"No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia"
(Montesquieu)
Las fuerzas políticas inmovilistas, conservadoras, plantean (ante la falta de otros argumentos de más peso) si estamos en el momento adecuado de emprender grandes cambios. Plantean si es el momento justo, con la crisis que nos azota, de revolver los cimientos de nuestro "consenso constitucional". A ellos habria que decirle que en chino, la palabra crisis también significa oportunidad. ¿Pero oportunidades para qué? Digámoslo claro. Para la clase dominante, la oportunidad de acrecentar sus privilegios, de hacer grandes negocios especulativos, de acumular más riqueza, de imponer las decisiones políticas que más se ajusten a sus intereses. Para las mayorías, también la crisis debe suponer la oportunidad de movilizarse, organizarse y hacer una reflexión crítica y colectiva sobre el sistema político y económico, sobre la participación política, sobre la herencia social que se está dejando a las generaciones futuras. La oportunidad de construir y poner en marcha alternativas que permitan transitar hacia una sociedad más justa, igualitaria y sostenible. Esto es el Proceso Constituyente.
Y como sostiene Julio Anguita, son los actuales gobernantes, los del bipartidismo de las últimas décadas, los que se están situando al margen de la Ley, fuera de ella, ignorando derechos fundamentales, o simplemente desmantelando progresivamente derechos que ya teníamos garantizados, como el trabajo, la vivienda, la salud, la educación, el aborto, una pensión digna, la alimentación, la manifestación, etc. Quien vulnera el Estado de Derecho es quien se sitúa en la ilegalidad, y justo eso es lo que llevan haciendo nuestros gobernantes durante mucho tiempo. Poco a poco, de forma limitada, tímida, pero comiendo cada vez más terreno. De ahí la necesidad del Proceso Constituyente, porque a estas alturas, ya no nos valen paños calientes. Ya no nos sirven tímidas reformas que asomen la impresión de haber cambiado algunos aspectos superficiales de nuestro marco de convivencia. Hemos de ser radicales, que quiere decir que tenemos que ir a la raíz de las cosas. Un famoso grafiti pintado en la década de los años 90 en la capital boliviana, La Paz, decía lo siguiente: "Para poder encontrarse, hay que tener el coraje de perderse". Tenemos que perdernos, tenemos que escaparnos completamente de este perverso sistema de injusticia social, de exterminio civil al que estamos siendo sometidos, y volver a reconstruir un nuevo marco de convivencia surgido de las cenizas del anterior.
Tenemos el derecho a la rebeldía ante un gobierno despótico que respeta cada vez menos derechos sociales. Caminamos hacia el más absoluto despotismo político, social, laboral, amparado en el Decreto-Ley de medidas injustas, antisociales, que desmontan los más básicos derechos humanos a los que todos somos acreedores. La Constitución Francesa de 1793, elemento clave del racionalismo ilustrado, ya planteaba el derecho a la insurrección (Artículo 35: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”). Hasta John Locke, considerado padre del liberalismo moderno, establece que la autoridad del Estado se sostiene en los principios de legalidad y respeto de los Derechos Humanos. Esa autoridad deja de ser legítima si deja de asegurar los derechos naturales. En su Tratado sobre el gobierno civil (1690), defiende el derecho a la rebelión señalando que si el pueblo es sometido a la miseria y padece las injusticias del poder arbitrario, entonces, maltratado y gobernado contra Derecho, estará siempre dispuesto a quitarse de encima esa carga.
Pues bien, hoy en día el sistema vigente, amparado en la manida Constitución, esa a la que dedican cada 6 de Diciembre a honrarla y recordarla, nos está privando de nuestros derechos más fundamentales. Nos están arrebatando nuestras viviendas (desahucios), nuestra educación (disminución de profesorados, tasas y fin de las becas), nuestra sanidad (disminución de personal, cierres de hospitales y servicios de urgencias), nuestros derechos sociales (liquidación de la ley de dependencia), nuestras libertades públicas (represión de las manifestaciones, sistemas de vigilancia), nuestros derechos laborales (seis millones de parados, congelaciones y disminuciones salariales, facilidades para los despidos, precariedad laboral, empobrecimiento de las pensiones), nuestra justicia (implantación de tasas abusivas, privatizacion de algunos servicios judiciales), nuestro medio ambiente (privatización de bosques y recursos naturales, desmontaje de sistemas de energia natural), y un larguísimo etcétera. Nos privan de dichos derechos, mientras continúan hablando en nombre del Estado de Derecho y del Estado del Bienestar.
Nos dicen que ya no son sostenibles. Lo que no es sostenible es este régimen, este sistema cruel e indecente, que va dejando por el camino cada vez más personas abandonadas a su suerte. La tremenda corrupción, los escandalosos recortes, los rescates a la banca mientras a la población se le expolian todos sus recursos, los millones de parados, las privatizaciones de todas las empresas públicas, la nueva reforma del Código Penal, la pérdida de todos los derechos de los trabajadores, la quinta subida de la luz, las preferentes, los deshaucios, el desmantelamiento de la ciencia y de la cultura, el desmontaje de la dependencia, las personas que buscan en la basura algo para comer, los miles de niños que sólo realizan una comida al día...¿queda algo que hayan tocado y no lo hayan hundido?
Y como muy bien nos indica Pascual Serrano: "No hace falta ser Lenin ni Rosa Luxemburgo para llamar a la rebelión. Los inspiradores de la Ilustración, los que redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, los sacerdotes del siglo XVI y los filósofos liberales hoy estarían sumándose al levantamiento. Al otro lado están los miserables que se escandalizan cuando nos atrevemos a expropiar dos carritos de supermercados. Es hora de que cada uno decida en qué bando se sitúa". Pero todo esto lo extrapolamos también a la Europea del Euro, en la que estamos insertos desde hace más de una década, y que no ofrece ninguna salida. En los países de nuestro entorno tenemos aún más neoliberalismo despiadado, más auge de la extrema derecha, y más Troika dictando las medidas que tenemos que implementar, justo para seguir empobreciéndonos, a costa de que los ricos cada vez lo sean más. Por eso necesitamos el Proceso Constituyente, porque hay que romper con todo este demencial tinglado. Continuaremos en siguientes entregas.