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11 agosto 2014 1 11 /08 /agosto /2014 23:00

"Nos enseñaron tácticas psicológicas, cómo estudiar el miedo y las debilidades de un prisionero. Hacer que se levantara y se quedara de pie, no dejarle dormir, desnudarlo y aislarlo, poner ratas y cucarachas en su celda, darle comida podrida, incluso animales muertos, arrojarle agua fría a la cara, cambiar la temperatura de su entorno"

(Florencio Caballero, hondureño entrenado por la CIA)

(The New York Times, 1988)

 

 

 

 

 

usa_guerra_permanente91.jpgY es que el llamado "combate contra el terrorismo internacional" obsesiona sobremanera a los Estados Unidos, sobre todo a raíz de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. Esta obsesión se ha manifestado hasta el punto de promulgar la denominada USA PATRIOT Act (Uniting and Strengthening America by Providing Appropiate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism). Esta ley fue aprobada 45 días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y su objetivo fue ampliar sustancialmente los poderes represivos del Estado bajo el fin declarado de combatir al terrorismo internacional, sin necesidad de orden judicial, tanto dentro como fuera de las fronteras de los Estados Unidos, restringiendo toda una serie de derechos constitucionales, que hoy día se extienden al resto de países "aliados", y a sus sistemas de seguridad, que se vuelven cada vez más cómplices con las obsesiones norteamericanas.

 

Entre sus previsiones, el Acta Patriótica (como podría traducirse) incrementa las facultades de las agencias represivas para vigilar las comunicaciones telefónicas y de correo electrónico, así como los registros públicos y privados (médicos, financieros, libros solicitados en las bibliotecas, etc.); reduce las restricciones para acciones de inteligencia en terceros países; aumenta el poder de la Secretaría del Tesoro estadounidense para regular el mercado financiero; y concede poder discrecional a las autoridades policiales y migratorias para detener y deportar a inmigrantes, cuando se estime que los mismos son sospechosos de estar relacionados con el terrorismo. El Acta Patriótica también amplía la propia definición y concepto de terrorismo, con el fin de incluir actividades realizadas por ciudadanos/as estadounidenses y actos que antes no eran considerados como tal.

 

usa_guerra_permanente93.jpgY todo ello se debe a la ideología mayoritaria estadounidense, de prácticamente todas las capas sociales, que cultivan una visión sobre la síntesis de un sector capitalista salvaje y virulento, cuya ideología mezcla un nacionalismo apocalíptico, unido a un extremismo religioso pre moderno, que divide simplemente al mundo real en buenos y malos. De esta forma, justifican la posesión del monopolio privado de la violencia a nivel mundial, y se consideran legitimados para intervenir en cualquier conflicto internacional imponiendo sus propios criterios, desplegando una descarada prepotencia, y erigiéndose en los líderes "naturales" a nivel mundial, lo cual a su vez constituye un círculo vicioso, porque a medida que disponen de más poder en los foros internacionales, más responden a este comportamiento. Sin ir más lejos, en su llamado "patio trasero", como es América Latina, Estados Unidos se ha caracterizado por una innumerable lista de intervenciones y un sinfín de masacres, donde han hecho gala de una crueldad despiadada.

 

    usa_guerra_permanente92.jpgTomo como referencia al respecto el artículo de Marco Dávila, que nos da una amplia exposición de dichas intervenciones. En nombre de la libertad y de la democracia, los norteamericanos han cometido en América Latina y El Caribe todo tipo de atrocidades. Por medio de las élites privilegiadas latinoamericanas, han asesinado, torturado y hecho desaparecer a cientos de miles de personas. Tan sólo en los dos períodos presidenciales de Ronald Reagan (1981-1989), las élites privilegiadas de Centroamérica, motivadas por sus amos imperiales, mataron a más de 300.000 personas, torturaron a cientos de miles, y obligaron a millones de ellas al exilio temporal o permanente. Durante el período de la Guerra Fría (1945-1991), EE.UU. hizo uso de paramilitares (escuadrones de la muerte, mercenarios, violadores, torturadores,...) para hacerles el trabajo sucio en su territorio. A inicios de 1960, agentes del Departamento de Estado, Boinas Verdes, CIA, y la USAID (Agencia para el Desarrollo Internacional) organizaron dos grupos paramilitares que se convertirían en la columna vertebral del sistema de escuadrones de la muerte de Nicaragua.

 

La primera campaña en Latinoamérica donde los escuadrones de la muerte realizaron desapariciones de disidentes políticos ocurrió en Guatemala en 1966 y fue llevada a cabo por una unidad creada y directamente supervisada por consejeros de seguridad norteamericanos. Y grandes compañías transnacionales, como Ford, Coca-Cola o Mercedes-Benz también trabajaron de la mano con los escuadrones de la muerte. En Nicaragua, los llamados Contras, obedeciendo a una estrategia de la CIA para desgastar a la Revolución Sandinista (1979-1990), decapitaron, castraron, mutilaron, sacaron ojos con cucharas, cortaron senos, secuestraron a jovencitas, mataron a enfermeras, a doctores, a jueces...En 1985, los Contras nicaragüenses habían ejecutado a cerca de 4.000 civiles, herido a un número similar, secuestrado a más de 5.000 personas...Al final de la guerra habían muerto 30.000 civiles, la mayoría a manos de los Contras.

 

usa_guerra_permanente94.jpgPor su parte, en El Salvador, Washington invirtió más de 6 billones de dólares durante 12 años de Guerra Civil, donde hubo de 50 a 60.000 civiles muertos, y de 20 a 34.000 militares muertos. Sólo en la masacre de El Mozote en diciembre de 1981, 750 civiles salvadoreños, incluyendo niños, fueron apuñalados, decapitados, abatidos con ametralladoras cargadas con balas que fueron fabricadas para el gobierno estadounidense en Lake City, Missouri. O en Guatemala, donde EE.UU. dio asistencia económica a la fuerza armada genocida guatemalteca, entre noviembre de 1981 y comienzos de 1983, el ejército arrasó comunidades indígenas al completo, cometiendo más de 600 masacres. Se ejecutó a 100.000 campesinos mayas, de los más diversos modos: apedreando niños hasta la muerte, tirándolos al río, destripando a víctimas vivas, amputando genitales, brazos, piernas, cometiendo violaciones masivas, quemando gente viva, extrayendo fetos a mujeres embarazadas, y de muchas otras formas. La crueldad desplegada no tuvo límites. Continuaremos en siguientes entregas.

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10 agosto 2014 7 10 /08 /agosto /2014 23:00

"La crisis que el capitalismo vino cebando,

con su descarnado afán de lucro,

con su consentido estupro,

de las riquezas de la naturaleza,

de los castigados por la pobreza,

de los sometidos a sus bajezas,

de la burguesía local,

de todo el cuerpo social,

caciqueando, privatizando, expoliando,

desregulando, masacrando, endeudando,

el capitalismo ha venido largo tiempo alimentando,

el descontento laboral, el servilismo indigno,

el estado de malestar, el negocio fraudulento,

la crispación y la violencia, el estado policial,

el consumo banal, la riqueza innecesaria,

la desconfianza empresarial, el desequilibrio económico,

la burbuja inmobiliaria, y la crisis como tal"

(José Manuel Naredo, "Poema del capitalismo", Revista Archipiélago)

 

 

 

 

 

Y es que en el sistema capitalista, no nos cansaremos de repetirlo, el verdadero poder es el económico. En una "democracia" como la liberal, donde se incumple uno de sus principios elementales, como es la separación de poderes, todos los poderes dependen en última instancia del poder económico. El poder político es financiado por el económico (financiando a los propios partidos o a sus campañas electorales), el poder de la prensa depende del poder económico (los grandes medios de comunicación privados son conglomerados de grandes empresas detrás de las cuales hay grandes capitalistas, y los medios de comunicación públicos dependen del poder político), el poder judicial depende del poder político (como consecuencia de los cambios de Gobierno en España siempre asistimos al bochornoso espectáculo de ver cómo los principales partidos políticos se reparten los vocales del Consejo General del Poder Judicial, pues son designados por el Congreso y el Senado), el poder sindical es subvencionado por el Estado, es decir, por el poder político. Por consiguiente, de forma más o menos directa, todos los poderes del Estado dependen del poder económico. El gran capital se constituye en el auténtico poder, en el poder en la sombra, en el poder que lo decide todo. Entonces, la democracia (el gobierno del pueblo, de la mayoría) se convierte en oligocracia (el gobierno de unos pocos), y más en concreto en plutocracia (el gobierno de los ricos, de los poderosos). Y éstos, lógicamente, van a mirar sólo por sus intereses.

 

Sobre nuestra propia responsabilidad en el fin del capitalismo, recogemos las palabras de Bernardo Pérez Andreo: "Estamos necesitados de una nueva conciencia que nos permita creer, sí, creer, que podemos cambiar las cosas, que lo que vivimos es fruto de una estructura en la que participamos y que sólo con nuestro consentimiento, tácito o no, se puede llevar a cabo. Que los poderosos lo sean no es fruto de una fatalidad histórica, tampoco de una circunstancia meteorológica; los poderosos han sido constituidos como tales gracias al consentimiento de los gobernados, de los expoliados, de los sometidos, de los exclaustrados de sus conciencias. Los poderosos lo son porque muchos han dejado que les arrebaten su poder. Los poderosos son empoderados. Sólo hay poderosos porque se lo consentimos, por una pura y simple dejación de funciones de la dignidad humana. En puridad matemática, nosotros somos más y somos mejores, pero ellos han conseguido que creamos que ellos son los mejores, los buenos, los que todo lo merecen. Nosotros les hemos puesto ahí y nosotros los quitaremos de ahí, es nuestra obligación".

 

Y en este sentido, Camilo Valqui abunda: "La antihumanidad del capitalismo sienta las premisas reales de su destrucción dialéctica y los fundamentos objetivos de la necesidad consciente de la revolución comunista, como única vía para el reencuentro de los seres humanos consigo mismos. Entonces, no se trata de conservar, mejorar o humanizar al capitalismo, ni de darle un rostro humano a este sistema expoliador y dominante, como cínica o ingenuamente proponen y sueñan la pequeña burguesía, la izquierda agnóstica y los académicos social-liberales, sino de superarlo de raíz con el fin de fundar una comunidad superior de hombres y mujeres libres. Se trata estratégicamente de afirmar la humanidad humanizada". Y es que la actual versión del capitalismo, que pudiéramos denominar capitalismo imperialista (por su vocación de acaparar no sólo la fuente de riqueza que significa el trabajo humano, sino también de demoler los recursos de la naturaleza) ha cambiado radicalmente el mundo hasta volverlo violento, inhabitable y absurdo, pero al mismo tiempo lo ha minado de un ciclo largo de revoluciones en camino. Consecuentemente, ha avivado la disyuntiva: comunismo o barbarie. Es decir, la crisis, la barbarie, la decadencia del actual sistema imperialista, la descomposición social y el riesgo de exterminio global, ponen a la orden del día la revolución socialista y el comunismo como única alternativa radical.

 

Recurrimos de nuevo a José López, quien nos ilustra en el sentido siguiente: "El capitalismo se sustenta en el mercado, en la competencia entre los productores. Cuando esta competencia desaparece y se sustituye por una planificación sin control externo, tarde o pronto, el sistema colapsa. Todo sistema necesita ser controlado, regulado de alguna manera, para que funcione. El capitalismo se autorregula. Aunque de manera anárquica, tan pronto se produce el crecimiento como el colapso. Las crisis en el capitalismo son consecuencia directa de su autorregulación anárquica, son los estallidos de sus contradicciones inherentes que nunca se superan, más que temporalmente en un proceso continuo de construcción-destrucción. Pero, sin embargo, el capitalismo más o menos sobrevive, hasta que colapse por completo o se cargue el planeta y todo lo que contiene, si es que finalmente lo hace, nadie puede asegurarlo. O hasta que la Humanidad logre sustituirlo por otro sistema. El socialismo debe ser regulado explícitamente, conscientemente. En el capitalismo ese control lo ejerce más o menos el mercado (si bien el Estado también interviene para que el sistema no colapse, cada vez más pues el capitalismo poco a poco se va negando a sí mismo), sin olvidar el decisivo papel de las crisis que, como dice Víctor Serge, se convierten así en las grandes reguladoras de la vida económica; son las que reparan, a expensas de los trabajadores, de las clases medias e inferiores y de los capitalistas más débiles, los errores de los jefes de la industria".

 

Y añade: "Como suelen decir los propios economistas capitalistas, el sistema es regulado por la mano invisible del mercado. En el socialismo ese control lo debe ejercer el conjunto de la sociedad, mediante la democracia más completa posible. El socialismo no puede sobrevivir sin democracia. El capitalismo puede hacerlo perfectamente. De hecho, el capitalismo sobrevive si no hay democracia, si ésta es simbólica o insuficiente. El capitalismo necesita, para sobrevivir, evitar la democracia, reducirla a la mínima expresión. Al contrario que el socialismo. Por esto las dictaduras de derechas funcionan desde el punto de vista económico (aunque con graves "efectos secundarios"). Y las dictaduras de "izquierdas" no. Acaban colapsando o asumiendo economías de derechas, más o menos capitalistas. "Dictadura de izquierdas" es un contrasentido, encierra una profunda contradicción irresoluble. No es posible un sistema económico de izquierdas (democracia económica) conviviendo con un sistema político de derechas (dictadura política). Al contrario, el capitalismo (dictadura económica) convive armónicamente con la "democracia" burguesa (dictadura política disfrazada de democracia), con la dictadura fascista (dictadura política sin disfraz) o con la dictadura "socialista" (dictadura burocrática disfrazada de dictadura del proletariado)". Continuaremos en siguientes entregas.

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7 agosto 2014 4 07 /08 /agosto /2014 23:00

"La soberanía nacional es beneficiosa cuando sirve para alcanzar la soberanía popular, pero es perjudicial cuando impide alcanzarla, cuando la sustituye, cuando camufla el hecho de que un pueblo no es en verdad soberano"

(José López)

 

 

 

 

 

 

 

Vienen dándosele vueltas y más vueltas a la idea, al concepto de "soberanía nacional", sobre todo a raíz de que el pueblo catalán (al menos, una gran parte de él) se está planteando la celebración de una consulta popular en torno a la posible decisión sobre si desean ser un "Estado propio" o no, integrado o asociado de una u otra forma al resto de España, y al resto de Europa. En su momento y en este mismo Blog, ya escribimos algún artículo sobre el hecho de la posible independencia de Cataluña, las causas que podrían motivar el estado de opinión pública catalán actual, y las posibles salidas del conflicto, por supuesto, admitiendo, como no podría ser de otra forma si es que queríamos adoptar un enfoque democrático, la posibilidad del derecho de autodeterminación, no sólo del pueblo catalán, sino de todos los pueblos de Sefarad. Remito a los lectores a dicho artículo, pero aquí queremos darle vueltas al concepto de "sobernía nacional", falaz y erróneamente empleado por nuestros gobernantes, tanto del gobierno central como del gobierno catalán.

 

En efecto, creemos que ambas partes hacen una lectura, digamos, interesada, del concepto de soberanía nacional, cada una con sus propios motivos, pero con la consecuencia directa, una vez más, de la difusión del concepto de una forma errónea, equivocada y manifiestamente tergiversada, manipulada y prostituida. Veamos: los catalanes que defienden la consulta popular afirman que dicho proceso es un proceso democrático (en lo que tienen absoluta razón), y que poder ejercerlo, sería ejercitar su derecho a la soberanía, y en caso de alcanzar la independencia, llegar a ser un "Estado soberano" dentro de la Unión Europea. Por su parte, el Gobierno del Partido Popular, en connivencia con el PSOE (aunque éste último propone una reforma de la Constitución en un sentido federal como respuesta al conflicto), ponen en tela de juicio "su" concepto de la "soberanía nacional", repitiendo como papagayos que según la Constitución Española, ésta reside en el conjunto del pueblo español, y que por tanto, celebrar una consulta popular de dichas características haría saltar por los aires dicho principio.

 

Bien, comencemos por esto último, es decir, por la respuesta al PP, porque la verdad es que está demostrando en torno a este asunto su carácter más inmovilista y conservador. En efecto, la soberanía nacional es un concepto general, pero no podemos, desde ese punto de vista, coartar la libertad de decisión de una parte del territorio, que democrática y mayoritariamente decidiera (si llegara el caso, pero esto no lo sabremos si no permitimos que se realice la consulta) separarse del conjunto del Estado Español. Pero lo que llama más la atención en el planteamiento reaccionario que hace el Partido Popular, es que se llene tanto la boca con la idea de "soberanía nacional", cuando reconocen, para el resto de los asuntos, que hace ya mucho tiempo que no disfrutamos de dicha soberanía, al haberla cedido a las instancias de la Unión Europea. Expresiones del estilo "No podemos decidir" han sido pronunciadas por el Presidente Rajoy en infinidad de ocasiones, y no ha parecido que se rasgaran las vestiduras al constatar que habíamos perdido dicha "soberanía nacional".

 

Y con este razonamiento ligo con la otra parte de la respuesta, la que debemos, en nuestra opinión, darle al pueblo catalán que se pronuncia sobre la posibilidad de un Estado propio (esto es, soberano) en el contexto de la Unión Europea, bajo la acusación de expolio al resto del Estado Español. Estoy de acuerdo, entre muchos otros, con Joan Tafalla (catalán también, para más señas), cuando sostiene que dicha opinión se basa en un europeísmo bastante ingenuo, que no se da cuenta de la inviabilidad del concepto de soberanía nacional dentro de la arquitectura de la actual UE. La Unión Europea, como también hemos explicado en otros muchos artículos, a los cuales remito a los lectores, está construida bajo una arquitectura neoliberal, que cada vez se supera a sí misma, en una espiral de fanatismo incontenible. El liderazgo alemán, unido a las propias normas reflejadas en los Tratados, hacen inviable dentro de la UE que cualquier Estado miembro pueda poseer la suficiente "soberanía" como para poner en marcha cierto tipo de proyectos no contemplados en la propia concepción de la UE. Lo cierto es que dentro de la Unión Europea, y dentro de la Eurozona, es imposible gozar de soberanía monetaria, ni de soberanía económica, ni de soberanía política, y por ende, de cualesquiera otros tipos de soberanías ligadas o dependientes de ellas.

 

Y la opinión de una gran parte de catalanes, difundida por fuerzas políticas como ERC, es bastante clara al respecto, tan clara como equivocada: se sostiene que la futura creación de un Estado catalán propio dentro de la UE resolverá todos los problemas, puesto que, parece ser, todos (o casi todos) los problemas de Cataluña provienen de su pertenencia a una España "subsidiada" que asfixia históricamente a una Cataluña "productiva". Y en base a este razonamiento, la mayor parte del movimiento soberanista catalán reclama como objetivo final la consecución de un Estado propio dentro de la UE. Y en este sentido, me adscribo a las palabras de Joan Tafalla, y con ellas terminamos, cuando afirma: "Niego la mayor: no hay soberanía nacional dentro de la UE. El sueño de un Estado catalán dentro de la UE es un sueño de clases medias empobrecidas por las políticas de la UE, que pretenden librarse de su situación de una manera totalmente utópica: creen que Catalunya puede ser una especie de protectorado de Alemania, o mejor dicho, de Baviera. Pero los protectorados recientemente incorporados al dominio alemán ya saben lo que éste les depara: los planes de austeridad de Croacia o de Ucrania. El secuestro de la democracia, de la soberanía nacional, proviene hoy, básicamente de la UE, no tanto del decadente Estado Español. Los soberanistas catalanes yerran el tiro. La soberanía nacional, la democracia, la debemos recuperar los catalanes, de la mano del resto de los pueblos ibéricos y del resto de los pueblos mediterráneos".

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6 agosto 2014 3 06 /08 /agosto /2014 23:00

"Incluso las formas más despóticas y reaccionarias de poder manejan un discurso valorativo que busca su legitimación, y, para hacerlo, se disfrazan de "bien común". Es por esa razón que resulta tan frecuente la demagogia política"

(José Ramón Fabelo Corzo)

 

 

 

 

 

 

Algo parecido le ocurre al Gobierno del Partido Popular, que busca continuamente la legitimación de sus políticas (y la encuentra, y la divulga) en las instituciones internacionales. Esto se utiliza, de cara a la ciudadanía, quizá como el argumento (falaz) más contundente para demostrar, validar y legitimar que las medidas que se están llevando a cabo son las correctas, están en la buena dirección, van en sentido correcto. Y como decimos, el efecto en la ciudadanía más proclive a la manipulación es prácticamente inmediato. Ocurre continuamente: nos visita por ejemplo una delegación de la OCDE, y entonces, uno de sus representantes, en rueda de prensa posterior, alaba las políticas del actual Gobierno, respalda sus reformas, y apoya y constata que las medidas que se están tomando son correctas. Después, para dar una de cal y otra de arena, vierten alguna pequeña crítica, para que no parezca que las políticas que se practican siguen a pies juntillas la hoja de ruta de dichas organizaciones.

 

Y como decimos, esta escena ocurre continuamente, y se difunde por todos los medios de comunicación convencionales, lo cual va haciendo calar en el conjunto de la ciudadanía un cierto sentido de legitimación de las políticas practicadas. Se instala en la mente de las personas un sentimiento de tolerancia hacia dichas políticas, de complicidad, de justificación, de cierta comprensión, asimilando la aprobación por dichos organismos como la superación de una "prueba del nueve" sobre la adecuación y corrección de las medidas que se toman. Si reflexionamos un poco sobre estos hechos, nos daremos cuenta incluso de que responden a un tratamiento infantil sobre la ciudadanía, intentando buscar el criterio de terceros actores para que respalden nuestras acciones. Pondremos un simple ejemplo: si un padre toma tal o cual medida sobre su hijo, y además trae a otro padre (mejor incluso si es padre de algún amigo de su hijo) para que le respalde en su decisión, se incrementará el grado de convencimiento que el hijo tendrá sobre la medida que su padre ha tomado con respecto a él. Pensará algo así como: "No sólo mi padre ha tomado la decisión, sino que además el padre de mi amigo está de acuerdo con él".

 

De nuevo, debemos alertar sobre la trampa (en esta ocasión, muy fácil de descubrir) que se esconde tras estas prácticas. Básicamente, la conclusión está muy clara: que terceras instituciones, gobernantes u organismos internacionales (o nacionales) avalen ciertas políticas no significa que éstas sean correctas, sino simplemente, que dichos actores están de acuerdo con dichas políticas, es decir, responden a la misma ideología. ¿Porqué la Comisión Europea, o el FMI, o la OCDE respaldan las políticas de Rajoy? ¿Porque son correctas? No, simplemente porque van en la misma dirección neoliberal para la consecución de sus objetivos. ¿Porqué el PP alardea de que España pertenezca al "club" europeo? ¿Porqué presume de que los demás le avalan sus políticas? Porque la construcción de Europa se está realizando bajo los cimientos neoliberales que marcan sus instituciones. Entonces, démosle la vuelta a estos presupuestos, y encontraremos la respuesta. ¿Qué pasaría si dicho club fuese un club de izquierdas? ¿Respaldaría las políticas del PP? ¿Estarían PP y PSOE tan orgullosos de que nuestro país perteneciera a la Unión Europea, y de que sus instituciones legitimaran sus políticas?

 

La respuesta a estas preguntas está clara: si esto fuera así, ni siquiera perteneceríamos a dicho club, porque los "requisitos" para estar en él serían muy distintos. Si a la Unión Europea le preocuparan los Derechos Humanos, si persiguieran la nacionalización de los sectores productivos básicos, si defendieran la banca pública, si estuvieran a favor de una política fiscal más redistributiva, si les preocuparan los servicios públicos, si estuvieran en contra de su privatización, si la Unión Europea defendiera el empleo público, si defendiera la no eliminación de las conquistas y derechos sociales de la clase trabajadora, si estuvieran preocupados por la Sanidad y la Educación públicas, si propusieran desde la Comisión Europea la salida de la OTAN y el alejamiento de las políticas de alianza con los Estados Unidos, si atacaran las Monarquías y fomentaran las Repúblicas, si promovieran la pérdida de poder y de financiación de todas las corrientes religiosas, ¿defendería Rajoy con tanto ahínco los acuerdos con la Unión Europea? ¿Estaría tan orgulloso de la pertenencia de España a dicho club? ¿Legitimaría esa Unión Europea las políticas del PP?

 

La respuesta es NO, porque entonces, las "recomendaciones" de la Comisión Europea irían en un sentido muy distinto. La Troika velaría entonces por llevar a cabo en todos los países europeos una auditoría de su deuda, para repudiar la parte ilegítima de la misma. Recomendaría que no se privatizaran las empresas públicas, que ninguna persona ni familia quedara desprotegida, sin recursos, que existiera una renta básica universal, que se fomentaran los planes de empleo público, que se derogaran todas las reformas "estructurales" que el Gobierno de Rajoy ha llevado a cabo, recomendaría la retirada de las leyes que limitan los derechos fundamentales y las libertades públicas, y también recomendaría la celebración de referémdums vinculantes para que el pueblo decidiera sobre los asuntos que les afectan. Una Unión Europea fundada bajo los mimbres de la izquierda rechazaría el absoluto poder de la banca privada, porque el Banco Central Europeo se encargaría no sólo de velar por una política monetaria justa, sino porque los bancos no pudieran hacer negocio a costa de los propios Estados. Por tanto, el consenso existente en torno a los grandes dogmas del europeísmo se basa en realidad en los dogmas neoliberales, que son los que se esconden detrás de las consabidas y vacías expresiones de "más Europa", o "más integración europea". La integración no es un bien ni un mal por sí misma, sino que depende de los propios objetivos que se persigan con dicha integración. No busquemos por tanto la legitimación de las políticas en el contexto europeo, sino en los propios intereses y objetivos de las medidas que se toman. 

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5 agosto 2014 2 05 /08 /agosto /2014 23:00

"La democracia se encuentra en la encrucijada. Por un lado, es casi la única garantía para que en el siglo que acabamos de estrenar las sociedades sean capaces de solucionar sus problemas de forma menos traumática que en el siglo XX. Por otra, la democracia amenaza con convertirse en parte de un discurso vacío y legitimador de prácticas nada democráticas"

(Armando Fernández Steinko)

 

 

 

 

objetivo_democracia11.jpgLa complejidad de nuestro mundo actual incide fundamentalmente en las formas de organización social de nuestro tiempo. El capitalismo, desde sus inicios, ha transformado la sociedad en función de sus intereses, y aunque hoy día los adelantos científico-técnicos nos llevan a una Humanidad capaz de solucionar muchos de sus problemas, sin embargo, la atadura al viejo sistema capitalista nos impide reaccionar y controlar el poder en nuestras comunidades actuales. El panorama que nos encontramos responde a una sociedad que disfraza, como afirmara Boaventura de Sousa Santos, lo políticamente democrático con lo socialmente fascista. Ni siquiera es un problema local, de tal o cual país, sino mundial, global, pues se pone fácilmente de manifiesto la falta de democracia interna de muchas instituciones internacionales (ONU, etc.), algunas de las cuales ni siquiera permiten elegir a sus miembros democráticamente (FMI, OCDE, etc.). El estado de nuestra Democracia es recortado, encorsetado, limitándose a ofrecernos la posibilidad a la ciudadanía de ejercer nuestro derecho al voto cada x años, en las distintas citas electorales de que se trate, para luego ejercer una democracia representativa de corte muy restringido, de baja intensidad, minimalista, donde las distintas formaciones políticas se creen con la libertad de poder plantear su programa de gobierno, aunque diste bastante del comprometido en su programa electoral.

 

objetivo_democracia12.jpgEn la presente serie de artículos, que aquí comenzamos, y que bien pudiera completar a otra que publicamos no hace mucho tiempo bajo el título "El mercado de la política", nos proponemos diseccionar y explorar las diferentes posibilidades de implementar mecanismos de democracia integral, en prácticamente todas sus facetas, como una pequeña guía para su futura implantación progresiva, lógicamente bajo Gobiernos que estuvieran dispuestos a ello, presionados también por la fuerza popular, por el poder ciudadano, en aras de exigir mayor transparencia y calidad democrática. Como siempre, hemos bebido en varias fuentes distintas para la confección de estos artículos, que iremos citando en su momento, a medida que nos vayamos refiriendo a los diferentes trabajos que nos han servido de inspiración. No obstante, adelantamos desde aquí algunas de las referencias utilizadas, tales como "Rumbo a la Democracia" (José López), "Democracia Digital" (Marno Ridao), "Democracia Económica" (David Schweickart), "Democracia y Planificación Económica" (Pat Devine), "Democracia sin intermediarios" (Juan Carlos Calomarde), "El Socialismo del siglo XXI" (Heinz Dieterich Steffan), "Los límites de la irracionalidad" (Antonio José Gil Padilla) y "Herramientas para un chequeo de la dinámica democrática" (Armando Fernández Steinko). Todas ellas son obras abiertas, que los lectores pueden descargar fácilmente de Internet.

 

objetivo_democracia13.jpgLa prepotencia política y la sordera de nuestros gobernantes se instala de forma habitual, sobre todo cuando sus respectivas formaciones políticas disfrutan de mayorías absolutas. De lo que se trata, por tanto, es de que el avance de la democracia, auténtico objetivo a cubrir, impida que dichas situaciones se puedan volver a dar, confeccionando un corpus teórico y práctico que obligue a desarrollar unos mecanismos de participación ciudadana para todos los asuntos que les afecten. Porque el problema es bastante complicado. Como dice un refrán popular: "De atrás le viene el pico al garbanzo". Las democracias modernas, originadas a partir del siglo XVIII, no son fenómenos casuales, sino que responden por necesidad a determinados grados de desarrollo de los componentes internos del sistema (fuerzas productivas, densidad demográfica, urbanización, clases sociales, medios de comunicación, etc.) y a la interacción con su medio ambiente natural y social. La democracia aparece, por ende, no sólo como algo positivo y éticamente superior a formas más primitivas de organización sociopolítica, sino --en tanto consecuencia necesaria de la evolución histórica de las sociedades y civilizaciones humanas-- funcionalmente superior en su capacidad de adaptación al constante cambio del entorno de la sociedad y naturaleza global. Tal coincidencia entre lo ético y, a grandes rasgos, lo práctico-funcional del comportamiento democrático de un sistema sociopolítico contemporáneo confirma que las grandes banderas de lucha política del siglo XXI sólo pueden ser la democracia participativa y la justicia social.

 

En su obra "El Socialismo del siglo XXI", Heinz Dieterich Steffan realiza el siguiente análisis sobre la dimensión democrática de nuestras sociedades: "La democracia como una propiedad (característica) de los sistemas sociales puede concebirse en tres dimensiones: 1. La social, entendida como la calidad de vida material; 2. La formal, definida como el conjunto de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas entidades que componen el sistema; 3. La participativa, entendida como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías. En el lenguaje de las ciencias naturales podríamos entender las tres dimensiones como magnitudes que caracterizan a la propiedad que llamamos "democracia". Proyectemos este análisis científico que realiza Steffan a nuestra sociedad actual, y veremos que los tres términos de la ecuación democrática resultan bastante insuficientes. Continuaremos en siguientes entregas.

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4 agosto 2014 1 04 /08 /agosto /2014 23:00

Todo esto ha sucedido mientras los sectores dominantes desplegaban una amplia y profunda ofensiva sobre el pacto social y político de 1978. Esta ofensiva deconstituyente busca dejar sin sentido o sin vigencia las partes más progresistas del acuerdo constitucional, marchar sobre los contrapesos populares o democráticos en los equilibrios del Estado y abrir una redistribución regresiva del poder y de la renta, aún más en favor de la minoría dominante. Seguramente la disyuntiva política estratégica hoy está entre la restauración oligárquica o apertura democrático-plebeya, posiblemente en un sentido constituyente.

 

Por tanto, los análisis excesivamente optimistas con respecto a la crisis orgánica del régimen de 1978 deben ser compensados al menos con dos aseveraciones:

 

1) Esta crisis se produce en el marco de un Estado del Norte, integrado en la Unión Europea y en la OTAN, que no ha visto mermada su capacidad de ordenar el territorio y monopolizar la violencia; de ordenar los comportamientos y producir certeza y hábitos; que no vive importantes fisuras en sus aparatos y que no parece que vaya a sucumbir por acometidas de movilización social más o menos disruptiva. Esto imposibilita tanto las hipótesis insurrecionales como las de construcción de contrapoderes "por fuera" de la estabilidad.

 

2) La crisis política puede tener mucha menor duración que la económica: no tenemos todo el tiempo del mundo. Una buena parte de la contestación social hoy existente deriva de una "crisis de expectativas" que ya no se repetirá para las siguientes generaciones, sobre las que hace mella el efecto domesticador del miedo y el empobrecimiento, con una exclusión social que ya amenaza a un tercio de la población y que podría estabilizarse en esos umbrales. Al mismo tiempo, el exilio y la destrucción de los nichos sociales y profesionales de los que se nutre la contestación (tercer sector y ONG's, universidad, funcionariado, sindicalismo, etc.) es un torpedo contra la línea de flotación material de la militancia de la izquierda. Tras una serie de ajustes que sean además vividos como una victoria política de alto contenido simbólico sobre las clases subalternas, la oligarquía puede estabilizar un país ya disciplinado que asuma como normal el empobrecimiento y exclusión de amplias capas sociales y determinados estrechamientos en las posibilidades democráticas. Los ejemplos estadounidense e inglés tras Margaret Thatcher nos tienen que servir de alerta: el neoliberalismo destruye, pero, sobre la derrota de las clases populares, también construye nuevos órdenes y acuerdos. Si la crisis económica parece que tendrá un largo recorrido, la ventana de oportunidad abierta puede cerrarse mucho antes si se consuma la ofensiva oligárquica con un cierto reposicionamiento subordinado de un PSOE algo oxigenado y si las élites proceden a una restauración por arriba que asuma la parte más inofensiva de las demandas ciudadanas que hoy no tienen cabida en el orden de 1978 y el rol semicolonial de la Unión Europea.

 

 

2. Las elecciones del 25 de mayo de 2014 y el nuevo escenario político.

 

Las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014 no fueron unos comicios más, sino que supusieron un pequeño terremoto en el escenario político que mostró algunos de sus precarios equilibrios y lo endeble de posiciones que parecían muy asentadas.

 

El dato más relevante es que el Partido Popular, que perdió 2,6 millones de votos, y el Partido Socialista Obrero Español, que perdió 2,5, juntos apenas alcanzaron el 49% del sufragio. No es sólo que "perdiesen" las elecciones por primera vez en la historia de nuestro sistema de partidos (cuando en las elecciones europeas de 2009 sumaron juntos el 81% del voto), sino, más importante, que se rompió el juego de vasos comunicantes por el cual lo que pierde el primer partido de la alternancia lo recibe el otro, en un movimiento que oxigena la pluralidad interna al tiempo que cierra la puerta a la alternativa y salvaguarda los consensos sistémicos que comparten los dos partidos dinásticos.

 

El elemento fundamental de esta erosión de los principales partidos del régimen -- que no todos, no hay que confundir régimen con bipartidismo como hacen otros -- es el desgaste y la crisis del PSOE. El Partido Socialista ha sido (tras el papel inicial del PCE y CCOO) el artífice de la integración de las clases subalternas al Estado de 1978 (y por tanto también de las conquistas sociales subordinadas en éste) y pieza clave, después, en su incorporación al pacto social neoliberal. Es quien cierra el espacio político "por la izquierda" y es su crisis la que abre las oportunidades políticas para una nueva mayoría. Si se recompusiera siquiera parcialmente de su desprestigio y sus problemas internos, y postulase un nuevo líder con pocos vínculos simbólicos con el pasado, podría recuperar parte del espacio perdido y estrechar así las opciones para una fuerza de ruptura democrática, relativamente transversal dentro del discurso de unidad popular y ciudadana.

 

La otra amenaza para la expansión de la ruptura sería que el Gobierno pudiese presentar tímidas "evidencias" de que las medidas de ajuste nos han hecho pasar ya lo más duro y que se avecina la recuperación. Por lenta y remota que sea, la narrativa de que se han hecho los deberes más duros y ahora se avecina el tiempo de la cosecha del esfuerzo, es muy peligrosa para la reoxigenación.

 

Finalizaremos la exposición del contenido de este documento en la tercera entrega del mismo.

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3 agosto 2014 7 03 /08 /agosto /2014 23:00

"Tenemos un sistema donde a los banqueros se les rescató y a sus víctimas se les abandonó para que se arreglen como puedan"

(Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía)

 

 

 

 

 

Bien, como hemos podido comprobar durante todos los artículos de la presente serie, que aquí finalizamos, capitalismo y sociedad de consumo van de la mano, y ambos son negativos. Pueden considerarse como las dos caras de una misma moneda, que se manifiestan en el plano político y en el plano social. El capitalismo no habría llegado donde está sin una sociedad consagrada al desaforado consumo como la nuestra, y dicho consumo irracional e irresponsable no se hubiese dado sin un entorno económico como el capitalismo. Ambas facetas se necesitan, se complementan, y son parte de un todo que delimita los aspectos económicos, sociales y políticos de nuestra sociedad. Para acabar con el capitalismo, hemos de acabar con la sociedad de consumo, y para acabar con ésta, hemos de cambiar nuestros esquemas mentales, nuestros comportamientos sociales,. nuestros patrones de acumulación, nuestra filosofía sobre la vida y la existencia humanas.

 

    sociedad_consumo101.jpgEllo lo podemos llevar a cabo de forma individual y grupal, pero en última instancia, el único camino es concienciarnos de una nueva cultura de la posesión, de una nueva práctica anticonsumista, que ha de revolucionar también el concepto de la propiedad privada, para contribuir a primar la función social de la misma. La sociedad capitalista es una sociedad individualista, egoísta y egocéntrica, que se centra en descansar la responsabilidad del éxito o el fracaso personal y social del individuo sobre él mismo. De esta forma, se prima lo individual sobre lo colectivo, se fomenta la competitividad frente a la cooperación, se prioriza lo privado sobre lo público. Mientras no seamos capaces de dar la vuelta a estas ecuaciones, de invertir estos valores, de pensar colectiva y públicamente en vez de individual y privadamente, no seremos capaces de vencer al monstruo del consumismo, y a su razón de ser, el capitalismo.

 

sociedad_consumo102.jpgUn estadío final de esta superación nos llevaría al escenario en que el Estado debe garantizar a todos los ciudadanos/as el conjunto de derechos y servicios que se consideren imprescindibles, mínimos y necesarios para desarrollar una vida digna, garantizando los mismos a todas las personas por el hecho de serlo, de forma pública, gratuita y universal. De esta forma, frente a la competencia social por la posesión de estos bienes y servicios, la garantía por parte del Estado frena el afán consumista, y anula la competitividad empresarial para dichos productos y servicios básicos. Tomemos el ejemplo paradigmático de la vivienda. Partamos de la base de que la vivienda es un derecho básico y fundamental, y de que por tanto, el Estado ha de garantizar una vivienda digna a todo ciudadano/a, como además reconoce nuestra Constitución en su art. 47. Bien, pues vamos a ver qué ha pasado hasta ahora, y vamos a comentar, desde nuestro punto de vista, qué debería ocurrir en una sociedad anticonsumista y anticapitalista.

 

sociedad_consumo103.jpgEn primer lugar, se fomentó la cultura de la propiedad sobre la cultura del alquiler, por lo cual a los ciudadanos/as se les inculcó la importancia de adquirir una vivienda en propiedad. Pero al no garantizarla el Estado, los ciudadanos/as se vieron en la obligación o necesidad social de adquirir una por sus propios medios. Por su parte, las inmobiliarias y los bancos comenzaron a oler el negocio sobre un bien de primera necesidad, lo cual fomentó el negocio de las hipotecas. El Estado, por su parte, favoreció este enfoque, promulgando una serie de leyes que facilitaban la construcción recalificando el suelo, y permitiendo que empresas constructoras y bancos hicieran el agosto con los negocios inmobiliario e hipotecario. La fiebre social para adquirir una vivienda en propiedad se fue retroalimentando desde todos sus frentes, y al estallar la crisis y comenzar la pérdida de puestos de trabajo (crisis donde han tenido mucha responsabilidad precisamente las entidades financieras), muchas de las personas que tenían una hipoteca no han podido continuar haciendo frente a los pagos, y han terminado siendo deshauciados/as por los bancos. Se ha primado, por tanto, el afán consumista, la propiedad privada, el apoyo público a la iniciativa privada, la mercantilización de derechos básicos de las personas, etc., el conjunto de todo lo cual ha conducido a la actual situación.

 

sociedad_consumo104.jpgBien, ¿cuál sería la postura de un país/nación/gobierno que no se rigiera por dichos patrones capitalistas-consumistas, sino por los contrarios? En primer lugar, se fomentaría la cultura del alquiler sobre la cultura de la propiedad. Pero al tratarse de un bien de primera necesidad, como es la vivienda, el Estado garantizaría, mediante un inmenso parque público de viviendas en alquiler social, que toda persona/familia tenga garantizada, de acuerdo a sus posibilidades económicas (la Renta Básica garantizaría en dicha sociedad que ninguna persona/familia carece de recursos), una vivienda digna y adecuada. Nuestra vivienda no sería nunca una "propiedad privada" nuestra, pero el Estado nos garantizaría que la podríamos disfrutar durante toda nuestra vida. Pensándolo bien, ¿para qué queremos la vivienda una vez muertos, máxime cuando nuestros descendientes también tienen garantizado este derecho? Siendo coherentes con este planteamiento, jamás se dejaría que ninguna entidad/empresa/organización de carácter privado pudiera negociar con base en este bien, es decir, pudiera mercantilizar el derecho de todas las personas a una vivienda digna. Las inmobiliarias y las hipotecas de los bancos podrían continuar existiendo, pero sólo podrían afectar al sector de las viviendas de segunda, tercera, etc., residencia, o bien al sector de las viviendas de lujo. De esta forma, jamás ocurrirían deshaucios sobre la vivienda principal, ni las personas perderían su casa, ni tendríamos que recurrir a la dación en pago (salvo para las excepciones indicadas anteriormente, etc.).

 

De esta forma, justo al contrario que en el caso anterior, se elimina (o minimiza) el afán consumista, se desincentiva la propiedad privada, se fomenta la dimensión social de la misma, y no se permite la mercantilización de los derechos básicos de la ciudadanía. Y este ejemplo puede ser extrapolado a otros bienes, productos o servicios, bajo el mismo razonamiento. En fin, esperamos que este ilustrativo y actual ejemplo haya servido para constatar los dos enfoques, y para hacer reflexionar a los lectores sobre el conjunto de todos aquéllos bienes, productos y servicios que nos rodean, que usamos en nuestra vida, que poseemos, que consumimos, que nos pertenecen, porque los compramos, pero que podríamos también consumir, poseer, o disfrutar, de otras formas, bajo otra dimensión distinta. Otra dimensión más pública, más social, más cooperativa, más justa, más solidaria, más garantista, para poder ir cambiando con el tiempo este chip consumista y capitalista que nos ahoga, que nos asfixia y que acaba con miles de vidas diarias. Espero por tanto que la presente serie de artículos haya contribuido a este fin.

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31 julio 2014 4 31 /07 /julio /2014 23:00

"La Universidad debe ser científica, universal, crítica y autónoma, al servicio de la sociedad y no de las empresas. Porque hay que armar a la sociedad con los saberes que permiten comprender el mundo para transformarlo y construirlo de forma más justa para toda la Humanidad y el planeta"

(Agustín Moreno)

 

 

 

 

 

 

Y sin embargo, mediante el actual proceso de burocratización de la Universidad, lo que se pretende es crear y formar ciudadanos/as y alumnos/as dóciles, sumisos, controlables, que lejos de discutir el actual sistema de producción, la escala de valores del mundo que nos rodea y sus principios de funcionamiento, acaten sin más sus directivas, y estén dispuestos a constituir nuevas piezas para su diabólico engranaje. Hoy día, tenemos una Universidad Pública alienada bajo las demandas del mercado, esos mercados que gobiernan en la sombra, y cuyos manijeros son los serviles gobernantes que dicen hacerlo para toda la sociedad. La Universidad adolece quizá de su mayor característica fundacional, como es la libertad de pensamiento, y por ello mismo, deja de ser el fórum que acoja el libre intercambio de ideas por excelencia, pasando a ser una entidad dogmática, inmovilista, contraria a la dialéctica, y por tanto, fracasada como agente social imprescindible para la Educación Superior.

 

La Universidad actual se vuelve reaccionaria en sus objetivos, deja de ser el lugar donde se aprende a decir "NO" (como sostenía Bertolt Brecht), lo que constituye la esencia del pensamiento. Por tanto, actualmente, la finalización de un Ciclo Medio o Superior de cualquier carrera universitaria, en realidad no capacita como sujetos pensantes, precisamente porque no ofrece la garantía de que durante todo su proceso estudiantil, el alumno/a se haya interrogado siquiera una sola vez sobre las cuestiones fundamentales del mundo en que vive, haya puesto en crisis sus valores y sus cimientos. No tenemos garantías de haber desarrollado en los estudiantes el espíritu y el pensamiento crítico. Por tanto, no hemos formado ciudadanos/as libres, sino solamente buenos aprendices del sistema actual, dispuestos a continuarlo. Así, en la mayoría de los casos, tendremos estudiantes que se han sometido a una digestión acelerada de los contenidos curriculares, pero sin someterse a terapias de debate, de crítica, de puesta en común, de exposición de resultados, y sobre todo, del espíritu social de valentía para enfrentar los pilares del mundo en que vivimos.

 

La obsesión por la obtención de un buen currículum, de unas buenas calificaciones, de unos buenos cursos de posgrado, son una buena muestra de ello. Los estudiantes son sometidos a una feroz competencia, para obtener la mejor capacitación profesional posible, mediante unos complementos a su carrera y a su plan de estudios que le enfocan a la obtención de buena nota en los exámenes, en los controles, en los resultados. Los sistemas de evaluación representan una tiranía a la que los alumnos se han de someter, desplegando un sistema de meritocracia donde se construye un escalafón a partir de los resultados numéricos de unas pruebas. Y de esta forma, los valores públicos y los bienes comunes, los saberes realmente importantes, quedan aparcados en pro de la competitividad, que es la bandera del neoliberalismo. De ahí que todo el sistema educativo (no sólo el universitario) quede enfocado como herramienta para el crecimiento económico y la competitividad (en los mercados). Y esto se manifiesta en los propios ambientes universitarios, donde nuestros compañeros se convierten en nuestros rivales, en nuestros competidores, en nuestros enemigos.

 

Mientras, en los púlpitos universitarios, los docentes inculcan a los estudiantes los valores de nuestra deshumanizada sociedad, los dogmas capitalistas y neoliberales, el poder de los mercados, la sumisión al dinero, a la obtención del beneficio, a que el público es el que manda. Se pregona la ideología del emprendedor, como figura social de éxito, y el alumnado se embebe de dichos parámetros y paradigmas, que luego reproducirán en su vida posterior. Alumnos/as obedientes, dóciles, sumisos. Lo que tiene éxito por tanto es el borreguismo estudiantil, eso es justo lo que se fomenta y lo que se requiere, ocultando la exposición de ideas, teorías y corrientes que pongan en cuestión el sistema, y negando la posibilidad de que las mentes de dichos estudiantes sean alguna vez capaces de negar al sistema, de cuestionarlo, de ponerlo en crisis. Se fomenta la interiorización de los puntos de vista del capitalismo, su asunción acrítica, su inculcación incondicional, la ausencia de modelos alternativos, y todo ello además tendrá proyección en el propio expediente académico.

 

Por detrás de todo este tinglado, como siempre, al igual que en el resto de instancias públicas y privadas de nuestra sociedad, los auténticos poderes de facto que nos gobiernan: el poder financiero, el poder económico, sus serviles gobernantes, que manipulan a su antojo los recursos públicos para favorecer a los intereses privados, y hacerlos girar en torno a sus objetivos. Se legitiman las puertas giratorias, se revaloriza la iniciativa privada, se fagocita el interés público, y se discrimina a quien ose no alinearse con dichos principios. Y de esta forma, la Universidad se ha convertido en un engendro neoliberal, en una correa de transmisión de los valores imperantes en la sociedad, y en una garantía de extensión de la moral dominante. Se aprenden en realidad en la Educación Superior los valores que después desplegaremos en el resto de nuestra vida, y que han sido interiorizados a sangre y fuego. Por eso es tan difícil aprender después a cuestionar el sistema, a rebelarse ante él. Continuaremos en siguientes entregas.

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30 julio 2014 3 30 /07 /julio /2014 23:00

Hace algunas semanas nos hicimos eco en este mismo Blog de la iniciativa popular "Guanyem Barcelona", y ya advertimos que la tendencia era a que plataformas de ese tipo se extendieran por el resto de ciudades de nuestro país. Hoy presentamos la correspondiente a nuestra ciudad de Málaga, presentada hace varios días como un llamamiento a abrir un proceso de convergencia de cara a las próximas Elecciones Municipales de 2015. El llamamiento ha sido ya firmado por casi 500 personas, el coordinador de la iniciativa es Eduardo Zorrilla, y aglutina a miembros de otros partidos de izquierda de la ciudad, sindicalistas, activistas sociales y vecinales, así como personalidades del mundo de la cultura, muy presente desde siempre en el ámbito malagueño. Presentamos a continuación el texto de la iniciativa, que puede ser consultado y firmado en Internet:

 

Por un proceso de confluencia para construir una ciudad digna y democrática.

     

Tras casi veinte años de gobierno del Partido Popular en la ciudad de Málaga ha llegado el momento de decir basta. Ha llegado el momento en el que los representantes dejen de gobernar sin contar con la ciudadanía. Ha llegado el momento en el que las personas sean más importantes que el beneficio económico de unos pocos. Ha llegado el momento de un tiempo nuevo en la política local. Ha llegado el momento de una Málaga para la gente.

Durante demasiados años hemos sido gobernados por un bipartidismo que entendió la función pública como un campo de negocios privados y donde la falta de ética, la opacidad y la corrupción han campado a sus anchas. Quienes se han enriquecido a costa de lo público, nos fuerzan ahora a la precariedad, a la incertidumbre del mes a mes, a los recortes de servicios públicos básicos, derechos y libertades.

 

ganemos_malaga.jpgBajo la gestión de Francisco de la Torre la desigualdad en nuestra ciudad ha alcanzado límites inimaginables, con una tasa de paro general del 30% y de paro juvenil superior al 50%. Hemos visto cómo se han malvendido terrenos públicos, se ha destruido el patrimonio, hemos padecido recortes y privatización de servicios y empresas públicas. Hemos pagado proyectos faraónicos a la vez que los sectores más desfavorecidos sufrían el aumento de las tasas e impuestos municipales. La deuda municipal de Málaga, que supera los 700 millones de euros, es la quinta mayor de todo el país. Las inversiones públicas han priorizado el enriquecimiento de unos pocos sobre el Bien Común, con el resultado de tantos barrios de Málaga abandonados a su suerte, con escasos equipamientos y apenas zonas verdes. Por si fuera poco, nuestra ciudad es una de la más ruidosas y contaminadas de todo el Estado.

 

Sin embargo, durante los últimos años, hemos sido testigos de multitud de movimientos e iniciativas ciudadanas que han clamado por una ciudad justa, digna, ecológica y verdaderamente democrática.

 

Hemos visto personas afectadas por las hipotecas parar desahucios y exigir una vivienda digna, vecinos y vecinas denunciando el abandono y demandando inversiones básicas para sus barrios.

 

Hemos visto a miles de personas movilizadas contra el tarifazo del agua, trabajadoras y trabajadores en huelga contra la precarización del empleo, la privatización y los recortes. Hemos visto a la ciudadanía denunciando la destrucción del patrimonio y de la poca naturaleza que nos queda.

 

Hemos visto personas paradas marchando por la dignidad, mayores exigiendo pensiones dignas y comedores sociales haciendo un esfuerzo sobrehumano para brindar un plato de comida a miles de familias.

 

Hemos visto mareas ciudadanas de todos los colores defendiendo la sanidad, la educación, los servicios sociales y los derechos de las mujeres frente a los recortes y las leyes que atacan libertades conquistadas tras décadas de luchas sociales.

 

Hacemos un llamamiento al conjunto de la ciudadanía de Málaga y a las organizaciones ciudadanas, políticas, sociales, culturales, sindicales y vecinales. Es un llamamiento para construir juntas y juntos una ciudad democrática y digna, para recuperar nuestras instituciones y ponerlas al servicio de la mayoría y el bienestar de las personas.

 

Sabemos que para cambiar nuestra ciudad no basta con sustituir a quienes nos representan, es necesario cambiar la forma de hacer política. Por ello nos convocamos para construir un amplio proceso de participación ciudadana del que surja una candidatura democrática de confluencia y con protagonismo ciudadano. Es un proceso del que también ha de surgir un nuevo tejido organizativo que nos llene de fuerza y entusiasmo para poner las instituciones al servicio de la gente.

 

Queremos una ciudad democrática en la que las personas tengamos voz sobre los asuntos que nos afectan, una ciudad solidaria, que haga frente a la pobreza, el desempleo y la precariedad. Queremos una ciudad transparente, con representantes que rindan cuentas sobre la gestión municipal, los presupuestos, las inversiones y el funcionamiento de los servicios públicos. Queremos una ciudad igualitaria en la que todos los barrios tengan la misma importancia. Queremos una ciudad en la que prime lo público frente a lo privado, una ciudad sostenible y habitable,que haga las paces con la naturaleza y respete su patrimonio. Queremos una ciudad en la que la cultura no sea una mercancía, sino un derecho básico.

 

De estos últimos años hemos aprendido a cooperar, a organizarnos de forma democrática, a transformar lo que nos dijeron que era imposible. Hemos aprendido que ¡sí se puede!

Las próximas elecciones municipales son una oportunidad para cambiar nuestra ciudad. No la vamos a desaprovechar.

 

Ha llegado el momento de una nueva política para una nueva Málaga.

 

Ha llegado el momento de que Ganemos Málaga.

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28 julio 2014 1 28 /07 /julio /2014 23:00

Vamos a exponer a continuación, en varias partes, el documento que pueden descargar los lectores desde esta dirección, y que hace referencia a un pre-borrador de ponencia política titulado "La crisis del régimen de 1978, Podemos y la posibilidad del cambio político en España". Como decimos, se trata de un pre-borrador expuesto al pertinente debate, que puede ser cambiado hasta su versión definitiva. Nosotros lo vamos a distribuir tal cual está, en su actual versión, y dejamos a los lectores el correspondiente debate y las propuestas de cambio y/o actualización: 

  

1. Contexto: crisis de régimen, ofensiva oligárquica y ventana de oportunidad.

El Estado español está atravesando una crisis que va más allá de la deslegitimación de sus
élites políticas y que afecta a componentes centrales del sistema político y la institucionalidad, de la articulación territorial del Estado, del modelo de desarrollo y el equilibrio entre grupos sociales bajo la primacía de los sectores dominantes. A esta crisis algunos la venimos llamando desde hace años la crisis del régimen de 1978, para dar cuenta de una situación de agotamiento orgánico que, últimamente y de forma acentuada, se expresa de forma acelerada en una descomposición política y moral de las élites tradicionales, con la corrupción –que era el elemento engrasante del encaje político y económico del bloque dominante- como punta de lanza de su desprestigio junto con los ataques al Estado de Bienestar y a los derechos (laborales, sociales y políticos) adquiridos.

 

El Movimiento 15M, junto con el ciclo de luchas que inaugura, contribuyó a articular una parte de las insatisfacciones que hasta ese momento estaban huérfanas o se vivían en forma aislada y despolitizada. Ayudó así decisivamente a introducir en el sentido común de época elementos impugnatorios del orden existente y que señalaban a las élites como responsables, agrupándolas simbólicamente y colapsando parcialmente el juego de diferencias en el que descansa el pluralismo y la oxigenación del régimen. El 15M avejentó a las élites y a las narrativas oficiales, poniendo en evidencia el agotamiento de sus consensos, de sus certezas, de los marcos con los que se distribuían las posiciones y se explicaba el rol de cada cual en el contrato social o se canalizaban las demandas ciudadanas. Con todo, esta acumulación de pequeñas transformaciones culturales no afectó por igual en todo el país ni alteró los equilibrios de fuerza electorales e institucionales.

 

El PP fue inicialmente el gran beneficiado de un terremoto que sacudió fundamentalmente a los votantes de la izquierda y que, paradójicamente, situó a las fuerzas conservadoras a la defensiva y alerta, pero permitió al PP una mayoría absoluta pese a recibir menos votos que los obtenidos por el PSOE en las elecciones de 2008. El 15M, al mismo tiempo, debilitaba la autorización electoral: ganar unas elecciones ya no era el único elemento de legitimación política, y desde luego no constituye ya un cheque en blanco. Pero la desafección se ha producido sobre un terreno social y cultural fragmentado por 30 años de neoliberalismo, con las identidades colectivas (las de clase en primer lugar, pero también las narrativas ideológicas tradicionales) en retroceso e incapaces de servir de superficie de inscripción para articular todos los diferentes descontentos con el status quo. Uno de los retos a los que se enfrenta Podemos es ser capaz de articular esos descontentos y sus identidades.

 

Mientras que en la calle aumentaban las voces de protesta en lo que ha sido todo un ciclo de movilizaciones de distintos tipos (sociales, políticas, laborales, etc.), en las instituciones el partido de la derecha acumulaba un poder inédito, en el que se apoyó para lanzar un duro y ambicioso proyecto de reforma oligárquica del Estado. El centroizquierda del PSOE, con un notable bloqueo de su imaginación política, apenas dijo nada que le permitiese conectar con el nuevo clima. Estaba, además, firmemente comprometido con el sostenimiento del status quo y el programa de ajuste impuesto por la Troika, que le llevó a aceptar un rol subalterno con respecto al PP que no ha dejado de pasarle factura en las urnas desde entonces. IU, vinculada generacional y culturalmente al orden de 1978, ha tenido en general (y salvo honrosas excepciones principalmente provenientes de las bases) reacciones tímidas y conservadoras, que confiaban en estarse moviendo en los mismos parámetros de antes de la crisis orgánica y en recoger en forma paulatina y progresiva los apoyos que iba perdiendo el PSOE, desde su autoubicación a su "izquierda".

 

En medio de la crisis política, las fuerzas de izquierda nacionalista han analizado, en todo el Estado, y en particular en Catalunya, que este es el momento preciso para aparecer en la movilización soberanista. Lo han hecho, en general, confiando en la unilateralidad, una estrategia muy rentable en el corto plazo electoral pero que puede abocarles ahora a un callejón de muy difícil salida, como podríamos ver con motivo de la consulta en Catalunya el 9 de noviembre. La cuestión general constituyente reaparecería así en toda su complejidad y plurinacionalidad. Las hipótesis movimientistas y de gran parte de la extrema izquierda, instaladas en un cierto mecanicismo por el que "lo social" ha de preceder siempre a "lo político", se han demostrado incorrectas para romper la impotencia de la espera y proponer pasos concretos más allá de la movilización.

 

Continuaremos en siguientes entregas con la exposición del contenido de este documento.

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