En los artículos anteriores hemos expuesto lo que hemos considerado pueden ser los fundamentos para una educación democrática, conjunto de valores y actitudes esenciales que los docentes (y los libros de texto) deben inculcar a sus alumnos y alumnas. Pues bien, un valor democrático fundamental es la desobediencia civil, que también pensamos debe ser expuesta al alumnado, para que éste comprenda su alcance y su significado. Tomo como referencia a continuación este artículo de Tica Font y Pere Ortega, aparecido en los Blogs de Publico, que lo explica perfectamente. La desobediencia civil ha sido uno de los instrumentos más utilizados a lo largo de la historia para combatir toda clase de injusticias y de falta de libertades. La característica principal de la desobediencia civil es que siempre es pacífica, y es por ello que debe ser enseñada y comentada en clase. Grandes ejemplos de desobedientes civiles de nuestra reciente historia han sido Nelson Mandela, Bertrand Russell, Henry David Thoreau, Mahatma Ghandi, Rosa Parks o Martin Luther King, todos ellos grandes referentes de la acción y el pensamiento, es decir, de la transformación de nuestras sociedades en sociedades más justas. Todos ellos soportaron malos tratos de las autoridades de su época, y aceptaron ir a la cárcel antes que renunciar a sus ideas. Podemos afirmar categóricamente que la desobediencia civil es una conquista de la humanidad. Los autores del artículo explican: "La educación reglada nos convierte en ciudadanos sumisos a la ley y el orden social establecido. Pero en cambio, poco se nos educa en la crítica y en la desobediencia a las injusticias. Esto viene a cuento porque todos somos conscientes de que no vivimos en una sociedad plenamente democrática, sino que la sociedad está llena de lagunas y espacios donde la democracia es imperfecta, ostensiblemente mejorable o ausente". Nuestra actual sociedad está llena de ejemplos de lo que decimos: inmigrantes encarcelados en los CIE sin haber cometido delito alguno, existencia de presos políticos, existencia de personas dentro de los umbrales de la pobreza severa, existencia de instituciones inviolables (la Monarquía), es decir, no sujetas a la ley como todas las demás...
Pensamos que la escuela pública debe introducir en la mente de los estudiantes la semilla de la justicia como valor fundamental, y mano a mano con ella, el instrumento de la desobediencia civil como mecanismo de enfrentamiento pacífico, pero firme, contra todas las posibles injusticias que nuestra sociedad pueda albergar. Básicamente, un acto de desobediencia civil es aquél donde una persona o un grupo de ellas se "plantan" ante el sistema, denuncian su disconformidad con él, y anuncian que no están dispuestas a continuar obedeciendo al mismo si no se restituye la justicia. Evidentemente, un acto de este tipo implica (ello depende del grado evolutivo de las propias sociedades) un enfrentamiento claro contra todo aquello considerado como "la ley y el orden", por lo cual comporta riesgos para quienes los protagonizan, pero es la única manera de despertar conciencias sociales ante las injusticias. Y prosiguen los autores: "Como ninguna democracia es perfecta, sino al contrario, todas son perfectibles, es lógico que haya ciudadanía que se oponga a ellas y trabaje para cambiar situaciones injustas, y en ocasiones, se enfrente a la ley para intentar que la democracia se amplíe y llegue a esos espacios donde no existe. Y aquí es donde aparece la desobediencia, que de la mano de la objeción de conciencia se opone a aquellas leyes injustas con el ánimo de mejorarlas. Y es por este motivo que en la mayoría de las democracias avanzadas la objeción de conciencia está recogida en el ordenamiento jurídico y convierte la desobediencia en un acto legítimo". Quizá éste último punto sea el que tenga que ser más resaltado ante el alumnado, es decir, explicar la legitimidad del acto de desobediencia civil, como medio para que determinadas personas o colectivos puedan denunciar de forma pacífica que no están de acuerdo ni van a obedecer al sistema en ciertos aspectos. En el ámbito teórico, quizá haya sido el filósofo norteamericano John Rawls quien mejor ha descrito la desobediencia civil como una de las garantías del Estado de Derecho con la definición más reconocida como un acto público, no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar un cambio en el contexto legal, o en los programas de gobierno.
Desarrollemos un poco más estas características: 1) Acto público, porque nunca puede ser clandestino ni esconderse ante la ley, pues perdería el reconocimiento de ejemplaridad que persigue; 2) No violento, porque si se empleara la violencia perdería fuerza moral ante la sociedad y debería ser perseguido por el mal cometido y sus consecuencias: 3) Consciente, porque debe ejercerse en conciencia y con plenas facultades; 4) Político, porque se ejerce para cambiar (o derogar) una ley o programa de gobierno; 5) Contrario a la ley, porque pretende cambiar un ordenamiento jurídico en aquellos que suponen para los desobedientes una clara vulneración de derechos fundamentales y de una manera especial aquellos que atentan contra la libertad de expresión y reunión. Por tanto, todo acto o expresión de desobediencia civil ha de poseer estas características para ser considerado como tal. Hay que destacar igualmente que la desobediencia civil siempre ha de ser entendida como un acto individual, porque aunque pueda llevarse a cabo de forma colectiva, las consecuencias de dicha desobediencia se deben asumir de forma individual, dado que la ley recae sobre el sujeto que la ha infringido. Toda persona protagonista de un acto de desobediencia civil ha de ser plenamente consciente a lo que se expone, aceptando las posibles consecuencias legales derivadas de la propia conducta. Ello es así porque, aunque la desobediencia civil rechaza la ley, su protagonista está dispuesto a asumirla, así como los posibles castigos o sanciones (reproches penales) que se desprendan de su acto responsable. En nuestro país tenemos un ejemplo en nuestra historia reciente sobre desobediencia civil y sus posteriores consecuencias, como fueron los objetores al servicio militar obligatorio: en efecto, los insumisos al servicio militar obligatorio (que aún existía durante la década de los 80) desobedecieron la ley de formas diversas, unos no presentándose en los cuarteles, otros negándose a vestir ropa militar y ser adiestrados en el uso de las armas, y algunos, incluso, desertando dentro de los cuarteles de la época o en las ONG donde prestaban el servicio social sustitutorio. Fueron actos valientes protagonizados por jóvenes de nuestra sociedad de aquella época, que sabían a lo que se exponían, pero que aún así hicieron valer sus principios y sus derechos ante una sociedad injusta y autoritaria.
Sus ejemplares actos tuvieron, cómo no, sus consecuencias: muchos de ellos fueron condenados y encarcelados, y algunos fueron inhabilitados para ejercer como funcionarios públicos. Pero con el tiempo, la semilla sembrada obtiene sus frutos, y dicho movimiento social de objeción al servicio militar obligatorio (desobediencia civil ante un hecho considerado injusto) tomó con el tiempo tales proporciones que obligó a los Gobiernos a cambiar la ley al respecto, primero reconociendo el propio hecho de objeción de conciencia al servicio militar (por tanto despenalizando esta posibilidad), y más tarde aboliendo la propia obligatoriedad del servicio militar para los jóvenes de la época. Hoy día, este movimiento ha tenido continuidad en las personas que llevan a cabo objeción fiscal al gasto militar, es decir, que se oponen a que sus impuestos sean utilizados para gasto militar. Y concluyen los autores del referido artículo: "En ese sentido, la desobediencia es una herramienta política de enorme fuerza, pues si es ejercida de manera mayoritaria por la población, ningún Estado puede hacer frente a un movimiento de esa envergadura. Ese fue el argumento principal del pensamiento de Ghandi que consiguió liberar a la India de la dominación del imperio británico, la fuerza de la no violencia y sus herramientas, la desobediencia y la no cooperación. La misma desobediencia que animó al movimiento por los derechos civiles de la comunidad negra de Estados Unidos encabezada por Luther King; o el de las sufragistas de Reino Unido que luchaban para obtener el voto para las mujeres y tantas otras gentes anónimas que a lo largo de la historia la han practicado". Ese fue el caso también de Nelson Mandela, a quien su lucha por la abolición del apartheid en Sudáfrica le costó pasar la mayor parte de su vida en la cárcel. Pero lo consiguió. En general, podemos afirmar que todos los grandes movimientos de desobediencia civil que en la historia se han dado han conseguido sus objetivos. Y es éste un mensaje fundamental para los alumnos y alumnas de nuestras escuelas públicas, para que entiendan que siempre la justicia puede abrirse paso mediante una decidida y firme lucha democrática y pacífica por la consecución de sus objetivos. Continuaremos en siguientes entregas.