¿Cuántas vidas más, cuántas ciudades bombardeadas, cuántos pueblos destruidos para que despertemos? ¿Cuánto tejido social tiene que ser calcinado para que el mundo reaccione? ¿Cuándo seremos capaces de detener a la OTAN y a Estados Unidos?
Como venimos afirmando, la Unión Europea es un actor fundamental en todo el entramado imperialista y de la OTAN, y una de sus actuaciones principales en este campo tiene que ver con las exportaciones de armas que lleva a cabo. De entrada, la ausencia de un control democrático sobre este espinoso asunto nos pone en guardia sobre el mismo. La Red Europea Contra el Comercio de Armas (ENAAT, por sus siglas en inglés) ha criticado fuertemente al Consejo de Europa en este contexto. En este artículo del medio Rebelion se han publicado a fecha de mayo de 2016 algunos datos que vamos a reproducir a continuación. Las cifras muestran que la primera zona de destino geopolítico por parte de los sistemas militares de los países de la UE ha sido Oriente Medio, lo cual significa que los países miembros de la UE siguen vendiendo una extensa cantidad de armas a las áreas del planeta donde concurren un mayor número de conflictos y regímenes autoritarios. Lo peor de todo es que los países miembros de la UE han otorgado conscientemente licencias de armas a países donde se vulneran los derechos humanos y que participan activamente en guerras, como es el caso de Arabia Saudí (3,9 billones en volumen de exportación de armas), Qatar (11,5 billones), Egipto (6,15 billones) o Israel (998 millones). Detrás de las buenas palabras y de las declaraciones de intenciones de los líderes europeos, se sigue encontrando el papel de bombero pirómano que Europa desempeña y que, por desgracia, nunca reconoce. La sociedad civil y el Parlamento Europeo realizan continuos llamamientos a la transparencia y al control democrático sobre las exportaciones de armas, pero el poder del complejo militar-industrial y los intereses de las grandes empresas transnacionales se imponen de facto.
Arabia Saudí sigue siendo el destino más destacado de las armas fabricadas en la Unión Europea durante los últimos 15 años, y entre los grandes clientes de armas europeas también podemos encontrar a Qatar, Argelia, Marruecos, Egipto, la India, Emiratos Árabes Unidos y Turquía. Teniendo en cuenta la pobreza que muchos de estos países soportan, la continua violación de derechos fundamentales que su población sufre, o su participación en conflictos, sus presuntos vínculos con grupos terroristas, es sorprendente comprobar cómo nuestros "civilizados" y "libres" gobiernos occidentales los consideran destinos legales para emprender una política responsable de exportación de armas. El colmo del desatino es la continua victimización que se realiza cuando algunos de dichos atentados terroristas estalla en suelo europeo, y nuestros dirigentes alegan vergonzosos motivos para explicarlos. En vez de contribuir a la seguridad mundial, la venta de armas en la UE está, más bien, para alimentar y reproducir conflictos, como el de Yemen (uno de los más cruentos de las últimas décadas), o para confirmar la connivencia con regímenes represivos, como los de Arabia Saudí, Israel o Egipto. Por otra parte, como también hemos discutido en otros artículos de este Blog, dichos conflictos aumentan los flujos de migración y la presión de los refugiados en las fronteras mismas de la Unión Europea, es decir, justo lo antagónico a unas funciones de fomento de la paz, de las vías diplomáticas y de la reconstrucción de los países devastados. Ni qué decir tiene que, desde una óptica pacifista, las exportaciones de armas deberían estar absolutamente prohibidas, pues se trata de un negocio (al igual que algunos otros) ilícito que obtiene sus beneficios de la muerte y la destrucción.
Pero vamos a otro asunto donde la OTAN también posee un significado importante, como es la crisis que se lleva gestando en la frontera con Rusia. No es un asunto menor, pues las intenciones de la Alianza son las de aislar cuanto más a la Federación Rusa, hostigando militarmente sus fronteras, y atrayendo a su mundo occidental a cuantos países satélites sean posibles. El conflicto está larvándose desde hace ya varios años, y puede estallar en cualquier momento. Occidente no da importancia a la continua expansión de la OTAN, pero ha de respetar que otros actores sí se la den. Básicamente lo que está en debate y en el fondo de este hostigamiento de la OTAN es el hecho de poder conseguir (o no) una Europa más amplia, que responda a una visión continental, que abarcara desde Lisboa a Vladivostok, con múltiples centros en Moscú, Ankara o Bruselas. A Estados Unidos siempre le ha aterrado esta posibilidad, así que desde el final de la Guerra Fría lleva hostigando y cercando los límites fronterizos de Rusia, atrayendo hacia la OTAN a los antiguos satélites de la URSS, es decir, a los países bálticos y la de Europa del Este. De ahí que desde hace varios años la expansión de la OTAN esté siendo imparable, incluso violando las garantías verbales que se le habían prometido en su día a Mijail Gorbachov de que las fuerzas de la OTAN no se trasladarían jamás hacia el Este, después de que Rusia accediera a que la Alemania unificada pudiera convertirse en miembro de la OTAN. Pero como decimos, la realidad es que la OTAN no ha dejado de avanzar hasta las fronteras de Rusia. Especialmente preocupantes para la Federación Rusa son los planes de ampliar la OTAN hasta Ucrania.
¿Existen de verdad estos planes? Pues según las filtraciones, estos planes se trazaron explícitamente durante la Cumbre de la Alianza Atlántica que tuvo lugar en Bucarest en abril de 2008, cuando a Georgia y Ucrania se les prometió un eventual ingreso en la organización armada. De ahí podemos deducir que las inquietudes de Rusia son fáciles de comprender, al igual que lo son, por ejemplo, las de Corea del Norte. La crisis de Ucrania estalló con este conflicto de fondo, pues subyacía según muchos analistas el compromiso de Washington de apartar a Ucrania de la órbita histórica de Moscú y de su completa influencia cultural y dependencia económica, e integrarla completamente en Occidente. Los recelos de Rusia son, por tanto, totalmente comprensibles. El imperialismo norteamericano y su brazo ejecutor, la OTAN, están demostrando ser el elemento esencial de la estructura bélica del imperio occidental, donde se encuadran los países más desarrollados y ricos del planeta, y de la estructura de dominación de clase a escala planetaria. Y en este sentido, las ansias dominadoras y expansivas de la OTAN son incesantes, obsesivas, y no se detienen ante nada. Para ello la OTAN genera una continua demanda de inversiones en armamento, potencia una ingente industria militar, y fomenta una cultura de la guerra y un militarismo exacerbado que difunde los peores instintos del ser humano. Por otra parte, la OTAN impide la emancipación de los pueblos que deseen emprender caminos alternativos al imperialismo, caminos de independencia energética y económica, y que intenten implantar sistemas económicos distintos al fracasado, brutal y despiadado capitalismo globalizado.
Hemos de impedir este continuo proceso de expansión planetaria de la OTAN, paralelo a las otras iniciativas de expansión económica y comercial, pues todo forma parte de la misma estrategia dominadora de la globalización capitalista. Ello cursa de modo tácito o expreso con una absoluta traición y renuncia a la soberanía de los pueblos, que se explicita en la entrega incondicional de sus gobiernos a la OTAN y su sometimiento a los dictados de los Estados Unidos. Y para garantizar todos estos objetivos, la OTAN y el propio imperialismo llevan a cabo un estricto control de la disidencia interna, una militarización de la sociedad, una generalización del miedo, una evolución hacia modelos sociales y políticos de excepción y hacia Estados policiales, lo que puede llegar incluso al establecimiento de alianzas con movimientos fascistas y servicios secretos en actividades terroristas en el interior de los países aliados. La OTAN es un terrible monstruo de mil cabezas del que es necesario alejarse, al que no se debe alimentar, y que se constituye por sí mismo en amenaza mundial. La OTAN se autoproclama como una organización defensiva, cuando su actividad ha sido esencialmente ofensiva durante los últimos 25 años. La OTAN alimenta peligrosamente el discurso cultural con contenidos ideológicos, tanto en los medios de comunicación como en la industria cultural. Promociona constantemente una cultura de la guerra que admite su existencia como algo inevitable, y que lleva a tolerar y a aceptar el recurso a la violencia, ocultando y minimizando sus aspectos rechazables. Todo ello favorece en el fondo la impunidad de que esta peligrosa organización goza, y en general de quienes ejercen la violencia contra los pueblos del mundo. Continuaremos en siguientes entregas.