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18 marzo 2021 4 18 /03 /marzo /2021 00:00

Los defensores del capitalismo tienden a apelar a los sagrados principios de la libertad, que se encarnan en una sola máxima: los afortunados no deben verse limitados en el ejercicio de la tiranía sobre los desafortunados

Bertrand Russell

Para las próximas elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, había pensado inicialmente presentar el lema “Socialismo o Libertad”, que para más inri ha virado a “Comunismo o Libertad” desde que se conoció la noticia de que Pablo Iglesias iba a participar en dicha pugna electoral, dejando su actual cargo en la Vicepresidencia del Gobierno de coalición. Bien, el lema es una completa falacia en sí mismo, en dos sentidos. El primero es que realmente no existe ninguna formación política, de todas las que se van a presentar a dichos comicios, que presente un plan de Gobierno auténticamente socialista, no digamos ya comunista. Ni el PSOE (que dejó de ser socialista desde la década de los 70 del siglo pasado) ni por supuesto Podemos (o las otras formaciones surgidas a su sombra) poseen idearios verdaderamente socialistas o comunistas, aunque algunos de sus líderes, candidatos, dirigentes o militantes puedan provenir de formaciones políticas más a la izquierda. Pero en lo concreto, en las medidas concretas que se vierten en sus programas electorales (por lo menos en lo que hemos conocido hasta la fecha), sus propuestas son meras fórmulas cosméticas y suavizadas de lo que podría (y debería) ser un plan de Gobierno socialista. Esto debe entenderse como una crítica constructiva, no estoy invalidando el programa de Podemos (o de Más Madrid), que me parece el mejor de todos los que pueden ser votados en dichos comicios, sino intentando aclarar conceptos.

 

Bien, pero habíamos dicho que el lema de Isabel Díaz Ayuso era una completa falacia en dos sentidos, y solo hemos comentado el primero de ellos. El segundo es más amplio, sutil y tramposo, más impregnado de manipulación y de alienación cultural capitalista. Veamos: el antecedente más remoto y auténtico que tenemos de dicho lema fue enunciado por Rosa Luxemburgo, la legendaria marxista y una de las lideresas históricas más valientes e íntegras, bajo la forma: “Socialismo o Barbarie”. Y en efecto, su significado está bien claro: hay que elegir entre la barbarie, salvajismo, crueldad y criminalidad del sistema capitalista (hoy día aún más criminal que en los tiempos de Rosa), frente a la idea de un socialismo que cree en el reparto justo de la riqueza, en la igualdad y en la justicia social. Para todo ello hay que creer en la sociedad, que es precisamente el declarado Talón de Aquiles del capitalismo: para el capitalismo (y su reciente engendro, el neoliberalismo globalizado), la sociedad no existe, solo somos un puñado de miles de millones de individuos, pululando por el mundo, y compitiendo entre nosotros de forma salvaje para apropiarnos cada vez de una mayor cantidad de recursos, con el objetivo simple, llano y criminal de que unos pocos vivan cada vez mejor a costa de la pobreza y de la miseria de la inmensa mayoría. Es obvio y evidente que toda la bancada de la derecha política, económica, social y mediática de este país no cree en la sociedad, sino en ese concepto de “libertad” alienado y manipulado, que consiste en la libertad de cada cual para explotar a sus semejantes.

 

En realidad, el lema debería “Socialismo o Esclavitud”, ya que optamos entre un concepto de libertad auténtica, socialista y republicana, que limita los derechos y libertades individuales para primar los derechos y libertades colectivas, frente a una situación (la que defiende la derecha) de total sumisión y esclavismo al gran capital, de continuo vasallaje a sus abusos, para permitir precisamente que la libertad de los grandes agentes del capitalismo campen a sus anchas, mientras la inmensa mayoría social se sumerge cada vez más en la pobreza, en la miseria y en la precariedad vital. Y así, cuando ellos defienden los derechos y libertades de la “sociedad”, se están refiriendo a las “sociedades anónimas” que constituyen las empresas, las corporaciones, los holdings, la banca privada, los grandes agentes del capitalismo transnacional, que son, en palabras de Noam Chomsky, “lo más parecido al totalitarismo”. La “libertad” que ellos promueven y entienden no es otra que la libertad para que se pueda discriminar y explotar cuanto más mejor, la libertad que permite el incremento a perpetuidad de la desigualdad, la libertad que de forma cruel e injusta instala una arquitectura social retrógrada y criminal. La libertad, en definitiva, para continuar destrozando la vida de la gente.

 

Pero por desgracia, y gracias a la ingente labor del capitalismo durante siglos para instalar un imaginario colectivo que defienda sus principios, hoy día es precisamente éste el concepto dominante de libertad. La “libertad” para ellos es la libertad de los mercados para avasallar, para convertir en mercancías no solo sujetos físicos (como los animales o la propia naturaleza, provocando las graves crisis climáticas que nos amenazan), sino también los propios derechos humanos, sometidos igualmente de forma cruel a las leyes de la oferta y la demanda: el trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad, los servicios sociales, etc. Es la libertad para privatizarlo todo, para mercantilizarlo todo, para arrasar todos los valores que pretendan algún atisbo de igualitarismo social. Es la libertad para continuar demoliendo el Estado, mientras estimulan que las grandes empresas crezcan aún más, aumentando su poder, precisamente para poder intervenir cada vez más en las políticas públicas, e imponer sus criterios. Es la libertad, en definitiva, ligada al pensamiento único. Pero curiosamente, la derecha ha desarrollado la habilidad (la alienación mental y cultural es parte de su estrategia) de dar la vuelta a todo este argumento, y presentar al socialismo como la ideología que “impone” un modo de pensar. De hecho, Isabel Díaz Ayuso lo ha vuelto a recalcar recientemente, en el discurso donde anunciaba precisamente la convocatoria electoral. Presenta su ideario como el de la “libertad” de los madrileños, frente a las imposiciones de “un modo de pensar” socialista. Es una manipulación tan completa que casi podría decirse que es perfecta.

 

Pero no nos engañemos: su concepto de “libertad” está absolutamente manipulado. Es la libertad entendida como el tener y no como el ser, para favorecer la competitividad, el individualismo, el egoísmo y la insolidaridad. Es la libertad para poder continuar desregulando los mercados, practicando reformas que incidan en los recortes de derechos básicos, para seguir incrementando la precariedad en la vida de las personas. Una precariedad que conduce a estados de dependencia cada vez mayores, a que tengamos que vivir con el permiso de otros, de los poderosos. Libertad para ellos, precariedad para nosotros. Es la libertad para continuar apoyando a los más ricos y poderosos (empresas, banca, grandes fortunas, elevados patrimonios…), y defendiendo que precisamente el resto de la sociedad los tome como referentes y les rinda culto y vasallaje. Es la libertad que adora el dinero, la fama, el poder, las riquezas materiales, las influencias, etc., y margina la capacidad real de las personas. Es la libertad que valora y potencia el “éxito” individual frente al éxito colectivo y cooperativo de la sociedad. Es la libertad para continuar difundiendo y potenciando una visión uniforme y excluyente de la sociedad, que sataniza cualquier modelo de sociedad alternativo. Precisamente en estas prácticas y valores justifican los ataques a determinados países que se convierten en “peligrosos” precisamente porque intentan implantar en sus sociedades modelos distintos (Cuba, Venezuela…), que para “su” modelo de “libertad” representan una amenaza. La carga cultural del capitalismo se utiliza como arma arrojadiza contra los pueblos que libremente deciden emanciparse de esta aberrante cultura, y que entienden la libertad de otra forma. Es la libertad, por tanto, para seguir impidiendo a otros que libremente decidan llevar a cabo otros planteamientos sociales.

 

Es la libertad para continuar con la cruzada por la desigualdad, para seguir incrementándola, para seguir justificándola y explicándola como algo natural, extrapolada además a otros países y continentes. Es la libertad para hacer de la competencia un credo, un dogma, una máxima suprema, fomentando la agresividad hasta el extremo, lo cual favorece también el individualismo, denostando toda idea de bien común o toda acción cooperativa, de reparto, de redistribución o de igualitarismo. Es la libertad para seguir justificando a los defraudadores, a los corruptos y a los corruptores, a los privatizadores, y a todos los que atacan la solidaridad social. Es la libertad para continuar saqueando y expoliando todos los recursos naturales, los ataques a la naturaleza como objeto de despojo, y el uso y abuso del resto de animales. Es la libertad para seguir atacando al planeta, y aumentando el riesgo de colapso ecosocial. Y por supuesto, es la libertad para seguir defendiendo sus propios modelos (religioso, de familia, de inclusión…), y atacando al resto. Por ejemplo, la libertad para atacar al colectivo LGTBI, para atacar a los extranjeros, para defender a la Iglesia Católica y sus privilegios, para impedir los avances del feminismo, etc. En definitiva, es la libertad para seguir defendiendo a los incluidos y atacando a los excluidos. En definitiva, esa es, en resumidas cuentas, la “libertad” que se esconde detrás del lema de Isabel Díaz Ayuso y todos sus adalides de PP, Ciudadanos y Vox. Pues lo dicho, el auténtico lema es “Socialismo o Barbarie” (de Rosa Luxemburgo), o “Socialismo o Esclavismo”. La Comunidad de Madrid elegirá entre estos dos modelos el próximo 4 de mayo. Y veremos qué elige.

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16 febrero 2021 2 16 /02 /febrero /2021 00:00

En efecto, los “dinosaurios” vuelven al ataque. Parece ser que se han sentido de nuevo amenazados en sus privilegios, pues evidentemente, cualquier afirmación que cuestione las bases donde se asienta el Régimen del 78 atenta contra sus prebendas. Y el blanco de sus ataques, otra vez, vuelve a ser el actual Vicepresidente Segundo del Gobierno de coalición, Pablo Iglesias, precisamente por cuestionar públicamente la normalidad democrática que vivimos en nuestro país. En esta ocasión, una plataforma titulada “La España que reúne” (no sabemos exactamente lo que reúne, a no ser personajes de lo más casposo y reaccionario de nuestro pasado y presente político, económico, social y mediático) es la que aglutina en esta ocasión a casi 200 personalidades de nuestro mundo intelectual, político, académico, diplomático y económico, que han firmado un Manifiesto bajo el enigmático título “César la infamia”, en el que se acusa a Pablo Iglesias de “socavar la imagen de nuestro país”. No nos debe extrañar tanto acoso, pues desde que Podemos nació como formación política, tanto su ideario como sus propios líderes han estado en el blanco de todos los ataques de esa casta política que nos gobierna desde la Transición (lo cual ya, de por sí, constituye una falta de normalidad democrática, dicho sea de paso).

 

Entre los y las firmantes destacan antiguos dirigentes del PSOE como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo Terreros (Presidente de la Asociación referida), otros del PP como Soledad Becerril, y otros de Ciudadanos como Francisco Igea (actual Vicepresidente de la Junta de Castilla y León), Félix de Azúa, la Catedrática de Ética Adela Cortina, o el escritor y ex Ministro de Cultura César Antonio Molina. También se encuentran entre los firmantes José Luis Corcuera, Antonio Miguel Carmona, Tomás Gómez, Fernando Savater, Arcadi Espada, Manuel Valls, Amando de Miguel, Cayetana Álvarez de Toledo, o José Manuel García Margallo. Como vemos, toda una muestra de la “flor y nata” de nuestros dirigentes y ex dirigentes políticos, mediáticos e intelectuales. La idea es básica y sencilla: según estas personalidades, todo gobernante ha de proclamar a los cuatro vientos la soflama de que “España es un gran país”, y sobre todo si es miembro del Gobierno. Ésta es una máxima que no se puede cuestionar. Si consigues ser miembro del Gobierno de tu país, todas las deficiencias que señalaste en campaña electoral y cuya superación sería buena para tu país ya no pueden ser denunciadas, porque entonces poco menos que estás cometiendo un delito de alta traición. A Pablo Iglesias se le ocurrió asegurar hace pocos días que “en España no existe normalidad democrática” (refiriéndose, entre otros asuntos, a la existencia de los presos políticos del Procés), y dicha afirmación ha levantado muchas ampollas, precisamente por ser total y absolutamente cierta.

 

Pero vayamos primero a destacar algunas perlas del citado Manifiesto, antes de discutir la certeza de dicha afirmación. De entrada, el primer párrafo ya es demoledor, pues reza así: “A lo largo de su historia, la democracia española ha tenido gobernantes buenos, malos y mediocres, idóneos y vulgares, ejemplares y corruptos. Gobernantes con sentido de estado y gobernantes que antepusieron sus intereses al bien común. Lo que no había tenido nunca hasta ahora es un gobernante que no creyera en la dignidad democrática de su país, y así lo aventara al mundo para afrenta de la ciudadanía y desprestigio del nombre de España. Un gobernante que se pusiera del lado del crimen”. O sea que para los/as firmantes, gobernantes malos, vulgares, corruptos, incluso los que antepongan sus intereses al bien común están todos disculpados, siempre que “crean en la dignidad democrática de su país”, lo que es un claro contrasentido, pues difícilmente podrá un gobernante corrupto contribuir a la dignidad democrática de su país, sino más bien a su perversión o involución democrática. Pero la frase final es la apoteósica, pues equipara criticar la normalidad democrática de tu país con “ponerte del lado del crimen”. Absolutamente demencial.

 

Un poco más tarde afirman: “…A la injuria se suma así la deslealtad, con sus propios compañeros de gobierno, con todas las instituciones del Estado y con una inmensa mayoría de españoles, que seguimos apostando por la democracia nacida en 1978…”. Parece que se les olvida a los firmantes del documento un pequeño detalle: existe una (aún) minoría de españoles que no apostamos por la democracia nacida en 1978, a los que precisamente nos representa en el Gobierno de coalición la facción representada por Unidas Podemos, y tenemos todo el derecho, a través de nuestros representantes (entre ellos el Vicepresidente del Gobierno y el resto de Ministros de dicha formación), a expresarnos en relación a lo que pensamos sobre dicha “democracia nacida en 1978”. Entonces, la pregunta sería: ¿todos los que pensamos así estamos injuriando a nuestro país? El planteamiento, por tanto, no se sostiene, porque en el fondo, obedece a una visión sesgada, excluyente, recortada y parcial de la democracia, en la que estos personajes creen. Y para ellos, todo el que no piense así (en este caso, los que no tenemos su visión de la democracia) estamos “injuriando” a nuestro país. Acusan a renglón seguido a Pablo Iglesias de poseer una “torrencial chabacanería intelectual y moral” y de ser “una persona socializada en el rencor e incapaz de comprender la importancia histórica y la altura moral del gesto de reconciliación entre españoles que, en una Transición que desprecia, fundó nuestro régimen de convivencia democrático”. De nuevo, la visión excluyente: todos los que no asuman su relato sobre la Transición son poco menos que unos indeseables, y punto.

 

Añaden posteriormente que “…cabe preguntarse por qué forma parte del gobierno de un Estado que él mismo no considera plenamente democrático…”, y se les olvida de nuevo un pequeño matiz fundamental: ¿No será porque le han votado unos cuantos millones de personas? A ver si respetamos la democracia, por favor…¿O no son ellos/as los que afirman que España sí es una democracia plena? Y añaden: “Si realmente cree que España no es una democracia su deber es combatir a su gobierno gallardamente desde la oposición…”. Y nosotros nos preguntamos: ¿Y eso por qué? ¿Dónde está escrito que eso tenga que ser así? ¿No se puede combatir la insuficiencia democrática de un país desde dentro de su gobierno? De hecho, estoy seguro de que muchas de las personas que lo hemos votado lo hemos hecho precisamente para que lo haga. Evidentemente, el planteamiento que los/as firmantes del Manifiesto hacen es legítimo, pero no es obligatorio: Unidas Podemos podría haber optado por quedarse en la oposición, pero sus dirigentes entendieron (y además fue ratificado en referéndum interno) que su labor desde dentro del Gobierno sería más útil…¿Y es que entonces, si pasan a formar parte del Gobierno, deben dejar de pensar como piensan y expresarlo en público? De nuevo, una visión muy estrecha y particular de la democracia y del “patriotismo” de banderita y pandereta.

 

Bien, una vez rescatados los párrafos más sustanciosos del citado Manifiesto, no sería lógico finalizar este artículo sin irnos a la raíz del asunto, es decir, sin argumentar por qué creemos (junto con Pablo Iglesias) que en nuestro país no existe una plena normalidad democrática. De entrada, como decimos, nuestro concepto sobre la democracia está a años luz de la idea que poseen los/as firmantes del Manifiesto (para los cuales tenemos democracia porque votamos cada cuatro años), pero no vamos a perdernos en disquisiciones profundas, que ya hemos explicado a fondo en otras series de artículos. Aquí lo que se requiere son argumentos concretos y hechos fehacientes y demostrables que desmonten su tesis de que “España es una democracia plena”, porque la verdad es que no lo es. Y se nos ocurren muchísimos. Quizá a los autores/as del Manifiesto se les haya olvidado que la formación política morada se gesta desde las semillas de un movimiento social que se denominó del 15-M (2011), y cuya reivindicación principal era, precisamente, la denuncia de una democracia en nuestro país de carácter tibio, incompleto, de baja intensidad, pobre y recortada. Lo que viene a continuación no es una lista exhaustiva, pero sí un pequeño resumen de nuestro enfoque, que plasmamos en el siguiente decálogo:

 

1.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando aún existen cientos de miles de cuerpos de fusilados y represaliados por el franquismo que se encuentran en cunetas y fosas comunes, y cuyas familias llevan décadas esperando que el Estado se arrogue la responsabilidad de rescatar dichos cuerpos, así como de poner en marcha todos los mecanismos para que la Memoria Democrática (de la Segunda República), la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición sean por fin un hecho en este país. No existirá plena normalidad democrática hasta que la asignatura pendiente del franquismo sea por fin superada.

 

2.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando, abundando en el punto anterior, poseemos un estamento militar profundamente antidemocrático y anclado a épocas anteriores y negras de nuestro pasado, un estamento militar donde la formación de ultraderecha de nuestro país posee una amplia aceptación, y donde algunos militares retirados se permiten comentarios execrables en un chat, como que “habría que fusilar a 26 millones de españoles”, y nada les ocurre.

 

3.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando en nuestro país continúan reflejándose en el Código Penal cierto tipo de delitos absolutamente anacrónicos, tales como el delito de “ofensa a los sentimientos religiosos”, o el de “injurias a la Corona”, que deberían haber sido erradicados hace ya mucho tiempo, pues se encuentran encuadrados dentro de los límites del derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, aún continúan entrando en prisión determinadas personas en nuestro país por hacer uso de este derecho (el último ha sido el joven rapero Pablo Hasel, justamente en estos días).

 

4.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando en nuestro país no se acaban de respetar los Derechos Humanos (así, en mayúscula), y esto es especialmente palpable en el trato que se le concede a los migrantes, más concretamente en la existencia de los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros, centros de reclusión donde pueden ir aunque no hayan cometido delito alguno), en la existencia de procesos de “devolución en caliente” a sus países de origen, o en los múltiples impedimentos a la hora de conceder los derechos de asilo o refugio, o de velar por la integración de los migrantes, los MENAS y los jóvenes que finalizan su período de acogida en residencias cuando cumplen la mayoría de edad.

 

5.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando la pobreza, la exclusión social y las desigualdades no solo campan a sus anchas, sino que cada día, cada semana, cada mes y cada año alcanzan cotas más sangrantes. Un “Estado Social y Democrático de Derecho” (como la Constitución de 1978 define a nuestro país) que de verdad se precie de serlo no puede consentir unos ratios de desigualdades sociales tan alarmantes, que ya han sido denunciados por los Relatores de la ONU y por infinidad de ONG’s y organizaciones sociales en varias ocasiones.

 

6.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando en nuestra sociedad la fuerza y el poder de la Iglesia Católica continúan disfrutando de una influencia desorbitada, plasmada tanto en los privilegios concedidos por el Estado (infinidad de inmatriculaciones, exención de impuestos, concesión de dinero público, presencia de simbología religiosa en multitud de actos públicos…), como en el inmenso radio de acción de su órbita ideológica, plasmada no solo en el mundo de la enseñanza privada y concertada, sino también en su atribución para discutir y oponerse a determinados proyectos legislativos que nuestra sociedad reclama (matrimonio homosexual, leyes de apoyo al mundo LGTBI, avances del feminismo, eutanasia, extensión de la red de centros educativos públicos…). Desde este punto de vista, solo un Estado Laico (que separe completamente las esferas de las creencias en el ámbito privado de la neutralidad en el ámbito público) será plenamente democrático.

 

7.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando aún tenemos que soportar una Jefatura del Estado (la Monarquía) no solo que no ha sido elegida por nadie, sino que además disfruta de privilegios absolutamente anacrónicos y aberrantes, tales como la inviolabilidad. Pero curiosamente, los autores/as del Manifiesto critican a Pablo Iglesias y lo quieren fuera del Gobierno por denunciar la ausencia de normalidad democrática, pero apoyan incondicionalmente y sin fisuras no solo al actual monarca Felipe VI, sino a su padre, el Rey Emérito Juan Carlos I, a pesar de haber huido del país por estar acorralado por múltiples investigaciones judiciales que, cuando menos, ponen en serias dudas su ejemplaridad como Jefe del Estado durante 39 años. Desde este punto de vista, solo un modelo republicano es plenamente democrático.

 

8.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando asistimos perplejos y asqueados a terribles episodios de una corrupción nauseabunda y generalizada en el principal partido de la oposición, el Partido Popular, formación política que además ha sido condenada como tal por jueces y tribunales de nuestro país. ¿Es que acaso es normalidad democrática que tengamos de asistir diariamente al destape de las vergüenzas y procesos corruptos que adornaban la actividad diaria de una formación política que nos ha gobernado durante años, y que enriquecía sistemáticamente a gente ya de por sí poderosa, mientras recortaba en inversión pública, en ciencia, en investigación, en educación pública, en prestaciones y protección social, en vivienda, en sanidad, etc., aumentando la pobreza y la precariedad de la clase trabajadora?

 

9.- No nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando un determinado pueblo de los que conforman el Estado Español (más en concreto, Cataluña), a través de sus representantes políticos legítima y democráticamente elegidos, plantea un referéndum pactado con el resto del Estado para que su población elija si desea erigirse en un pueblo independiente o no, y en vez de crear, habilitar, diseñar o preparar los mecanismos constitucionales (que los hay) para permitir dicho referéndum, se criminaliza a la población catalana, se impide por la fuerza que tenga lugar una jornada de votación tranquila y pacífica, y se acusa, procesa, juzga, sentencia y condena a sus líderes políticos, que aún hoy día permanecen en prisión o en el exilio. La plena normalidad democrática no puede permitir la existencia de presos políticos, y en España existen.

 

10.- Por último, no nos parece que se pueda hablar de plena normalidad democrática cuando se viola la propia esencia de la democracia (el gobierno del pueblo), permitiendo que el poder económico se vaya convirtiendo cada vez más en un monstruo de incalculable poder (superando al del propio Estado), expresado (entre otras muchas manifestaciones) en el terrible e inmenso poder de la banca privada, de las grandes multinacionales, de los gigantes fondos de inversión, de los holdings y corporaciones transnacionales, de los grandes medios de comunicación, de las fusiones empresariales…y todo ello mientras se violan los derechos fundamentales de la ciudadanía a la vivienda, a la energía, a la educación, a la sanidad, al trabajo, etc. No puede existir jamás plena normalidad democrática (ni siquiera existe democracia a secas) cuando los grandes agentes del poder económico poseen tanto poder que someten diaria y descaradamente al poder político (entre otros medios mediante las llamadas “puertas giratorias”, tan pródigas en nuestro país).

 

En fin, pensamos haber justificado nuestra postura con creces, cosa que no hacen los/as firmantes del Manifiesto. En vez de tanta crítica torpe y malintencionada, podrían haber argumentado, como acabamos de hacer nosotros, cuáles son los motivos por los que piensan que nuestro país es plenamente democrático. Pero es más fácil limitarse a criticar…

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18 enero 2021 1 18 /01 /enero /2021 00:00
Filosofía y Política del Buen Vivir (122)

En definitiva, si el capitalismo es una sindemia, va a seguir produciendo sin parar virus y pandemias; y va a seguir produciendo, también sin parar, vacunas y medicamentos selectivos y mal distribuidos. Ese es el futuro y no es halagüeño para la humanidad. Pero si el capitalismo es una sindemia, entonces la política y la ciencia, hoy cautivas, deberían estar luchando para liberar a la humanidad y a sí mismas del capitalismo. Eso sí sería bueno para todos

Santiago Alba Rico

Vivimos en un mundo de las muchas crisis. Pero la más básica es la crisis de nuestra relación con la biosfera: aún no hemos aprendido a habitar en esta Tierra. En nuestro tercer planeta del sistema solar, llevamos un par de siglos –y, sobre todo, el medio siglo último– viviendo dentro de una máquina infernal. Si crece, destruye (lo ecológico, pero no solo lo ecológico). Y si no crece, devasta (lo social, pero no solo lo social): ¿no ha llegado la hora de salir fuera de esa máquina diabólica?

Jorge Riechmann

El Informe "Global Trends 2025", que ya comentamos en la entrega anterior, advertía de la posible aparición de la pandemia en los siguientes términos: "Si surgiera una enfermedad pandémica, probablemente ocurriría en un área marcada por una alta densidad de población y una estrecha asociación entre humanos y animales, como muchas áreas del sur de China y del sudeste de Asia, donde no están reguladas las prácticas de cría de animales silvestres lo cual podría permitir que un virus mute y provoque una enfermedad zoonótica potencialmente pandémica...". Bien, hagamos aquí un inciso: muchas personas que hayan podido conocer estas noticias, en concreto el hecho de que varios años antes se "intuyera" por parte de la comunidad científica la posible aparición de una pandemia, y que no conozcan el fenómeno de la zoonosis y las peligrosas prácticas que el capitalismo viene desarrollando en este ámbito, han podido pensar lo siguiente: si los patrocinadores del informe conocían esta información, sólo hay una explicación posible: ellos mismos la estaban preparando. Es uno de los bulos que han circulado por las redes sociales, y que los negacionistas y algunos gobernantes de la extrema derecha (Trump, Bolsonaro...) han difundido. Esa equivocada tesis también abonaría que el Coronavirus Sars-Cov-2 fuese un virus creado en laboratorio, pero esto tampoco es así. La explicación, volvemos a repetir, son las aberrantes prácticas que el capitalismo desaforado lleva experimentando contra la naturaleza, desequilibrando los ecosistemas, y provocando que determinados patógenos que existen en el mundo animal puedan saltar al ser humano. Las decisiones de Donald Trump, ya siendo presidente, en su país, fueron especialmente criminales: despidió a todos los autores de un informe del Pentágono ya en enero de 2017, y como es público y notorio, cuando aparecieron los primeros casos (además de llamarlo "virus chino" en tono despectivo), les restó importancia, no tomó las medidas adecuadas, ignoró la peligrosidad de la pandemia, arremetió contra la Organización Mundial de la Salud, hizo caso omiso de las recomendaciones de los expertos, y aseguró un sinfín de estupideces propias de la escala más imbécil de la ciudadanía. 

 

Trump entrará en la historia, además de por otras muchas barbaridades, por haber sido responsable de una de las crisis de salud pública más catastróficas de la historia de los Estados Unidos. Pero aunque Trump fue el adalid de los gobernantes negacionistas, no estuvo solo: Jair Bolsonaro en Brasil, o Boris Johnson en Reino Unido, también siguieron su mismo camino, contagiándose ellos mismos y creando situaciones de alarma esperpénticas en sus respectivos países. Es exactamente lo que lleva ocurriendo con el cambio climático: infinidad de expertos y de organizaciones llevan anunciando los graves efectos del calentamiento global, así como las medidas urgentes que habría que tomar para, al menos, mitigar los efectos. Sin embargo, los principales gobernantes mundiales continúan sin hacer caso a estos informes y a estas recomendaciones. Con el colapso ecosocial de carácter civilizatorio ocurre tres cuartos de lo mismo: se lleva avisando por activa y por pasiva desde hace más de una década, se lleva sugiriendo la necesidad de cambiar los modelos productivos y consumistas, los modelos energéticos, los modos de vida, pero la tozuda realidad se abrirá paso sin que nuestros gobernantes hagan nada para evitarlo. Y se lleva repitiendo hasta la saciedad que el Buen Vivir es el camino, la senda que hay que ir recorriendo, no para detener el colapso, que es ya inevitable, sino para, al menos, conseguir que sus efectos sean menos perniciosos, buscando alternativas reales en nuestros modos de vida para ir migrando paulatinamente a otros modelos productivos más acordes con los límites biogeofísicos de la Naturaleza. ¿Hacen caso nuestros gobernantes? En absoluto. Así nos va. La actual pandemia de Coronavirus, que no será la última, es sólo un síntoma, un aviso, una llamada de atención: la naturaleza nos avisa de que así no vamos por buen camino. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver. Una humanidad capitalista desbocada no es capaz siquiera de detectar el peligro de lo que se avecina. Por tanto, no nos engañemos: la ciencia sabía que podía ocurrir, los gobernantes estaban avisados, pero no se molestaron en prepararse. Las advertencias sobre el ataque inminente de un nuevo coronavirus eran sobradas y notorias. Como son sobradas y notorias las advertencias del pico de muchas sustancias y energías fósiles, pero tampoco se hace nada al respecto. En su momento vendrá, desgraciadamente, las lamentaciones. 

 

Como hemos venido destacando durante esta serie de artículos, los ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas amenazas aparezcan. Y así, la deforestación, la construcción salvaje de infraestructuras, la minería a cielo abierto, la ganadería intensiva, el comercio de especies exóticas, y muchas actividades más, son actividades que están creando el caldo de cultivo para diferentes epidemias. Diversos virus se encuentran en los animales salvajes, y cuando las actividades humanas destruyen sus hábitats o fuerzan las condiciones de vida de estas especies, determinados patógenos que únicamente existen en su ámbito pueden saltar a la especie humana y contagiarnos. Cuando el ser humano retira a un animal de su entorno natural, ese equilibrio se rompe, se altera, y un virus puede transmitirse a otra especie con la que dicho animal no convivió nunca. Esto es exactamente lo que está ocurriendo. La invasión de los ecosistemas silvestres por parte del ser humano, debido a proyectos urbanísticos, a planificación de infraestructuras, o a proyectos industriales, crean situaciones propias que causan la mutación acelerada de los virus. Es probablemente lo que ocurrió en Wuhan. De hecho, y desde hace años, muchas organizaciones animalistas chinas reclamaban la prohibición permanente del comercio y consumo de animales salvajes con el fin de conservar las especies, y sobre todo, evitar previsibles pandemias. La pandemia también nos ha mostrado una determinada especie de "guerra por los recursos", al darse la circunstancia de que el material sanitario se necesitaba de forma global, por todos los países casi a la vez. En este sentido, como era de prever, no ha primado la solidaridad, sino que los egoísmos nacionales se han manifestado con sorprendente y brutal rapidez. Los diferentes países no han dudado en lanzarse a una guerra por las mascarillas que escaseaban, o en apoderarse, cual piratas, haciendo acopio de material sanitario (respiradores, trajes EPI, etc.). Hemos presenciado con pavor cómo los Gobiernos pagaban el doble o el triple del precio justo del material sanitario para conseguir los productos, e impedir que fuesen vendidos a otras naciones. Y aquí también ha habido lugar para la picaresca. 

 

Es la lucha por los recursos cuando éstos escasean, una lucha que ya hemos descrito en la presente serie de artículos a tenor del alcance de los picos de determinadas sustancias, y de determinadas tecnologías. Los países se han denunciado entre sí por mor del referido acopio, y por supuesto, como siempre, han pagado los más débiles. Y por su parte, algunos fanáticos ultraliberales no han tardado en reclamar sin tapujos la eliminación maltusiana de los más débiles. Por ejemplo, un vicegobernador en Estados Unidos declaró: "Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía". Jamás se vieron declaraciones tan aberrantes. En nuestro país, sin ir más lejos, muchos ancianos procedentes de residencias de mayores no fueron desviados a los hospitales, muriendo en aislamiento, en soledad. Y aquí debemos introducir un nuevo elemento en el debate: muchas veces se ha dicho que el virus es "democrático", en el sentido de que ataca a todo el mundo por igual. Bien, pero una cosa es aceptar que el virus puede atacar a cualquier cuerpo humano que se ponga en su camino, y otra cosa muy distinta es que hay que reconocer que las sociedades desigualitarias, como todas las que conforman nuestro planeta, sí distinguen, porque cuando la salud es una mercancía más, los grupos sociales pobres, discriminados, marginados, vulnerables o explotados, quedan mucho más expuestos a la infección. El colapso ocurre cuando, como en este caso, ante un Coronavirus nuevo aparecido por zoonosis, no se dispone de vacuna ni tratamiento alguno, y los contagios ocurren en una curva muy pronunciada. Algunas personas han argumentado que de gripe también mueren miles de personas cada año, pero la gripe está controlada: nunca tendremos (a no ser que el virus mute muy violenta y rápidamente y la vacuna se vuelva ineficaz) un colapso sanitario debido al patógeno que la causa. En cambio, el Sars-Cov-2 ha llenado los hospitales, ha agotado las camas disponibles, ha agotado las camas UCI de los centros sanitarios, ha vuelto insuficiente al personal de los hospitales, así como el material sanitario de que se disponía. Esto es exactamente el colapso: los recursos se agotan, el personal disponible no es suficiente, el goteo de contagios y de fallecimientos se vuelve insoportable, y la sociedad se apaga como la llama de un candil. 

 

Y qué decir del ámbito económico: ante sociedades injustas, desiguales, que no garantizan los derechos básicos y elementales al conjunto de la población, colocar a los habitantes en situación de confinamiento puede soportarse por los trabajadores "formales", aquellos que trabajan oficialmente en sus empresas y poseen una nómina, pues han entrado en situación de Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) hasta que el período de confinamiento ha finalizado. ¿Pero qué ha ocurrido con las personas que no disponen de una nómina, que trabajan en la economía informal, sumergida, o que han de salir a la calle diariamente a buscar su sustento? Solo en América Latina, el 56% de los trabajadores y trabajadoras activos viven de la economía informal. ¿Cómo colocamos a toda esa gente en confinamiento? Son los que se han debatido (y aún lo siguen haciendo) entre morir por el Covid-19 o morir por hambre. Y por supuesto, no todos los continentes y los países pueden resistir por igual las condiciones de aislamiento y de seguridad, porque si en países ricos (la mayoría de los occidentales) el virus ha provocado los terribles estragos que ya conocemos...¿qué ha ocurrido en algunas zonas depauperadas del continente africano? ¿Cómo hablar de confinamiento o de aislamiento, o de gel desinfectante, o de distancia de seguridad, o de lavado frecuente de manos, a millones de personas que viven sin agua corriente, hacinadas en favelas, en chabolas, o que no tienen hogar, que duermen en las calles, o viven en campamentos improvisados de refugiados, o en las ruinas de edificios destruidos por las guerras (véase Yemen o Palestina, por ejemplo)? Pero incluso en los países ricos que han desplegado sistemas neoliberales desalmados y violentos, la situación también es muy complicada: piénsese por ejemplo en Estados Unidos, paradigma del "mundo libre y civilizado". Pues bien, ese país posee el récord mundial de contagios y de fallecidos, y no es por su extensión (Rusia o China son más grandes que USA). Ello se debe a que unas 27 millones de personas (el 8,5% de la población aproximadamente) no poseen seguro médico, y la sanidad pública no es universal, sino muy limitada. Por su parte, otros 11 millones de personas son trabajadores ilegales, indocumentados, que no se atreven a acudir a los hospitales. El panorama, por tanto, es absolutamente desolador. Continuaremos en siguientes entregas.

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11 enero 2021 1 11 /01 /enero /2021 00:00
Filosofía y Política del Buen Vivir (121)

Los bosques preceden a las civilizaciones. Los desiertos las siguen

Chateaubriand

El colapso, entendido como proceso de creciente pérdida de complejidad y de estabilidad social, no es algo nuevo en la historia humana. De una manera u otra todas las civilizaciones se han enfrentado a problemas similares de crecimiento, deterioro ambiental y, en ocasiones, de desbordamiento de los límites ecosistémicos que han tenido nefastas consecuencias sobre la capacidad de cubrir las necesidades básicas de la población y mantener la organización social. La singularidad del problema actual es que dichos procesos alcanzan a todo el planeta y se están produciendo a enorme velocidad

Fragmento de “La Gran Encrucijada”

Como ya advertimos en nuestra entrega anterior, vamos a finalizar esta serie de artículos, como no podía ser de otra manera dada la rabiosa actualidad del asunto, con una panorámica sobre la pandemia de Coronavirus, que azota a toda la humanidad como un hecho social global, precisamente derivado (como venimos denunciando a lo largo de toda la serie) de nuestra peligrosa deriva civilizatoria. Nosotros comenzamos a publicar la presente serie en agosto de 2018, y por entonces, aún era impensable el despliegue mundial de una pandemia como la actual, aunque ya habíamos tenido algunos precedentes (SARS, MERS...) en años anteriores. Desde febrero de 2020 comenzaron a extenderse los casos procedentes del epicentro en China (en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei), y a partir de marzo se comenzaron a tomar las medidas drásticas para atajar la pandemia, que aún continúa a día de hoy amenazando a millones de personas, contagiadas, hospitalizadas y fallecidas. La pregunta sería: ¿por qué hablar de la pandemia de coronavirus en esta serie que trata sobre el Buen Vivir? Pues precisamente porque la actual pandemia (y muchas otras que seguramente nos afectarán en el futuro) es consecuencia directa del modo de vida que nos ha traído hasta aquí, del orden civilizatorio fallido que hemos creado y que nos está conduciendo al precipicio. Utilizando como siempre diversas fuentes, vamos a intentar exponer el hecho pandémico en sus últimas motivaciones, y la necesidad de un cambio de rumbo civilizatorio si pretendemos superar esta situación. Tomo como referencia en primer lugar un reciente artículo de Santiago Alba Rico, uno de nuestros más lúcidos y brillantes pensadores, que bajo el título "Capitalismo pandémico" fue publicado, entre otras fuentes, en el medio digital Contexto y Acción. Alba Rico nos introduce (a partir de otro artículo de Richard Horton) en el concepto de "Sindemia": "un cuadro epidémico en el que la enfermedad infecciosa se entrelaza con otras enfermedades, crónicas o recurrentes, asociadas a su vez a la desigual distribución de la riqueza, la jerarquía social, el mayor o menor acceso a la vivienda o la salud, etc., factores todos ellos atravesados por una inevitable marca de raza, de clase y de género. La sindemia es una pandemia en la que los factores biológicos, económicos y sociales se entreveran de tal modo que hacen imposible una solución parcial o especializada y menos mágica y definitiva". Atención, por tanto, al nuevo concepto, que sobrepasa al concepto clásico de salud, para introducirnos a un concepto integral de necesidades humanas no cubiertas. 

 

Santiago Alba Rico nos introduce, en base a este concepto, el de "Capitalismo sindémico", entendido éste como un contexto donde ya no es fácil distinguir entre naturaleza y cultura, ni, por lo tanto, entre muerte natural y muerte artificial. La muerte natural sería la causada por cualquier enfermedad, la muerte artificial sería la causada por el propio sistema capitalista que se basa en la necropolítica, es decir, en la política de la muerte. Y a continuación, relacionemos todo esto con los diversos aspectos que ya hemos tratado en esta serie: por ejemplo, con el Animalismo. Pensemos, por ejemplo, en la multiplicación muy reciente de nuevos virus inseparables del desarrollo de la industria agroalimentaria y de la presión extractiva sobre el mundo animal. Todo este maltrato a determinadas especies animales hace inevitable la generación de nuevas cepas virales y su transmisión a los seres humanos, en un proceso llamado "zoonosis", y que desarrollaremos más extensamente en su momento. Este capitalismo sindémico ha convertido la naturaleza misma en un laboratorio vivo, en permanente ebullición patológica, incontrolable incluso para sus propios gestores y beneficiarios. Granjas gigantescas, proyectadas expresamente para acelerar el crecimiento de los animales mediante cócteles antibióticos y en condiciones de concentración absolutamente infernales, son precisamente los mejores "laboratorios" donde los virus pueden multiplicarse y saltar a la especie humana. De esta forma, el capitalismo sindémico inscribe en la naturaleza sus propias leyes mortales. Como explica Alba Rico: "Los nuevos virus, nacidos en los "laboratorios naturales" de las grandes granjas agropecuarias, sin intervención de ningún maligno conspirador, pasan a sociedades humanas muy estratificadas en las que las mujeres, las minorías racializadas y las poblaciones urbanas marginadas, más expuestas a contactos de riesgo y víctimas ya de enfermedades no contagiosas o crónicas, acaban sucumbiendo a la epidemia y justificando, además, aislamientos selectivos y discriminaciones adicionales que, en una nueva vuelta de tuerca, agravan sus condiciones sociales y multiplican los riesgos de contagio global. Los virus pasan de animales maltratados a humanos maltratados en una sinergia potencialmente apocalíptica". 

 

Y por supuesto, el capitalismo sindémico selecciona siempre qué enfermedades son curables y cuáles no, en virtud de criterios puramente económicos, al igual que ocurre con la distribución mundial de las vacunas. Contemplé recientemente un cartel que decía: "Hay algo que da más miedo que las vacunas: No tenerlas". Pero volvamos al concepto de zoonosis, que habíamos mencionado más arriba, para intentar delimitarlo mejor, en cuanto a su alcance y peligrosidad. En su artículo para el libro colectivo "2020: La Pandemia del Capitalismo Global", Pascual García-Macías y Wilder Rai Espinoza explican, sobre la etiología del coronavirus Sars-Cov-2, lo siguiente: "Empero, más allá de lo que ha provocado esta epidemia, es importante decir que quien la produjo es el sistema de producción capitalista. Volvemos a desempolvar los conceptos marxistas, como el de "ruptura metabólica" grosso modo es el desequilibrio provocado por el capitalismo entre la naturaleza y lo humano. De esta manera, la huella ecológica generada por la explotación de la naturaleza actual conlleva a que las sociedades sean susceptibles a patógenos que afectan su fisiología. De acuerdo a Rob Wallace (2020), biólogo evolutivo, el incremento en la aparición de virus se vincula estrechamente con la producción agroalimentaria y los beneficios de las multinacionales; no existen patógenos independientes del capital. El constante interés del capital de apropiarse de los bosques primigenios y de tierras cultivadas por pequeños productores implica deforestación, y esto conlleva a que muchos "nuevos" patógenos que se mantenían bajo control por las ecologías de bosques largamente evolucionados, empiecen a brotar y a amenazar al mundo. Se debe reparar la grieta metabólica que separa a la ecología de la economía, debemos dejar de pensar que somos más fuertes que la naturaleza; replantearnos los modos de vida y desvelar estos procesos de acumulación por desposesión que persisten, se adaptan y refuerzan al sistema y cumplen con la lógica de reproducción del capital". Y por su parte, Jerôme Baschet concluye de forma categórica: "Está claramente comprobado que la actual multiplicación de las zoonosis es el resultado de las transformaciones inducidas por la expansión desmesurada de la economía mundial, con sus lógicas de mercantilización y su falta de atención a los equilibrios de los ecosistemas". 

 

Es, pues, absolutamente imprescindible, para intentar evitar futuras pandemias, reducir al máximo las posibilidades zoonóticas: en ese sentido, valga tener en cuenta como causas principales la destrucción continua de bosques y selvas, en virtud de la ampliación de las urbes, lo cual implica la destrucción del hábitat de muchas especies animales para el monocultivo o la explotación de ganado, entre otros, como se hace ahora intensamente en Brasil, por ejemplo. Si no lo hacemos, estaremos siempre ante el riesgo del previsible contagio por nuevos virus que, de hoy en adelante, saltarán desde otros reservorios animales a nosotros los humanos, como ya sucedió con el camello en el MERS o con el murciélago en el anterior SARS. Pero la pandemia, contemplada desde la lógica del Buen Vivir, es en realidad solo un escalón más en el colapso ecosocial al que nos dirigimos indefectiblemente. La pandemia ya, de hecho, convulsiona el conjunto de las relaciones sociales y conmociona la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores de una sociedad. Si miramos atrás unos meses, esto es justamente lo que nos está ocurriendo. Toda la humanidad está viviendo con miedo, con perplejidad y con angustia esta situación, y esto ya en gran medida representa un colapso: economías detenidas, millones de personas en desempleo, cifras de muertos escandalosas, experiencias vitales al límite de lo imaginable, cambios en nuestros modos de vivir y de relacionarnos, etc., irrumpen de forma violenta en nuestra cotidianidad y nos obligan a cambiar, a adaptarnos: esto es el colapso. "Nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases, como sacudidas por un cataclismo cósmico", describe magistralmente Ignacio Ramonet en su documento "La pandemia y el sistema mundo", que tomamos como referencia a continuación. Explica Ramonet: "Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso "efecto mariposa": alguien al otro lado del planeta se come un extraño animal, y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena...Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba por influenciar al conjunto". El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo. Toda la ciudadanía mundial descubre que está sola ante la catástrofe, que cada país mira hacia sus adentros, que no existen varitas mágicas, que no existen fronteras para el virus, y que lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia-ficción se ha vuelto normal.

 

Aceptamos y normalizamos la política de la vigilancia, siempre para controlar males mayores. Contemplamos con pavor hasta qué punto han debilitado los sistemas públicos de salud, que se colapsan, que faltan sanitarios, y reflexionamos hasta qué punto el binomio economía-vida debe ser reconstruido. Nos damos cuenta hasta qué punto son importantes la soberanía alimentaria, científica, farmacéutica y sanitaria. Pero son precisamente estas situaciones límite las que nos ayudan a concienciarnos sobre otros asuntos. Como indica Ramonet: "La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, sin la mugre de la polución, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa...Como si el ultimátum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra suicida ruta hacia el cambio climático: "¡Ojo! Próxima parada: colapso". Y es entonces cuando nos damos cuenta de que todos los dogmas económicos y todas aquellas "grandes verdades" incuestionables que nos habían contado se pueden cuestionar. Se puede cuestionar el modelo económico, las relaciones sociales, la redistribución de la riqueza, la importancia de los bienes comunes, de la solidaridad y de la cooperación...Todo eso, que es exactamente lo que nos reclama el Buen Vivir, puede y debe ser llevado a cabo. Es posible Lo malo es que no tendría que haber llegado ninguna pandemia para demostrárnoslo. Hace tiempo que sabemos, a ciencia cierta, que el saqueo y la destrucción del medio ambiente podrían acarrear consecuencias sanitarias nefastas, pero el capitalismo globalizado y sindémico que padecemos ha hecho poco caso al asunto. Y para esta pandemia hubo tiempo de prepararse, pero los gobiernos capitalistas (todos los del mundo, salvo honrosas excepciones) no estaban interesados en prevenir, sino en atajar las consecuencias si éstas se producían. Y se produjeron. Y entonces se desataron todas las pesadillas. Un informe de una fecha tan lejana como noviembre de 2008 titulado "Global Trends 2025", donde habían participado unos 2.500 expertos independientes de Universidades de 35 países de todo el mundo, ya anunciaba "la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta, para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una epidemia global". Como siempre, no se le hizo caso. Continuaremos en siguientes entregas.

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8 enero 2021 5 08 /01 /enero /2021 00:00
Sáhara Occidental: el Régimen del Terror y del Silencio (V)

La Marcha Verde sirvió de pretexto y de cortina de humo para el giro de la política española y la conclusión de los acuerdos de Madrid. Unos acuerdos por los que Marruecos obtuvo la entrega del Sáhara con la participación de Mauritania que, exhausta por el conflicto con el Frente Polisario, se retiró en 1979 de la parte meridional del territorio que le había cedido Marruecos. Por difícil que fuera aquella coyuntura, había una fórmula válida y legal que hubiera salvaguardado el derecho inalienable del pueblo saharaui a la autodeterminación. España, que había abdicado de sus responsabilidades, podía haber traspasado la administración a la ONU, para organizar y supervisar el referéndum, como preveía el Plan Waldheim

Víctor Arrogante

Una figura clave en todo el proceso de entrega del Sáhara Occidental a Marruecos fue nuestro actual Rey Emérito, Juan Carlos I. Y resulta que recientemente, documentos desclasificados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos (en total casi un millón de documentos) han destapado el papel que jugó Juan Carlos de Borbón en dicho proceso. De entrada, hay que reseñar, como recoge José Antonio Gómez en este artículo para el medio Diario 16, que la ONU declaró nulos de pleno derecho los Acuerdos Tripartitos de Madrid (nos hemos referido a ellos en anteriores entregas) de 1975, firmados por Juan Carlos de Borbón por los que se cedía la administración del Sáhara a Marruecos y a Mauritania. Es precisamente esta nulidad la que provoca que dicho territorio se encuentre aún entre los 16 territorios no autónomos supervisados por el Comité Especial de Descolonización de la ONU. Explica José Antonio Gómez: "En el año 1979 Marruecos estaba perdiendo la guerra contra el Frente Polisario hasta que varios países, entre ellos España, decidieron ayudar a Hassan II: Estados Unidos, Francia, España y Arabia Saudí. Todo esto fue posible gracias a las buenas relaciones del rey marroquí con Henry Kissinger, consejero de seguridad nacional de los Estados Unidos, y con los Saud de Arabia Saudí". Entonces, en el mes de agosto de 1975, el Departamento de Estado de los Estados Unidos aprobó un proyecto secreto de la CIA y financiado por Arabia Saudí para arrebatar el Sáhara Occidental a España. En medio de la Guerra Fría, el territorio era vital desde un punto de vista geoestratégico, debido a los recursos naturales que poseía. En octubre del mismo año la inteligencia militar española informó a Franco del plan de los Estados Unidos. Una vez que el Rey Hassan II anunció la Marcha Verde, tras rechazar el Tribunal de Justicia de la ONU las pretensiones de Marruecos sobre el Sáhara (véase nuestra entrega anterior), Juan Carlos de Borbón, todavía príncipe pero ya heredero del dictador, se negó a aceptar la Jefatura del Estado interina porque, entre otras cosas, pretendía tener poderes absolutos sobre el Sáhara. 

 

Tras el fallido viaje de José Solís a Rabat, donde no pudo frenar la Marcha Verde, Juan Carlos de Borbón se hizo cargo de la Jefatura del Estado. Se mostró preocupado por la situación del Sáhara, sobre todo porque aún estaba demasiado reciente la Revolución de los Claveles portuguesa (1974), y no quería que algo parecido ocurriese en nuestro país tras la muerte de Franco. Como ya contamos en el resumen inicial que relatamos en nuestra primera entrega, en su primer Consejo de Ministros, Juan Carlos de Borbón manifestó su intención de ponerse al frente de la situación del Sáhara, pero no informó al Gobierno de Arias Navarro de que ya había enviado a Washington a su hombre de confianza, Manuel Prado y Colón de Carvajal, para hablar con Henry Kissinger e intentar evitar una guerra colonial que podría haberse traducido en una revolución al estilo portugués que le hiciera perder su corona. Fruto de esas conversaciones, Henry Kissinger aceptó mediar con el Rey Hassan II, y se firmó un pacto secreto por medio del cual Juan Carlos de Borbón entregaría el Sáhara a Marruecos a cambio del total apoyo político de los Estados Unidos a su Jefatura del Estado. Una maniobra rastrera que da perfecta idea de la calaña moral del personaje del Rey Emérito, entonces Rey emergente. Y como hemos contado, tras la Marcha Verde, concretamente el 12 de noviembre de 1975, se produjo la Declaración de Madrid por la que se entregó el territorio del Sáhara a Marruecos y a Mauritania. Como decimos, fue un proceso controlado y tutelado por la CIA y el Departamento de Estado de USA, absolutamente secreto. Nadie supo nada. Nunca salió a la luz. Juan Carlos I movió los hilos necesarios y los contactos a través de sus hombres de confianza, para garantizarse la Corona de España ante posibles eventualidades con el asunto del Sáhara. Afortunadamente, la ONU nunca ha considerado estas maniobras oscuras, pero ello, evidentemente, no ha evitado el tremendo sufrimiento que el pueblo saharaui ha tenido que soportar desde entonces. Volvamos entonces a repetirlo, y lo haremos en infinidad de ocasiones para que quede bien claro: el Sáhara Occidental continúa siendo, a todos los efectos, territorio español. Legalmente y en base al derecho internacional España es la potencia administradora, y por tanto está permitiendo que una nación extranjera ocupe ilegalmente el territorio. Es una mezcla de espurios intereses y de cobardía política lo que mantiene este asunto empantanado desde hace cuatro décadas. 

 

El Sáhara fue, en expresión de Miguel Urbán (a quien seguimos en este artículo para el medio digital Viento Sur), "moneda de cambio para la restauración borbónica". No cabe la menor duda de ello. Por tanto, podemos afirmar que el comienzo de dicha restauración borbónica nacía ligado a una de las páginas más negras de la política exterior española. Un acontecimiento para el que, como tantos otros, parece existir una amnesia colectiva. En primer lugar, porque la historia no se cuenta como es, simplemente porque no interesa a los poderes fácticos. Y en segundo lugar, porque los moldes del capitalismo globalizado han incrementado los acervos nacionalistas de los pueblos, y en ese contexto es muy difícil que el conjunto de la ciudadanía comprenda y asuma el pasado real de su nación (ocurre igual, salvando las distancias, con el relato sobre el Descubrimiento de América, al que ya le dedicamos una serie de artículos). El apagón informativo también actúa ignorando o tergiversando determinadas informaciones, para que no se conozca la verdad. Miguel Urbán explica: "El extremo cuidado por la figura e imagen del monarca que tradicionalmente ha tenido el establishment mediático y político español no solo se ha centrado en tapar sistemáticamente los escándalos "personales" y financieros del rey emérito, sino también en evitar analizar su papel en numerosos episodios históricos de los que ha sido co-protagonista". Pues bien, el caso del Sáhara Occidental es uno de ellos. Durante décadas, todo un entramado de amistad, intercambios de favores, secretos de Estado, negociaciones y acuerdos políticos ocultos, equilibrios geopolíticos, pingües beneficios por medio, etc., han jalonado las relaciones de distintos países, por mor de los mutuos intereses, haciendo caso omiso no solo al Derecho Internacional, sino también a los más elementales principios de justicia. El Rey Hassan II de Marruecos hizo de la anexión del Sáhara español una pieza principal en su política exterior, y la base sobre la que asentar definitivamente el trono, amenazado a comienzos de los años 70 por varias intentonas de Golpe de Estado. Para ello se ayudó también de la amistad con otros países árabes. Y además, Marruecos contó con dos aliados excepcionales: Estados Unidos y Arabia Saudí. Los primeros pusieron el apoyo geopolítico, los segundos el dinero.

 

De hecho, la Marcha Verde, apoyada e ideada por Estados Unidos, y financiada por Arabia Saudí, no era solo una estrategia militar para ocupar el Sáhara español, frustrando así el proceso de descolonización que se habría abierto, sino que también era un movimiento de exaltación patriótica, fundamental para consolidar la monarquía de Hassan II. De hecho, hoy día la Marcha Verde, en Marruecos, constituye uno de los hitos fundamentales en la consolidación de la actual monarquía (personificada hoy en Mohamed VI), y una efeméride en el calendario oficial marroquí. Y así, el 6 de noviembre de 1975, aprovechando la crisis de sucesión en España, una avanzadilla de 350.000 civiles enarbolando banderas marroquíes y acarreando retratos del Rey  Hassan II cruzaron envalentonados en caravana de convoyes la frontera del Sáhara español. Entre los civiles supuestamente desarmados se calcula que marchaban unos 25.000 soldados marroquíes de las Fuerzas Armadas Reales (FAR). Y es exactamente en este momento cuando entra en juego la figura de Juan Carlos I. En resumidas cuentas, una mezcla de oportunismo político, cínico e injusto (por no calibrar las consecuencias futuras que podría acarrear al pueblo saharaui), que condujeron al abandono del Sáhara Occidental a cambio de asegurar su Corona gracias a la influencia de sus "amistades internacionales". Y todo ello se ha sabido porque en enero de 2017 se desclasificaron 12 millones de páginas de la CIA, de las cuales un total de 12.500 tratan sobre España. Y en muchas de ellas destaca el nombre de Juan Carlos I. Concretamente, lo que los papeles desclasificados destapan es que Juan Carlos I pactó en secreto con Hassan II que la avanzadilla de la Marcha Verde pudiera entrar unos cientos de metros en la colonia española de cuya frontera norte se habría ya retirado previamente el Ejército español, para facilitar la maniobra. También aceptó que una delegación de medio centenar de funcionarios y agentes secretos marroquíes entrasen en esas fechas en El Aaiún, la capital del Sáhara. De hecho, las tropas españolas recibieron órdenes desde Madrid de mirar hacia otro lado. Únicamente el Frente Polisario se enfrentó valientemente a los invasores, ante el desconcierto de las tropas coloniales españolas que observaban la ocupación marroquí entre impasibles e impotentes. En fin, unos hechos absolutamente vergonzosos. 

 

Pero el cinismo del joven monarca era aún mayor, pues al llegar a El Aaiún, y ante los mandos militares destacados en el Sáhara, Juan Carlos I afirmó: "España cumplirá sus compromisos y deseamos proteger los legítimos derechos de la población civil saharaui". Solo dos meses después de estas palabras se firmaron en Madrid los Acuerdos Tripartitos, rechazados posteriormente por la ONU. Una jugada, en suma, muy sucia, indigna de cualquier gobernante o estadista que se precie de tal. Porque como hemos explicado, el objetivo de los susodichos Acuerdos no era otro que legalizar la ocupación marroquí y mauritana del Sáhara. Una ocupación que para entonces ya estaba casi concluida y que iniciaría una sangrienta guerra que duró más de 15 años. Miguel Urbán explica: "Hay autores que señalan que el príncipe Juan Carlos entregó el Sáhara español ante el temor de embarcarse en una guerra colonial con incierto resultado. Y que en esa decisión pesó bastante la experiencia portuguesa en Angola y Mozambique, antesala de la posterior Revolución de los Claveles, muy presente en las decisiones y miedos de la jerarquía franquista y especialmente en el futuro monarca. Pero ese supuesto cálculo "estratégico" omite que siempre hubo una alternativa sobre la mesa: que España hubiese delegado sus responsabilidades como potencia descolonizadora, traspasando la administración del territorio a la ONU, quien de forma interina por un período de seis meses organizaría y supervisaría el referéndum de autodeterminación en el Sáhara comprometido por la administración española. Así se estipulaba en el Plan Waldheim que insistentemente ofreció el Secretario General de la ONU para asegurar una solución que preservara los derechos del pueblo saharaui y permitiera a España cumplir sus compromisos internacionales. Una propuesta que Juan Carlos I, como Jefe del Estado en funciones, directamente rechazó". En efecto, enlazamos así con nuestra cita de entradilla de Víctor Arrogante, que también alude al llamado "Plan Waldheim" en ese mismo sentido: una cosa es proteger los intereses y la estabilidad de tu país, dejando de enzarzarte en peligrosas aventuras coloniales con terceros países, lo cual es muy legítimo, y otra cosa muy distinta es abandonar consciente y planificadamente a todo un pueblo que dependía absolutamente de nosotros, en su administración, para que fuera ocupado por una potencia extranjera, sin importar cuál será el destino de esa gente. Evidentemente, a Juan Carlos I solo le importó su Corona, y estuvo dispuesto a pasar por encima de cualquier otra circunstancia, ni a evaluar siquiera las futuras consecuencias. Continuaremos en siguientes entregas.

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6 enero 2021 3 06 /01 /enero /2021 00:00

La explotación desgarradora del cuerpo y de la psiquis que constituye la prostitución, busca ser presentada por el poderoso lobby proxeneta (que tiene capital en empresas varias) como un «empoderamiento» y un «ejercicio de libertad». Además de destruir a las personas prostituidas, la banalización de la prostitución vulnera al conjunto de los seres humanos, al hacer que el ejercicio del abuso de poder y de la crueldad sean banalizados; nos vulnera a todas las mujeres porque establece que las mujeres «pueden ser consumibles», «allanables», «saqueables». Entre las promociones más lesivas de la violencia contra las mujeres, encontramos al porno y la prostitución, que es la cosificación absoluta del ser humano

Cecilia Zamudio

Tomando de nuevo como referencia este estupendo artículo de Cecilia Zamudio, de donde procede la cita de entradilla que hemos destacado, recogemos a continuación el testimonio de un ginecólogo alemán que trabaja con mujeres prostituidas: "Las condiciones de salud de estas mujeres son catastróficas: con 30 años muchas han envejecido de manera prematura, todas tienen dolores abdominales permanentes, gastritis e infecciones frecuentes (...) y todo tipo de enfermedades de transmisión sexual. El trauma psicológico lo alivian con alcohol y fármacos. Hay un incremento en la demanda de mujeres embarazadas para ejercer la prostitución. Estas mujeres tienen que dar servicio a entre 15 y 40 hombres diariamente de manera continuada hasta dar a luz. Muy frecuentemente acaban abandonando al bebé, volviendo al trabajo tan pronto como les es posible, lo que en ocasiones es 3 días después de dar a luz. Estas prácticas son irresponsables para la salud de la madre y del bebé, pudiendo provocar daños irreparables". Todo un dantesco panorama, como puede apreciarse. Y en cuanto al hecho de la regulación en el país germano, ya habíamos afirmado en anteriores entregas que la situación no había aportado nada nuevo. De hecho, el Ministerio de la Familia alemán reconoce en un informe que "ni las condiciones laborales ni la posibilidad de salir de la "profesión" han mejorado. La operadora de un burdel afirmó que valoraba la ley de la prostitución porque reducía la probabilidad de redadas. De hecho, afirmó que la ley era más ventajosa para quienes operan burdeles que para las prostitutas". Por su parte, el fenómeno del turismo sexual se ha globalizado como efecto de la misma globalización del capitalismo, y es un fenómeno que crece de la mano de un sistema que por un lado empobrece, y por otro promueve la barbarie, la tortura y la misoginia a través de todo su aparato cultural. Y son los mismos gobiernos de determinados países los que promocionan su país para el turismo sexual, legitimando toda esta salvaje economía sumergida, y haciéndola aflorar como parte del PIB. ¿Es que acaso pueden medir estas aberraciones el índice de riqueza de un país?

 

Como también hemos señalado en anteriores entregas, la medida de modificación legal en el sentido abolicionista, que es por el que aquí apostamos, debería ir acompañada de varias medidas estructurales y globales, que en el capitalismo no se van a tomar porque contravienen los propios intereses del sistema. Pero si no se adoptan, es evidente que estamos abandonando a su suerte a las mujeres prostituidas, sin medios y sin recursos para poder llevar una vida digna. Estas mujeres deberían tener salidas laborales reales, dignas, que les permitan un sustento para ellas y sus familias. A toda esta problemática se suma que más del 90% de las mujeres prostituidas son migrantes, es decir, mujeres captadas por estas redes, atenazadas entre el empobrecimiento que las empuja al éxodo y leyes de inmigración lesivas y despiadadas que provocan el sometimiento de estas mujeres a todo tipo de organizaciones opresoras. Son mujeres absolutamente dependientes, y anuladas por su propia situación. No podemos ni siquiera imaginar hasta qué punto llega la maldad y la aberración capitalista por conseguir sus objetivos. Estas mujeres viven cosificadas, ignoradas en sus necesidades y maltratadas, sometidas a un tremendo estrés y dependientes de los fármacos y estimulantes para poder funcionar a tiempo completo. Algunas mujeres han contado que después de sus primeras experiencias en la prostitución, tenían la sensación de haber muerto. Ya no son capaces de sonreír, ni de pensar, sus vidas han sido completamente cooptadas. Todas ellas viven traumatizadas, y es típico que desarrollen todo tipo de depresiones, pesadillas, problemas físicos, problemas psicosomáticos, etc. Pero aún hay más: es muy significativa la población de mujeres en riesgo de ser abocadas a la prostitución por causa del maltrato que han padecido durante su infancia. Zamudio recalca: "Una vez más, topamos con los límites que impone el mismo sistema: la existencia de maltrato infantil, de abandono, de familias desestructuradas, de violación intrafamiliar, responde a un sistema que genera barbarie y desestructuración social, al que muy poco le importa la infancia maltratada, con hambre, violada y explotada. Responde a condiciones de vida alienantes y bestializantes". 

 

Y por supuesto, no podemos olvidar las medidas para erradicar la demanda, es decir, a los puteros o prostituidores. Educados en la alienación del sistema dominante, haría falta implementar una educación que restituya los valores, que contemple una correcta educación sexual, y unos productos culturales destinados a fomentar la igualdad, el respeto, la empatía, la dignidad, el pensamiento crítico, la ternura, la solidaridad, etc. Son valores diametralmente opuestos a los que imperan bajo el capitalismo, por lo cual el sistema no los ve con buenos ojos, ya que contraviene su estrategia de perpetuación. Todo el conjunto del aparato cultural también es interesante complementarlo. Hoy día, productos como medios de comunicación, industria cinematográfica, productos musicales, videojuegos, contenidos educativos, instituciones religiosas, etc., promueven incesantemente el machismo, el racismo, el individualismo, el hedonismo, la competitividad, el consumismo, la cosificación, la banalización de los malos tratos y de la tortura, el patriarcado más brutal...Valores que acompañan a la prostitución, pues este fenómeno es hijo de civilizaciones alienantes como la capitalista. Hay que comprender que el capitalismo se sostiene gracias a la violencia descarnada y a la alienación mental de las personas, sus medios (educativos, culturales, de comunicación...) difunden paradigmas de discriminación, de sumisión y de explotación, y legitiman estas cosmovisiones como tolerables. Por tanto, el abolicionismo debe atacar en varios planos a la vez: el plano legal (dictando leyes que imposibiliten de facto la existencia del fenómeno), el plano de trabajar por una cultura emancipadora (para prevenir que nuevas generaciones continúen consumiendo prostitución o turismo sexual), el plano de protección social amplia para las mujeres prostituidas, y por supuesto, y el más difícil de todos, el plano de la lucha sin cuartel contra las mafias que a nivel internacional trafican con el cuerpo de estas mujeres, y se lucran con su captación y venta a redes subsidiarias o a "clientes" finales. 

 

Pero como venimos advirtiendo, el abolicionismo mundial e integral es complicado, aunque no imposible. Y ello porque un abolicionismo integral solo sería posible cuestionando el propio capitalismo, sus relaciones de producción y de consumo, de desecho y de interdependencia, sus redes de explotación, porque todo ello es lo que genera la dramática cantera de mujeres esclavizables, esa cantera de seres humanos indefensas y desprotegidas que son explotadas por empresarios déspotas y salvajes, proxenetas que disfrazan su negocio de múltiples formas bajo el paraguas capitalista, y que tienen el cinismo de banalizar la barbarie. Como venimos afirmando, la prostitución es un complejo fenómeno mundial sostenido por fracciones enteras del imperialismo y de la gran burguesía internacional. Por tanto, dejemos esa consabida frase de que "la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo", para concebir y difundir que es una de las explotaciones más criminales, salvajes, antiguas y aberrantes, multiplicada durante siglos de existencia de un sistema de clases sustentado en la explotación, la alienación y la violencia. Si no lo detenemos, si nos hacemos cómplices de él, aunque solo sea bajo un halo de tolerancia, continuará y crecerá aún más la vulnerabilidad social y las peores formas de explotación, como la prostitución o los "vientres de alquiler". Hay que dejar de ser tolerantes con estas manifestaciones. Hay que dejar de mirar para otro lado. Hay que dejar de reír las gracias a los proxenetas y prostituidores, hay que hacer sonar todas las alarmas ante una juventud que no solo no se escandaliza ante este fenómeno, sino que además lo consume cada vez a más tempranas edades. Hay que ser tajantes ante este fenómeno: la legalización, despenalización o regulación de la prostitución es, simplemente, un regalo para los proxenetas y prostituidores, para los traficantes de mujeres y para la industria capitalista del sexo en todas sus vertientes. Sólo el abolicionismo garantiza una clara oposición a los intereses de estos actores. Intentar "dignificar" la prostitución como un trabajo no supone dignificar a la mujer, sino a la toda la industria que la explota y consume. 

 

Pero dejemos claro un asunto: la postura abolicionista jamás puede cargar las tintas contra las mujeres prostituidas. Ellas siempre serán las víctimas. Es decir, no estamos a favor de las acciones de los Cuerpos de Seguridad del Estado (Policía, Guardia Civil...) en contra de estas mujeres, atosigándolas, persiguiéndolas, para impedir su visibilidad en determinadas zonas, hechos que después derivan en detenciones y expulsiones en aplicación de las poco compasivas leyes de extranjería. Lo que defendemos que hay que atacar es la demanda, es decir, los puteros o prostituidores. Si estas mujeres se quedan sin demanda porque el sistema las intercepta, no podrán trabajar y deberán ser rescatadas, para ser objeto a continuación de todo el plan de protección social que hemos indicado más arriba. Es exactamente esto lo que hay que hacer. Se debe acabar con el concepto de sexo como mercancía, que es básicamente lo que hace el capitalismo moderno: mercantilizarlo todo. No solo productos, bienes y servicios, sino además los que están relacionados con los derechos y libertades fundamentales, e incluso, como en el caso de la prostitución, los que están ligados con los propios cuerpos de las personas, de las mujeres en este caso. Y al someterlo todo a los mercados, el capitalismo consigue la enajenación. Por tanto, y desde el punto de vista anticapitalista, la prostitución, al igual que todo el conjunto de la llamada "industria del sexo", es inseparable del capitalismo. Es el capitalismo quien crea estos monstruos. Por tanto, solo acabando con el capitalismo, con sus valores y sus relaciones de producción, se podrá acabar con las condiciones sociales que permiten la existencia de este execrable fenómeno, así como la alienación asociada al mismo. Si conseguimos eliminar (o al menos reducir en gran medida) la pobreza, las mujeres dejarán de tener esa presión encima. Las propias políticas de inmigración también tienen que cambiar, pues de forma indirecta también favorecen la existencia de mafias de todo tipo. Por su parte, la precariedad laboral, la falta de acceso a viviendas, las luchas a favor de la igualdad por los colectivos LGTBI...también son factores de lucha contra la prostitución. Y por supuesto, las guerras y conflictos armados, los Estados fallidos, son otra causa importante de desastres humanos, y de forma indirecta, también aumentan enormemente los índices de prostitución. Continuaremos en siguientes entregas.

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4 enero 2021 1 04 /01 /enero /2021 00:00
Viñeta: Tjeerd Royaards

Viñeta: Tjeerd Royaards

En un mundo lleno y progresivamente devastado, la estrategia a adoptar es la de “cartilla de racionamiento”. No se trata de que la oferta responda a los deseos de las personas, sino de saber cuánto es razonable consumir y gestionar la demanda para que se corresponda con lo que es físicamente posible

Yayo Herrero

El decrecimiento no es una alternativa, sino una matriz de alternativas que abren un nuevo espacio de creación, liberadora del yugo impuesto por el totalitarismo económico. Esto quiere decir, que no debemos pensar una sociedad de decrecimiento de la misma manera en Texas que en Chiapas, en Senegal o Portugal. El decrecimiento re- abre la nueva trayectoria humana hacia múltiples destinos. No podemos ofrecer un modelo “llave en mano” de sociedad de decrecimiento, sino un bosquejo de los fundamentos de cualquier sociedad no productivista sostenible y ejemplos concretos de los programas de transición hacia ella

Serge Latouche

Sí, el Decrecimiento. No como paquete cerrado de medidas a implementar, sino como un concepto sobre filosofía política que ha de adaptarse a cada lugar concreto del planeta, orientándolo siempre a los mismos objetivos generales. Algunos autores críticos o detractores del Decrecimiento han presentado una imagen frívola o infantil del mismo, o han argumentado que no es en realidad una alternativa anticapitalista. Quizá no lo sea en sí misma, como por ejemplo tampoco lo es la Renta Básica Universal, pero lo que tenemos muy claro es que si pretendemos alcanzar modelos sostenibles de economías y de sociedades, hemos de hacer caso urgente a la filosofía del decrecimiento. Nosotros estimamos el decrecimiento como la semilla para orientarnos hacia otros modelos de sociedad, hacia otros objetivos económicos, hacia otros valores sostenibles. Tampoco la frugalidad en sí misma es una medida anticapitalista, pero es evidente que nuestras sociedades han de tender hacia ella si pretendemos estar mejor preparados ante el abismo civilizatorio que se avecina. El Decrecimiento es un puntal fundamental, pero cuando hablamos de decrecimiento, no hablamos de un crecimiento negativo o de un crecimiento cero o estacionario: el decrecimiento no es una adaptación a las fluctuaciones económicas en disminución. No es una recesión. El Decrecimiento es una elección política que conduce a una reducción voluntaria y anticipada de la utilización de la energía y de los materiales; a una redefinición de las necesidades y a la elección de una "abundancia frugal". Jorge Riechmann lo ha dejado muy claro con sus ejemplos: "El concepto clave no es "electromovilidad": es menos movilidad. No es "turismo consciente": es menos turismo. No son "finanzas solidarias": es expropiar la banca privada. No es "economía verde": es contracción económica de emergencia. No es "desarrollo sostenible": es construir resiliencia ante el colapso ecosocial, decrecer de forma justa y ordenada". Pues eso. El Decrecimiento cuestiona la noción occidental del progreso (también lo hace la visión indigenista) y la imposición universal de esa visión. Por eso no hablamos de un "Universo", sino de un "Pluriverso", en plena, total y armónica convivencia de culturas y cosmovisiones.

 

El Decrecimiento busca la relocalización de las actividades, la desglobalización, la redistribución de las riquezas, la recuperación del sentido del trabajo, las tecnologías democráticas y amigables, el desaceleramiento y el poder de las comunidades libres de base. El Decrecimiento es la expresión de varias corrientes de pensamiento crítico: crítica del fundamentalismo de mercado y de la globalización neoliberal, crítica de la tecnolatría (creencia irracional en que la ciencia y la técnica podrán solucionar cualquier problema que ocurra en el futuro), crítica del antropocentrismo (hemos expuesto a fondo este concepto en nuestro bloque sobre el Animalismo) y de la racionalidad instrumental, crítica del "homo economicus" y del utilitarismo, y crítica del exceso, del derroche y del despilfarro, es decir, crítica de la filosofía del más lejos y más rápido. Y por supuesto, el decrecimiento lleva implícitas las críticas a las visiones del "progreso" y del "desarrollo" de la filosofía capitalista, así como su acepción sobre el "bienestar". Hay que abandonar las falacias que, durante estas últimas décadas, el capitalismo ha intentado vendernos para crear de sí mismo una cara más amable: "desarrollo sostenible", "capitalismo verde", "capitalismo de rostro humano", etc., pues todas ellas se han demostrado absolutamente contradictorias, y por tanto como claros oxímoron, para ser implementadas en la práctica. No obstante, y como también hemos advertido, el decrecimiento es discutible para las sociedades del Sur global, sociedades que no han alcanzado un alto nivel de crecimiento y en las cuales su huella ecológica es baja y además las necesidades y derechos básicos de la población aún no han sido satisfechos. En el contexto de estas sociedades, el decrecimiento ha de ser entendido como un llamamiento a no entrar en la sociedad del crecimiento (al menos a no hacerlo más allá de garantizar la satisfacción de las necesidades básicas), a romper con la dominación económica y cultural de los países del Norte global (podríamos llamar a este proceso de descolonización), a encontrar el sentido de la autolimitación y de la moderación, muy presente en las culturas tradicionales. En una palabra, el decrecimiento para los países del Sur debe ser entendido como una llamada para que no recorran el equivocado camino de los países del Norte, y se centren en sociedades justas, garantistas e igualitarias. 

 

Por su parte, las transformaciones que proponen el Ecofeminismo y el Ecosocialismo, dos de los paradigmas que también complementan los postulados donde se asienta el Buen Vivir, se apoyan básicamente en poner en evidencia la importancia de las bases materiales del cuidado y sostenibilidad de la vida, así como en denunciar los anclajes del sistema de dominación capitalista, que son principalmente la invisibilización, la desvalorización, el menosprecio, la explotación, el despojo y la apropiación del saber, del conocimiento, del trabajo y de todas aquellas actividades (realizadas en su mayoría por mujeres) sin las cuales la supervivencia humana, la producción y la reproducción de la cultura y de la sociedad serían imposibles. Estas disciplinas nos traen sobre todo los conceptos de Ecodependencia y de Interdependencia, mostrándonos la importancia de concebir al ser humano inserto en una dependencia con los demás seres del planeta, y entre los demás humanos entre sí. La vida es el centro, y no puede ser entendida en base a modelos de competitividad, sino a modelos de cooperación y de apoyo mutuo. En definitiva, el Buen Vivir se sustenta en el posdesarrollo, en el posextractivismo, en los derechos de la Naturaleza, en el Animalismo, en éticas biocéntricas y del cuidado, en el cuidado de los bienes comunes, en la transición socioecológica justa, cuyas claves son tanto la defensa de lo común como la recreación de otros vínculos con la Naturaleza y el resto de seres vivos, así como la transformación de las relaciones sociales. Todo ello en clave de justicia social y ambiental. Todo ello regado con los aportes del Ecosocialismo y del Ecofeminismo, con la teoría del Desarrollo a Escala Humana, con el Biocentrismo y el Animalismo, como puentes o pegamentos entre todas las disciplinas a implementar. Desde los aportes del mundo indígena, pero adaptados a la idiosincrasia y características de cada territorio, el Buen Vivir deberá concretarse y adaptarse a cada comunidad. No es un camino ya hecho. No es una receta cerrada. No es una solución enlatada, sino una orientación que hay que recorrer. Y cómo no, hay que completar todo ello interiorizando nuevos conceptos, valores y comportamientos. Primera idea a tener muy clara: cuando hablamos de la "humanidad" como responsable del colapso social, no nos estamos refiriendo a todos los seres humanos en concreto que habitamos el planeta, sino al perverso sistema socioeconómico, llamado capitalismo, que hoy día lo impregna todo (sistema político, valores hegemónicos, legislaciones, modelos científicos y técnicos, valores culturales, relaciones entre naciones, valoración hacia el resto de seres vivos, ética imperante, sistema económico...). Lo aclaramos para los críticos muy susceptibles, que los hay. 

 

Bien, una vez aclarado que el responsable es el sistema, es evidente reconocer que nosotros (TODOS NOSOTROS, PRÁCTICAMENTE EN TODO EL MUNDO) somos hijos de ese sistema. Nos han educado en ese sistema. Hemos crecido comprendiendo, asimilando y adorando ese sistema. Y cultivamos el sistema. Nuestras mentes están palmo a palmo modeladas en el sistema capitalista. Por eso precisamente votamos, en mayoría de países, a formaciones políticas que perpetúan el capitalismo. Es precisamente en ese sentido cuando hablamos de que "la humanidad" es la responsable. Es la humanidad la que perpetúa el capitalismo porque los adalides del capitalismo han sabido hacerlo evolucionar muy inteligentemente, para que sea normalizado en la mente de miles de millones de personas en todo el mundo. Pero los verdaderos responsables son esos adalides del capitalismo, los grandes capitalistas, los terratenientes, los dueños de las grandes fortunas, los propietarios de las grandes compañías transnacionales, los gestores de los medios de producción, etc., los que de verdad son responsables de la deriva que nos está conduciendo al colapso. Los políticos y el conjunto de la ciudadanía actúan únicamente como correa de transmisión de los valores y del propio funcionamiento del capitalismo. Es precisamente esto lo que hay que atacar, y ello porque no podremos cambiar la vida si no cambiamos nuestra propia vida. Desde este punto de vista, nos parece necesarios abordar una revisión profunda de nuestros viejos patrones de conducta, lo que supone cuestionar esquemas mentales, criterios de valoración de la vida y afirmaciones y creencias que hasta ahora hemos dado por supuestas. Es éste un paso indispensable para comenzar siquiera a imaginar un futuro viable para la humanidad dentro de este planeta. Ojo, no del planeta, que seguirá su curso, sino de la humanidad (y de gran parte del resto de seres vivos). Todo un conjunto de ideas preconcebidas, de falsos clichés, de ataduras mentales, de prejuicios y de complejos, de mecanismos de defensa, de argumentarios consabidos, de valores irracionales y alienantes, de conductas y comportamientos desbocados, etc., han de ser desterrados de nuestros imaginarios, de nuestro día a día, de nuestros objetivos, de nuestros mal vivires, para poder alcanzar el Buen Vivir. 

 

Y así, no solo nuestros modelos de producción y consumo, sino también los modelos de éxito individuales y colectivos han de ser revisados y sometidos a profunda crítica. Los modelos educativos pueden ayudar en esta tarea, pero nos encontramos con la famosa pescadilla que se muerde la cola: el sistema capitalista va a intentar impedir por todos los medios que se instalen modelos educativos que formen a personas libres y críticas, en vez de a personas obedientes y adocenadas, que es lo que le interesa. Por su parte, los peligrosos valores del neoliberalismo imperante han de ser desechados, y sustituidos, entre otros, por el sentido de comunidad, por el valor de lo local, apreciar los valores de nuestro entorno ecológico, descubrir y valorar la belleza del territorio que nos acoge, consumir productos de proximidad, valorar los bienes comunes (que son y deben ser de todos), etc. Y hay que atender también a otros objetivos, que Jorge Riechmann resume con las siguientes palabras: "Ligero, lento, cercano, silencioso, solar. Cinco adjetivos que bastan para definir esa otra manera de estar en el mundo que necesitamos desesperadamente". También necesitamos desprendernos de prejuicios, reconectar con la Naturaleza, reapropiarnos del tiempo, dotarnos de conciencia sobre los límites biogeofísicos, adoptar sobriedad en nuestras formas de vida, etc., actitudes todas ellas que ya fueron comentadas con profundidad en anteriores entregas. Todo ello con el fin de ir modelando y asumiendo mentalmente formas de vida más humanas, más amables, respetuosas e integradas con la Naturaleza, y más igualitarias en el plano social. Formas de vida nuevas, en fin, basadas en otra concepción de las necesidades y de lo que significa vivir bien. Una nueva reorientación ética y simbiótica que nos conduzca a rechazar los modelos de vida que nos han traído hasta este punto de nuestra civilización. Bien, una vez finalizadas las conclusiones finales sobre todo lo que hemos contado durante esta serie de artículos, no queríamos finalizar sin abordar la problemática actual de la pandemia de Coronavirus (SARS-COV-2), por supuesto desde el prisma y el enfoque que se relaciona con el Buen Vivir, es decir, como hecho mundial actual derivado de nuestra peligrosa deriva civilizatoria. Lo haremos a partir de la próxima entrega.

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1 enero 2021 5 01 /01 /enero /2021 00:00
Sáhara Occidental: el Régimen del Terror y del Silencio (IV)

Frente a la indiferencia internacional, a las promesas incumplidas durante más de cuarenta años y a la dureza de la represión marroquí de las protestas, nosotros los saharauis no vamos a dejar la lucha por nuestros derechos vía generacional

Aminetu Haidar (activista saharaui)

Y así como la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental no ha sido reconocida por ningún país del mundo (exceptuando el reconocimiento interesado por parte de Donald Trump hace dos semanas, que no estamos seguros que la Administración del Presidente entrante Joe Biden confirme), la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ha sido reconocida por más de 80 países. Por tanto, si el referéndum de autodeterminación no se ha celebrado ya ha sido por la incompetencia de la ONU, así como por la cobardía de algunos países, entre los cuales se encuentra, a la cabeza de todos ellos, España. Por su parte, la Monarquía alauita tampoco está dispuesta a reconocer el derecho a la autonomía regional, por lo cual debería ser España y el resto de la comunidad internacional la que ejerciera presión para poder contrarrestar esta situación y promover el referéndum. Víctor Arrogante resume magníficamente la situación en este artículo de su propio Blog: "En resumen, para la ONU el Sáhara Occidental es un territorio español pendiente de descolonización y nunca ha reconocido a Marruecos como potencia administradora. El Tribunal Internacional de La Haya concluyó que no existe ningún vínculo de soberanía entre el territorio del Sáhara Occidental y el Reino de Marruecos. Los distintos gobiernos de España, desde el final de la dictadura franquista, se han alineado con la ONU. El Gobierno de Zapatero se comprometió a hacer todo lo necesario para una solución, pero su actitud de acercamiento a Rabat de hecho se entiende como abandono de la línea de apoyo a la causa saharaui. El Partido Popular, tradicionalmente no alineado con la causa, defiende la nula responsabilidad española en el conflicto, con el vago deseo de que las partes encuentren rápidas vías de solución. Ceuta y Melilla aparecen en el tablero, cuando las autoridades marroquíes dejan claro que un cambio de la postura oficial española provocaría la reivindicación de ambas ciudades. Todo provocaría un aumento de la inestabilidad en la zona del Estrecho, que nadie quiere que ocurra". En efecto, todas las piezas del puzzle están endiabladamente colocadas, pero son todas ellas consecuencia de la dejación de responsabilidades de nuestro país. Si en su momento se hubiera zanjado el conflicto como era esperable y deseable (además de justo), no estaríamos ahora en esta situación. 

 

Y mientras tanto, y es lo más sangrante de todo, el pueblo saharaui sigue sufriendo. La política (mejor dicho los intereses políticos de países sin la solidaridad debida) sigue alejada de la realidad del sufrimiento de las personas, de espaldas al sufrimiento humano, ignorando el sometimiento de los pueblos. Más de 150.000 personas malviven en la parte del Sáhara Occidental bajo ocupación marroquí, sometidas a crueles violaciones de sus derechos más elementales. Por su parte, unas 30.000 personas viven en la parte del Sáhara controlada por el Frente Polisario. En los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, donde tiene su sede el Frente Polisario, viven aproximadamente unos 165.000 refugiados/as saharauis (90.000 según el cómputo de la MINURSO). Los refugiados dependen para su subsistencia de la ayuda humanitaria internacional que se viene desplegando para esta causa. Pero además, el muro construido por Marruecos lleva provocando que miles de familias se encuentren separadas desde hace décadas. Y así llevamos décadas de un conflicto estancado, dejando que cientos de miles de personas continúen viviendo en la más oscura precariedad, porque la comunidad internacional ni el interés geopolítico de los países en liza no tienen la suficiente valentía ni determinación para acabar con este conflicto. Y únicamente el referéndum será una solución válida, puesto que las que se han planteado hasta ahora como alternativas son claramente injustas: por un lado, la concesión del estatus de autonomía dentro del territorio marroquí, durante un período de 5 años, es completamente inadmisible, si se mantiene la idea de que bandera, moneda, aduanas, política exterior, asuntos internos, política comercial, policía y justicia, entre otros aspectos, sigan dependiendo del reino alauita. Por otro lado, la alternativa de división del territorio en dos partes, es igualmente inaceptable si Marruecos, como pretende, se queda con la zona del norte, que es la que concentra los mayores recursos naturales de la región. ¿Cuál sería entonces la mejor solución?

 

Pues para nosotros, reside en cambiar el imaginario dominante, comenzando por abolir todas las formas y vestigios de colonialismo: en el caso que nos ocupa, habría que alcanzar un estatus de completa independencia, bajo un régimen republicano, y por supuesto garantizando las libertades y derechos ciudadanos fundamentales. Precisamente los defensores del referéndum de autodeterminación poseen este proyecto de país para la RASD. Pero hasta ahora, únicamente han recibido palos en las ruedas. Nuestro país es, sin duda, el actor fundamental en todo este conflicto, ya que nuestras relaciones con el Sáhara se extienden en el pasado largo y tendido. Para hacer valer, una vez más, la responsabilidad española ante el territorio del Sáhara Occidental, tomaremos como referencia el testimonio de Abdalahe Hameyada Abdelcader, quien en su artículo "El ex-Sáhara español y la legalidad histórico-jurídica", explica lo siguiente: "La dilatada presencia de España en el Sáhara pasó por diversas vicisitudes y etapas históricas, en las que tuvieron lugar reorganizaciones administrativas, promulgaciones de leyes, reglamentos, etc., emanantes del ordenamiento jurídico español general (por supuesto teniendo en cuenta las peculiaridades del territorio, tales como religión, idioma o lengua árabe o hasanía, costumbres, justicia coránica...), que eran de general aplicación para todos los habitantes: peninsulares, saharauis y canarios, de igual manera. Todos ostentaban la nacionalidad española, sin distinción alguna. En toda esta etapa de colonización el Sáhara estaba integrado en los territorios bajo dominación española en África, conocidos con el nombre de África Occidental Española (AOE) y dirigidos desde Madrid por la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas, dependiente del Ministerio de la Presidencia del Gobierno. Durante el último y largo período colonial, la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas estuvo dirigida por Francisco Díaz de Villegas y el Ministerio de la Presidencia por el Almirante Luis Carrero Blanco, primero como Ministro subsecretario y después como Presidente del Gobierno hasta su fallecimiento [en atentado terrorista de ETA] en el año 1973. De hecho, el territorio de Ifni (Sáhara) tenía su capital en Sidi Ifni, donde residía el Gobernador General del territorio, cuyo mandato o jurisdicción se extendía hasta Lagüera como puesto extremo meridional. Había gobernadores en El Aaiún y Villa Cisneros. La organización administrativa y política, y sus normas de aplicación, tanto las de carácter general como las específicas al territorio están recogidas en una recopilación jurídica bajo el título de "Legislación Jurídica y Organización Político-Administrativa de Ifni y Sáhara", de José María Yanguas Miravete". 

 

Con esta breve semblanza histórica, podemos llegar a comprender hasta qué punto nos unían lazos y relaciones históricas (coloniales) con dicho territorio. Incluso se llegaron a crear colegios de enseñanza primaria e institutos de enseñanza media para posterior incorporación de sus estudiantes en las universidades españolas. Durante la última etapa, a partir de 1958, tanto Ifni como el Sáhara se convirtieron en provincias españolas de pleno derecho. Tanto es así que en el preámbulo de las leyes y normas que promulgaron su provincialización se decía textualmente que "son tan provincias españolas como Madrid, Burgos, Asturias o cualquier provincia española, sin distinción alguna", procediendo así a una nueva reorganización administrativa y política, en total y estrecho contacto con la Administración española de la época (franquista). Se nombraron sus gobernadores generales respectivos, y quedaron bajo la jurisdicción española a todos los efectos. Pero por si todo ello fuera poco, se crea la Seguridad Social, se crean cuerpos militares (Agrupación de Tropas Nómadas), Policía (Policía Territorial del Sáhara), se crean tribunales de justicia, tanto a nivel nacional como los peculiares al territorio (juzgado coránico), y sus habitantes disfrutan de la nacionalidad española con su DNI, pasaportes, libros de familia, Registro Civil español, etc. En definitiva, el Sáhara y sus habitantes alcanzaron una situación, tanto de hecho como de derecho, de plena equiparación e igualdad a todas las demás provincias españolas, y con los mismos derechos y deberes que los demás ciudadanos españoles de cualquier punto del territorio peninsular. Es evidente, después de todo lo indicado, que nuestro país era el único que podía dirigir de facto un proceso de descolonización en toda regla. Añadamos un dato más: la doctrina y la jurisprudencia españolas han reconocido en multitud de casos que la nacionalidad española de los saharauis es de origen. Así lo han venido dictando los tribunales españoles de todas las instancias: jueces y magistrados durante años en repetidas sentencias, Juzgados de Primera Instancia, Audiencias Provinciales, Audiencias Nacionales y el propio Tribunal Supremo, desde el año 1976 hasta la actualidad. 

 

Con todas estas credenciales...¿alguien puede negar la "españolidad" del Sáhara hasta 1976? ¿Es que puede haber equívoco en esta cuestión? ¿Es que algún tribunal podría dictar otro criterio a la luz de los hechos históricos, sociales, políticos, culturales y administrativos? Todo este panorama continuó como hemos descrito, hasta la entrada en la década de los 70, cuando se produce lo que Alberto Maestre, Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona, llama en este artículo "el despertar saharaui". Se trataba de la gestación de una especie de movimiento popular, de carácter nacionalista saharaui, que se movía aún en la clandestinidad, hasta el 17 de junio de 1970, cuando realiza su primera gran manifestación pública. Este movimiento popular de liberación se había extendido muy rápidamente, consiguiendo cada vez que más saharauis se identificaran con él, haciendo que las afiliaciones al mismo crecieran muy rápidamente por todo el territorio. Según explica Alberto Maestre: "Básicamente, el Movimiento de Liberación demandaba simples mejoras para los saharauis, muchos de los cuales vivían en condiciones precarias, existiendo un elevado número de jóvenes que no tenía ningún tipo de trabajo. Además, solicitaban también el fin de la corrupción de los chiuj, y una independencia final del país, pero por medios pacíficos y de mutuo acuerdo con la potencia colonial". Los saharauis desconfiaban totalmente de España, pues temían que finalmente nuestro país los abandonara a su suerte, porque además ya existían precedentes (Cabo Juby fue cedido a Marruecos en 1958). Por este tiempo ya Marruecos ejercía presión para que España le cediera unilateralmente el Sáhara Occidental, al margen de las resoluciones de las Naciones Unidas y en base a absurdas reclamaciones históricas (recordemos que el Tribunal Internacional de Justicia las desestimó) sobre un territorio que nunca había sido marroquí, pero que simplemente interesaba por cuestiones geoestratégicas. La manifestación en 1970 de este primer Movimiento de Liberación fue violentamente reprimida por la Legión, y su líder fue recluido en prisión, sin volver a saberse nada más de él, al menos oficialmente. Según Alberto Maestre, las evidencias dejan claro que fue impunemente asesinado, después de haber sido sometido a torturas. Todos estos sucesos fueron el inicio de la lucha por la emancipación del pueblo saharaui, más de medio siglo de lucha frente al colonialismo español y luego marroquí, que continúa en la actualidad. Continuaremos en siguientes entregas.

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30 diciembre 2020 3 30 /12 /diciembre /2020 00:00

La prostitución está dirigida por y para los varones. La prostitución es posible porque existe el poder de los hombres como clase dominante sobre las mujeres. Los pocos hombres que están en la prostitución lo están normalmente al servicio de otros hombres, e incluso cuando son las mujeres sus clientes este intercambio comercial no refleja menos las desigualdades de clase, de raza, de edad o de otras relaciones de poder entre la persona que compra y la que es comprada

Enrique Javier Díez Gutiérrez

Fijaos, queridos lectores y lectoras, hasta qué punto es cierta la cita de entradilla, que Rosa Cobo destaca lo siguiente en su texto (ya referido en las primeras entregas) "La prostitución en el corazón del capitalismo": "Una reciente investigación de la OIT y la Walk Free Foundation señala que de las más de 40 millones de personas víctimas de la esclavitud moderna en 2016, la mayoría eran mujeres y niñas (cerca de 29 millones, el 71% del total). Las mujeres representan asímismo el 99% de las víctimas del trabajo forzoso en la industria del comercio sexual y el 84% de los matrimonios forzosos, mientras que a los hombres se les explota mayoritariamente en la industria minera, pesquera o como soldados. El Informe Global sobre Trata de Personas 2016 de la ONU sostiene que la explotación sexual y el trabajo forzoso constituyen las modalidades más detectadas de trata de personas, que representa unos beneficios de 32.000 millones de euros anuales para las mafias. El lucro y las reducidas tasas de condena suponen un acicate para quienes se dedican al negocio. La mendicidad, los matrimonios forzados, la pornografía o todo tipo de fraudes se incluyen en la noción de trata, de la que según Naciones Unidas, no hay países inmunes". Es una industria globalizada, multisectorial, interconectada, con un modo de funcionamiento similar al de las grandes corporaciones capitalistas. Sus beneficios anuales superan al de varias multinacionales juntas, y como vemos, constituye la espiral más cruel y despiadada del capitalismo neoliberal. Es fundamental que todo esto se sepa, que se le dé difusión, que exista conciencia de este escandaloso fenómeno, precisamente para que sirva como efecto disuasorio fundamental hacia los "clientes" (puteros) de la prostitución, ya que sin ellos (la demanda) no existiría la oferta. En sentido general, el prostituidor o cliente consume prostitución sin querer saber que la mujer está allí bajo una coacción evidente, en una situación de vulnerabilidad extrema o en una situación administrativamente "irregular" (las comillas pretenden decir que nadie debería estar en este estado, pues ninguna persona es "irregular"). No quieren saber, no les interesa saber, no les preocupa saber. La propaganda ha vencido a la sensibilidad, a la humanidad, a la democracia y a los derechos humanos. 

 

La inmensa mayoría de los clubes de alterne actuales son pequeñas "sucursales" de la extensísima red mafiosa que les da cobertura, y por tanto, sus chicas simplemente "llegan" cada cierto tiempo desde lugares distintos, donde han sido captadas por estas redes criminales, típicamente bajo engaños y promesas de falsos empleos en los países de destino. Y como decimos, es fundamental que los hombres que acuden a la prostitución sean conscientes de esta terrible realidad, porque solo mediante una clara conciencia de este cruel hecho seremos capaces de frenar este fenómeno (aunque no sólo, como ya hemos discutido en entregas anteriores). Por tanto, nunca existe "libertad" en un burdel, nunca hay una posición de igualdad entre el cliente y la prostituta, así que no valen argumentos como que ellos (los prostituidores) le dan dinero por sexo a una mujer con necesidad en un contrato libremente establecido. Esto es una clara barbaridad. Lo que existe es una situación de poder frente a opresión, de dominancia frente a necesidad, de libertad frente a esclavitud. Resulta imposible justificar que exista un consentimiento por parte de la mujer prostituida. No puede haberlo cuando las mujeres provienen de situaciones de extrema precariedad, y además en un alto porcentaje se encuentran prácticamente secuestradas por estas redes mafiosas, que suelen además amenazar a las prostitutas a través de sus respectivas familias en sus países de origen. No obstante, como señala Rosa Cobo en su texto, no es la pobreza la única razón que conduce a que la prostitución se transforme en la industria del sexo, sino que también influyen las instituciones y organismos del capitalismo internacional (legitimando dicha aberración como negocio) y la presencia de nuevos empresarios proxenetas, que lanzan discursos "liberales" sobre el asunto, con evidentes complicidades por parte de fuerzas políticas que compran y difunden dichos discursos. Estos "empresarios del sexo" desean para sus negocios una mayor legitimidad social y una mayor seguridad jurídica, por eso persiguen la regulación de la prostitución, por mucho que saquen la defensa de los derechos de las "trabajadoras del sexo". 

 

Como venimos comentando, la tarea abolicionista choca contra multitud de intereses creados en torno a estos "negocios" del sexo, que además bajo el escenario de la globalización poseen un poderío inmenso. Pero todo ello, y así lo estamos defendiendo, no debe ser causa para cruzarse de brazos, y entrar en una política permisiva, cómplice y sobre todo cínica, pues existen multitud de medidas que se pueden tomar para hacerle la vida muy complicada a la prostitución en cualquier país, como por ejemplo España. Salvando las distancias, podríamos extrapolarlo al asunto de los paraísos fiscales, donde también podríamos pensar lo mismo: "Uf, eso está extendido por todo el mundo, aunque quisiéramos sería imposible acabar con ellos". Efectivamente, ningún país por sí mismo podrá acabar definitivamente con los paraísos fiscales, porque se necesitarán políticas conjuntas de diferentes Estados, asociaciones y organismos internacionales de carácter económico. Pero eso no es óbice para que, a nivel local, se puedan (y deban) hacer muchas cosas. En el caso que nos ocupa de la prostitución, para el caso de España (en realidad cualquier país) y tomando de nuevo las palabras de Rosa Cobo: "Lo primero es ilegalizar la industria del sexo, es decir, los clubes, los hoteles que son burdeles, los edificios o pisos que funcionan como tales, las agencias. Con ello se disuade a los proxenetas de que nuestro país es un buen lugar para invertir y blanquear su dinero. Segundo, mediante las multas, se penaliza la demanda, otra parte imprescindible. Y tercero, a la vez, hay que implementar políticas públicas para las mujeres. En España hay entre 300.000 y 100.000 mujeres en prostitución, por supuesto, las medidas para ilegalizar deben estar acompañadas de estas políticas". Es evidente que si cada país se tomara en serio este asunto, complicaríamos bastante la vida a los proxenetas, y de camino, a las redes de tráfico de mujeres que se lucran con su explotación sexual. Y a este respecto, los medios de comunicación (que en todos los asuntos poseen una gran importancia) lo que hacen (al menos los dominantes) es multiplicar el cinismo y la hipocresía en torno a este tema, retorciendo el significado de las palabras, adoptando eufemismos perversos y normalizando las explotaciones más aberrantes. Es muy evidente que si los medios de comunicación adoptaran la visión abolicionista otro gallo nos cantara, pero como sabemos, los grandes conglomerados de la comunicación son también empresas sometidas a la lógica del gran capital, al cual no le interesa esta postura. 

 

Cecilia Zamudio, una de las más brillantes críticas mundiales sobre la criminalidad del capitalismo, lo ha expresado bien claro en este artículo para el medio digital Rebelion, que vamos a tomar como referencia a continuación: "Hay una correlación directa entre empobrecimiento y prostitución; además, numerosos estudios han revelado que gran parte de las mujeres prostituidas sufrieron maltrato en la infancia y padecen Trastorno de Estrés Postraumático: "sufrieron violencia o fueron desatendidas en la niñez (...) sufren de depresión, trastornos de ansiedad y adicción en índices muy altos. La mayoría han sido violadas (...) La mayoría dice que dejaría la prostitución de inmediato si pudierar hacerlo". Esa es la terrible realidad que buscan tapar con el barniz del discurso sobre la supuesta "elección libre". No nos dejemos engañar, por tanto. No existe elección libre en la prostitución, para la inmensa mayoría de casos en la estadística actual. Para la mayoría de mujeres prostituidas, su esclavitud es la continuación y la profundización desgarradora de todos esos traumas, por supuesto bajo los mimbres de sociedades capitalistas a las que les importa bien poco el dolor ajeno. Y zanja Zamudio la cuestión de una forma absolutamente tajante: "Que la clase explotadora, los proxenetas y la derecha hagan apología de esa falacia de la supuesta "libertad de elección" es coherente con sus putrefactos intereses; pero que gente que se pretenda "de izquierda" intente presentar una brutal explotación como algo casi bucólico, demuestra una carencia de empatía y de profundidad lacerantes". El trabajo de investigación titulado "Las voces expropiadas y el lobby proxeneta" denuncia lo siguiente: "...La prostitución es un negocio de proporciones siderales. Esa es la razón por la cual la burguesía internacional proxeneta y sus instituciones están apoyando con millones de dólares anuales la legalización de la prostitución; el capitalismo quiere blanquear y sostener esos negocios. A través de la Open Society Foundation, [George] Soros ha aportado 11 billones de dólares en los últimos 30 años para la despenalización de la prostitución (...) Otro millonario que pone fondos en organizaciones pro legalización es Bill Gates". El panorama, por tanto, permite una comprensión casi total del fenómeno, de los intereses en juego y del cierre del círculo en torno al oscuro mundo de la prostitución. La propaganda del lobby proxeneta posee tanta fuerza que consigue transformar los imaginarios colectivos en relación a este asunto. 

 

Y así, los intereses de las poderosas organizaciones y personajes que existen detrás de esta trama intenta esconder la auténtica realidad de las mujeres prostituidas, que no es más que una realidad siniestra. Cito de nuevo a Cecilia Zamudio, quien describe perfectamente esa realidad: "Los defensores de la legalización de la prostitución intentan esconder, tras la fábula del "empoderamiento", el dolor de las prácticas cada vez más extremas que piden los "señores puteros", que pagan por "fiestas de violación"; intentan esconder la explotación en cadena de proxenetas, puteros, rentistas y expendedores de drogas; esconder la drogodependencia y descorporalización que se instala para disociarse del horror; esconder la realidad de las mujeres empobrecidas, empujadas a migrar y arrinconadas por la brutalidad del sistema, urgidas a conseguir el sustento para sus hijos empeñando su salud física y emocional, a la merced de sádicos misóginos que pagan por ejercer poder". Quizá no se pueda describir mejor el horror que destila este mundo de la prostitución. Esta es exactamente la realidad. No puede ser disfrazada ni tolerada. No puede ser consentida por una sociedad que se precie de ser democrática. No puede ser avalada por ningún país o Estado que suscriba y se haga eco mínimamente de los derechos humanos más elementales. No puede, simplemente, existir en las sociedades del siglo XXI. Sin embargo, existe. El capitalismo es un monstruo que posee tanta fuerza, tanto poder, en tantas vertientes (económica, política, mediática, social, cultural..) que ha conseguido no solo que existan estas perversas realidades, sino que una buena parte de las sociedades actuales las toleren. Hoy día, por tanto, hemos de asistir con estupefacción al hecho de que este tipo de explotación tan salvaje y aberrante se esté llevando a cabo en el burdel de la esquina, en aquél club de carretera...En una palabra, delante de nuestras narices "democráticas". Hoy día la prostitución se parapeta en burdeles legales, no porque lo sean ex profeso, sino porque, simplemente, no son ilegales. Pero está demostrado que allí donde la prostitución está regulada, hay más trata de personas que en ningún otro lugar. Cecilia Zamudio recoge en su artículo multitud de informes que lo avalan, así como multitud de testimonios absolutamente desoladores. Recomiendo su lectura completa. Continuaremos en siguientes entregas.

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28 diciembre 2020 1 28 /12 /diciembre /2020 00:00

Las monarquías europeas del siglo XXI no son únicamente símbolos de representación del pueblo, no son simplemente caras que aparecen en monedas e inauguraciones. Son mucho más. Son, ante todo, representantes sindicales de una clase económica y social dominante, un cortafuegos político disfrazado de institución neutral que miente cuando dice que representa a todos los compatriotas por igual, un resorte de contención por si, llegado el caso, los ciudadanos votasen en la dirección equivocada según los intereses de los de siempre

Gerardo Tecé

Un tertuliano de una cadena me lo ha confirmado: “De Felipe tenemos prohibido hablar”. Y es lamentable, porque podría estar haciendo exactamente lo mismo que su padre, y “confiamos” en que no. Pero las condiciones legales e institucionales para hacerlo, las tiene. Sigue operando la misma falta de transparencia, puede hacer exactamente lo mismo… y funciona el mismo control de los medios de comunicación, que es lo más grave. Siempre que tengo ocasión de hablar, aunque me pregunten de Juan Carlos, siempre me refiero también a Felipe porque me parece escandaloso que estemos repitiendo la misma historia y le volvamos a proteger

Rebeca Quintans (autora de “Juan Carlos I: la biografía sin silencios”)

El pasado día 24 tuvimos ocasión de asistir, de nuevo, a un discurso navideño del Rey Felipe VI. Y aunque su duración fue ligeramente superior a otros años (casi 14 minutos), la esencia del mensaje fue la misma de siempre, es decir, ninguna. Un mensaje vacío, sin contenido, relleno de frases manidas y de repetidas referencias a los mismos consabidos marcos de leyenda (“2020 ha sido un año muy duro y difícil”), retrató los efectos de la pandemia en sus diferentes facetas, (“es lógico y comprensible que el desánimo y la desconfianza estén muy presentes”), mensajes de ánimo (“tenemos que afrontar el futuro con determinación y seguridad”), y llamadas al ego patrio (“en condiciones de dificultad, siempre hemos sido capaces de superarlas”), y a la ilusión (“ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar”), etc. ¡Qué fácil resulta dictar estas proclamas desde su atalaya de poder y comodidad!

 

Se acordó de los sanitarios, se acordó de las personas que lo están pasando mal (“Cada persona importa y mucho, por ello las personas, y las familias, deben ser nuestra preocupación fundamental”). El problema es que con que los demás se preocupen no come la gente. La gente come y paga sus necesidades fundamentales mediante recursos económicos, que si no se liberan y destinan para ello, la gente seguirá en la miseria. De los jóvenes se limitó a decir que “su nivel de desempleo es altísimo, y no pueden ser los perdedores de esta situación” (¿?) Afirmó que “durante este tiempo, las instituciones públicas (…) han funcionado bien”, lo cual no es cierto, hizo alardes al fallido e injusto proyecto que representa la Unión Europea, así como a nuestra Constitución (“nuestra Constitución nos garantiza nuestro modo de entender la vida, nuestra visión de la sociedad y del ser humano, de su dignidad, de sus derechos y libertades”, ahí es nada!!). Lo mejor de todo vino cuando mencionó la ética en su mensaje (“necesitamos preservar los valores éticos que están en las raíces de nuestra sociedad”), haciendo referencia a su compromiso en 2014 cuando fue proclamado Rey. Añadió: “Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones, y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”). Y se quedó tan pancho.

 

Bien, básicamente, hasta aquí lo que dijo. Pero…¿y lo que no dijo? Porque pensamos que ahí radica lo importante. Pensamos que de un Jefe del Estado podemos esperar mucho más de lo que cualquier persona de la calle puede decirnos. Y creemos, sobre todo, que un Jefe del Estado tiene que mojarse en los asuntos fundamentales. Sin ir más lejos…¿por qué estuvo tan entusiasta en la defensa de los fundamentos de la Unión Europea, pero no dijo una sola palabra en defensa de las medidas que aquí está tomando nuestro Gobierno de coalición? Ya que se trata de enviar mensajes de convivencia, ¿por qué no hizo un llamamiento en forma de tirón de orejas a las formaciones que siembran el odio y la discordia de forma permanente? (léase Vox, PP y Ciudadanos) En su momento sí lo hizo contra los independentistas catalanes. Y sobre todo, si del respeto a la Constitución se trata, y de llamar a las normas de convivencia, respeto a todos, armonía, paz y concordia…¿por qué no se pronunció abiertamente en tono de condena hacia los militares retirados que le han suscrito una carta, mostrando actitudes golpistas? Y por último, tiene gracia que tengamos que escuchar al hijo del Emérito hablando de “ejemplaridad” y de “ética” en las conductas, cuando su padre lleva un currículum tan abultado en diferentes formas de delinquir y defraudar, tanto a la Hacienda Pública como a todos los españoles, esa “patria” a la que tanto invocan y que siempre dicen llevar en el corazón. Podríamos continuar, pero creo que los ejemplos anteriores dan preciosas pistas al respecto de lo que NO dijo.

 

Si quien me habla es el Jefe del Estado, al menos espero que hable claramente, y sobre todo se posicione abiertamente a favor o en contra de ciertos asuntos. Así que, en vez de tantas vagas generalidades sobre la pandemia, sobre la crisis sanitaria, la crisis económica y el ardor patrio que vertió en su discurso, más le hubiera valido salir a decir que aquí no caben actitudes fascistas, ni que una parte del Congreso acose y amenace a otra parte, y que tampoco caben actitudes y proclamas que pretendan sacar provecho político de una situación tan grave como la que vivimos (no hubiese hecho falta ni mencionar a la bancada de la derecha). En resumidas cuentas, un discurso vacío, como tantos otros a los que estamos acostumbrados. La propia institución de la Monarquía, su misma existencia, representa ya una anomalía democrática, pero además, es que tenemos una Constitución que proclama inviolable al Rey, es decir inimputable, ininvestigable, y menos aún condenable; es decir totalmente impune, y por tanto irresponsable. Solo una sociedad absolutamente alienada puede sostener esto en pleno siglo XXI. Porque además, siguiendo el razonamiento, si el Rey es inviolable durante todo su mandato, cometa todas las tropelías que cometa, no habrá más remedio que juzgarlo cuando deje de serlo, es decir, cuando abdique la Corona en su sucesor (sucesora en este caso). Por lo cual, los partidarios inquebrantables de la Monarquía continuarán argumentando el mismo falaz razonamiento, es decir, que “se juzgue a las personas, y no a las instituciones”, mientras seguimos soportando instituciones corruptas por propia naturaleza, como no puede ser de otra manera si a alguien se le declara “inviolable” en cualquier sociedad. Como afirma Manuel Ruiz Robles, “ningún país que pretenda ser un Estado de Derecho puede estampar en su Constitución tal aberración jurídica”.

 

Rebeca Quintans, en este artículo para el medio El Salto Diario, lo ha expresado clara y valientemente en los siguientes términos, refiriéndose a la fuga del Rey Emérito: “¿Cómo que tú permites que Juan Carlos salga de España, a un exilio dorado en Abu Dabi, con escoltas españoles pagados por todos, cuando está pendiente de cuestiones con la justicia? ¿Tú quién eres, Felipe VI, para permitir esto? Y el gobierno dice “gestión de Casa Real, me lavo las manos”. Absurdo y escandaloso”. Pues eso. Antes el tabú era Juan Carlos, ahora el tabú es Felipe, después será su hija…¿Hasta cuándo? Pues hasta siempre, mientras exista la Monarquía, porque precisamente esta caduca institución es la clave de bóveda que sostiene todo el engranaje del régimen del 78. De ahí el inquebrantable interés en proteger a la Corona que los partidos del régimen demuestran continuamente.

 

¿Es que acaso PSOE, PP, Ciudadanos y Vox aclamarían tanto el discurso de Felipe VI si su contenido fuese el que hemos indicado? Evidentemente, no. Hubieran salido escandalizados, pero eso no llegará nunca a ocurrir mientras estas formaciones gobiernen, porque el discurso navideño (como otros tantos) del Rey es filtrado por el propio Gobierno, que da su “visto bueno”, y en el caso que estamos proponiendo, no se daría. ¿Por qué? Pues porque estas formaciones políticas son las primeras interesadas en que el discurso navideño de Felipe VI siga siendo vacuo, vacío, sin contenido, es decir, siga siendo un no-discurso. Un discurso alienante, que continúe en la línea de los que nos ofrecía su padre, y todos sus ancestros borbones. La alienación del no-discurso del Rey llega a tal grado de calado popular, que aún sin decir nada, y representando una institución absolutamente anacrónica y antidemocrática, la figura del Rey es aclamada a cualquier sitio que va, mientras que la figura del Presidente del Gobierno, en este caso Pedro Sánchez, es objeto de pitidos y abucheos. Algo insólito, pues si lo analizamos desde el punto de vista democrático, sería el Rey quien debería ser abucheado porque no lo ha elegido nadie, mientras que al Presidente del Gobierno lo ha elegido una buena parte de la población. Pues eso, incongruencias de la pseudodemocracia en que vivimos.

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