Estamos viendo cómo renace un neofranquismo tan rancio, represor y antiguo como el de antes; un neofranquismo que se acompaña de aguiluchos y símbolos nazis, brazos hitlerianos cara al sol, y que promueve palizas en las calles y persecuciones de quienes no piensan como ellos. Esa España que nos avergüenza vuelve con inusitada violencia e intolerancia y el pueblo democrático no lo puede permitir
Como ya avanzábamos en la entrega anterior, el objeto de toda ley que pretenda la recuperación de la memoria histórica republicana ha de basarse en los siguientes fundamentos (enlace a la propuesta de ERC que estamos siguiendo):
1.- La aplicación de la doctrina de las Naciones Unidas sobre los Crímenes contra la Humanidad a los cometidos sistemáticamente por la dictadura franquista
2.- Reconocer el derecho inalienable a la verdad y el deber de recordar por parte del Estado establecidos por la ONU
3.- Reconocer jurídica y moralmente la condición de víctimas a todas las personas físicas y jurídicas que sufrieron persecución y muerte, y restituir moral y materialmente a todas las personas, colectivos, instituciones públicas, organizaciones y entidades de todo tipo que fueron perseguidas y represaliadas, y que hasta el momento no han obtenido su justo reconocimiento y reparación
4.- Reconocer a la II República Española como un Estado democrático y de derecho, precursor del presente sistema político
5.- Recuperar la memoria histórica de la II República y la represión franquista, que ha sido manipulada, silenciada, olvidada, o no estudiada y difundida en profundidad
Todos estos procesos y objetivos han de basarse a su vez en las decisiones políticas oportunas que permitan crear los marcos jurídicos y legales apropiados para desarrollar todos los puntos anteriores. Un punto esencial es derogar la Ley de Amnistía de 1977, entendida como ley de "punto final", que bajo la falacia de la "reconciliación nacional", perdonaba a todos los verdugos del régimen. En vez de dicha indecente ley, hemos de basarnos en los preceptos que Naciones Unidas divulga y reconoce como Crímenes contra la Humanidad. Porque desgraciadamente, la historia de todas las naciones y de la Humanidad entera está llena de períodos en los que gobiernos ilegítimos han establecido leyes y ordenamientos jurídicos y han organizado fuerzas armadas destinadas a cometer crímenes horribles contra la población a la que tenían que proteger. El fascismo y el nazismo llegaron a unos extremos inauditos de crueldad sistemática que conmovieron hondamente a las naciones civilizadas. Para condenar estos hechos sistemáticos, fruto de la acción y la organización de un Gobierno, que por su gravedad y amplitud ofenden la conciencia de la Humanidad entera, la comunidad de naciones civilizadas creó, después de la II Guerra Mundial, una legislación internacional específica que comenzó con los famosos Juicios de Nüremberg. Se creó entonces la figura jurídica de los "Crímenes contra la Humanidad", que complementa la noción de Crímenes de Guerra y de Crímenes contra la Paz. Todo ello con la intención de que estos crímenes se castigaran, y no se volvieran a reproducir.
El régimen franquista se circunscribe de forma evidente a estos postulados, y una de las medidas instauradas por la doctrina de las NN.UU. con esta finalidad ha sido establecer que estos crímenes no puedan quedar impunes y que sean imprescriptibles. Por tanto, ninguna ley de punto final puede dictarse en relación a ellos, ni es legítima su aplicación cuando de un régimen fascista y genocida se trate. La Constitución de 1978, a pesar de haber sido redactada bajo las presiones de los renombrados "poderes fácticos", incardinó el Reino de España en la legalidad internacional sobre Derechos Humanos, al establecer que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades públicas tenían que adecuarse a la Declaración Universal de Derechos Humanos y a los Tratados y Acuerdos Internacionales sobre estas materias ratificados por España. La extraña ambivalencia jurídica del período preconstitucional (1975-1978) se había acabado, y se estableció la doctrina internacional sobre Derechos Humanos que establece que los Crímenes contra la Humanidad no pueden quedar impunes. Durante aquél período preconstitucional, las víctimas de los crímenes del franquismo fueron ignoradas. De hecho, estaban tan aterrorizadas que se conformaban con sobrevivir, salir de las prisiones o regresar del exilio. Se establecieron algunas compensaciones económicas para algunos colectivos de represaliados. Sin embargo, nunca se reconoció su carácter de víctimas, ni nunca se calificaron jurídicamente en la legislación, los gobernantes que la habían impulsado y sus ejecutores de acuerdo con la legislación internacional sobre Derechos Humanos.
Se optó por el olvido y la ignorancia histórica. Las instituciones y los poderes públicos dejaron que se instalaran y pervivieran en la sociedad española los rescoldos de aquél franquismo, en forma de una especie de "franquismo sociológico", que ya hemos explicado a fondo en entregas anteriores, y del que hemos expuesto multitud de ejemplos actuales. Esta peligrosa actitud ha tenido graves repercusiones en los estratos más profundos de la conciencia democrática de los pueblos del Estado Español: ha supuesto el triunfo del relativismo moral a la hora de juzgar a los gobernantes y ha minado los mínimos requisitos éticos exigibles en las relaciones entre los ciudadanos, la ley y los gobernantes. El franquismo no se ha estudiado de forma adecuada en las escuelas, y se ha tolerado una cierta dosis de "simpatía" con el régimen de Franco, algo absolutamente inaceptable bajo los mimbres de una sociedad que se autodenomina "democrática", pero que por ello mismo, no lo es. No se puede ser demócrata sin ser antifascista. Una sociedad plenamente democrática no se basa únicamente en el voto, sino en sus comportamientos, valores y actitudes, y el antifascismo militante es uno de ellos. Gran parte de la crisis de valores democráticos que padecemos en la actualidad se debe al olvido y a esa ignorancia histórica, patrocinados por un Estado que no ha colocado el pasado en sus justos términos. En ese sentido, una ley que pretenda recuperar la memoria histórica republicana ha de diseñar todo el conjunto de mecanismos para garantizar que migramos hacia dicho modelo de sociedad. Continuaremos en siguientes entregas.