Nos quedamos en nuestro último artículo de esta serie hablando sobre los fondos destinados a la denominada "actividad social" de la Iglesia, y denunciábamos el hecho de que se haya institucionalizado en nuestro país el "modelo caritativo" que estas organizaciones ofrecen (Cruz Roja, Cáritas, Bancos de Alimentos, etc.), mientras el Estado abandona progresivamente los pilares de la justicia social. Peligrosa deriva, porque la justicia social es un derecho exigible por toda sociedad democrática, mientras que la caridad es otra cosa bien distinta. Y remitíamos también a los lectores a nuestro artículo "¿Caridad, Solidaridad o Justicia Social?", donde abundábamos en estos asuntos. Y así, mientras nuestros Gobiernos incumplen sistemáticamente sus compromisos sobre el blindaje de los derechos sociales básicos (así como los relativos a la cooperación internacional y la lucha contra la pobreza a nivel mundial), las organizaciones sociales y ONG's dedicadas a la caridad potencian sus actividades, con el patrocinio de la Iglesia y de terceras empresas, que también sacan tajada del chiringuito.
De esta forma, asistimos a esta paradójica e indecente sociedad, donde mientras crece la desigualdad a marchas forzadas, se potencian la caridad, la filantropía y el "neoliberalismo compasivo", que pregona que pueden paliarse la pobreza y la exclusión social aportando "lo que nos sobra". Y en medio de todo este tinglado, por supuesto, figura la Iglesia Católica como la Institución mejor colocada, actor principal y cómplice fundamental de todas estas políticas. Es la imagen de esta "solidaridad institucionalizada", que preconiza la necesidad de ejercer actividades solidarias, entre todos, desde el más pequeño al más grande, cada uno lo que pueda, pero aportando globalmente como sociedad para paliar las situaciones de extrema necesidad. Hay que denunciar todo este despreciable montaje, y exigir firmemente a los Gobiernos que no eludan sus responsabilidades, porque ellos han sido elegidos democráticamente para ejercerlas, y no para desviarlas a terceras organizaciones, convirtiendo derechos humanos fundamentales en caridad o solidaridad social. Se difunde de esta forma la imagen de personalidades amables, entregadas a los demás, solidarias y activistas, por una parte, frente a la existencia de Gobiernos impasibles y desalmados, que dedican sus presupuestos a armas, a los pagos de la deuda, o a la Iglesia Católica, como estamos contando en toda esta serie de artículos. Basta ya de tanta manipulación y tanta hipocresía.
Evidentemente, todo este entramado politico, económico y social que promueve la caridad y la solidaridad social está montado, como no podía ser de otra manera, para esconder y presentar como más amables los tremendos y crueles desmanes que provoca el capitalismo, sistema que estos "actores solidarios" no cuestionan en absoluto. Pero debiera importarnos más evitar las causas de toda esta barbarie, de toda esta pobreza y exclusión, que paliar sus posteriores consecuencias, mediante la "actividad social" de la Iglesia y de las empresas del tercer sector. En el caso de la Iglesia Católica, la financiación pública para soportar estas actividades podría superar los 2.000 millones de euros, y estos últimos años está aumentando, dada la situación creciente de pobreza (generada por las propias políticas gubernamentales) y de la cual el Estado no se hace cargo, cediendo vergonzosamente esa responsabilidad institiucional a organizaciones que en una gran mayoría son de carácter religioso (católico). A ello hay que sumar las subvenciones directas y convenios con servicios hospitalarios por parte de las Consejerías de Sanidad (estimados en unos 800 millones de euros anuales).
Hagamos en este punto una aclaración importante, desmontando otra de las falacias en relación a la "función social" de la Iglesia. Como indican desde Europa Laica, los Obispos y una parte de la sociedad sostienen que el Estado gastaría mucho más si tuviera que atender, por su cuenta, una parte de las obligaciones educativas, sanitarias y asistenciales, incluso que el apoyo económico del Estado revierte hacia el propio Estado multiplicado en más del doble...No nos dejemos engañar. Se trata, como tantas otras, de una opinión trampa, completamente falsa, que responde a datos erróneos y poco rigurosos. Además de que utilizan la denominada obra social de la Iglesia para hacer proselitismo religioso y política, con la que tratan de imponer al conjunto de la ciudadanía sus trasnochados y retrógrados valores, difundiendo su moral particular y sectaria, en ocasiones contrarias al propio Estado de Derecho, a leyes civiles y principios democráticos y constitucionales, resulta que las cuentas no salen tal como ellos argumentan. El Estado puede y debería atender a la educación, la sanidad y los servicios sociales directamente, en vez de privatizarlos mediante concesiones a las entidades religiosas, eliminando puestos de trabajo y riqueza real. Pero como decíamos, resulta que cuando la Iglesia Católica expone sus "peculiares" cuentas, se limitan al costo del servicio directo, sin tener en consideración los costos de gestión pública y el hecho de que el Estado ha de atender también al medio rural, que es más costoso.
La conclusión está bien clara: mediante toda esta política de perversión social, dejando en manos de confesiones religiosas la atención caritativa de lo que son derechos humanos fundamentales, los poderes públicos hacen dejación de sus funciones y de su competencia institucional, financiando de forma deliberada esta "obra social de la Iglesia Católica". Además, hemos de incluir también en este capítulo que el Estado paga también la nómina y cargas sociales de los capellanes de los Hospitales (más de 800 a tiempo completo y parcial) y de los centros penitenciarios (158). Por su parte, el Servicio de Atención Religiosa de las Fuerzas Armadas cuenta con 110 capellanes de diversos niveles, que dependen del arzobispado castrense, y como curiosidad, podemos mencionar que el estatus profesional de estos capellanes fue sustancialmente mejorado bajo el Ministerio de Defensa de Carmen Chacón (PSOE). De igual modo, Universidades y Facultades públicas cuentan con capellanes en grados muy diversos, superando el centenar en este ámbito. También hay capellanes en algunos cementerios de varias localidades, que cobran de los presupuestos locales. Con todo ello, el coste de estos "clérigos funcionarios" puede rondar los 50 millones de euros anuales, aproximadamente. Continuaremos en siguientes entregas.