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17 junio 2013 1 17 /06 /junio /2013 23:00

Nos quedamos en el último artículo de esta serie intentando argumentar que lo que sufrimos es una crisis de sobreproducción capitalista. Así que, aparentemente, estamos en crisis porque hay demasiados recursos. Uno de los sectores que muestra de forma más aguda esta contradicción entre los recursos disponibles y su uso, es la vivienda. Cientos de miles de familias están siendo deshauciadas de sus hogares por no poder pagar sus hipotecas, a la vez que hay millones de viviendas vacías. ¿Cómo es posible? Pues porque las viviendas nunca se construyeron con la finalidad principal de atender las necesidades de alojamiento de las personas, sino con la de ser un negocio. En el capitalismo, por tanto, el valor de uso está subordinado al valor de cambio.

 

banca.jpgOtro ejemplo rotundo de esa contradicción son los alimentos. La capacidad de producción que existe actualmente permitiría alimentar a 12.000 millones de seres humanos, casi el doble de la actual población mundial. Sin embargo, millones de personas pasan hambre y mueren por enfermedades derivadas de esa situación. Es más rentable producir biocombustiles (y especular con los alimentos) que dar de comer a las personas. Esta es la cruel esencia del capitalismo. Todo gira en torno al beneficio, a la ganancia, a la rentabilidad. De este modo, la proyección real de cualquier producto o servicio se realizará no atendiendo a su potencial, a sus características, a su valor, sino a su rentabilidad económica. Cuando un sector es rentable el dinero acude a él buscando beneficios, se realizan inversiones hasta que llega un punto en que la rentabilidad decae por distintos motivos, y entonces, hay una crisis que acaba destruyendo parte de la fuerza productiva creada. Una parte de los capitales desaparece, con su estela de destrucción (cierres, despidos, etc.), y otra va en busca de otros sectores que sigan ofreciendo rentabilidad. Esto es el mecanismo de los famosos "mercados".

 

parados.jpgAsí ha sucedido con la vivienda en el Estado Español, o en Estados Unidos u otros países. Pero lo mismo acaeció con las empresas .com en Internet a finales del siglo XX, o con los ferrocarriles en el siglo XIX, durante la revolución industrial. El mercado, cada vez más desregulado, funciona anárquicamente, los capitales se desplazan libremente por el mundo, campando a sus anchas, altivos, derrochando poder, compitiendo entre sí, en busca de la máxima rentabilidad, y la economía crece o decrece conforme a ese objetivo, sin seguir criterios racionales ni sociales. Por eso se dan crisis cíclicas que purgan los excesos de los auges. Cada auge prepara la siguiente crisis, que por tanto no se da por accidente, o por azar, sino por un mecanismo consustancial a la propia economía de mercado capitalista. En ella todo se crea o se destruye en función de la ganancia de los propietarios de los medios de producción.

 

troika.jpgEn realidad, no hay demasiados medios productivos desde el punto de vista de las necesidades sociales, sino desde el punto de vista de su uso rentable por las grandes empresas privadas. Hay sobreproducción de capital. Sin embargo, las ganancias no caen del cielo. La especulación no crea riqueza. El especulador actúa como el jugador de un casino, con la diferencia de que juega con todos los recursos de la sociedad. Cuando un fondo de inversión invierte por ejemplo en alimentos, consciente de que la demanda de los biocombustibles combinada con malas cosechas va a hacer subir los precios, es como si se lo estuviera quitando de la boca a varios millones de seres humanos. Pero para poder robar o especular, antes debe de haberse creado la riqueza, y sólo hay dos fuentes que la generan: el trabajo humano y los recursos naturales. A ambas se unen los medios técnicos que el esfuerzo humano ha creado con los materiales que le brinda la naturaleza, y que él mismo pone en movimiento. Todo el dinero del mundo sería inútil sin esa fuerza productiva. El origen de las ganancias de la burguesía reside en la explotación de los trabajadores y de la naturaleza, y el resultado de las crisis es una intensificación de esa explotación de ambos.

 

Para comprobar lo que decimos, basta con ver cómo todos los planes para resolver la crisis de las entidades financieras terminan en un recorte del gasto social, de los derechos laborales, y de una reducción o eliminación de las medidas (escasas) que perseguían proteger los recursos naturales. En otras palabras, los asalariados nos veremos obligados a trabajar más horas a cambio de menos, a pagar más por la Sanidad o por la Educación, o por todo en general, o a quedarnos en el paro con ayudas míseras o sin ellas, para amortizar los créditos fallidos del último auge capitalista, y que las cuentas de resultados de las empresas sigan creciendo. Y la naturaleza seguirá siendo esquilmada más allá de su capacidad de regeneración, con ese mismo objetivo. Al final, los Bancos no crean ni un átomo de riqueza real. Las empresas tampoco. Sólo acuden donde el mercado les informa que puede existir rentabilidad. Les da igual las actividades, si depredan o no la naturaleza, les da igual el sufrimiento de la gente, si se quedan sin acceso a recursos naturales, si se quedan sin poder acceder a sus derechos fundamentales (alimentación, trabajo, vivienda, etc.). Todo lo justifican por el Dios Mercado. Continuaremos en siguientes entregas.

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