guía perfecta para entender las razones del conflicto de clases. Los ingresos relativos de un individuo no explican de qué manera accede a su proporción del producto social. Hay, en primer lugar, una diferencia fundamental entre diferentes tipos de ingresos, y sobre todo, entre los salarios y los beneficios. Un gran accionista de una empresa cuyo salario son los dividendos que recibe de los beneficios obtenidos por la empresa, y un trabajador manual semicualificado, viven en mundos diferentes. Incluso entre los asalariados hay diferentes posiciones de clase. El trabajador manual, cuyo salario es alto gracias a la organización sindical en la fábrica, es un empleado; también lo es el licenciado universitario que ocupa un puesto directivo, y cuyos altos ingresos reflejan su posición en la jerarquía por encima de los trabajadores manuales y del personal auxiliar administrativo. Pero, ¿pertenecen a la misma clase? Parece que no. Continuaremos en siguientes entregas.

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