Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo
En la última entrega expusimos muy de pasada la clasificación de los satisfactores, atendiendo a los cinco tipos generales que distinguieron los creadores de la teoría del Desarrollo a Escala Humana. A continuación nos detendremos un poco más en ellos (basándonos en este documento de Antonio Elizalde como referencia):
1.- Satisfactores destructores o violadores, son aquéllos que por la forma en cómo satisfacen la necesidad a la que van dirigidos, no solamente aniquilan la posibilidad de satisfacción de esa necesidad en un plazo inmediato, sino que imposibilitan además la satisfacción de otras necesidades humanas. Un claro ejemplo pudiera ser el armamentismo, que pretendería satisfacer la necesidad de protección, pero que sin embargo imposibilita la necesidad de subsistencia, porque, obviamente, las armas se fabrican para matar; imposibilita la necesidad de afecto, ya que nadie ama a alguien que lo hiere o mata. Al igual que con la participación y la libertad, como ha ocurrido en nuestros países, donde se han usado las armas para impedir por la fuerza justamente que se puedan ejercitar normalmente los derechos fundamentales y las libertades públicas básicas, en épocas de dictadura.
2.- Pseudosatisfactores, que son los que estimulan una falsa sensación de satisfacción de una necesidad determinada, pero pueden aniquilar, en un plazo determinado, la posibilidad de satisfacer la necesidad a la cual originariamente se dirigen. Normalmente son satisfactores inducidos por la propaganda, la publicidad u otros medios de persuasión. Como ejemplos podemos poner la prostitución, las modas, la automedicación irresponsable, la drogodependencia o los nacionalismos estrechos. Si nos fijamos, todos ellos poseen unas miras muy cortas, y están basados en ofrecer un pseudoproducto manipulado, o si se prefiere, ideados para satisfacer una necesidad creada o artificial, o bien en crear un atajo para llegar antes a la satisfacción.
3.- Satisfactores inhibidores, que son aquéllos que habitualmente sobresatisfacen una necesidad determinada, pero con ello dificultan seriamente la posibilidad de poder satisfacer otras necesidades. Habitualmente se hallan ritualizados y fuertemente arraigados en hábitos y costumbres. Algunos ejemplos de ellos podrían ser el paternalismo, la familia sobreprotectora, el clientelismo político, los monocultivos, los mesianismos, o la competitividad económica obsesiva.
4.- Satisfactores singulares, que apuntan a la satisfacción única y exclusiva de una necesidad, siendo por tanto neutros respecto a otras necesidades. Frecuentemente son institucionalizados, es decir, producidos desde determinados espacios y actores institucionales de la sociedad. Ejemplos de ellos podrían ser muchas de las políticas, medidas y programas públicos que se ponen en marcha, así como algunas prácticas institucionalizadas tales como los espectáculos deportivos, los procesos electorales, los sistemas de cobertura de seguros, etc.
5.- Satisfactores sinérgicos, que representan el anverso de los satisfactores destructores, ya que los satisfactores sinérgicos se caracterizan porque mediante la forma en que satisfacen la necesidad, logran producir una potenciación generalizada en todo el sistema, y entonces aunque se expresen apuntando a una determinada necesidad, actualizan en cascada otras necesidades, como por ejemplo en el caso de la lactancia materna: si la madre le da un biberón al lactante satisface únicamente su necesidad de subsistencia, mientras que si le da el pecho, a la vez, estimula también las necesidades de protección, afecto e identidad.
Bien, llegados a este punto en la exposición de los fundamentos del Desarrollo a Escala Humana, podríamos plantearnos una pregunta esencial: ¿Dónde radica el auténtico bienestar? Vayamos por partes: nuestro mundo capitalista nos ha ido imponiendo una especie de dialéctica materialista para valorar todo lo que nos rodea, basada en medir y poner precio a todas las cosas: aquéllo que no se puede medir, no importa; aquéllo que no tiene precio, no tiene valor. Por otra parte, también estamos acostumbrados a las grandilocuentes frases donde nos hablan del "todos", de la colectividad, de la comunidad, del país..."Debemos remar todos en la misma dirección", "vamos a gobernar para todos", etc. Pero lo realmente determinante es la definición de quiénes constituyen ese "todos". Habitualmente, eso se ha hecho desde quienes detentan el poder, sea éste económico, político, cultural o religioso. Esta es una forma frecuente de protección usada por casi todos los grupos humanos a lo largo de la historia, ya que al usar una definición excluyente y estrecha del concepto de "todos" se puede neutralizar la natural expresión de la compasión humana, así como las tendencias biológicas a la cooperación. Como expresa el satírico aforismo: "Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros". Esa frase nos lleva a entender que existen estamentos o clases más privilegiados que otros. Y ante la consabida frase del "remar en la misma dirección", o de que "todos estamos en el mismo barco", habría que objetar que sí, pero algunos estamos en unos departamentos, y otros en otros. El establecimiento progresivo de una cultura universal de los derechos humanos, tal vez el más importante de los avances civilizatorios del siglo XX, apunta al desarrollo de un concepto incluyente de ese "todos".
Es posible afirmar que es a partir de este momento cuando nos encontramos con lo más auténticamente humano, es decir, la punta del despliegue evolutivo de la vida y el universo: la vida consciente de sí misma, la condición humana. Pero esta nueva mirada nos puede proveer de nuevos recursos y nuevas opciones en un mundo que se vivencia en crisis de utopías y de esperanzas. Un mundo donde todo se percibe amenazante. Y entonces, nuestra visión del mundo está teñida por la ideología de la escasez. Como algunos recursos (los económicos) son escasos y limitados, hemos tendido a ver todos los recursos como limitados también, y hemos hecho invisibles todos aquellos recursos que son abundantes. Nuestra cosmovisión anclada en la escasez los hace invisibles. Es necesario desvelar el profundo error que subyace tras esta visión de la realidad gobernada por el paradigma economicista. Por una parte existen recursos escasos, es decir, recursos que están sometidos a la Segunda Ley de la Termodinámica, los cuales al ser compartidos se pierden para aquél que los comparte. Con aquéllos ocurre lo mismo que a un cuerpo que irradia su calor a otro pero al hacer esto pierde su propio calor. Si alguien tiene dinero y se lo da a otra persona, ésta última lo gana pero aquél lo pierde. Ocurre lo mismo en aquéllos juegos a los cuales se denomina de "suma cero", esto es, si alguien gana otro pierde. Sin embargo, también tenemos evidencias que nos indican que existen otros caminos, otras posibilidades, otras formas de realidad, otros tipos de juegos: juegos donde todos ganan. Juegos colectivos donde lo que importa es el hecho en sí de jugar, y no el ganar a otros. Juegos donde el goce y la felicidad se obtienen no en la meta sino en el disfrute mismo del juego. Continuaremos con nuestra búsqueda del verdadero bienestar en la próxima entrega.