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14 mayo 2019 2 14 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Martirena

Viñeta: Martirena

Tenemos que organizarnos para defender el derecho a la vida de la gente que, desesperada, escapa de sus países y viene buscando paz y salvaguardar nada más y nada menos, que su propia existencia y la de sus hijos. Los pobres y descastados no tienen nacionalidad. No hay pasaporte para la pobreza

Juan Ignacio Zubiarrain

Aportábamos datos, desde el artículo anterior, sobre la violencia estructural que se practica asiduamente en nuestra frontera sur, es decir, en la frontera hispano-marroquí, basados en el informe de las organizaciones Iridia, Novact y Fotomovimiento, y comentados por Enric Llopis en este artículo para el digital Rebelion. Como estas mismas organizaciones reconocen, su trabajo es tedioso, y presenta innumerables dificultades. Documentar lo que ocurre en nuestra Frontera Sur no resulta un trabajo fácil, cómodo ni sencillo. Los autores del informe afirman que su trabajo se encuentra continuamente con las trabas de las fuerzas de seguridad, tanto españolas como marroquíes. Parece ser que es algo común, ya que otras organizaciones, asociaciones y activistas también han denunciado en muchas ocasiones estas dificultades, debido a la represión policial. La conclusión lógica nos lleva a pensar que, desde los estamentos oficiales, no se ve con buenos ojos que lo que ocurre allí sea conocido y documentado, elevado a la opinión pública, y para ello recurren a todo tipo de injusticias y artimañas, amparados por una legalidad cómplice. Hoy día parece que los Estados tienen una extraña e indecente habilidad para dar la vuelta a la tortilla de los Derechos Humanos, y hacer aparecer como delincuentes a las personas que los reivindican y que luchan por ellos. Bomberos, activistas de ONG (Open Arms, por ejemplo), activistas que salvan vidas, aquéllos que luchan por sus derechos (como el caso de Helena Maleno, afortunadamente con final feliz), y otros muchos nos llevan a pensar en esta dirección. Otro ejemplo fue la multa de 1.500 euros impuesta a la Asociación Prodein, acusada de "actos vandálicos" y "concentración ilegal", cuando organizaron un acto con niños y niñas de la calle para despedirse de un compañero muerto en Melilla. El informe citado, cuyas conclusiones estamos presentando, incluye también el caso de la fotógrafa Ángela Ríos, detenida en marzo de 2015 cuando trabajaba en el entorno de la valla melillense. Fue acusada de un presunto delito de tráfico de inmigrantes. Un juez archivó posteriormente el caso. Podríamos poner cientos de ejemplos más, que están a la orden del día. ¿Es señal de comportamiento de una sociedad plenamente democrática? Nos parece que no. 

 

Nos parece más bien la actitud típica de un Estado hostil, de unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que no desean que sus verdaderas labores sean conocidas, que sus prácticas sean reveladas, y que para ello cuentan con la complicidad de todo un sistema represivo a su servicio. Pero en fin...¿qué vamos a esperar de un Estado donde aún posee vigencia la Ley Mordaza? Pero volviendo al tema que nos ocupa, que es la violencia estructural en nuestra frontera sur, el informe de referencia presenta también el conocido y triste caso de las porteadoras, ya que ellas también sufren acoso, violencia y abusos de forma sistemática. Las porteadoras son también protagonistas de la vida cotidiana en la Frontera Sur. En su inmensa mayoría mujeres y de nacionalidad marroquí, tienen edades comprendidas entre 35 y 60 años y muchas de ellas viven en las zonas de Tetuán y Nador. Estas porteadoras trabajan por su cuenta, o a cambio de una cierta comisión. Se trasladan a Ceuta y Melilla para recoger fardos que pueden pesar alrededor de 90 kilos, que después transportan a territorio marroquí. Entonces entregan el fardo con las mercancías al cliente (en caso de trabajar por una comisión pueden cobrar entre 3 y 5 euros por fardo). Uno de los mayores problemas para ellas radica en el propio diseño de los pasos fronterizos, que lleva invariablemente a las aglomeraciones y al hacinamiento. Además, desde la apertura de los pasos a las 6 de la mañana hasta el cierre, las porteadoras intentan atravesarlos el mayor número posible de veces, con el fin de aumentar sus escasos ingresos. En las zonas de Ceuta y Melilla donde trabajan estas mujeres, operan la Guardia Civil y las Unidades de Intervención Policial (UIP). El informe, citando como fuente a varias organizaciones sociales, señala que "uno de los puntos donde se produce mayor violencia policial es en los pasos desde territorio español a marroquí; los casos de violencia verbal son diarios y las agresiones físicas muy comunes". Como podemos comprobar, necesitamos una nueva Política de Fronteras que no se centre en los elementos, diseños y estructuras que generan violencia de forma estructural, salvaguardando y preservando los derechos humanos. 

 

Citado en algún artículo anterior de pasada, hemos de remarcar que uno de los episodios más trágicos de violencia ocurridos fue el de la playa de El Tarajal (Ceuta), el 6 de febrero de 2014. A aquél grupo de migrantes, a la orilla de esa playa, en territorio español, les esperaban en grotesco comité de bienvenida, personal de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, equipados con abundante material antidisturbios, pelotas de goma incluidas, a pocos metros de los náufragos. Existen imágenes de todo ello, así como de lanchas de salvamento marítimo que no pudieron llegar a tiempo para evitar aquélla inútil e injustificable masacre: la muerte de 15 personas, en su mayoría dentro del agua, en ese tramo de frontera que parece muy difícil de trazar. Los migrantes sin embargo lo trazan muy bien, porque para ellos significa la frontera entre el hambre y la ocasión de poder emprender un proyecto de vida digno. Pero al parecer, no se lo ponemos nada fácil. Este episodio ha sido relatado por diversas fuentes, nosotros hemos elegido el presentado por Antonio Martínez López, Profesor de Sociología de la Universidad de Granada, en sus reflexiones publicadas en el digital Rebelion, al mes siguiente de los tristes hechos. Se sucedieron un sinnúmero de declaraciones confusas, contradictorias, unas más presentables que otras. Los responsables institucionales no estuvieron a la altura, ofreciendo relatos, algunos de los cuales eran auténticamente surrealistas. Este macabro acontecimiento sirvió para prohibir el uso de pelotas de goma en las operaciones de control fronterizo y de salvamento de los migrantes náufragos. Antonio Martínez expresa lo siguiente, refiriéndose al entonces Ministro del Interior (PP), Jorge Fernández Díaz: "Para el Ministro son inmorales todos aquéllos ciudadanos que se atrevan a anteponer en su pensamiento la existencia de quince personas inocentes muertas a la intachable actuación desde siempre, ahora y para siempre de la Guardia Civil, que para él sólo responde ante Dios y la historia". En efecto, teníamos la desgracia en esas fechas de tener que soportar a un Ministro de Interior, digamos, muy especial, que alentaba, por ejemplo, a que todas las personas que discrepáramos de su política, les diéramos nuestra dirección y teléfono, para poder enviar los migrantes a nuestra casa. Toda una ocurrencia digna de su triste personalidad. 

 

De nuevo, tirando de ironía, comenta Antonio Martínez: "Duele la muerte, pero puede doler más al ciudadano desarmado que subvenciona el gasto en municiones de las fuerzas del orden, que se produzcan estos derroches de recursos...en época de recortes. Duele mucho saber que los mismos guardianes de nuestra seguridad son los que están impulsando un código penal que podría llevarnos de nuevo a una edad de piedra con pelotas de goma, gases lacrimógenos, y escudos dispuestos en escuadrones de asalto al más puro estilo de la hollywoodiense Braveheart. Mal, muy mal asunto...la gente está muy asustada, y el miedo nunca es buen consejero de la democracia". Y concluye preguntándose: "¿Entendemos a día de hoy por derechos humanos, lo mismo que creo que entendían los que los pusieron en marcha y los centenares de miles de ONG's y movimientos sociales ciudadanos que les han dado cuerpo: un conjunto de derechos que tienen en su centro de gravedad el derecho a la vida de todos los seres humanos que existen en este triste, entristecido planeta?". Pues mucho nos tememos que no. Y no sólo que nuestra visión de los derechos humanos no es la misma, sino que además el escrupuloso respeto a los derechos fundamentales de todas las personas del mundo se viola constantemente, en aras a otros falaces eslóganes. Incluso son capaces (nuestros desalmados gobernantes, se entiende) de, en un ejercicio de cinismo sin límites, enarbolar la pancarta de la libertad, la justicia y la democracia, asentados sobre los pilares del desprecio a la vida humana en todas sus dimensiones. Es, por desgracia, el escenario al que actualmente asistimos. Y así, en el caso que nos ocupa del Tarajal, no solamente tuvimos que escuchar mil versiones distintas, falsas, incompletas y contradictorias entre sí, sino que además todo ello fue acompañado de una campaña mediática (de los medios de comunicación del régimen, cómo no) que se esforzaba en presentar (aún lo hacen) a las personas migrantes como auténticas hordas violentas. 

 

Este artículo publicado en el medio vasco Naiz ofrece un resumido rosario de todas ellas, en él nos basamos a continuación. La sucesión de vergonzosas declaraciones debió llevar a dimisiones inmediatas, pero no ocurrió así. Unos hechos y unas declaraciones sólo explicables por el afán de ocultar una realidad que, sin embargo, poco a poco fue aflorando a la superficie gracias a diversos testimonios, contradeclaraciones y vídeos grabados por algunas personas. A continuación los políticos y gobernantes se enzarzaron en la burda polémica sobre si los migrantes habían alcanzado suelo español o no. Los hechos confirmaron, en cualquier caso, la devolución de personas migrantes sin expediente administrativo alguno (lo que se ha dado en llamar "devoluciones en caliente"), prohibidas por la legalidad internacional, la normativa española y la europea. Todo un absurdo y macabro serial para intentar ocultar unos hechos absolutamente reprochables e intolerables, fruto de una sociedad violenta, desquiciada y fuera de lugar. Un esperpento que llevó al propio Ministro del Interior a contradecirse en una misma frase, cuando habló de la muerte de "15 personas en Ceuta, perdón, formalmente ha sido en Marruecos". ¿De verdad tiene mucha importancia donde hubiesen muerto esos migrantes pobres? ¿De verdad necesitamos ir a medir con una cinta métrica si ha sido en el lado español o marroquí donde han fallecido? ¿De verdad este señor no tenía más argumentos para justificar tal aberración? Paralelamente a las mil y una versiones ofrecidas por las autoridades españolas, nuestras autoridades de entonces (2014) fueron tejiendo un discurso donde la Guardia Civil pasaba de verdugo a víctima, sosteniendo que "el grupo de inmigrantes ha mostrado actitudes violentas". El propio Director de la Guardia Civil de dicho Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, lamentó que las ONG se preocupen solo por los migrantes y no de las condiciones en que trabajan los uniformados, en un intento de justificar lo injustificable. Es como si nos dijeran que siempre nos preocupamos de los palestinos, y no de las condiciones de vida de los israelíes. ¿Cabe mayor desvergüenza? Intentar difundir una equidistancia entre el oprimido y el opresor es de cobardes, en el mejor de los casos. Continuaremos en siguientes entregas.

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12 mayo 2019 7 12 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Jean-François Rochez

Viñeta: Jean-François Rochez

Ya que las raíces del problema ecológico son sistémicas, el ambientalismo necesita desafiar al sistema capitalista prevaleciente, y eso significa tomarse en serio la síntesis del siglo veintiuno entre ecología y socialismo: ecosocialismo

Michael Löwy

En el artículo anterior (aquí vamos a seguir este breve texto de Antonio Elizalde) hicimos una primera visita rápida a los fundamentos del Desarrollo a Escala Humana, y pudimos ver que se centra en la existencia, en el tema de las necesidades, de un sistema conformado por tres subsistemas: el subsistema de las necesidades, el subsistema de los satisfactores, y el subsistema de los bienes. Dichos subsistemas se afectan mutuamente, conformando un sistema general, que intentaba insistir en la delimitación finita y concreta del conjunto de necesidades que los seres humanos demandamos, y que como ya hemos expuesto, se mantienen en el tiempo y en las sucesivas culturas y civilizaciones humanas. Las necesidades humanas fundamentales son universales, es decir, son y han sido siempre las mismas para todos los seres humanos a lo largo de la historia y de las culturas. En cambio, los satisfactores son precisamente las formas históricas y culturales mediante las cuales damos cuenta de nuestras necesidades. Constituyen las formas concretas mediante las cuales en cada cultura, en cada sociedad, en cada circunstancia histórica se buscan y diseñan las mejores formas de actualizar las necesidades de sus integrantes. Los satisfactores por una parte son inmateriales, y por otra parte constituyen la interfaz entre la exterioridad y la interioridad del ser humano, es decir, entre los bienes y las necesidades fundamentales. Por su parte, los bienes son los artefactos materiales de la cultura, y son fundamentalmente pura exterioridad, son objetos que potencian la capacidad de los satisfactores para poder dar cuenta de la necesidad. En nuestro mundo, vivimos rodeados de bienes. Bienes son todos los elementos producidos por nosotros que están fuera de nuestra propia piel. Los bienes poseen una existencia física, son materiales. Por definición, un bien es algo de tipo material, algo concreto, y consecuentemente posee un peso entrópico, de tal modo que grava al sistema mayor, que es el sistema de la vida, de la biosfera, y ésta es una cuestión bastante significativa, nada trivial. 

 

Las 9 necesidades fundamentales que el Desarrollo a Escala Humana define (Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Creación, Participación, Ocio, Identidad y Libertad) constituyen a su vez un subsistema del subsistema de necesidades, dentro del sistema de las necesidades humanas fundamentales. Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn afirman que esas 9 necesidades tienen un rango o estatuto ontológico similar. No hay ninguna necesidad de menor o mayor categoría que otras. Conforman un sistema y consecuentemente están profundamente implicadas unas con otras, constituyendo lo que podríamos llamar la naturaleza humana, en forma análoga a los sistemas y subsistemas que conforman nuestro organismo en cuanto a seres vivos. Por consiguiente, de la misma manera que sería muy difícil establecer si es más importante en nuestra biología el sistema respiratorio o el sistema digestivo, algo parecido ocurre con las necesidades. La visión dominante nos ha hecho creer que la necesidad de Subsistencia es la más importante de todas, pero estos autores no establecen jerarquías en cuanto a ellas. Todas tienen una importancia similar. Antonio Elizalde explica: "Al ser las necesidades humanas fundamentales iguales para todos e iguales en importancia, cambia el concepto de pobreza y también el de riqueza, porque en la visión tradicional, la pobreza está asociada exclusivamente a ausencia de subsistencia, vale decir de pan, techo y abrigo. Según nuestra concepción, para todas las necesidades existe un umbral presistémico. La deprivación en cualquiera de ellas más allá de un cierto nivel conduce al desmoronamiento del sistema de necesidades y consecuentemente de la vida. La gente se muere no solamente de hambre sino que se muere también por carencia de afecto o por carencia de identidad. De allí que sea necesario hablar de pobrezas y de riquezas". 

 

De esta forma, el retrato de las carencias de cualquier sociedad vendrá dado por los hechos fundamentales que acontecen en ella, ya que dichos acontecimientos serán típicamente consecuencia de la no satisfacción de determinadas necesidades. Por ejemplo, ¿qué carencias (pobrezas, insatisfacción) experimentan aquellos niños que asesinan a sus compañeros de curso en los colegios de Estados Unidos? Y esa es precisamente la sociedad que se ha constituido en el modelo cultural a imitar, y hacia la cual todos aparentemente transitamos mediante nuestro empeño y dedicación al crecimiento económico, a la inserción en la economía global, a la liberalización de los mercados, etc., es decir, a la implantación del neoliberalismo globalizador. En este sentido, además, el pensamiento y la cultura dominantes vienen experimentando la imposición de sus valores, que en el fondo también delimitan un conjunto de necesidades impuestas, o mejor dicho, creadas. Todo ello contribuye a nuestro empobrecimiento al abandonar ciertas potencialidades para cubrir otras necesidades que, éstas sí, son fundamentales. Por otra parte, la hegemonía de la visión cultural tradicional que establece una jerarquía de necesidades propia de otras culturas, ha terminado imponiéndonos concepciones de la realidad donde tendemos a desvalorizar nuestros propios recursos, nuestras riquezas, empobreciéndonos de esa manera al imponernos sus escalas de valores, de deseos y de consumo. En su obra marco publicada en 1986, estos tres autores explican: "Son los satisfactores los que definen la modalidad dominante que una cultura o una sociedad imprimen a las necesidades. Los satisfactores no son los bienes económicos disponibles, sino que están referidos a todo aquéllo que, por representar formas de ser, tener, hacer y estar, contribuye a la realización de necesidades humanas. Pueden incluir, entre otras, formas de organización, estructuras políticas, prácticas sociales, condiciones subjetivas, valores y normas, espacios, contextos, comportamientos y actitudes; todas en una tensión permanente entre consolidación y cambio". 

 

Y continúan: "La alimentación es un satisfactor, como también puede serlo una estructura familiar (de la necesidad de protección, por ejemplo) o un orden político (de la necesidad de participación, por ejemplo). Un mismo satisfactor puede realizar diferentes necesidades en culturas distintas, o vivirse de manera diversa en contextos diferentes a pesar de estar satisfaciendo las mismas necesidades". Y entonces, con gran brillantez, Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn realizan una clara crítica al explicar el origen de la actual sociedad consumista. Retomo de nuevo sus palabras: "Mientras un satisfactor es en sentido último el modo por el cual se expresa una necesidad, los bienes son en sentido estricto el medio por el cual el sujeto potencia los satisfactores para vivir sus necesidades. Cuando la forma de producción y consumo de bienes conduce a erigir los bienes en fines en sí mismos, entonces la presunta satisfacción de una necesidad empaña las potencialidades de vivirla en toda su amplitud. Queda allí abonado el terreno para la confirmación de una sociedad alienada que se embarca en una carrera productivista sin sentido. La vida se pone, entonces, al servicio de los artefactos en vez de los artefactos al servicio de la vida. La búsqueda de una mejor calidad de vida es suplantada por la obsesión de incrementar la productividad de los medios". Este es exactamente el modelo de sociedad que sufrimos hoy día. A la luz de las enseñanzas de estos autores podemos esbozar mucho más claramente cómo deberíamos actuar para reconducir nuestro modelo de sociedad. Porque en efecto, para construir una economía más humana debemos entender y desentrañar la dialéctica entre necesidades, satisfactores y bienes económicos. Todo ello con objeto de poder alumbrar formas de organización económica en las cuales los bienes potencien satisfactores para vivir las necesidades de manera coherente, sana y plena. El Buen Vivir toma estas recetas, y los pensamientos incorporados por el Desarrollo a Escala Humana como guías para conseguirlo. 

 

En su tratado de referencia, los creadores de la teoría del Desarrollo a Escala Humana defienden que los satisfactores no son neutros, y que pueden ser clasificados según determinadas características. Ellos proponen concretamente hasta 5 tipos distintos de satisfactores, atendiendo a determinadas propiedades, que vamos a presentar ahora de forma resumida, y a los cuales les dedicaremos mayor atención en la próxima entrega. Tenemos en primer lugar los satisfactores destructores o violadores (aquéllos que imposibilitan la satisfacción de otras necesidades), en segundo lugar los pseudosatisfactores (que estimulan una falsa sensación de satisfacción de una necesidad determinada), en tercer lugar los satisfactores inhibidores (que sobresatisfacen una necesidad determinada y con ello dificultan la posibilidad de satisfacer otras), en cuarto lugar los satisfactores singulares (que satisfacen en exclusiva una necesidad, pero son neutros frente a otras), y en quinto lugar los satisfactores sinérgicos (que además de satisfacer su necesidad concreta, estimulan y potencian otras). Una profunda reflexión nos puede conducir a entender de otra forma completamente distinta el clásico conceptor del bienestar humano, para desligarnos de los clásicos valores consumistas y agresivos con el medio ambiente, la naturaleza y los animales, y comenzar a concebir un bienestar ligado a otros comportamientos, otros valores, otras actitudes, otros objetivos, y otros planteamientos. El Buen Vivir nos ilustrará igualmente formas alternativas de alcanzar dicho bienestar, para reorientar nuestra vida de otro modo, para sacar provecho de otras fuentes de satisfacción personales y colectivas, y para conceder valor e importancia a asuntos que han podido ir perdiéndola bajo el predominio de la perversa sociedad consumista y de mercado capitalista en la cual estamos imbuidos. Continuaremos en siguientes entregas. 

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9 mayo 2019 4 09 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Brady Izquierdo

Viñeta: Brady Izquierdo

Un conjunto de cambios psicológicos positivos resultarán, inevitablemente, de la seguridad económica generalizada

Martin Luther King

La pobreza infantil se incuba en hogares lógicamente atravesados por la incertidumbre económica, que tienen que decidir continuamente a qué dedican sus limitados recursos. Ello provoca un estrés que pasa factura no solo a los padres, sino también a los hijos e hijas de la unidad familiar. Son típicos los hogares donde no se puede mantener una temperatura adecuada, que poseen humedades, o poca luz natural. Hogares pertenecientes a barrios inseguros, mal iluminados por la noche, con pocos y malos servicios, más peligrosos, más contaminados, situados en los extrarradios de las ciudades...Todo ello afecta al desarrollo psicosocial de los individuos desde su infancia, que se proyectará luego en su etapa adulta. El tiempo libre, la capacidad de juego, las relaciones sociales, etc., han de ser cultivados desde las edades más tempranas, pues son actividades fundamentales para el desarrollo integral del niño. ¿Cómo se puede atajar todo esto? Como decíamos al comienzo de este bloque temático, la mejor forma es atajando directamente la pobreza y la desigualdad, y no hay otro modo de hacerlo que proyectando políticas públicas que transformen dichos objetivos en sus prioridades. Hoy día, los presupuestos para acabar con estas situaciones son limitados y escasos, y las Administraciones Públicas no muestran realmente interés en acabar con estas terribles situaciones. De entrada, habría que partir de una prestación universal por hijo a cargo con una dotación económica digna. Y si existen condiciones de vulnerabilidad dicha prestación debería incrementarse exponencialmente. Pero aquí ocurre tres cuartos de lo mismo (en cuanto a argumentos en contra se refiere) que con la Renta Básica Universal. Tomamos como referencia el artículo de Sarah Babiker comentado en la entrega anterior. 

 

Veamos: existen quienes argumentan que por qué deben ellos pagar una ayuda por el hijo (por ejemplo) de Cristiano Ronaldo ("Si el sistema funciona, Ronaldo paga por 80 niños y niñas a través de los impuestos"). Bien, ante este argumento, tenemos que decir que los hijos, desde este punto de vista, no pertenecen a los padres, sino que son sujetos de pleno derecho e independientes de sus progenitores, teniendo derecho a ese mínimo vital. Y como siempre, el otro argumento típico de los detractores de la prestación universal por hijo a cargo sospecha de las propias familias ("¡A ver en qué se lo iban a gastar!"). La verdad es que nos tiene que dar igual en qué se lo gasten, puesto que hay que verlo únicamente como un mecanismo de redistribución, es decir, como una manera de destinar recursos donde no los hay. Pero al igual que con la RBU, nos cuesta mucho esfuerzo hacer que estos argumentos sean comprendidos y asumidos por los padres y madres. Necesitamos una visión más amplia de los derechos, y necesitamos anular de nuestras mentes los prejuicios reaccionarios, que nos impiden ver las cosas como son. Los niños y niñas pobres se enfrentan también a otros muchos aspectos indeseables: la violencia, el rechazo de sus iguales, una educación deficiente, una participación insuficiente, y todo ello además de forma multiplicada cuando se trata de menores migrantes (los MENA). Hace falta combatir la discriminación en la infancia y la adolescencia, avanzar en la promulgación de una ley integral contra la violencia hacia la infancia, fortalecer el apoyo a las familias, mejorar la dotación presupuestaria para planes transversales por los derechos de los niños y niñas, mejorar la coordinación entre las diversas instituciones y ONG que abordan los problemas de la infancia, y facilitar los procesos de asilo a los MENA, favoreciendo su plena inserción social. 

 

Es muy triste que hoy día, a 30 años de la promulgación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño y de la Niña, no se conozcan prácticamente los derechos políticos y sociales de la infancia, y mucho menos se pongan en práctica de una forma garantista. Nuestras sociedades continúan practicando y asumiendo un adultocentrismo generalizado, que consiste en pensar que los niños y niñas no son sujetos en sí mismos, sino que pertenecen a su madre o a su padre, o al tutor o tutora de referencia, o a la institución de referencia. Por su parte, la escuela pública también se ha convertido en un espacio segregador. Según un estudio de reciente publicación de la OCDE, la mitad de los estudiantes españoles de clases pobres se concentran en escuelas en condiciones depauperadas. Si además de proyectar la desigualdad en sus familias las proyectamos en sus colegios, ya tenemos todas las piezas del puzzle para condenar a dichos niños y niñas en su posterior etapa adulta. Esto explica también que nuestra tasa de abandono escolar temprano sea una de las más altas de la Unión Europea. En este sentido, como afirma José Carlos García Fajardo (Profesor Emérito de la UCM y y Director del Centro de Colaboraciones Solidarias) en su artículo "No es país para niños pobres", la educación es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de transmisión de la pobreza de padres a hijos. La escuela debe ser el estamento universal donde todos los niños y niñas puedan ser incluidos, con plenas garantías de proporcionales una educación de máxima calidad, que pueda colocarlos, a su vez, en la mejor rampa de lanzamiento para conseguir que lleguen a adultos con plenas posibilidades y oportunidades. Una sociedad justa debe garantizar que todos los niños y niñas puedan ser todo lo que quieran ser. Pero desgraciadamente, el pleno desarrollo de la infancia no es una prioridad política en casi ningún país del mundo. 

 

Pero si supuestamente disfrutamos de un Estado de Bienestar...¿por qué ocurre esto? Pues porque, como explica García Fajardo, el ADN de nuestro Estado de Bienestar es la protección de los trabajadores, no del conjunto de los ciudadanos sin tener en cuenta su situación laboral. Incluso cuando se han desarrollado leyes y normativas de protección a la familia, hemos carecido de auténticas prestaciones que erradiquen la pobreza infantil. Ni las políticas públicas de protección social ni el sistema fiscal están diseñados para reducir la desigualdad y acabar con la pobreza. Únicamente se ponen parches. Es la política de la herida: sangra, pues ponle un parche. Vuelve a sangrar por aquí, pues ponle otro parche. Y así sucesivamente. Evitamos que se vea la sangre, pero no curamos la herida. Y la herida ya es profunda y estructural. Ya no sirven los parches. Si pretendemos mantener una generación que no se convierta en una generación pobre, debemos actuar en los adultos, pero también y sobre todo en la infancia. Pero como decimos, también hay que atacar la pobreza y la desigualdad en los adultos (los padres y madres de estos niños pobres) para atajar la pobreza infantil. Y ello porque como afirmamos al comienzo de este bloque temático, la pobreza infantil está fuertemente relacionada con la precariedad laboral, los bajos salarios y la inestabilidad en el empleo de los adultos, para concluir con el proceso de deterioro de las condiciones laborales de los padres, sin políticas sociales correctoras, como afirma Amaia Otaegui en el informe "El efecto de la crisis en el aumento de la pobreza infantil", publicado por la Fundación Primero de Mayo. En el desarrollo del Estado de Bienestar español, los menores no han logrado liberarse de su adscripción como dependientes, y como receptores de transferencias sociales a través de sus padres. 

 

Y es que como afirmábamos anteriormente, nuestro sistema deja fuera a la infancia del concepto de ciudadano, y se le desconsidera como colectivo sujeto de derechos, que tanto distingue a las sociedades democráticas modernas. Es llamativa su invisibilidad en el discurso político y mediático, y de las políticas de redistribución de la riqueza. Hay que entender a la infancia como un colectivo con entidad propia destinatario de una política social específica, más allá de los compromisos puntuales que el resto de políticas públicas puedan proyectar o incidir. Amaia Otaegui explica en el referido informe: "Si la infancia no es un sujeto central desde la perspectiva de los poderes y las políticas, desde donde se les concibe como "una carga o un peso", no ocurre lo mismo si lo observamos desde la perspectiva del consumo, en donde desde que nacen, los niños son considerados como grupo prioritario o "grupo precioso". Es por ello que los ideales de justicia social e igualdad de oportunidades, la idea de que no es inevitable ser pobre, ni serlo para toda la vida porque la pobreza no es un camino sin retorno, necesita para su materialización que se visibilice este fenómeno". Necesitamos definir políticas públicas orientadas a la protección específica a la infancia, desligando por tanto el resto de protecciones a los individuos o a las familias en general, de aquéllas que se dirigen concretamente a los niños y niñas de nuestra sociedad. La capacidad redistributiva del Estado no se ha utilizado para la infancia, a quien se ha considerado desde una política meramente instrumental, y en su caso, de carácter electoralista. Y es que más allá de las prestaciones de la Seguridad Social en forma de permisos y prestaciones por maternidad y paternidad, beneficios a las "familias numerosas", ayudas limitadas por hijos a cargo, ayuda por hijo discapacitado o pensiones por orfandad, la intervención directa y exclusiva sobre la infancia es casi inexistente. Continuaremos en siguientes entregas.

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7 mayo 2019 2 07 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Josetxo Ezcurra

Viñeta: Josetxo Ezcurra

Los seis países que acogen a más de la mitad de los refugiados del mundo no tienen siquiera un 2% del PIB mundial. ¿De verdad no hay capacidad? Lo que no hay es voluntad política ni compromiso humanitario

Francesc Mateu i Hosta (Vicepresidente de la Coordinadora de ONGD)

Otro hecho denigrante que venimos practicando desde hace varios años, por parte de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, son lo que pudiéramos denominar "controles racistas", es decir, un requerimiento por parte de la Policía a cualquier persona con determinados rasgos o patrones raciales o aspecto físico, mediante el cual se comprueba si dicha persona está fichada, posee antecedentes penales, o bien se encuentra en situación administrativa irregular. Por ejemplo, la mayoría de personas marroquíes han sido detenidas tras la solicitud de documentación en espacios públicos, y lo mismo ocurre con los subsaharianos, o los procedentes de los países del Sahel. Según un informe de la ONG SOS Racismo, el 75% de las personas senegalesas que se encontraban encerradas en un CIE durante 2014 (período de análisis del informe), habían sido detenidas a raíz de que la Policía les había pedido la documentación en un lugar público. Se llevan a cabo de forma sistemática identificaciones por perfil racial con el objetivo de llenar los vuelos colectivos de deportación, según denuncia esta ONG, los cuales suponen un buen nicho de negocio para las empresas que trabajan en él. Youssef Oluled, autor del artículo de referencia que estamos siguiendo, explica: "Entre 2014 y 2017, un 31% de las personas acompañadas afirmaban haber sido detenidas tras la solicitud de documentación en espacios públicos. Esta práctica sigue señalando en las calles, a personas que son o se les presupone origen migrante, contribuyendo a la criminalización racial. Esto pone de manifiesto cómo las identificaciones racistas permanecen al servicio del sistema de expulsión y las llamadas para que acudan a Comisaría alegando otros motivos, se siguen empleando como un mecanismo para expulsar, incluso después de que esta práctica fuera declarada ilegal por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos". 

 

Y para los que son liberados de los CIE, no finaliza la condena civil. En anteriores entregas habíamos referido las labores que se echan en falta a la hora de integrar a las personas migrantes que vienen a nuestro país (en general a cualquier país del mundo), y como vemos, continúan sufriendo muchas lagunas, muchos impedimentos, muchas limitaciones. Porque después del CIE, lejos de la creencia de que las personas que son liberadas del mismo pueden automáticamente regularizar su situación, la realidad es que estas personas quedan libres pero su libertad real de movimiento no existe, y sus posibilidades reales de subsistir son muy limitadas. La regularización se dificulta al ser ligada a la existencia de un contrato laboral formal, y al cumplimiento de diversos requisitos. Por ello, una de las exigencias de SOS Racismo es precisamente la desvinculación del contrato de trabajo al permiso de residencia. Pues lo contrario, condena a los migrantes al círculo de la violencia institucional y estructural. Una violencia que se torna extrema en muchos puntos calientes a través de algunas fronteras mundiales (países bálticos, frontera mexicana con Estados Unidos, o en nuestro caso, la frontera hispano-marroquí). Prestémosle atención a ésta última, donde se llevan produciendo durante los últimos años una serie de hechos especialmente deleznables. La frontera entre Marruecos y España, o si se prefiere, entre África y Europa, es una frontera especialmente violenta. El periodista Enric Llopis nos lo cuenta en este artículo para el digital Rebelion, a raíz de un informe de las organizaciones Iridia, Novact y Fotomovimiento, publicado en abril de 2017. Resaltaremos lo más sobresaliente de dicho informe. Como decimos, esta no es solamente una de las fronteras más peligrosas del mundo, sino todo un espacio de excepcionalidad jurídica donde sistemáticamente se violan los derechos humanos. La frontera entre los Estados español y marroquí es un punto caliente por muy diversas causas, por su situación geoestratégica, por su cercanía con la Península y por su puerta de acceso a otros países europeos del norte. 

 

El recorrido por los diferentes puntos de esta frontera es espeluznante. Podemos comenzar por la ciudad de Nador, muy cerca del paso fronterizo melillense de Beni-Enzar. Allí los inmigrantes subsaharianos se ven obligados a vivir en los montes ante la hostilidad y el racismo imperante. Las organizaciones de derechos humanos han denunciado que no se les alquilan viviendas, padecen agresiones e insultos por parte de los vecinos, y la represión de la policía marroquí es continua. Entre 1.500 y 2.000 migrantes provenientes del África negra se agrupan en una veintena de campamentos de Nador. Viven hacinados, en la extrema pobreza, en tiendas hechas únicamente de plástico y ramajes. Las personas entrevistadas por los equipos de las ONG responsables del informe aseguran que en estos lugares han pasado hambre y enfermedades, por la humedad, el frío y la falta de agua. Un sufrimiento extremo para el que no encontramos explicación. Los investigadores del informe recabaron información sobre el terreno y contactaron con las organizaciones sociales que trabajan en Ceuta, Melilla, Nador y Tánger. En los campamentos de Nador se han constatado mujeres víctimas de las mafias de trata, abortos en condiciones precarias, y casos de violencia sexual durante el desplazamiento y la presencia de menores. Todas las personas entrevistadas para el informe aseguraron haber sido víctimas de la violencia de las fuerzas de seguridad marroquíes. La Plataforma Nacional de Protección de Migrantes de Marruecos ha denunciado 17 "operaciones" de incendio y destrucción de campamentos de inmigrantes entre julio de 2015 y marzo de 2016. A ello se agregan 175 casos de arresto durante 2016 (144 en Tánger, 12 en los bosques de Nador, 2 en la ciudad de Oujda, 3 en la frontera entre Marruecos y Argelia, y 1 en Meknés). 

 

Por su parte, el elemento por excelencia de mayor fuerza material y simbólica son las vallas fronterizas, esas que el actual Gobierno del PSOE ha prometido despojar de las crueles "concertinas" (cuchillas), pero aún no hemos llegado a ver. Argumentan que no completarán el proceso hasta que no doten de mayores medios y mecanismos de seguridad a los agentes fronterizos, pero aún no han especificado concretamente cuáles. Por ejemplo, el informe citado se detiene en un intento de "salto", fechado el 20 de marzo de 2017. En él, un grupo de jóvenes camerunenses y guineanos, con edades comprendidas entre los 16 y 23 años, fueron capturados por las fuerzas auxiliares de Marruecos en un bosque próximo a Ceuta, en el contexto del franqueo de la valla. Los muchachos fueron desplazados en autobús hasta Casablanca. El informe explica textualmente: "Los afectados llevaban vendas ensangrentadas en la cabeza, manos y piernas; en la cara mostraban evidencias de los golpes, varios tenían la pierna rota, y dos, incluso, mordeduras en las piernas". ¿Podemos sospechar siquiera el nivel de sufrimiento que estos chicos tuvieron que padecer ante tanta barbarie? ¿Puede seguir ocurriendo esto en la Europa del siglo XXI? ¿Es lógico, racional, o solamente explicable tanta violencia gratuita? No existen datos oficiales, pero a la luz de los testimonios recabados se da por hecho que tras cada "salto" se registran heridos, algunos de ellos de gravedad. Organizaciones sociales de Nador comunicaron a los autores del informe que fracturas, cortes profundos y dolencias musculares son consecuencias habituales de estos intentos. Además se está aplicando un criterio de "devolución" inmediata de los migrantes, lo que podría estar relacionado (no sabemos si hoy día ha cambiado) con criterios restrictivos de atención médica. 

 

No acaban aquí los despropósitos ligados a la violencia estructural de nuestra frontera sur. De un tiempo a esta parte, a los países de esta indecente Unión Europea les interesa detener "a tiempo" (esto es, en su raíz) los movimientos migratorios, para que puedan ser abortados antes de que lleguen a más. En este sentido, la UE dedica abundantes recursos económicos para que el país magrebí detenga los movimientos de población. Concretamente, las fuerzas de seguridad marroquíes aplican torturas o malos tratos a quienes capturan en su territorio o "devuelven" a la Guardia Civil. En lado español de la frontera, es ésta institución la que en la mayoría de los casos se encarga del control. Además de las 15 muertes ocurridas después que la Guardia Civil realizara disparos en la playa del Tarajal (febrero de 2014), el informe documenta episodios de violencia en la valla, como golpes para que los migrantes descendieran de la verja, o empujones para que se cayeran. También se califica de "preocupante" que la Guardia Civil permita que efectivos marroquíes entren en el "perímetro" fronterizo del Estado Español, con el fin de realizar las "devoluciones". Como en anteriores entregas hemos expuesto, el negocio de la vigilancia fronteriza mueve millones. Organizaciones como Amnistía Internacional (AI) denunciaron que entre los años 2007 y 2013 la Unión Europea destinó más de 2.000 millones de euros al refuerzo de las fronteras, cifra que contrasta con los 700 millones de euros dedicados a mejorar la situación de los refugiados (¿cuántos millones se dejan de dedicar para parar las guerras, o para mejorar la situación social de los países de origen?). Se mencionan habitualmente compañías como Indra, dedicada al negocio del control fronterizo en más de 2.700 kilómetros del territorio español. Otras grandes empresas que acceden a los contratos del Ministerio del Interior para la "seguridad" fronteriza son Dragados y Ferrovial. Parece ser que es un negocio al alza. La miseria moral de los Estados, de nuestros gobernantes y de estas carroñeras empresas no tiene límites. Continuaremos en siguientes entregas.

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5 mayo 2019 7 05 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Martirena

Viñeta: Martirena

La palabra de orden ‘decrecimiento’ tiene como principal meta enfatizar fuertemente el abandono del objetivo del crecimiento ilimitado, objetivo cuyo motor no es otro sino la búsqueda del lucro por parte de los detentores del capital, con consecuencias desastrosas para el medio ambiente y por tanto para la humanidad. No solo la sociedad queda condenada a no ser más que el instrumento o el medio de la mecánica productiva, sino que el propio hombre tiende a transformarse en la víctima de un sistema que va a transformarlo en un inútil y prescindir de él

Serge Latouche

Como ya avanzamos al final de la entrega anterior, vamos a detenernos un poco más (con ayuda de este breve documento) en la exposición de una corriente de pensamiento muy influyente en el Buen Vivir, como es el Desarrollo a Escala Humana, cuyos pioneros fueron Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn. Ellos propugnan un nuevo concepto del desarrollo que se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de auto dependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado. El Desarrollo a Escala Humana descansa en una base que se construye a partir del protagonismo real de las personas, y para ello apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participativa puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado, y convertirlo en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba, y resulten por tanto más congruentes con las aspiraciones reales de las personas. El epicentro del desarrollo se centra sobre el ser humano, diferente por tanto al desarrollismo actual, centrado en los mercados. Cambiamos entonces el prisma de lo que significa una "sociedad desarrollada" como una sociedad donde sus miembros alcanzan la plenitud de su desarrollo, no donde las economías crecen bajo ciertos absurdos indicadores. Para ello, el Desarrollo a Escala Humana exige un nuevo modo de interpretar la realidad. Nos obliga a ver y a evaluar el mundo, las personas y sus procesos, de una manera distinta a la convencional. El desafío consiste entonces en que seamos capaces de manejar el enfoque de las necesidades humanas para orientar nuestras acciones, aspiraciones, objetivos, valores y comportamientos. 

 

Teniendo claro por tanto que el Desarrollo se refiere a las personas y no a los productos, la siguiente pregunta sería: ¿Cuál podría ser el indicador del crecimiento de los seres humanos? Está claro que el mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas. Bien, pero...¿qué determina la calidad de vida de las personas? Los autores citados entienden que la calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales. ¿Y cuáles son éstas? ¿Y quién decide cuáles son? Veamos: tradicionalmente se ha pensado que las necesidades humanas tienden a ser infinitas, que están constantemente cambiando, que varían de una cultura a otra y que son diferentes en cada período histórico. Para el Desarrollo a Escala Humana estas suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual. Este error consiste en no explicitar la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores para dichas necesidades. Y es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos. Cada persona es un ser con necesidades múltiples e interdependientes. Por ello, las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en el que las mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones son características de la dinámica del proceso de satisfacción de las necesidades. Estas necesidades pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y los autores citados apuestan por una combinación de dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades del Ser, Tener, Hacer y Estar, y por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad. 

 

De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de Subsistencia. Del mismo modo, la educación, el estudio, la investigación, la meditación, la reflexión, etc., son satisfactores de la necesidad fundamental de Entendimiento. Por su parte, los sistemas curativos, la prevención y los sistemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de Protección. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades, o a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas, sino que pueden variar según tiempo, lugar y circunstancia. Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales. Primero: Las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Segundo: Las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las civilizaciones, es la manera o los medios utilizados para satisfacer dichas necesidades. Ello nos permite centrar toda nuestra atención y nuestras energías en ellas, olvidando todas las necesidades "creadas" ad-hoc dentro de la sociedad capitalista, es decir, fabricadas por los propios mercados para la obtención de beneficios. Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. Y en cada sistema estas necesidades humanas fundamentales se satisfacen (o no) a través de la generación (o no) de diferentes tipos de satisfactores. Diríamos entonces que las necesidades son las pulsaciones primarias que los seres humanos emitimos (por ello son las mismas en todas las culturas), mientras que los satisfactores son las formas concretas de plasmar o cubrir dichas necesidades. 

 

Uno de los aspectos que define una cultura determinada es, precisamente, su elección concreta de los satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un cierto individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas de aquel que pertenece a otro tipo de sociedad. Lo que cambia es la elección de los satisfactores concretos, su cantidad y su calidad, y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos. Por tanto, lo que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales (que ya hemos dicho que son universales y atemporales), sino los satisfactores pensados para ellas. El cambio cultural es, entre otras cosas, consecuencia de abandonar determinados satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros satisfactores nuevos y diferentes. Veamos un simple ejemplo: el trabajo humano (los puestos de trabajo, o los empleos como ahora se les llama) no son, al contrario de lo que pudiéramos pensar, una necesidad fundamental. Las culturas antiguas no tenían entre sus miembros la "necesidad de trabajar" para poder vivir. Es la sociedad capitalista la que (como muy bien explicó Marx en sus tratados) crea dicha necesidad, instando al individuo a trabajar para obtener (tras la consiguiente explotación del empleador por medio de la plusvalía) un salario mediante el cual podrá "satisfacer" sus necesidades. El trabajo humano, desde este punto de vista que aquí analizamos, es simplemente un satisfactor, pero ni siquiera un satisfactor de primer nivel (los que satisfacen directamente las necesidades), sino de segundo nivel, pues trabajamos para obtener un salario, y es éste el que nos permite adquirir bienes, servicios o productos que satisfarán directamente las necesidades de dicho individuo en la sociedad consumista y capitalista. En realidad, por ejemplo, dicho individuo necesita alimentarse, y el salario obtenido con su trabajo es el que le permite obtener dichos alimentos. 

 

Cabe agregar que cada necesidad puede satisfacerse a niveles diferentes y con distintas intensidades. Concretamente, se pueden satisfacer en tres contextos distintos: 1) En relación con uno mismo (Eigenwelt). 2) En relación con el grupo social al que pertenece (Mitwelt). 3) En relación con el medio ambiente (Unwelt). La calidad e intensidad de satisfacción tanto en los niveles como en los contextos dependerá de tiempo, lugar y circunstancia. La obligación de buscar para alcanzar este Desarrollo a Escala Humana no es un deber solamente individual, como si se pudiera conseguir con los esfuerzos aislados de cada uno. El Buen Vivir apunta a la comunidad, a la vecindad, al pueblo en definitiva, como grupo social determinado (organizado políticamente como se desee) la responsabilidad de alcanzar de forma conjunta e interdependiente la satisfacción de las necesidades de todos sus miembros. De esta forma, es un imperativo para todos y cada uno de los hombres y las mujeres que forman la comunidad, para las sociedades y para las naciones. En este sentido, la búsqueda del desarrollo integral del ser humano es cuestión de todos, independientemente de cualquier condición. En efecto, la cooperación para el desarrollo de todo individuo y de cada individuo es un deber de todos para con todos. Los pueblos y las naciones también tienen derecho a su desarrollo pleno, que si bien implica, como se ha dicho, los aspectos económicos y sociales, debe comprender también su identidad cultural y la apertura a lo trascendente. Ni siquiera la necesidad del desarrollo puede tomarse como un pretexto para imponer a los demás el propio modo de vivir o la propia fe religiosa. No sería verdaderamente digno un tipo de desarrollo que no respete y promueva los Derechos Humanos en todos los ámbitos, personales, sociales, económicos, políticos y culturales, incluidos los propios derechos de los pueblos y de las naciones. Continuaremos en siguientes entregas.

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2 mayo 2019 4 02 /05 /mayo /2019 23:00
Arquitectura de la Desigualdad (140)

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar, la alimentación, la vivienda, los servicios sociales necesarios, los seguros en caso de desempleo…

Artículo 25.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Precisamente son esos Derechos Humanos, los que tanto tenemos olvidados, y los que nos negamos a cumplir, los que nos ponen las caras sonrojadas de vergüenza al conocer ciertos datos, o ver ciertas imágenes. La pobreza infantil es la pobreza más insoportable, pues se proyecta sobre las más débiles e indefensos de la sociedad, los que aún no tienen capacidad para poder sobrevivir por sus propios medios. Los que necesitan alcanzar una madurez como adultos, una madurez que no podrá ser alcanzada si les negamos una educación, una sanidad, una alimentación y unos mínimos niveles de dignidad en sus vidas. Los datos son aplastantes, como estamos comprobando. Este artículo de Save The Children para el medio Cuarto Poder titula "Los niños españoles en pobreza severa aumentaron en 424.000 de 2008 a 2015", situando la tasa en un 16,7% frente al 11,2% de la población general. Según el informe de Save The Children, la crisis ha golpeado cinco veces más a los niños más pobres que a los más ricos, ya que mientras unos perdieron el 32% de sus recursos, los otros sólo los disminuyeron un 6%. Según la lectura que proporciona el Indice de Gini (uno de los indicadores de desigualdad más utilizados), y aplicado a la infancia de nuestro país, también se detectan grandes consecuencias, y como destacan desde dicha ONG, dichas consecuencias son irreversibles en la infancia. Una desigualdad que está lógicamente ligada al desempleo de sus padres, siendo España el país donde más ha crecido el número de niños que viven en hogares donde nadie trabaja, hasta llegar a superar los 800.000. Por su parte, la protección social tampoco les hace salir de la pobreza, ya que nuestro país gastó, según dicho informe, un 1,3% del PIB en protección social a la infancia, mientras la media de la UE se situó en el 2,3%. Concretamente, sólo el 33% de los niños y niñas pobres en nuestro país reciben prestaciones sociales, todo lo cual nos deja en muy mal lugar.

 

Y estos datos coinciden, suponiendo ya la guinda de este indecente pastel, con las intolerables declaraciones que hacían los gobernantes que aplicaban estas políticas, cuyo mensaje se resumía en "España es un gran país". Este artículo del medio La Marea también analizó el informe de Save The Children (publicado en febrero de 2017), contando casos particulares de padres y madres de niños y niñas en esta situación. Hemos de partir de una base social absolutamente injusta y desigual: en España, las personas más ricas ganan 7 veces más que las más pobres (la media europea es de 5,2 veces, con lo cual volvemos a ser campeones en proyectar y consolidar la arquitectura de la desigualdad). Como es evidente, en las sociedades más desiguales, el éxito de los niños está condicionado por la herencia económica y social de los padres. Andrés Conde, Director General de la referida ONG, afirmó: "En España, un niño que nace en un hogar pobre está condenado de por vida a serlo. El Estado no permite que los niños tengan las mismas oportunidades, al contrario, les pone zancadillas a los que peor están. Ni las políticas públicas de protección social ni el sistema fiscal están diseñados para reducir la desigualdad ni acabar con la pobreza". Tampoco el sistema educativo es capaz de reducir las desigualdades. Aunque la escolarización es universal en nuestro país, la financiación y calidad de los servicios educativos favorecen más a unos alumnos que a otros. A ello hay que sumar la existencia de centros elitistas, que efectúan de facto una segregación, favoreciendo a los niños y niñas de las capas más altas de la sociedad. La consecuencia es que casi la mitad de los niños de familias más pobres (el 43%) acaba abandonando prematuramente sus estudios, tal como denuncia el informe referido. La precariedad en el empleo, su baja calidad y escasa protección social, así como la creciente existencia de trabajadores pobres, son factores que inciden también en la pobreza y desigualdad de sus hijos. 

 

Si la economía no genera empleo suficiente para todos o éste no es de calidad, los hogares solo podrán salir de la pobreza a través de los diversos mecanismos de protección social, pero en el caso de España, la inversión es muy escasa, y no se distribuye de forma equitativa. Apenas el 33,6% de los niños y niñas pobres tienen acceso a la única prestación dirigida directamente a mejorar su situación. Las familias más pobres destinan la mayoría de sus recursos a los gastos de la vivienda (hipoteca o alquiler, electricidad, agua, gas, comunidad...), pero la renta de los hogares más desfavorecidos ha caído a un ritmo mucho mayor que los alquileres o las hipotecas, y gastos como la luz o el gas han subido considerablemente. En nuestro país, la mitad de los niños y niñas pobres viven en hogares que destinan más del 40% de sus recursos a los gastos del hogar. Lo que les queda mensualmente a las familias más pobres por hijo, descontando todos estos gastos del hogar, ha pasado de 233 euros en 2008, a 130 en 2015. Todos estos alarmantes datos cronifican la pobreza, aumentan la insatisfacción de las necesidades, generan un caldo de cultivo donde no es posible la vida digna para estos niños. Quizá el drama de la pobreza energética (que expondremos a fondo en el siguiente bloque temático) es el que muestra más palpablemente la situación de necesidad que se vive, porque uno de los gastos del hogar que las familias con menos recursos se ven obligados a recortar son los energéticos, que además durante la crisis han aumentado un 70%, y que impiden a casi uno de cada tres hogares con hijos mantener la casa a una temperatura adecuada durante los meses invernales. La desigualdad también tiene consecuencias en la salud de estos niños/as. Los menores más pobres sufren peores condiciones y hábitos de vida, y un acceso limitado a los servicios sanitarios que no cubre el Estado, tales como el oculista, el dentista o el logopeda. Por ejemplo, los niños más pobres sufren más obesidad infantil que los más ricos (un 33% frente a un 23%), un problema directamente relacionado con el sedentarismo y la alimentación deficiente y/o inadecuada, que se da mucho más cuantos menos recursos tiene el niño a su disposición.

 

Frente a todo este triste panorama, la ONG Save The Children exige como medida más urgente que se mejore la prestación actual por hijo a cargo, tanto en cobertura como en cuantía, para todos los niños que viven por debajo del umbral de la pobreza, desde los 25 euros mensuales actuales, hasta los 100 euros. Además, la ONG, entre otras medidas, solicita que se pongan en marcha políticas y planes públicos de fomento al alquiler de forma equitativa; que se proteja por ley a las familias con niños frente al drama de los desahucios; que se implanten políticas de prevención y promoción de la salud infantil, que cubran por completo el coste de prótesis, audífonos y gafas para niños y niñas en el Sistema Nacional de Salud, o que se proteja a los niños y niñas que viven en hogares donde todos sus miembros están en desempleo, a través, por ejemplo, de una prestación por maternidad no contributiva. Volvemos a traer aquí a colación una medida, ya expuesta a fondo en el bloque temático anterior, como es la Renta Básica Universal, ya que dicha medida provocaría una mejora en la suficiencia económica de las familias con hijos a cargo, teniendo en cuenta también, como ya explicamos en su momento, que al ser individual, cada miembro de la unidad de convivencia la recibiría, aunque fuese menor de edad. Al final de este bloque temático insistiremos en esta idea. De hecho, diversos informes constatan que el hecho de tener hijos menores a cargo es un factor de riesgo añadido para caer en una situación de pobreza (por ejemplo, el Informe sobre el Estado de la Pobreza, publicado en octubre de 2018 por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, EAPN, que seguiremos a continuación tomando como fuente este artículo de Sarah Babiker para el medio El Salto Diario). La desigualdad, su propia arquitectura social, es la base de la pirámide de la pobreza. Si atacamos a la desigualdad desde la base, extinguiremos la pobreza. Pero hasta ahora, desgraciadamente, nuestros gobernantes no han considerado esta lucha como fundamental y prioritaria. Debido a ello, incluso en los período de mayor bonanza económica se han mantenido unos niveles de pobreza en el Estado Español injustos e insostenibles.

 

Por ejemplo, entre los años 2004 y 2007, años precedentes al estallido de la crisis, teníamos alrededor de un 20% de pobreza. Justo cuando los más ricos y poderosos estaban perpetrando los más graves atentados contra la equidad redistributiva, soportábamos tal nivel de desigualdad. Por ello afirmamos, sin ninguna duda, que la pobreza se revierte atacando los fundamentos que proyectan la desigualdad. Y así, mientras el número de millonarios y grandes fortunas de nuestro país crecía, aumentaba también el número de hogares donde no entraba ningún recurso económico. Los niños pobres de hoy serán los adultos pobres del futuro, porque (dato que se recoge en el informe) el hijo de un padre con ingresos altos ganará, al hacerse adulto, un 40% más que el hijo de un padre con ingresos bajos. Es justo lo que el sistema quiere: proyectar la desigualdad, acrecentarla y perpetrarla, diseñar mecanismos que la garanticen, implementar medidas que la aseguren. Todo un maremágnum de políticas económicas, fiscales, laborales y sociales se toman precisamente para esto, es decir, con fines clasistas, para provocar desigualdad. Otras situaciones se provocan simplemente por omisión, es decir, sin hacer nada, dejando que las cosas se queden como están. La pobreza infantil es el primer estadío donde una persona sufre las consecuencias de la falta de recursos: tienen una alimentación deficiente, comen mal, se saltan muchas comidas, no duermen bien, y eso afecta a la salud física y psíquica. Si tienen problemas psicológicos, nadie se los resuelve. Algunos medicamentos que son frecuentes y fundamentales en la infancia no están cubiertos por el sistema sanitario: antitusivos, laxantes, antidiarreicos, etc. Lo mismo ocurre con los pañales. ¿Podemos imaginar lo que sufren unos padres al ser desahuciados teniendo hijos a cargo? ¿Podemos imaginar qué se siente cuando tus hijos vienen diciendo que sus compañeros del colegio tienen más y mejores materiales escolares que ellos? ¿O cuando no pueden ir a una excursión con el resto de sus compañeros? ¿O cuando necesitan seguir acudiendo al comedor escolar en verano? ¿O cuando en invierno no podemos conseguir que sus habitaciones se calienten? Miles de estas situaciones cotidianas sufren muchas, demasiadas familias, demasiados niños y niñas, en nuestro país. Continuaremos en siguientes entregas.

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30 abril 2019 2 30 /04 /abril /2019 23:00
Viñeta: Gatis Sluka

Viñeta: Gatis Sluka

Mentes simples con ideas simples que actúan sobre sectores de la población de bajo nivel cultural o mal informados. Por eso, si no se contrarrestan, pueden tener eficacia los mensajes del tipo “Los españoles los primeros” o los italianos, los húngaros, los franceses…, que dicen los Salvini, Orbán, Le Pen… y los neonazis de Europa. Olvidan los derechos humanos, el derecho internacional, las normas de la Unión Europea y la más mínima empatía y humanidad con las personas migrantes

Agustín Moreno

Continuando con la exposición de la vergonzante realidad que suponen los CIE, anómalos y terribles establecimientos consagrados a la política del encierro, al tratamiento de personas consideradas "ilegales" como si estuvieran en un campo de concentración, y que son la punta de lanza de todo el entramado vergonzoso que rodea a nuestra Política de Fronteras. Como afirma Arturo Borra en el artículo de referencia: "No hay ningún azar tras estas realidades: son producto de una política del encierro que produce maltratos físicos y psíquicos por parte de quienes detentan el monopolio de la ley y la violencia". Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el maltrato institucional, el clasismo, la xenofobia y el racismo se han convertido en política de Estado. Y cuando por fin estas personas, después de su terrible estancia en el CIE, son "liberadas", la mayoría de las veces lo son para ser expulsadas, lo que equivale a vetarles toda posibilidad de integración, al impedirles acceder a una posterior regularización, o a la obtención de un permiso de trabajo. Los CIE representan la forma más visible y palpable del desprecio que le profesamos como sociedad a las vidas de las personas que no nos interesan. Su estructura jurídica de excepción da pie a que lo excepcional sea en este caso la regla: vejaciones, insultos, abusos de autoridad, maltrato institucional, indiferencia y desprecio social. Estas personas son reducidas a cuerpos regulados a través de una violencia crónica, normalizada y proyectada, y ejercida discrecionalmente por un poder policial soberano. ¿Cómo es posible que una persona que no ha cometido ningún delito pueda ser encerrada en nombre de un supuesto "Estado de Derecho"? ¿Qué clase de abyecto racismo y xenofobia institucional pueden permitir que algunos seres humanos puedan ser tratados de esa forma por una falta administrativa? ¿Qué estado de degradación moral puede llegar a poseer una sociedad que admite estos centros? 

 

Los CIE, de esta forma, son la expresión más corrupta y brutal del desprecio al pobre, al diferente, al vulnerable, al desposeído. Paradójicamente, como señala Arturo Borra, nuestro ordenamiento  jurídico permite que unos imputados por delitos graves estén en libertad si tienen poder para pagar su fianza, mientras que otros que sólo han cometido faltas administrativas estén encerrados y sufriendo penurias por no tener recursos económicos suficientes para su defensa. ¿No es ésta la mejor radiografía de nuestra clasista política de fronteras? Es la perversión de un sistema que es blando con los poderosos, y fuerte con los débiles. Parece que hemos legitimado (ignorando el conjunto del derecho internacional) un perverso sistema en el que los derechos humanos son terriblemente violados en cuanto el ser humano no es ciudadano, sobre todo cuando la obtención de esa condición de "ciudadanía" depende del poder económico que se tenga. Un círculo vicioso tenebroso se nos vislumbra, cuando al reconocimiento de los derechos de ciudadanía se le superpone una denegación de tales derechos a los no-ciudadanos. Fabricamos de esta forma con estos extranjeros pobres seres humanos de tercera categoría, que no llegan ni siquiera al grado de ciudadanía, al grado del derecho a existir. Le negamos su propia existencia, los maltratamos por no ser nadie, por intentar existir en un mundo cruel donde sólo el que demuestra cierto poder puede obtener los derechos mínimos de existencia. Son únicamente seres "irregulares", "ilegales", objetos de persecución, carne de encierro. Los CIE señalan, sin ninguna duda, el grado de patologización de las estructuras sociales e institucionales que padecemos. Creemos que tras este sombrío diagnóstico, queda perfectamente que con los CIE sólo cabe una medida digna: cerrarlos. Es la única decisión decente que podría tomar cualquier Gobierno. En ese sentido, la presión social ciudadana debe mantenerse e incrementarse, hasta que consigamos esta realidad, que los CIE dejen de existir, que la política del encierro finalice. 

 

Los CIE se sitúan más allá de la frontera de lo humano, representan lugares que son la expresión prototípica de todo un engranaje político y social racista que es la antesala de las expulsiones y las devoluciones de migrantes, toda una maquinaria cruel y despótica, salvaje y brutal, que impone la violencia en la vida de miles de personas al año, y su existencia busca legitimar un sistema excluyente, xenófobo y desgarrador. Sólo cabe cerrarlos. La estancia en los CIE se alarga en la mayoría de las ocasiones, y se aplica igualmente para personas que poseen ya un elevado nivel de arraigo en su residencia. Los CIE también contribuyen al desarraigo, ya que son parte de la misma maquinaria que permite que una persona sea detenida en un territorio para ser encerrada en un CIE de otro territorio, alejándola de su familia, de sus amistades y de sus posibles redes de apoyo. Se ha demostrado que esto tiene un impacto psicosocial muy elevado en las personas que se encuentran encerradas, ya que aumentan aún más el aislamiento que el CIE les genera. ¿De verdad hay que llegar a tanta crueldad? ¿Es necesaria tanta insensibilidad? Es una política de fronteras únicamente centrada en la protección de las mismas, y en la detención y expulsión de cuerpos migrantes, que mientras son encerrados en estos tenebrosos lugares son víctimas de los más humillantes maltratos. Precisamente, las personas con más arraigo son tanto las más encerradas como las más expulsadas. El encierro en los CIE supone arrancar a estas personas de su cotidianidad, desalojarlas de sus vivencias y de sus posibilidades de integración, devolverlas a las más terribles experiencias. Si el internamiento es prolongado, puede suponer también la pérdida de sus trabajos u ocupaciones, en definitiva, una exclusión total. Pero no piensen los lectores y lectoras que esta situación se da en inmigrantes recién llegados o que llevan poco tiempo entre nosotros. Este artículo de Youssef Ouled para el medio EsRacismo.com, del cual tomamos gran parte de los datos que en esta entrega relatamos, nos cuenta la historia de Badara, un senegalés de 42 años, que llegó a España en 1992, contando tan solo 16 años. Lo hizo mediante Visado Schengen, pero después experimentó la estancia en un CIE. 

 

Pues bien, Badara llevaba en España 23 años, y se había dedicado a la mecánica y a la construcción, carecía todavía de una situación administrativa regular, una situación que le impedía acceder a sus derechos más básicos, a pesar del tiempo que llevaba en territorio español. ¿Cómo son posibles estos casos? SOS Racismo contabilizó hasta un total de 15 huelgas de hambre en señal de protesta por el internamiento y sus penosas condiciones, además de la posible deportación. Durante la época en que las ONG tenían vetado su acceso a los CIE (hasta 2010), hubo al menos dos huelgas de hambre. A todo ello se suma un sistema de absoluta indefensión judicial, donde muchos abogados ni aparecen por las instalaciones, o un encierro que supera el máximo de días estipulados. Desde SOS Racismo Madrid señalan, además, los intentos desesperados de los internos por ser escuchados, y decisiones arriesgadas ante el sufrimiento extremo, tales como los 7 intentos de suicidio y los 11 intentos de fuga. También sabemos que algunas personas han informado haber sufrido malos tratos, pero temiendo represalias, no han querido formalizar la denuncia. El panorama, como vemos, es incierto, macabro y desolador. Toda esta violencia no solo genera sufrimiento, sino también muerte. Recordamos los casos de Osamuyi Aikpitanyi de Nigeria (2007), Jonathan Sizalima de Ecuador (2009), Mohamed Abagui de Marruecos (2010), Samba Martine de Congo (2011, quizá el más mediático de todos), Idrissa Diallo de Guinea-Conakry (2012), Aramis Malukyan de Armenia (2013), y Mohammed Bouderbala de Argelia (2017). Osamuyi, de 23 años, moría asfixiado en pleno vuelo en un avión de la compañía Iberia, esposado y amordazado mientras se ejecutaba su deportación. Su muerte sacó a la luz las expulsiones con uso de medios de contención mecánica y protocolos de sedación con fármacos psiquiátricos en el traslado desde el CIE al aeropuerto.

 

De haber recibido la asistencia médica recogida por la normativa de los CIE, Samba Martine, procedente de República Democrática del Congo y registrada con el número 3106 en el CIE de Aluche, no habría fallecido aquél 19 de diciembre de 2011. La joven congoleña no fue atendida ni diagnosticada a tiempo, hasta que finalmente murió en el hospital. Y en el caso de Badara, sufría depresión y ansiedad, pero tampoco fue atendido correctamente. Les pidió que le llevaran al hospital para hacerle pruebas médicas, pero se limitaban a proporcionarle fármacos. Y en lo que se refiere a las deportaciones, hemos de señalar varios aspectos: en primer lugar, el trauma que supone una expulsión a una persona con arraigo en nuestro país. En segundo lugar, el indudable negocio que supone para determinadas compañías. Y en tercer lugar, y el más grave de todos, el hecho manifiesto (recogido en diversos informes de las ONG) de que no todas las personas son expulsables. Una persona puede ser expulsada en el momento en que exista un acuerdo de readmisión entre España y su país de origen. Los acuerdos en materia migratoria a menudo aparecen camuflados bajo la lógica de cooperación entre Estados y están dotados de gran opacidad y controversia, produciéndose éstos con terceros Estados, pero también entre Estados miembro de la propia Unión Europea. Existe también la práctica de la deportación exprés, una modalidad que permite ejecutar expulsiones en menos de 72 horas, sin apenas tiempo de formalizar recursos jurídicos, dado que en el plazo de 3 días deben aportar la documentación. Como puede deducirse, la opacidad en cuanto a esta modalidad de expulsión dificulta el acceso a los propios datos sobre las mismas. Al propio trauma que supone la deportación, se le unen todos estos inconvenientes, delimitando un proceso tercermundista, insolidario, indigno, indecente y alejado del mínimo respeto a los derechos humanos que se merecen estas personas. Continuaremos en siguientes entregas.

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28 abril 2019 7 28 /04 /abril /2019 23:00
Viñeta: Deb Milbrath

Viñeta: Deb Milbrath

Los acontecimientos humanos sólo en los últimos 120 años ponen en entredicho su pretenciosa auto-designación como homo sapiens: hombre sabio. Dos guerras mundiales provocaron la muerte de más de 100 millones de personas y la demolición de países enteros. El modelo de desarrollo que se impuso tras estas catástrofes planetarias sobre la mayor parte de la humanidad ha provocado el hundimiento en la pobreza del 80% de la población mundial, la muerte rutinaria e ignorada de 14 millones de niños menores de 5 años cada año por enfermedades de fácil curación, más de 800 millones de personas sin acceso ni a la electricidad ni al agua potable, la propagación de plagas y enfermedades que amenazan la vida de países enteros, docenas de violentas intervenciones militares para subyugar pueblos oprimidos en rebeldía y el aberrante sometimiento al hambre diaria de mil millones de personas

Julio César Centeno

En el artículo anterior ya comenzamos a concretar los aspectos más generales del Buen Vivir (basándonos en este artículo de Fernando de la Cuadra para el digital Rebelion), y citamos (en posteriores entregas haremos una exposición más profunda) los estudios sobre Desarrollo a Escala Humana, y sus principales autores. En síntesis, dicha concepción sostiene la idea de que el desarrollo se debe concentrar en constituir un conjunto de satisfactores adecuados para atender las necesidades humanas fundamentales que permitan la generación de niveles crecientes de interdependencia entre los seres humanos, entre ellos mismos y en su articulación con la naturaleza, en la interacción de los procesos globales y los comportamientos a escala local, y en la imbricación del ámbito personal con su entorno social. Los defensores de esta teoría sostienen que la humanidad puede efectivamente alcanzar a satisfacer sus necesidades dentro de un umbral sostenible, y por medio de mecanismos que no pasan obligatoriamente por los mercados capitalistas. Existe otra perspectiva, que pretende dar cuenta de un tipo de relación que se establece entre las personas, en la cual la reciprocidad desempeña un papel fundamental, contrariamente a los intercambios que se producen en la economía de mercado capitalista. El espíritu que guía este tipo de relaciones posee una fuerza indiscutible entre las personas, que permite establecer y consolidar los lazos existentes en la comunidad y en las sociedades contemporáneas. Tenemos muchos ejemplos donde podemos acudir: los sistemas de voluntariado, el cuidado de enfermos, donación de sangre y de órganos, trabajos comunitarios por el bien de la vecindad, etc. Todos ellos se basan en comportamientos de generosidad con los extraños, acciones derivadas de gestos de buena voluntad, desprendimiento y libertad del donante. 

 

Esta dimensión de la actividad humana, para algunos autores, representa una forma de reconstruir y consolidar el tejido o lazo social existente entre las personas. Estas nuevas formas de reciprocidad constituyen, por lo tanto, una especie o tipo de contrato de civilidad, que no es el contrato político con el Estado, sino un contrato social de cada persona con todas aquéllas otras que forman parte de la colectividad. Mediante ellos, a diferencia de los intercambios de mercado, se crea una relación, un vínculo entre los actores de dicho intercambio, el cual no tiene un límite de tiempo preestablecido. Aquí, los bienes que participan en la permuta poseen principalmente un valor simbólico, valor de uso marcado por las relaciones que surgen y se establecen en función de ese bien. Otra perspectiva que también privilegia una relación ponderada entre las necesidades humanas, los bienes de consumo y una producción delimitada para satisfacer estas necesidades fundamentales es el Decrecimiento, que ya hemos introducido también en anteriores entregas. Fernando de la Cuadra nos habla sobre el decrecimiento en los siguientes términos: "El decrecimiento es una opción de desarrollo diferente de los presupuestos del modelo productivista, es una perspectiva que nació para enfrentarse a aquellas visiones del desarrollo sostenible que eran y continúan siendo enarboladas por las empresas, y que quieren convertir el llamado desarrollo verde o ecológico en una nueva oportunidad de negocios. Es un proyecto global y a la vez revolucionario, pues implica un cambio a largo plazo en que las empresas y los consumidores estén dispuestos a mudar el patrón predatorio y de consumo existente hasta ahora, su objetivo es lograr que la sociedad se autolimite para conseguir el bienestar de todos. Supone poner en marcha una reorganización de nuestras vidas, la producción, el transporte y el consumo a través de formas más conscientes de consumo y por medio de una vida más simple, sin grandes parafernalias que nos rodeen, utilizando estrictamente lo que necesitamos para llevar una vida digna y plena". 

 

Como era previsible, la propuesta del decrecimiento ha sido considerada ilusa, y atacada desde diversos frentes. Al poner en solfa la propia base del crecimiento económico, todo el furor capitalista ha descargado sobre ella. En primer lugar, se ha dicho que el mundo necesita seguir creciendo para alimentar a sus habitantes. Falacia donde las haya, porque está demostrado que no es así. Pero por otra parte, es que el decrecimiento no significa dejar de producir, sino producir a una escala moderada. Y de hecho, las recientes evidencias sobre el calentamiento global y el cambio climático (al que le dedicamos las primeras entregas de esta serie, y volveremos a él más adelante) que aquejan al planeta apuntan en otra dirección, de tal modo que la alternativa del decrecimiento y la discusión sobre el poder y la desigual distribución del uso de los recursos naturales es ciertamente parte imprescindible de cualquier agenda política que pretenda discutir el futuro de la humanidad. En ese sentido, el debate sobre el decrecimiento puede ser considerado un elemento fundamental para pensar en la construcción de un proyecto ecologista y socialista (ecosocialista), puesto que incluye en su seno la concepción de que es preciso avanzar hacia una modalidad diferente de funcionamiento de la sociedad, más democrática, más igualitaria y más incluyente que redefina drásticamente el actual modelo de producción y consumo, intentando alcanzar el bienestar de todos en el marco de una nueva relación de la humanidad consigo misma y con la naturaleza que la alberga. El Buen Vivir se suma a los parámetros del decrecimiento, los hace suyos, se identifica con ellos, como pieza fundamental para alcanzar una sociedad sostenible. El Buen Vivir desafía el culto a la vorágine de la sociedad contemporánea, pone en cuestión los valores sobre los que asentamos la sociedad, los renueva y los refunda bajo otros parámetros de funcionamiento, bajo otros criterios y objetivos. 

 

El Buen Vivir apuesta por una opción o modelo de vida simple, lenta y leve, más liviana, con un ritmo más despacioso, con un latido más relajado. Y así, en esta búsqueda de un estilo de vida más relajada, más consciente, más armonioso, sin tanto ruido y agitación, sin tanta prisa, sin tanto agobio. El Buen Vivir ha de romper con muchas características de nuestro peligroso modo de vida, por ejemplo la inmediatez informativa, la baja capacidad de análisis y reflexión, la falta de descanso, la ausencia de reserva para una vida contemplativa. Aplicado a la industria, las modas nos hacen fabricar y consumir de forma continua y alocada. Aplicado a la tecnología, la obsolescencia programada nos conmina a adquirir determinados productos tecnológicos y dispositivos que funcionan con una vida muy limitada. El Buen Vivir nos propone nuevas búsquedas donde vistamos prendas que duren mucho más de una temporada, o que usemos dispositivos que alcancen mucho más que su tiempo pasajero y fugaz. El Buen Vivir nos propone la filosofía del reparto, volver a trabajar no como un imperativo social para sostener nuestra vida, sino como una forma de realización personal, proyectando nuestras pasiones, nuestros conocimientos, nuestra formación. Y de la filosofía del reparto surge la filosofía del tiempo libre, del disfrute de uno mismo integrado en la sociedad, en la comunidad, recuperando la faceta del ser humano que piensa, que siente, que reflexiona, que decide, que participa. El Buen Vivir se aleja de la sociedad frenética y voraz en la que estamos sumergidos, que adora la inmediatez y la velocidad, para apostar por una sociedad con un biorritmo más pausado, más introspectivo, más disfrutado. Pero llegar hasta ahí requiere toda una revolución cultural y de imaginarios, toda una revolución en nuestros hábitos y costumbres, en nuestros valores y objetivos, en la esencia misma de nuestra vida. Para ello debemos alejarnos e ir abandonando todo el corpus cultural, ideológico y societario que el capitalismo nos ha impuesto. 

 

Como vemos, el Buen Vivir nos propone una profunda reorganización de nuestra vida en muchos ámbitos, unos intimistas y culturales, pero otros muy políticos y concretos, como la sustitución de las fuentes fósiles de energía por otras fuentes limpias y renovables, la reducción de la huella ecológica a través de actividades a escala local, y de relaciones más equitativas entre los miembros de la comunidad. Hemos de recalcar que todas estas disciplinas de pensamiento que estamos exponiendo en torno al Buen Vivir, incluida ella misma, tienen un objetivo común, que no es otro que la urgente e impostergable exigencia de preservar y cuidar el medio ambiente y las personas. Por ello el Buen Vivir eleva a la propia naturaleza y a todos los seres vivos que ella alberga como sujetos de derechos, reconociendo y obligando al ser humano y a las comunidades en las que se organice a preservar y cuidar los recursos naturales, las fuentes de energía y los animales que conviven con nosotros. El Buen Vivir supone un camino factible para construir una vida más armónica e integradora del ser humano consigo mismo, con sus congéneres y con el mundo natural que nos rodea. Representa una nueva forma de vida más digna y sostenible para el conjunto de los habitantes del planeta, poniendo fin al disparatado crecimiento depredador capitalista, que está condenando al planeta y a la humanidad a su autodestrucción. Sin embargo, llegados a este extremo, donde nos acecha un abismo civilizatorio, el desafío que representa el Buen Vivir nos requiere una enorme voluntad de cambio y la profunda convicción de que no existe otro camino mejor para conseguir hacer de la tierra un lugar habitable. En la presente entrega (y en la anterior) hemos expuesto una primera visión de los fundamentos donde se asienta el Buen Vivir (que como vemos, toma mucho del resto de corrientes de pensamiento de la izquierda evolucionista y transformadora actual), pero la iremos completando en sucesivos artículos de la serie. Ampliaremos, de momento, los conceptos relativos al Desarrollo a Escala Humana (y su matriz de necesidades y satisfactores), a partir de la próxima entrega.

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25 abril 2019 4 25 /04 /abril /2019 23:00
Arquitectura de la Desigualdad (139)

Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos y ciudadanas con mejor posición, sino por cómo trata a quienes tienen poco o nada

Nelson Mandela

Y entre esos que tienen poco o nada, el mundo infantil es especialmente preocupante. En casi todas las regiones del mundo, la pobreza afecta a los niños de manera desproporcionada, ya que ellos/as tienen el doble de probabilidades que los adultos de vivir en pobreza extrema. Dada su extrema vulnerabilidad y dependencia, los niños no pueden hacer nada para salir de su situación de pobreza, de ahí que deban ser especialmente protegidos por cualquier gobierno que se precie de ser justo y sensible, democrático y avanzado. El interés superior de la infancia, como ocurre en tantos otros aspectos (niños migrantes, separación de sus progenitores, derecho penal...) debe primar, y obligar a considerar la pobreza infantil como una prioridad absoluta en la lucha general contra la pobreza a nivel mundial, en todas sus dimensiones. La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989 nos insta a ello, pero pocos son los países que en el planeta llevan a cabo políticas de protección completas para el mundo infantil. La pobreza en la infancia, como ya señalábamos en el artículo anterior, tiene también repercusiones en otros ámbitos, ya que ralentiza el crecimiento y dificulta el aprendizaje. Como recoge el medio Contrainformación en este artículo de Xan Pereira, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) alertan de que si no lo impedimos, para el año 2030 contaremos con 167 millones de niños y niñas viviendo en situación de pobreza extrema en el mundo, y 60 millones de menores que no podrán acceder a la educación, suponiendo todo ello la quiebra futura de sus vidas, su imposibilidad de inserción y su descuelgue de las necesidades vitales y expectativas. 

 

Se estima, además, que si no se toman las medidas adecuadas, unos 69 millones de niños y niñas menores de 5 años morirán a causa de la pobreza, en un lapso de unos 15 años vista. Nuestro país tan solo invierte el 1,3% de su PIB en protección social a la familia y la infancia, lo cual está lejos de la media europea del 2,4%, y muy lejos de la inversión de países como Francia, que dedica un 2,5% de su PIB o Dinamarca, que reserva un 3,5%. En este sentido, el Comité de los Derechos del Niño denunció que los recursos para combatir la pobreza infantil en nuestro país han sido inadecuados. Estos niños y niñas de la fría estadística de la pobreza son candidatos a muchas cosas, todas ellas negativas: son candidatos a no disfrutar de oportunidades, candidatos a la brecha digital, candidatos a la pobreza energética, candidatos al abandono escolar, candidatos a la malnutrición, candidatos a sufrir bullying (acoso escolar), candidatos a la soledad, candidatos a reproducir patrones negativos, candidatos, en definitiva, a no tener futuro. Nuestra sociedad les arrebata el futuro en todas sus posibles dimensiones y facetas a estos niños y niñas de ahora, condenándolos a entrar y a no poder salir de un trágico círculo vicioso. La ONG Ayuda en Acción, a través de esta página, concreta las tres peticiones que debemos formular a nuestros gobernantes, para impedir que robemos el futuro a estos niños y niñas del presente:

 

1.- Impulsar un Pacto de Estado por la Infancia, donde se acuerden políticas y acciones que eliminen los riesgos de pobreza y exclusión a través de esta herramienta, para que de este modo, y a través del consenso generado en todas las fuerzas políticas, se eleve a la categoría de asunto de Estado el hecho de prevenir la pobreza infantil, combatirla y erradicarla. La mayoría de ONG y demás asociaciones que trabajan por la infancia están de acuerdo en dicha solicitud. 

 

2.- Evitar una desigual inversión en la infancia, promoviendo que se elaboren políticas para acabar con la desigual inversión que existe en España, a lo largo y ancho de sus Comunidades, y que provoca que la infancia tenga acceso a una menor o mayor protección, dependiendo del lugar donde residan. 

 

3.- Garantizar el acceso a las mismas oportunidades, garantizando que se asegure el acceso a una educación de calidad, equitativa e inclusiva, que permita que todos los niños y niñas en nuestro país tengan acceso a las mismas oportunidades. Ello no sólo tendrá como consecuencia una inclusión social de la infancia en su conjunto, sino que cuando lleguen a la edad adulta puedan llevar a cabo cualquier proyecto de vida digno que deseen, en igualdad de condiciones con cualquier otra persona. 

 

 

Fuente: El Captor

Salvador López Arnal recoge algunos datos y comparativas adicionales en este reciente artículo, que tomamos como referencia: la nutrición deficiente causa la muerte del 45% de los niños menores de 5 años en el mundo: 3,1 millones de niños mueren anualmente por esta causa (8.500 al día); 66 millones de niños asisten a clase con hambre en los países subdesarrollados. Según Unicef, se necesitan 3,2 mil millones de dólares para solucionar el problema (un poco menos de lo que cuesta un destructor de los 64 que posee la Armada de los Estados Unidos). Según Unicef y la OMS, 264 millones de niños no asisten a la escuela. Todo lo cual nos lleva a proporcionar un dato escalofriante y estremecedor: en el mundo hay alrededor de 350 millones de personas que literalmente "no existen", es decir, que no tienen ningún tipo de registro de su vida, que no son sujeto de estadísticas, que no figuran en ningún estudio, que no son objeto de preocupación, que no son dignos de atención por el resto del mundo. Hemos llegado a este grado de perversión moral. No nos lo podemos permitir. Menos aún con la infancia. Según este artículo del medio digital El Captor, España lidera el ránking de pobreza infantil de toda la Zona Euro, y ostenta el tercer puesto en el ránking mundial de pobreza infantil de los países de la OCDE. Lo hemos expresado en el gráfico adjunto, tomado de su propia elaboración. Los datos de este ránking, surgidos de un informe de finales de 2016, ubican a Turquía, Israel y España como los tres países de la OCDE cuya tasa de pobreza infantil es más alta, concretamente del 25,3%, 24,3% y 23,4%, respectivamente. Por encima del 20% solo se encuentran dos países más, Chile y Estados Unidos, con tasas respectivas del 22,5% y 20,2%, siendo un total de siete los países que sin llegar al 20% superan el ratio del 15%: México, Grecia, Portugal, Italia, Canadá, Japón y Letonia. 

 

Por debajo del 15% y sin descender de un ratio del 10% se sitúan doce países: Estonia, Eslovaquia, Polonia, Australia, Nueva Zelanda, Bélgica, Luxemburgo, Hungría, Francia, Holanda, República Checa y Austria, quedando los restantes 11 países (de los incluidos en la OCDE) con una tasa de pobreza infantil inferior al 10%. No podemos estar orgullosos de estos datos, sino que al contrario, hemos de promover todos los esfuerzos por dejar de ocupar tan indignante e indecente estadística. Finlandia y Dinamarca son los dos países con una menor tasa de pobreza infantil del mundo, con un 3,6% y un 2,7% respectivamente. Como en muchos otros asuntos, los países nórdicos son un referente a seguir. Lógicamente, no podemos entender estas tasas de pobreza infantil en modo aislado, pues son consecuencia lógica del resultado de la aplicación de perversas políticas neoliberales, que son las mismas que han ido desmantelando los servicios públicos del Estado del Bienestar, privatizando las empresas públicas, precarizando el trabajo, disminuyendo los ratios y mecanismos de protección social, creando trabajadores y trabajadoras pobres, desprotegiendo a las mujeres, e infrafinanciando los servicios básicos que toda sociedad necesita. Nuestro país es puntero en todo ello. De ahí que la situación de pobreza infantil sea solo una consecuencia directa del conjunto de políticas económicas, laborales, fiscales, sociales y culturales que se promueven. De una sociedad a todas luces injusta no podemos esperar situaciones justas, sino que los datos que la retratan han de ser, como es lógico suponer, equiparables y deducibles de las políticas que se practican. Si se fortalece la arquitectura de la desigualdad, es lógico que ésta se extienda y ocupe cada vez más facetas, más ámbitos y más sectores. Lo raro sería lo contrario. Continuaremos en siguientes entregas.

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23 abril 2019 2 23 /04 /abril /2019 23:00
Viñeta: Vasco Gargalo

Viñeta: Vasco Gargalo

Resulta paradójico que en el marco de la globalización, que suponía ampliaría las relaciones entre los países, abrir las fronteras, permitir el libre flujo de seres humanos, lo único que tiene esa libertad en este tercer lustro del siglo XXI sean los capitales financieros. Ellos se mueven sin restricciones. Viajan de país en país sin pedir permiso, sin mostrar pasaportes y sin que se considere qué color de piel, qué raza, qué ideología o qué religión posee

Pablo Jofré Leal

Los problemas y deficiencias de los CIE que ya hemos expuesto en artículos anteriores no fueron subsanados en el Reglamento que se publicó en el año 2014, sino que además, dicha norma incidió o dejó sin resolver aspectos muy preocupantes de los mismos. En este artículo del sociólogo Christian Orgaz para el medio Diagonal se recogen los siguientes cuatro aspectos fundamentales, que no sólo consolidaron la perversa naturaleza de estas instituciones, sino que además abrieron peligrosamente nuevas posibilidades:

 

1.- El Reglamento confirmó el modelo policial de los CIE, desoyendo las recomendaciones de diversas organizaciones de derechos humanos. Legaliza la entrada de armas en estos centros, y en definitiva, no altera su naturaleza: insuficiente desarrollo legal de una medida tan grave como la privación de libertad, gestión policial que concentra todo el poder en la figura de su Director (éste puede decidir sobre aspectos no reglamentados, como el derecho a la comunicación telefónica de los internos), instalaciones estructuralmente deficientes, dotaciones económicas pobres, mecanismos de quejas que no garantizan el secreto de las comunicaciones, etc.

 

2.- El Reglamento abre la vía a la privatización de estos establecimientos o de sus servicios, al establecer que las labores asistenciales (sanitarias, culturales, sociales...) podrán externalizarse mediante contratos y convenios con empresas y ONG. De esta forma, se supeditan las necesidades de las personas internas al obligado ajuste presupuestario, y al silencio cómplice y culpable de las empresas adjudicatarias. 

 

3.- El Reglamento no sólo regula insuficientemente el régimen interior de los CIE, sino que además no regula los criterios específicos de ingreso de los extranjeros en ellos. Según la ley, el internamiento debería ser una medida excepcional y el último recurso tras valorar exhaustivamente la situación de la persona. Por otra parte, el Reglamento tampoco regula los protocolos sanitarios a aplicar en los traslados de internos desde los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI de Ceuta y Melilla) a los CIE.

 

4.- El Reglamento establece la posibilidad de internar a personas consideradas vulnerables, tales como menores, discapacitados, ancianos, mujeres embarazadas, madres con hijos, etc., cuando muchas de estas personas no son "expulsables", y por tanto, no cabría su encierro en los CIE. Por otro lado, no establece la forma de identificar a potenciales solicitantes de asilo o víctimas de trata, ni la forma en que estas figuras de protección según el derecho internacional han de proporcionarse, quedando bajo custodia del mismo cuerpo policial que las detiene y encierra. Finalmente, no reconoce otras identidades no normativas ni las necesidades específicas que podrían representar, continuando en limbos legales.

 

En vista de todo lo cual, el Reglamento de los CIE pretende en última instancia legitimar el encierro y la expulsión administrativa de personas, así como frenar la deslegitimación que venía sufriendo la Policía Nacional, y por consiguiente, el propio Ministerio del Interior. Pero más allá de todo ello, no se debería regular lo que, simplemente, no debería existir. Todos los CIE deberían ser cerrados, porque intentan servir a una causa absolutamente cruel e injustificada, como es el encierro temporal de personas que deberían estar disfrutando de su libertad, porque no son delincuentes. La publicación de su Reglamento sólo intentó legalizar vulneraciones de derechos, absolutamente inasumibles bajo una sociedad democrática. Vulneraciones sistemáticas que vienen ejecutándose desde la propia creación de estos centros, que nunca debió haber ocurrido. Aspectos de la vida cotidiana de los internos e internas, como los horarios o las prácticas religiosas, quedan en manos de la dirección de cada centro, y supeditados a "criterios de seguridad". Los CIE son la máxima expresión de la política del encierro y del miedo, de la inseguridad y de la incertidumbre, y representan físicamente lugares inexplicables en nuestra sociedad. Son expresión palpable de una Política de Fronteras injusta, que criminaliza a los migrantes, que militariza las fronteras, y que consolida un Estado policial y represor que vulnera los derechos humanos con total impunidad. Pero lógicamente, son instituciones reflejo de la propia sociedad donde se crean, una sociedad racista, xenófoba y temerosa, a la que le han inculcado el rechazo a los extranjeros como una pulsión instintiva de autodefensa. Una sociedad que se moviliza ante mensajes burdos y primarios, ante proclamas que intentan llegar a las vísceras más que a la razón, al corazón más que al argumento, al instinto más que al intelecto, al rumor más que a la información. 

 

Porque como afirma Arturo Borra en este artículo para el digital Rebelion: "La demagogia política que capta millones de votos y el negocio del miedo que mueve millones de euros son dos factores centrales que sólo pueden crecer en condiciones en las que la mayoría de la población autóctona vive al otro como sujeto antagónico, no integrable, que usurpa un espacio que no le pertecenería por derecho (servicios sociales, sanidad, educación, empleo, vivienda)". Los CIE, al penalizar con el encierro a estos inmigrantes "irregulares" no hacen más que alimentar la tendencia a asimilar socialmente la inmigración con la delincuencia. Pero los CIE no existen sólo en España, sino en otros países europeos, desde el año 1985, precisamente donde determinadas fuerzas políticas de tinte ultraderechista no han hecho más que aumentar su electorado, y su presencia institucional. El discurso que llama a los primitivos instintos cala en poblaciones cada vez más alienadas, donde es fácil identificar a un supuesto "enemigo", y recetar una simple "solución" para el "problema", tal como cerrar cada vez más las fronteras, levantar muros, y vulnerar los derechos de los que se encuentran ya en nuestro territorio. Entre las diversas denuncias que muchas ONG han presentando durante estos años (APDHA, CEAR, SOS Racismo, Médicos del Mundo...) se encuentran palizas y torturas a internos, castigos colectivos arbitrarios, registros nocturnos, insultos racistas, traslados y deportaciones repentinas e injustificadas, atención sanitaria deficiente, falta de identificación de los funcionarios policiales, falta de recursos e infraestructuras suficiente, y un largo etcétera. Aún continúan, tanto los CIE como las denuncias. ¿Hasta cuándo? Continuaremos en siguientes entregas.

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