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14 septiembre 2014 7 14 /09 /septiembre /2014 23:00

"La austeridad no es la respuesta. Ésta sólo conduce a un aumento de la deuda pública. Lo que hay que hacer es adoptar un programa coherente y alternativo que apueste por incrementar la inversión pública, aumentar el poder adquisitivo de las familias, anular parte de la deuda pública ilegítima, redistribuir la riqueza y aumentar los ingresos fiscales"

(Eric Toussaint, Presidente del CADTM)

 

 

 

 

Estamos haciendo, desde el artículo anterior, un recorrido por la destructiva actividad histórica del FMI y del BM, como organismos que representan internacionalmente a las directrices del capitalismo globalizado, expresado en su ola neoliberal más salvaje y cruenta. Y efectivamente, desde la década de los años 90 del siglo pasado, estas Instituciones, con la complicidad de los respectivos gobernantes, extendieron sus políticas de ajuste estructural a la mayoría de los países de Latinoamérica, África, Asia, y Europa Central y Oriental (comprendida Rusia). En este último país, las privatizaciones masivas fueron realizadas en detrimento del bien común y enriquecieron de manera colosal a un puñado de oligarcas de la región. Reforzaron, como siempre hacen, a las grandes empresas privadas y debilitaron tanto a los poderes públicos como a los pequeños productores. Agravaron la explotación de los trabajadores y aumentaron su precariedad...¿nos suena de algo esta política?

 

capitalismo391.jpgPor su parte, la liberalización de los flujos de capitales que sistemáticamente estas Instituciones han privilegiado, ha fomentado la evasión fiscal, la fuga de capitales y la corrupción. Ya se sabe: a viejas recetas, viejos problemas. De esta forma, la liberalización de los intercambios comerciales, siguiendo el Consenso de Washington, reforzó a los fuertes y aisló a los débiles. La mayor parte de pequeños y medianos productores de los países en desarrollo no pueden resistir la competencia de las grandes empresas, ya sean éstas del Norte o del Sur. Podemos afirmar sin temor a equívoco que el BM y el FMI actúan, junto a la OMC (Organización Mundial del Comercio), la Comisión Europea y los gobiernos cómplices para imponer una agenda radicalmente opuesta a la satisfacción de los Derechos Humanos fundamentales. Desde que la crisis golpea a la UE, el FMI está en primera línea para imponer a las poblaciones de Grecia, Portugal, Irlanda, Chipre, España, etc., unas políticas que ya fueron impuestas a las poblaciones de los países en desarrollo, a las de Europa Central y Oriental en los años 90. Estos dos Organismos mantienen a la mayor parte de los países en la marginalidad, a pesar de que dichos países constituyen la mayoría de sus miembros, y privilegian a un puñado de gobiernos de los países ricos.

 

capitalismo392.jpgEn resumen, FMI y BM representan unos instrumentos despóticos en manos de una oligarquía internacional (unas pocas grandes potencias y sus sociedades transnacionales) diseñadas para reforzar el sistema capitalista internacional, destructor de la Humanidad y de la naturaleza. Hay que protestar, rebelarse y denunciar sus nefastas acciones con el objetivo de terminar con ellas, con su impunidad y con su criminalidad. Las deudas que estas Instituciones reclaman a los respectivos países objeto de la implantación de sus políticas deben ser repudiadas por ilegítimas, y sus representantes deben ser llevados ante la justicia internacional, para lo cual antes algunos foros internacionales se deberían declarar competentes para ello. Es urgente construir una nueva arquitectura democrática internacional que favorezca una redistribución de las riquezas y apoye los esfuerzos de los pueblos en la realización de un desarrollo socialmente justo, y respetuoso con la naturaleza. Pero lejos de vislumbrar esta situación, la estrategia capitalista e imperialista está bien clara en todas partes del mundo, exceptuando algunos países que se mantienen, como aquélla aldea gala del famoso cómic, irreductibles al invasor.

 

capitalismo393.jpgQuizá el último ejemplo de referencia, el más reciente de la lista, pueda ser Ucrania. Después de su supuesto acercamiento a la Unión Europea, se ha convertido en una nueva "presa" del FMI. Lo explicaremos tomando las palabras de Noam Chomsky en su obra "Las intenciones del Tío Sam": "Como contrapartida por sus préstamos, el FMI impone una "liberalización": una economía abierta al control y a la penetración extranjera, grandes recortes en el capítulo de gastos sociales, etc. Estas medidas aseguran firmemente el poder en manos de las clases dominantes y los inversores extranjeros, lo que los EE.UU. denominan "estabilidad" y apuntalan el modelo clásico del Tercer Mundo: una capa de super-ricos junto con una capa de profesionales bien remunerados que les sirven, al lado de una enorme masa de desposeídos, los impagados y el caos económico que dejan los militares refuerza la "necesidad" de que las normas del FMI sean seguidas, hasta que las fuerzas populares entran de nuevo en la arena política, en cuyo caso los militares vuelven a actuar para conseguir "estabilidad". Como vemos, es una estrategia común y repetitiva, empleada en cientos de lugares a nivel mundial, llevada a cabo por los mismos actores, y siempre para conseguir los mismos objetivos.

 

Porque las experiencias se repiten durante la Historia. Como hemos dicho más arriba, lo que estamos viviendo ahora en Europa ya lo vivieron en Latinoamérica hace dos o tres décadas. Y tal como ahora, las políticas de ajuste estructural repercutieron muy negativamente en el nivel de vida de América Latina y aumentaron la pobreza en la región. A principios de la década de 1980 empezaron a liberalizarse los mercados de todo el continente, y crecieron la pobreza y el desempleo. En muchos lugares se debilitaron los derechos laborales, disminuyeron los salarios reales, se extendieron el empleo informal y la precariedad laboral, y aumentaron la desigualdad y la inestabilidad económica y financiera. A mediados de la década de 1990, los ingresos per cápita de la mayoría de los países de América Latina habían caído a niveles de 15 años antes, y en algunos países descendieron hasta niveles no registrados en 25 años. Por tanto, estas políticas no son nuevas, y ya están suficientemente demostradas (para quienes quieran examinarlo y comprenderlo sin miras fanáticas) las nefastas consecuencias que conllevan en las comunidades donde se aplican. Precisamente, éste es el argumento que hay que dar a quienes sostienen cínicamente que de ninguna crisis se ha salido sin causar estos efectos. Hay que responderles que precisamente se han creado estos efectos porque se aplicaron medidas y políticas equivocadas, que respondían únicamente a los intereses de la oligarquía. Continuaremos en siguientes entregas.

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