¿Qué es un lobby? Básicamente y en pocas palabras, un producto del capitalismo. De hecho, uno de sus productos más típicos, surgido del mismo casi por generación espontánea. Ya sabemos, y lo estamos comprobando cada día de forma más clara, que las relaciones entre el poder político y el poder económico son muy estrechas. Cuando el capitalismo sobrepasa cierto límite de degeneración, como está ocurrriendo actualmente, el poder económico logra ejercer más presión y control que el propio poder político, y los lobbies son los protagonistas de esta situación. ¿Quiénes constituyen los lobbies? Personas físicas, jurídicas, Instituciones, Organismos, entes de cualquier tipo, nacionales o transnacionales, con la fuerza sufienciente como para constituir un grupo de presión. Pregunta: ¿puede un lobby ser público? Respuesta: entonces, ya no sería un lobby, porque estaría (debería estar) controlado democráticamente. Los lobbies representan, como titulaba el programa de la Sexta "Salvados", el poder en la sombra.
Un grupo de presión que obedece a ciertos intereses. Esto es en esencia un lobby. ¿Y cuál es la labor de un lobby? Pues representar y defender los intereses de dicho grupo de presión. Entre las prácticas que se ejecutan, unas son legales (incluso lícitas), pero la inmensa mayoría no lo son, como (por poner ejemplos de palpable actualidad) la financiación oculta de partidos políticos, o las comisiones concedidas en la sombra a determinados cargos públicos, para conseguir contratos o normativas favorables a sus intereses. Un lobby es básicamente una mafia legal. Pero en definitiva, una mafia. De forma generalizada, tantos los mecanismos legales como los no legales persiguen un mismo fin, que no es otro que propiciar que las políticas, las leyes y los fondos públicos se pongan al servicio de intereses privados, contrarios a los de la ciudadanía. Cuando escuchemos la intervención de, por ejemplo, cualquier economista, no nos preguntemos si es buen o mal economista...preguntémonos: ¿cuáles son los intereses que defiende? Desde este prisma entenderemos mejor sus opiniones, y podremos desmontar mejor sus argumentos.
Como esto no se puede reconocer abiertamente por parte de los lobbies, una de sus estrategias es intentar convercernos de que sus intereses no son precisamente contrarios a los de la ciudadanía, por lo cual nuestro deber es desmontar sus razonamientos, y hacer ver sus auténticos intereses, impidiendo la manipulación de la opinión pública, y la instalación de los dogmas que ellos pretenden justificar para satisfacer sus objetivos. Según un reciente artículo publicado en el sitio Desmontando Mentiras, se calcula que en Bruselas hay unos 2.500 lobbies y entre 15.000 y 30.000 profesionales (lobbistas o cabilderos, en español) que representan a empresas, sectores industriales, grupos de la sociedad civil, sindicatos y otros colectivos. Esta elevada concentración de lobbies en Bruselas responde al hecho de que el 80% de la legislación que afecta a los europeos se decide aquí, y entre el 30% y el 40% de toda la legislación de los países de la Unión Europea tiene su origen en normas comunitarias, por lo que influir en estas leyes supone hacerlo en la de todos los países.
La mayoría de lobbistas trabajan en empresas y asociaciones sectoriales (banca, petróleo, químicas, etc.) y representan directamente sus intereses. Hay 500 empresas con sus propias oficinas en Bruselas, como Iberdrola o el Banco Santander. Los lobbistas que representan intereses privados empresariales son 5 veces más numerosos que los demás. Y tienen mucho más dinero y un acceso privilegiado a los centros de toma de decisiones. Esto provoca que las directivas comunitarias y otras regulaciones y políticas sean en gran parte diseñadas al gusto del lobby empresarial. Los Think Tanks (Laboratorios de Ideas) y los medios de comunicación hacen también funciones de lobby, a veces de forma muy directa. Organizan eventos, hacen estudios y elaboran informes que tildan de neutrales pero que en su mayoría están patrocinados por empresas, de tal manera que esconden sus intereses en lo que presentan como la “opinión pública europea”. Existen también lobbistas “mercenarios”, agrupados en cientos de firmas de “relaciones públicas” o “asuntos europeos” y despachos de abogados que venden sus servicios a quienes puedan pagarlos.
Los lobbies tienen como principal objetivo a la Comisión Europea, dado que ésta genera la mayor parte de la legislación y políticas de la UE. La Comisión cuenta con más de mil grupos asesores, de los cuales más de cien están totalmente dominados por lobbistas de grandes empresas. Estos grupos influyen en la redacción de las propuestas de leyes, por lo cual buena parte de la legislación comunitaria favorece los intereses de estas grandes empresas, lo que a menudo es contrario al interés general. Por tanto, cuando se nos hable por ejemplo del Informe Económico Anual del BBVA, ya sabremos que sus datos y opiniones no son neutrales ni objetivos, sino que están pensados para obedecer a sus intereses. Esto explica, dado su inmenso poder, porqué la visión y las ideas de buena parte de la ciudadanía está contaminada por todo este "vertido de opinión" manipulada en función del poder de estos lobbies.
De hecho, fue la Mesa Redonda Europea de Industrialistas, un grupo de presión formado por los presidentes de las empresas europeas más potentes, junto a destacados cargos políticos de los años 80, la que planeó el Mercado Único Europeo y la cesión de poderes a la UE para conseguir una Europa más competitiva que beneficiara a las grandes empresas. Ahora es la gran patronal europea, Business Europe, la que tiene un acceso directo y privilegiado a la Comisión Europea. Esta organización, comandada por las multinacionales, tiene un gran poder de presión al combinar su estatus y gran influencia con el de los miles de lobbistas de las patronales nacionales y sectoriales y de las propias empresas. Y este poder cristaliza en leyes y políticas de tal calibre como las medidas de gobernanza económica y de austeridad que están barriendo Europa, o el rescate a la banca durante una crisis financiera que lo que exigía es la regulación y control eficientes de la actividad de bancos, fondos de inversión, aseguradoras y el resto de agentes financieros.
Además de la Comisión, también el Consejo Europeo, que representa a los Estados miembros, está sometido a los intereses empresariales. Y el Parlamento, la única institución europea cuyos miembros son elegidos directamente por los europeos, tiene acreditados unos 4.500 lobbistas, que se reúnen a diario con los “representantes de los ciudadanos”. Los efectos de esta actividad son fulminantes: de las 1.600 enmiendas que se presentaron a la directiva que iba a regular la especulación financiera, más de la mitad fueron escritas por lobbies empresariales y presentadas por parlamentarios. Otro dato: más del 95% de las enmiendas a una propuesta sobre gases fluorados fueron redactadas por lobbies y no por parlamentarios. Incluso hay pruebas de que algunos parlamentarios presentan propuestas y enmiendas a cambio de dinero.
La actividad de los lobbies carece prácticamente de regulación en Europa, no así en otros países como Estados Unidos. La exigua regulación se centra en los lobbies que se ocupan en el Parlamento, mientras que los lobbies de la Comisión sólo cuentan con un registro, que además es voluntario, y al que por supuesto no se han inscrito la mayor parte de lobbies. Esto genera una situación en la cual se usan con total impunidad prácticas perniciosas como el falseo de datos, las maniobras para retrasar procesos, la desinformación y engaños, el uso de organizaciones ficticias para defender los propios intereses, o agasajos varios a los cargos y funcionarios. Todos los Organismos Internacionales están sujetos a la actividad de los lobbies empresariales, desde el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional hasta la propia ONU. La presión corporativa en las negociaciones dentro de la ONU ha logrado bloquear soluciones efectivas a problemas relacionados con el cambio climático, la producción de alimentos, la violación de Derechos Humanos, el abastecimiento de agua, la salud, la pobreza y la deforestación, favoreciéndose en cambio políticas de desregulación, liberalización y privatización que han beneficiado al sector privado.
Como estamos comprobando, el poder de los lobbies es inmenso, y la consecuencia fundamental del mismo es el propio deterioro de la democracia. Todo Gobierno mínimamente demócrata debería luchar por reducir paulatinamente, hasta conseguir eliminar, el poder, la influencia y la presencia de los lobbies en todos los estamentos públicos de la sociedad, pero como vemos, cada vez se hace más difícil dentro del capitalismo. Sólo un Gobierno social-comunista, que pueda encarar y desmontar el cruel sistema capitalista donde estamos inmersos, podría tener posibilidades reales de acabar con los lobbies en la esfera pública. Hay alternativas. Las alternativas son posibles. Hemos de ser capaces de desarrollar un contrapoder más fuerte que el de ellos, un frente ciudadano que se empodere para enfrentarse a esta lacra de la sociedad de nuestro tiempo, e invertir las tornas hacia una mayor representación y poder de las decisiones ciudadanas, y del interés general. Una vez más, David puede vencer a Goliath.